El valor eterno de la lutería
La Escuela-Taller de Luthería Borja no solo se presenta como la única en el oficio que busca preservar el conocimiento de instrumentos emblema de nuestro país, sino que, además, es el semillero para que futuras generaciones de lutieres tengan cabida dentro del territorio nacional. Sus métodos de enseñanza se dan a partir de una estructura académica a fin de avalar el conocimiento adquirido. La directora e impulsora de proyectos, Luz Borja, nos habla sobre la importancia de cubrir esta demanda que va en aumento a solo pocos años de su fundación como centroeducativo, en Luque.
Por Karina O. Conteiro. Fotografía: Javier Valdez.
El oficio de lutier existe hace cinco siglos, aproximadamente. Durante el Renacimiento tuvo su auge en Italia, y se expandió luego a toda Europa. El origen etimológico de la palabra es el francés luthérie, en referencia al arte de construir instrumentos de cuerda. Luthier deriva de la palabra francesa luth, que procede del árabe laúd, atribuida a al’ud, que significa “la madera”. En el habla hispana, se traduce como laudero o lutero.
A lo largo de la historia, la palabra fue adquiriendo un sentido más genérico y desde mediados del siglo XIX designa al artesano dedicado a la creación y la reparación de los instrumentos musicales de cuerda. Por ende, el oficio consiste en la fabricación artesanal que da vida a un instrumento desde cero, y los lutieres son considerados artistas como tales.
En Paraguay este trabajo también existe desde hace mucho tiempo, pero la diferencia con otros países es que su valioso conocimiento se conserva a partir de la oralidad como casi el único sistema de transmisión de sabiduría y tradición, que va pasando de generación en generación. Este oficio carga una importante fuente de información que forma parte del patrimonio cultural y representa nuestra identidad. Sin embargo, corre el riesgo de perderse en el tiempo si es que la conservación no es rescatada.
En Luque, la Escuela-Taller de Luthería Borja se presenta como un espacio que busca conservar el conocimiento del oficio, una tarea que lleva varias generaciones en manos de hombres lutieres y que hoy día recae en una mujer. “Yo nací en un taller de guitarra, crecí entre el aroma de lo que es la viruta, las maderas. Desde chiquita siempre conocí eso”, dice Luz Borja, heredera de la firma Borja Luthier.
Dentro de la tradición familiar, este camino comenzó con el tatarabuelo de la familia Borja, hace 100 años; y desde hace medio siglo que don Aníbal Borja, padre de Luz y último bastión de artesanos masculinos con el que parecía que concluiría la tradición, se encarga de llevar adelante el rubro hasta hace poco: “Por supuesto, los padres cuando están en un oficio de artesanía no quieren que sigas sus pasos, generalmente te piden que vayas a estudiar, que no te metas en ese oficio porque no es lo que te va a convenir”.
Y así sucedió, Luz se recibió de maestra de Educación Básica y Cultura Guaraní, realizó un posgrado en Didáctica Universitaria y se encontraba ejerciendo su profesión en distintas universidades cuando don Aníbal le confesó que ya no seguiría con la creación de instrumentos. “Me manifestó que quería dejar el oficio, que se sentía cansado porque no tenía más fuerza y que, lastimosamente, no pudo hacer realidad su sueño, el sueño de su abuelo y su bisabuelo. Mi papá lloró, ver a un padre llorar es muy fuerte”, rememora.
En su momento, Luz pasó varios días analizando qué camino tomar, pero si la vocación llama hay que seguirla, y eso fue lo que le ocurrió cuando sin pensarlo decidió dejar su antigua vida para volcarse de lleno a la artesanía, rubro al que jamás imaginó se dedicaría de lleno, a pesar de conocerlo a profundidad. “Recordé que crecí entre las maderas, que corría en ese lugar, que quería lustrar y lijar también, y hacer guitarras”, asegura. Para ella no fue difícil absorber todo el conocimiento para complementar lo que ya conocía, pero de igual manera le dedicó tiempo y voluntad con el fin de darle continuidad a la tradición familiar.
Una marca familiar
En 2013 fundó Borja Luthier y con el tiempo se dio cuenta de que el caso de Aníbal Borja no era aislado; había otros escenarios en donde los artesanos, en su mayoría personas mayores, tampoco contaban con la posibilidad de transmitir el oficio a sus descendientes. “Por eso creamos la escuela, la primera de lutier en Paraguay, un espacio en donde educamos para seguir desarrollando el oficio”, asegura Luz.
Comenzaron de cero, sin maquinarias ni herramientas de innovación, y abrieron sus puertas a todos los interesados; esta vez, con padre e hija al frente del proyecto, que tuvo un buen devenir al concretarse esa alianza. En 2016, entre 85.000 emprendedores de 35 países, Guitarras Borja fue seleccionada para compartir su historia en Nueva York (Estados Unidos), lo que le valió mayor reconocimiento dentro y fuera del país.
Para sumarle emoción, una guitarra hecha en Luque llegó hasta Bono, líder de la banda irlandesa U2, que la ejecutó. Todo ese reconocimiento le valió prestigio al taller y lo posicionó como semillero de lutieres, con una mujer al frente en compañía familiar.
En 2015 se fundó la Escuela-Taller de Luthería Borja y a partir de allí comenzaron a ofrecer varios programas para la creación de instrumentos (guitarra, arpa paraguaya, requinto, ukelele o cavaquinho) abiertos para niños, adolescentes, jóvenes y adultos. Como pedagoga de profesión, Luz se encargó de armar los cursos y desarrolló una propuesta curricular y didáctica para ellos.
Clases sin edades
Dentro de las clases no solo se aborda la práctica, sino también la teoría, con varios ejes como la evolución de la guitarra contemporánea con sus características de procedencia y desarrollo a lo largo de la historia hasta llegar al estándar actual. Además, se aborda la planimetría de los instrumentos para la construcción con distintos tipos, grosores y medidas de madera. En este último punto, Borja destaca que en Paraguay hay un sinfín de variedades para la creación de instrumentos, como el pino, el palo santo y la vareta.
Actualmente, la escuela está conformada por un plantel de profesores, liderado por Aníbal Borja. “A mí me corresponde la parte teórica: historia, evolución, elaboración de planos, estudio de las maderas, todo lo que es botánica y física acústica. Esa es mi área. Luego ya ponen manos a la obra con los maestros, que somos por lo menos cuatro. Formamos grupos de a tres, un profe cada tres alumnos”, menciona Luz. En cuanto a la duración de cada clase, puede variar según el propósito de aprendizaje, ya que cuentan con cursos acelerados de solo semanas, hasta los intensivos de un año para ser lutier.
A la fecha, al menos 120 niños pasaron por la escuela con formación personalizada, pues el proceso de armado se destaca por ser minucioso y se centra en el detalle de cada propuesta de creación. Para este 2022, la Secretaría Nacional de Cultura y la Escuela-Taller de Luthería Borja impulsan un proyecto orientado a rescatar el patrimonio de los pueblos originarios. El fin es investigar, recrear y reconstruir cada instrumento que representa su acervo e historia. Esta iniciativa contribuirá a contar con una base de datos de los instrumentos de nuestros nativos. El proyecto engloba el patrimonio material e inmaterial, ejes que forman parte del lineamiento de Cultura.
Un espacio seguro para ellas
La artesana resalta el interés de las niñas de distintas edades que llegan a la escuela para aprender el oficio. “Tuvimos 15 nenas para el requinto […]. ¿Y por qué se creó un curso de requinto? Porque hay muchas niñas requintistas”, subraya Luz. Se encargan, además, de abrir un diálogo sobre el empoderamiento femenino y las raíces paraguayas. También afirma que muchas personas del extranjero van hasta Luque para aprender con talleres de dos semanas de duración: “En 15 días construyen un instrumento”.
“La Escuela-Taller de Luthería es un espacio de aprendizaje, donde construimos instrumentos para que este oficio no se extinga y llegue a las nuevas generaciones, para que haya equidad de género. Dar una oportunidad a las niñas, señoritas y mujeres de aprender”, resalta y asegura que es una forma de contribuir con la participación femenina en el área a través de la posibilidad de inclusión, a partir de las técnicas tradicionales del conocimiento intangible de los procesos de creación de instrumentos musicales: “La fabricación de guitarras en Luque ya es un folclore, es anónima, no sabés quién inició”.
Más que quedarse en el pasado, Luz apuesta por el futuro, por la promoción del valor de la guitarra paraguaya; destaca su importancia dentro y fuera de Luque, la meca de la lutería. Para ello, arma foros internacionales y trae al país a destacados referentes como la española Amalia Ramírez, una de las primeras de su generación en ser parte del imperio Ramírez como lutier, firma emblema de la construcción de guitarras en España.
Fue por medio de otra mujer que llegó a ella; la maestra Berta Rojas la contactó con su par española para que ofreciera una charla a los artesanos de Paraguay: “Buscamos que esto evolucione, traemos expertos de otros países para que transmitan sus técnicas y mejoren la calidad de instrumentos; que genere un impacto positivo en los artesanos”.
En su momento, el desafío fue doble por ser mujer, dado que sin ningún antecedente femenino en el país, la aceptación por parte de los que ya estaban fue difícil, en un proceso lento, con muchos obstáculos. “Es una discriminación porque somos mujeres, porque soy mujer”, refiere. La exclusión fue tan grande que la hostigaron para que no siguiera: “No me respetaban, se reían, se burlaban, me querían echar de donde estaba”.
Luz no retrocedió, siguió adelante con el apoyo de Aníbal y demostró con acciones que el compromiso era mucho más fuerte. El amor hacia su padre pudo más, pues se dedicó exclusivamente a la escuela-taller desde entonces, y esa misión continúa. “Es una forma de contribuir con lo que somos, nuestras raíces e identidad; nuestro folclore. Siempre apreciamos al viajar la artesanía de los demás, ¿y nuestros artesanos?”, cuestiona.
Aparte de enseñar, la escuela también tiene como objetivo dar lugar a la tradición local y reivindicar las manos de los artesanos paraguayos al otorgar valor para que más personas se interesen en consumir lo local. El fin es que conservatorios y futuros músicos se fijen en la calidad de la producción nacional que, hoy por hoy, se encuentra a la altura de cualquier instrumento extranjero: “Luque es el corazón de la lutería en Paraguay y también de la Escuela-Taller de Luthería Borja. Aparte de recuperar la tradición y el conocimiento intangible, busca que la guitarra paraguaya dé unos pasos hacia arriba”.
Con menos de una década de vida, la escuela se posicionó y se armó de renombre para mantener viva una tradición de décadas. Para Luz, soñar no cuesta nada, siempre y cuando haya un plan de acción que sostenga y dé forma a ese sueño. Por eso siempre tiene en cuenta que nada es imposible si se desea de verdad. Ella y su padre siguen soñando con un futuro más prometedor para la cultura local, y se animan a ir más lejos.
Entre sus anhelos se encuentra una fábrica de guitarras que recupere artesanos que no tuvieron otra opción que abandonar el oficio por no poder mantener sus talleres y que, por consiguiente, hoy se dedican a otros trabajos: jardineros, ayudantes de albañilería o empleados de supermercados. “Cuando me cruzo con ellos me duele”, admite la lutier.
La demanda sigue en aumento, y cada vez hay más interesados en aprender la técnica. El objetivo final: posicionar la mano de obra local y darle el lugar que se merece: “Yo no pensé que iba a llegar tan lejos, me sorprende. Me pone feliz y me compromete a nunca dejar este oficio, a continuar, a que se eternice a través de las niñas, los niños y los adolescentes, porque esto es lo que somos”, concluye.
La Escuela-Taller de Luthería Borja cuenta con una propuesta curricular de construcción de arpa y guitarra paraguayas, entre otros instrumentos, y contempla un contenido que incluye historia y evolución, historia de la música, botánica de la madera, planimetría, lutería práctica (palanca, caja de resonancia y tapa armónica), química (barnices), ajustes y calibración. Se encuentra en la ciudad de Luque y está abierta para todo público a partir de la edad de seis años en adelante.
El espacio cuenta con el apoyo del Fondo Nacional de Cultura y Artes (Fondec), la Fundación Itaú, la Embajada de México en Paraguay, la Unión Industrial Paraguaya y la Dirección de Cultura de la Ciudad de Luque.
Para más información, se encuentra habilitado el número de contacto (0983) 389-107.
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