Siempre para delante
Su nombre es de esos que a todos nos suena de distintos lugares. Mamá lo vio en la tele, cuando pasó por Masterchef, pero papá lo recuerda del restaurante que abrió con Víctor Pecci, mientras que tu hermano lo sigue desde hace un tiempo en TikTok. Ya reconocés su voz en medio del ruido de tu feed, pero hoy te invitamos a conocer mejor al hombre. Con ustedes, Peta Rüger.
Por Patricia Luján Arévalos. Dirección de arte: Gaby García Doldán. Dirección de producción: Betha Achón. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez.
Para la producción de fotos de esta edición, citamos a nuestro entrevistado en las calles del microcentro. “Vamos a sacarlo un poco de su elemento”, pensamos. Pero Peta Rüger sobre la bicicleta es como un pez en el agua, las dos ruedas son como una extensión de sí mismo. “La bici es algo de cuando era pequeño, desde chiquitito aprendí a andar. Subirme a una era mi tiempo de ocio, de salir a divertirme. Trato de mantener esa esencia todos los días”, nos cuenta con una honestidad palpable en cada palabra.
Quizás otra razón por la que reconocés su nombre es por los más de 10 años de carreras de aventuras que realizó. Hasta hoy, pedalear sin música es el momento en que más cerca se siente de sí mismo.
Cuando su nombre empezó a sonar con más frecuencia, se le acreditó como el primer cocinero youtuber de nuestro país. Lo que pasa es que, aunque los shows de tevé subían a esa plataforma los videos de sus segmentos culinarios, Peta fue más allá y empezó a producir contenido exclusivo para la web, en el formato característico de internet de aquella época. Nos estamos remontando a mediados de la década pasada, cuando YouTube era la plataforma preferida para el entretenimiento en ese formato. Y, fiel a esa comunidad, después de un tiempo él mismo empezó a grabar y editar sus propios cortos.
Entonces, ¿qué pasó cuando llegaron TikTok y los reels de Instagram? Peta no siente que hiciera una transición de una red a otra sino, más bien, una expansión de sus redes sociales. Y aunque hoy sea otro el formato en el que más destaca, mira con cariño los días en que producía exclusivamente para aquella primera cuenta: “YouTube fue como un laboratorio”, dice, pero una vez que incursionó en TikTok, todo despegó vertiginosamente: “En Instagram, el crecimiento orgánico estaba muy trancado y, de repente, una red social como TikTok, donde hay un alcance orgánico muy potente, de golpe un video se podía hacer viral o tener muchas vistas… Subís más, hay más vistas. La verdad es que es intoxicante ese ritmo frenético. TikTok cambió mi forma de hacer videos”.
¿Hacés alguna diferencia de contenido entre las distintas plataformas de redes sociales?
– TikTok me enseñó a valorar cada plataforma. En YouTube, los videos son largos, podés hablar de historias, dar consejos. TikTok debe ser más rápido, hay menos silencios mal utilizados, los tenés que acortar. A mí me gustan todas las redes, Twitter me agrada mucho, Instagram y Facebook todavía también.
Estuviste al frente de la cocina de Victorino y en una entrevista describiste la experiencia como “muy dolorosa”. Hoy, 10 años después de aquel desafío, ¿cómo lo recordás?
– Había abierto Victorino con Víctor Pecci, él justo asumió también como ministro, entonces me quedé más en el restaurante. Fue una experiencia dolorosa porque fue mi primer emprendimiento y, al mismo tiempo, una universidad. Aprendí muchísimo y trato de pasarle eso a la gente; las cosas en las que fallé, trato de transmitirlas para que otros no fallen. Me pasa también que, tratando de mostrar un poco más el restaurante, comencé a filmar la cocina. El origen de mis videos se dio gracias a Victorino, ese fue como el pataleo que hice para promocionarlo.
La gente piensa que la única forma de ser cocinero es en la cocina de un restaurante. ¿Estás de acuerdo con la afirmación de que hay más de una manera de hacer cocina?
– Cada día estoy más convencido de que la cocina existe dentro de cada uno. Es algo que algunas personas poseen, el “don” de tener ganas de cocinar. Yo no creo que eso se gane en un restaurante, ahí se gana el título de chef, de jefe de cocina. Uno se puede preparar para eso, evidentemente, pero están los autodidactas y los que tienen educación terciaria. Como con todo en la vida, el que se interesa se va a interiorizar.
Pasa que, más allá de ser profesional, hay personas a las que les gusta hacer algún plato especial los fines de semana, que es como todos descubrimos la cocina, creo yo.
Sos argentino, pero vivís y trabajás en Paraguay. ¿Cuándo, en qué momento de tu vida, se dio esta mudanza?
– La verdad es que Paraguay es lo que conozco y lo que mamé toda mi vida, a pesar de ser de una familia de extranjeros. Nosotros llegamos en el 82, tenía cuatro años y soy el menor. Por ahí, mis cuatro hermanos mayores habrán sentido más ese cambio, pero los recuerdos que tengo son todos de Paraguay, de mi barrio y mi colegio. Viví toda mi vida, me formé profesionalmente, conocí a mi esposa y formé mi familia acá. Mis hijos son paraguayos.
¿Qué significa para vos, hoy, relacionarte con la comida paraguaya?
– Es un orgullo. Mis videos más virales siempre fueron con comida paraguaya o relacionados con Paraguay, pero también porque yo abracé la gastronomía de acá, quería mostrarla y creo que fui evolucionando, también.
En la cocina convivimos con algunos platos, constantemente hay sopa paraguaya, chipa guasu, mandioca, mbeju, chipa, son cosas que siempre tuvimos, pero yo creo que se está valorizando mucho esa comida porque tiene una identidad muy linda. Es fantástica y hay historia detrás de eso.
¿Cómo aprendiste sobre la comida paraguaya? ¿A quién le debés ese amor por los sabores locales?
– Aprendí de mi mamá, su sopa paraguaya debe ser la más rica del universo (risas). Le debo a ella ese amor a la cocina, le encanta dar amor a través de su comida. Y los sabores locales los fui absorbiendo. Es muy difícil sacar eso de los libros, tenés que aprender cocinando codo a codo con otras personas; ahí es donde uno se enriquece. Con Graciela Martínez aprendí el vori vori. Verla a ella hacerlo es una imagen que se quedó grabada en mi cerebro.
Siempre trato de ver, preguntar cómo cocinan. El otro día hice un so’o apu’a del libro Tembi’u Paraguay y casi me mata.
Más allá de la comida paraguaya o la argentina, ¿dirías que existe, más bien, un sabor regional? ¿Cuáles te parece que son los ingredientes que componen ese sabor compartido?
– Creo que hay una cocina rioplatense criolla con ciertas cosas que manejamos. Por ejemplo, los tres países son amantes del asado, pero se hacen de forma diferente. En Argentina tenés parrilla al piso o hecha con leña en el campo —están usando más carbón por una cuestión práctica—; en Uruguay está la parrilla inclinada, también con mucha leña; en Paraguay usamos carbón con el cenicero abajo de la parrilla. Los cortes de carne son ligeramente diferentes también. Nuestras empanadas tampoco son iguales a las argentinas y uruguayas, tenemos nuestro estilo, preferimos las fritas, y en otros países no tanto. Hay elementos en común que también los guaraníes diseminaron.
Te describís como un cocinero al que le gusta la cocina sencilla. ¿Cómo es la cocina sencilla, a tu criterio?
– Cuando era chiquitito, con mi hermano siempre veíamos a Karlos Arguiñano o al Gato Dumas; si llegábamos temprano todavía lo veíamos al Chapori; él siempre hizo una cocina muy local, pero Arguiñano te decía: “Bueno, vamos a comer unas gambas”. Y eso era imposible en mi casa. ¿Camarones? Olvidate. Dumas te sacaba perdices, jabalí, alcauciles, era muy difícil.
Lo que me rompió la cabeza fueron las recetas simples, que decís: “Dios mío, ¿así nomás es?”. Entonces, siempre intenté transmitir una cocina sencilla, con ropa casual; no entro con chaqueta y gorro como Arguiñano, que vos le ves y pensás: “Este es un profesional, ¿cómo yo voy a cocinar algo que a él le sale fácil?”.
Intento tener una pinta amigable, en una casa y no en la cocina de un restaurante, con mi familia y con ingredientes de estación que vos encontrás en una heladera.
No sería de extrañar que te dediques exclusivamente a crear contenido. ¿Cuántos videos estás produciendo a la semana?
– Cambió ese formato… antes subía un video a la semana a YouTube y rellenaba con fotos. Era distinto también; ahora, si no hacés un reel o un cortito, ¡hule! Y tengo un ritmo de cinco a la semana, como mínimo, pero a veces pueden ser dos.
¿Es importante para vos publicar algo, por pequeño que sea, todos los días?
– Lo importante es crear contenido relevante. Yo sé que no todas las recetas van a pegar, no todos los videos van a ser un hit, pero hay veces que es al revés. Uno que vos pensás que va a ser un éxito, no lo es, y otros que decís: “Bueno, voy a subir nomás este video”, revienta todo.
Me pasó con el arroz blanco. En TikTok tuvo más de cinco millones de reproducciones. Y todo porque yo le puse tres tazas de agua a una taza de arroz, así me enseñó mi mamá. ¡Y todo el mundo comentaba que no, que son dos! (risas).
¿Cómo es un día normal en tu vida?
– Cambió con respecto a un año atrás. Hoy me levanto a las 6.00, llevo a mis hijos al colegio, trato de ordenar mi día y semana, voy al gimnasio, vuelvo y grabo. Dos veces a la semana, a la tarde, hacemos mi programa de Paraguay TV, La comanda. Una vez a la semana, por lo menos, trato de grabar el tour. Según qué tipo de tour sea, se hace a la noche, a la tarde o a la mañana.
Trato de visitar locales, también. Muchas veces voy con mi familia, así puedo pedir la mayor variedad posible de estos platos para hacerles el video.
El mercado de los influencers puede ser pequeño en Paraguay, ¿sentís que existe cierta incertidumbre, todavía, para quienes se dedican a eso al 100%?
– Les recomiendo que hagan tratos a largo plazo, no se vendan por dos meses, sino por seis, por un año. Es como remar: si te dedicás a las redes sociales o sos emprendedor, cada remada cuesta, pero avanzás. Es algo sacrificado, arriesgado, pero es algo de lo que se puede vivir.
¿Cuál esperás que sea tu impacto en la vida de tus seguidores?
– El otro día me subí a un Bolt y el tipo me dijo que aprendió a hacer su primer arroz kesu con mi receta, y que la sigue preparando tal cual. “Es la más rica de todas”, me confesó. ¡Ese tipo de cosas, a mí, me hacen el día!
Quiero crear contenido relevante que le sirva a la gente, cosas que sean prácticas. Algunas personas me dicen que mis recetas son mentira, pero son tal como salen. Quiero que me sigan porque les sirve lo que hago, los lugares que visito o porque les entretienen los tours.
Como cocinero, Peta demostró sus habilidades hasta en televisión. Como influencer, los números hablan por sí solos. Como entrevistado, es una persona tan amena como vemos en la pantalla del teléfono. Su día perfecto incluye las tres cosas que siempre comparte en sus cuentas oficiales: andar en bici, cocinar y compartir con su familia “Tener un lindo día en el que comas bien y seas feliz; disfrutar de las cosas que te gustan con la gente que querés”, resume.
Sus consejos son como su cocina: sencilla y enriquecedora.
Es eso mismo lo que transmite cada vez que suena su voz en medio del scroll eterno de entretenimiento. ¿A cuántos inspiró a prepararse un plato de arroz, al estilo de su madre? ¿Cuántos de nosotros descubrimos un local gastronómico gracias a sus tours? Iría tan lejos de afirmar que muchos volvieron a salir en bici por las caóticas calles de Asunción después de verlo pedalear.
A fin de cuentas, ¿cómo medimos la influencia de estas personas que seguimos, con quienes interactuamos todos los días a través de las redes, sino a través del impacto positivo que tienen en nuestra vida? Peta Rüger lo logró, con un consejo certero o, tal vez, una receta de guiso tan lleno de sabor que, al probarlo, y solo por un ratito, nos hizo bajar el celular.
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