Nota de tapa

La Delio Valdez

Cumbia para iluminar

En esta nota exploramos cómo la orquesta de cumbia redefine los límites de la música con un proyecto que va un poco más allá: pone en cuestión el panorama cultural, y defiende el derecho a la alegría y la identidad en cada nota. La banda, que opera como una cooperativa de artistas, se presentó el pasado julio por primera vez en Paraguay en un reconocido boliche y Pausa se sumó a la bailanta. 

Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte: Gaby García Doldán. Dirección de producción: Betha Achón.
Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez. Agradecimientos: Pame Carvallar y Steven Desvars.

Los latinoamericanos llevamos la cumbia en la sangre. Más que un género, es un puente que atraviesa todo el continente, desde Colombia hasta Argentina, pasando, claro, por nuestro país. Es la música de la calle, de la infancia, y cada región tiene sus propios aportes y sazones, que la enriquecen aún más.

Pero además de identidad, es una expresión política: la música de las grandes mayorías populares. Y nos ofrece, en sí misma, una nueva narrativa cultural: sus orígenes se remontan a la colonización misma e historiadores hablan de la fusión de ritmos nativos con tambores africanos. La cumbia siempre es y fue del pueblo. Y un poco de esa historia es la que canta La Delio Valdez (LDV).

Laboratorio de cumbia

El proyecto comenzó hace 14 años, en 2009. Un grupo de amigos se sintió atraído por este ritmo y decidió investigar el género. Juntos crearon la orquesta La Delio Valdez, y fueron aprendiendo y creciendo a la par de la consolidación del grupo. Empezaron por rendir homenaje a los clásicos de la cumbia colombiana de orquesta y, en el proceso, encontraron su propio sonido e identidad a partir de la investigación. 

“Es, en principio, un grupo de amigos con la curiosidad de tocar este género y de profundizar en la cumbia, que es un estilo que se escucha en toda Latinoamérica y tiene su particularidad en cada región”, empieza a contar Ximena Gallina, percusionista de la banda, que hoy nos funge de vocera.  Así fueron encontrando el camino musical de la orquesta y también de la organización, ya que LDV es una cooperativa de músicos. 

Retoman la formación de las orquestas de cumbia más clásicas —con los vientos—, pero le dan un sello actual con los elementos eléctricos, como la guitarra y el bajo. “Cuando estamos todos en escena, somos entre 15 y 16”, agrega Xime. 
“El grupo está compuesto por una base, como le decimos, que serían guitarra eléctrica, bajo, timbaletas, congas, güiro y tambor o bongo, o caja vallenata”, describe la percusionista. Le sigue toda “la línea de caños: a nuestra izquierda vamos a encontrar a los bronces: dos trombones y dos trompetas, y del lado derecho del escenario, las cañas: dos saxos, uno alto y uno tenor, y un clarinete”. Completan la pintura la presencia escénica de la cantante colombiana Ivonne Guzmán Grisales y el artista Black Rodríguez Méndez, las voces principales. A la primera la escuchamos anteriormente en Bandana y Actitud María Marta, mientras que el segundo es un reconocido cantor de tango.

Esta banda es también familia, ya que Black es padre de Milton y Pedro Rodríguez (trombón y timbales, respectivamente). Este último también canta, a veces. Como Manu, quien además de la guitarra ofrece su voz para contar historias.

Como adivinaron, LDV no se identifica por tener solo una voz líder. Rotan en ese rol y cada uno ofrece algo diferente en un show único con una teatralidad y energía increíbles. “Creemos que eso nos identifica, no tenemos solamente un cantante, y en escena todas las personas, la base y los vientos componemos la orquesta”, retrata Ximena. 

Cada uno de ellos ofrece su particularidad para armar el todo y generar ese momento mágico cuando lo único que importa es la música. 

Las influencias

“El género que elegimos para contar y para expresar es la cumbia”, dice Xime. “Pero claro, cada uno de nosotros viene de un palo de música distinto y también de vida, de una región particular, en donde tuvo acceso, relación y vínculo con diferentes estilos musicales”, aclara. Eso, definitivamente, se manifiesta en lo que hacen.

Les gusta el rock argentino —y se nota—, pero también hay mucho folclore, tanto de ese país como de toda Latinoamérica. Y, definitivamente, esas letras paisajistas son la prueba. Los instrumentos que ejecutan y los arreglos musicales que hacen también lo demuestran.

“Todo se ve reflejado. El power trío que suena constantemente (la guitarra, el bajo y el timbal) empuja toda la orquesta y sostiene esta sonoridad que a veces se escucha por momentos tan rockera y a veces más folclórica”, explica la artista.

“[Nuestra música] está como bañada del recorrido personal y grupal, que nos corre por las venas, por el cuerpo; el lugar donde nacimos, donde crecimos; la ciudad en la que vivimos y la música que comparte y le gusta a toda la gente que nos rodea”, sostiene.

Cada uno de ellos proviene de distintas formaciones musicales. Mientras algunos estudiaron en el conservatorio y terminaron sus carreras profesionales, otros pasaron por la academia por menos tiempo. Varios acudieron a escuelas de música popular, a la Escuela de Música Juan Pedro Esnaola o a la Escuela de Música Popular de Avellaneda. Otros se formaron en otras artes primero y lo musical vino después.

Aunque vengan de lugares diferentes, “hay una conjunción y un querer contar desde esta red que se teje entre personas, gustos y elecciones tan particular que se da, que me parece que hace que tenga esa sonoridad y esa búsqueda que nunca se termina, de cómo contamos lo que queremos contar y de qué queremos contar”, describe Ximena. 

La búsqueda de una identidad propia

En los primeros discos de LDV hay una o dos canciones originales. La mayoría de los temas fueron covers de otros artistas y de las diferentes formas que adquiere el género en toda Latinoamérica. Eso tiene que ver con un proceso de exploración e investigación casi de laboratorio: “Primero fue tocar y escuchar la cumbia de otros países, para buscar cómo sonábamos y encontrar una identidad propia a nuestra sonoridad”. 

Debutaron con el disco La Delio Valdez en 2012, le siguió La Rueda del Cumbión (2014) y el EP Calentando la Máquina (2017). Ese proceso decantó, necesariamente, en temas propios. Así nació Sonido Subtropical, una verdadera oda a la cumbia latinoamericana. 

En sus comienzos, LDV organizaba fiestas de cumbia. Ahí, claro, las producciones propias contrastaban con las participaciones en festivales y otras fechas compartidas con diferentes artistas. Antes, organizaban cumbiones durante toda la noche, donde manejaban la producción, la logística y la parte artística.
Pero, como dice la canción, de un tiempo a esta parte hay un cambio. Más gente empezó a consumir su música y se volvió un fenómeno familiar, primero a partir de los festivales. “Hay una diferencia entre el público de las 9.00 de la noche y el de los cumbiones a las 3.00 de la mañana”, explica Xime. Así, otro público conoció a La Delio.

Se presentaron en varias ocasiones en el Luna Park, la meca del arte porteño. Esto les dio la oportunidad de introducir otras características en escena que, según Xime, no es más que lo que se merece la gente: “El espacio se da para que también podamos desarrollar toda una producción visual y musical que no es posible hacer en otros lugares, porque el Luna Park tiene un montón de historia, muchísima mística”.

Un espacio de encuentro

Colaboraron con varios artistas: grabaron en México con La Sonora Dinamita; con Julieta Venegas ensayaron en persona, y culminaron en un show en Mendoza. Con Lila Downs compartieron un show en Rosario e interpretaron juntas. Participaron con Natalia Oreiro de un video y un concierto en el Luna Park.

También trabajaron con Macha, del Bloque Depresivo y Chico Trujillo. Completan la lista Karina, Javier Ortega, Abel Pintos, por nombrar algunos. Y ni hablar del último lanzamiento, en el cual reversionan Adiós amor con Ke Personajes.  

Otras formas de pensar el mundo

LDV se organiza como una cooperativa de artistas, y como tal, de trabajadores de la música. Y esto implica, necesariamente, otra forma de pensar en la industria musical: “Ser una cooperativa y un proyecto autogestivo independiente implica que podemos tomar las decisiones teniendo en cuenta nuestro contexto, para armar una agenda cooperativa y que nadie nos esté diciendo qué hacer”. 

“Nuestra manera de trabajo yo creo que es revolucionaria, propone encarar las decisiones y las elecciones de una manera diferente, siempre teniendo en cuenta a la persona que está al lado, nuestros cuidados individuales, familiares, el marco dónde estamos viviendo y todos los trabajadores y trabajadoras que participan del proyecto de La Delio Valdez”, manifiesta la vocera.

Los procesos de toma de decisiones en todos los ámbitos se dan de forma asamblearia. “Quizás sea un proceso más largo, pero el resultado es mucho más rico”, cuenta la percusionista. De esa manera, logran que sus resultados tengan el aporte y la identidad de cada integrante y, al mismo tiempo, de toda la cooperativa.

Pero se trata de un proceso arduo: “A veces se piensa que porque somos cooperativa, todo es a votación, y levantamos la mano y la mayoría gana. En realidad es un poco más profundo, porque cada propuesta está compuesta por todo un bagaje de compartir la información, la vida, la sensibilidad y los intereses”. Es un constante aprendizaje que, según dice, esperan que sea infinito.

“Creemos profundamente que el artista no es un adorno de la sociedad”, destaca Xime Gallina y sigue: “Tiene voz y ganas de contar y de manifestar, elegimos hacerlo de esta manera. Es nuestra responsabilidad al tener esta visibilidad, es una decisión política de toda la cooperativa”. Y todas las resolutivas lo son: desde tocar en la calle o en un teatro, hasta establecer el precio de las entradas y, sin dudas, la manera de organizarse.

“Tenemos también la responsabilidad de contar, con la claridad que nosotros pensamos y con la revolución que llevamos; de expresarnos con esa claridad y con esa decisión grupal y cooperativa. Entonces creemos que tenemos esa tarea de hacerlo como artistas con visibilidad. La Delio Valdez defiende el derecho a la alegría, a la juntada, al encuentro, porque al final es lo que nos queda cuando no tenemos un mango”, afirma Ximena. Y puntualiza: “Siempre nos queda la cultura popular, la calle, para encontrarnos con la gente que queremos compartir; lo que nos identifica”.

La Gira y la Serenata
Es la materialización en vivo del álbum El Tiempo y la Serenata, gestado en la pandemia. Refleja la transformación del disco al escenario, proceso en el que se enriquece con las sensibilidades locales y los encuentros con artistas. Trasciende kilómetros y se adapta a cada lugar y público. La pasión por la música y el deseo de explorar nuevos horizontes aseguran un futuro prometedor para La Delio Valdez.

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