Un espacio para la memoria feminista
Luego de un año y medio de gestiones del Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA), se firmaron los acuerdos para restaurar la casona de la abogada feminista Serafina Dávalos, que fue la primera mujer en integrar el Tribunal Supremo de Justicia, hoy Corte Suprema de Justicia.
Sobre Herrera 892, entre Estados Unidos y Tacuary, se yergue la casa de la primera paraguaya en doctorarse en Derecho: Serafina Dávalos. Es una edificación construida a principios del siglo XX con vestigios de pintura blanca y detalles de color coral. Hay elementos que ya no están: las cúpulas de los torreones, las puertas talladas, las figuras en hierro forjado, los vitrales y las lámparas araña. Un aura de intimidad y misterio recubre las habitaciones en las que pasó sus últimos días.
Allí vivió junto a su compañera de vida, Honoria Barilán. Unos años después de su muerte, el 27 de setiembre de 1957, el inmueble pasó al Instituto de Previsión Social (IPS). De acuerdo con una nota de Última Hora, durante mucho tiempo estuvo alquilado por la Asociación de Médicos Colorados, que modificó un sector del palacete para destinarlo a salón exclusivo para fiestas. Tras ser abandonada hace más de 30 años, fue ocupado, saqueado y hasta usado como vertedero.
Pero la casa de Serafina Dávalos se resiste a ser olvidada. En marzo, los arquitectos de la Secretaría Nacional de Cultura comenzaron a trabajar en el análisis de la situación actual de la casona, declarada Patrimonio Histórico y Cultural. La secretaria ejecutiva del Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA) informó que el IPS, propietario actual, le cedió en usufructo el inmueble histórico por 20 años para que se convierta en un centro cultural.
Según explica Adriana Ortiz, directora del IPA, en Paraguay existen más de 40.000 artesanos de los cuales el 70% son mujeres. Cuando recibieron el listado de lugares disponibles para la restauración, eligieron el de Serafina por su valor histórico y simbólico en la sociedad. El instituto nunca tuvo un centro cultural para la promoción y la salvaguarda de la artesanía, y consideraron que esa casa era propicia. Tras conseguir el respaldo económico del MOPC, el convenio se firmó entre cuatro partes: MOPC, SNC, IPA e IPS.
Ese proceso llevó un año y medio. “Gran parte de la casa va a ser destinada a colectivos de mujeres, a la promoción de los derechos y programas de emancipación. Habrá espacios de coworking y salas de estudio para investigación. Adentro estará un museo-biblioteca en memoria de Serafina Dávalos que albergará toda la bibliografía nacional e internacional sobre el derecho y poesía escrita por mujeres”, subraya Adriana. El centro cultural va a llevar de nombre “Serafina Dávalos”.
También habrá una biblioteca de arte popular, arte indígena, y en un ala de la casa está previsto realizar talleres abiertos. La directora del IPA cuenta que se instalará la primera escuela de orfebrería para que la gente tome clases. También tendrá distintos tipos de hornos para hacer talleres de cerámica con maestros artesanos, de cestería, y expondrán telares del Paraguay. Este es un avance significativo y una gran conquista para la comunidad cultural y feminista, que durante años estuvo intentando establecerla como institución, en homenaje a Dávalos.
Desde el colectivo Serafina Dávalos, integrado, en su mayoría, por alumnos y alumnas de la Facultad de Derecho, consideran que la restauración de la casa es una forma de hacer justicia a la memoria. “Este es un paso fundamental para recuperar esa historia de lucha y resistencia, más en un país con una memoria tan frágil y de una cultura machista tan arraigada. Este hecho es muy significativo para la continuidad de la construcción de memoria histórica nacional de las mujeres, que apunta a formar una sociedad más justa, libre, y participativa”, exponen.
Adriana Ortiz apunta que van a tener una agenda abierta para que cualquier persona que quiera ocupar la casa, lanzar un libro u organizar un concierto, pueda acceder. “Ese lugar estará disponible para todos los paraguayos y paraguayas, todo el año. Se trabajará de manera colectiva para que el arquitecto y el grupo de proyectistas piensen los espacios en función de lo que la gente quiere y se imagina. La única manera que tenemos de apropiarnos de un sitio es sentir que es nuestro”, reflexiona.
Símbolo del neohistoricismo
La directora de Patrimonio de la Secretaría Nacional de Cultura, Natalia Antola, explica que la casa de Serafina Dávalos, construida a principios del siglo XX, tiene un estilo ecléctico. Eso significa que reúne muchos elementos de distintos periodos. También presenta las características de las corrientes ecléctico-historicistas o neohistoricistas que se iniciaron a mediados del siglo XIX en Europa y que, posteriormente, se expandieron al mundo occidental. Así lo explica Ángela Fatecha, arquitecta y magíster en Historia del Paraguay con énfasis en el Periodo Independiente.
“Un elemento destacado de la fachada, que da cuenta de este estilo, es la hoy desaparecida torre de chapitel, que hace referencia a la historia de la arquitectura de finales del Medioevo y que se siguió utilizando en el Renacimiento sobre todo en Francia. La casa, por su ubicación, aislada del centro de la ciudad, pudo haber sido una villa como las que predominaban en ese tiempo sobre las avenidas Mariscal López y España, en las afueras del sector ya consolidado de la capital”, considera Fatecha.
El art déco también ocupa un lugar importante, sobre todo en la muralla, la fachada y la ornamentación. “Hay algunos detalles como las figuras que son de la misma herrería. La casa en sí misma tiene muchísimo valor por su antigüedad, su arquitectura y porque fue de Serafina. Es supersólida y no hay problemas estructurales graves, eso nos da alegría. No es algo que se cae o un muro que está torcido”, opina Natalia.
No son muchos los patrimonios que ponen el foco en la figura de las mujeres en rubros como literatura, arte, ciencia o investigación. Entre los más conocidos, Ángela destaca las Casas del Bicentenario: la del Teatro Edda de los Ríos, la de Josefina Plá y de la danza Tala Ern de Retivoff, además del trabajo y la presencia de la mujer en el Museo Andrés Barbero, la obra de Branislava Susnik, la Academia Paraguaya de la Historia —cuya presidencia la ejerce una mujer: la doctora Mary Monte— o el Centro Cultural el Cabildo, a cargo de Margarita Morselli.
Natalia, por su parte, menciona que el parque Caballero es originalmente de la esposa. “Hay que reestudiar la historia, lo que muchos historiadores están haciendo, como Ana Barreto, que busca visibilizar a la mujer. ¿Por qué en el Panteón de los Héroes no hay casi ninguna, y si están es por el hecho de ser esposas? Hicimos muchas más cosas”, enfatiza Antola.
Un aspecto interesante que analiza la arquitecta es que hay muchos inmuebles valiosos en esa zona, pero parecen estar cubiertos por un velo de invisibilidad. Cuando mira la casa de Serafina desde su interior, ya se imagina a la gente entrando y saliendo, el vitraux restaurado, una vista con un estanque de agua y camalotes flotando. Quizás es esa mirada tan particular de los arquitectos y arquitectas la que les permite pensar en todas las posibilidades. Natalia se emociona cuando habla de Serafina, se la imagina sentada delante de su escritorio, al lado de una biblioteca.
“Estas acciones quiero que provoquen un efecto dominó y que más gente se anime a soñar. La riqueza que tiene una edificación con tanta historia hará que sus espacios sean realmente inolvidables. Si más gente se anima a invertir en buenas recuperaciones del patrimonio cultural, realmente nuestro centro sería un sueño. Tanto nos gusta ir a los otros países del mundo y ver sus centros históricos, tomar café y todo el mundo valora eso cuando sale, pero parece que dentro uno no mira”, refuerza.
La voz que denunciaba la desigualdad
Serafina Dávalos nació el 9 setiembre de 1877 en la ciudad de Coronel Oviedo, aunque en ese momento se llamaba Ajos. Era una próspera localidad paraguaya situada en el sureste del país, a 132 kilómetros de la capital. Se educó en la Escuela Normal de la Asunción, en la que obtuvo diploma de maestra, en 1898. Estudió en el Colegio Nacional, de donde egresó bachiller en 1902, y fue la primera mujer en graduarse de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Asunción, en 1907.
En su tesis, Humanismo, cuestionó el sometimiento de las mujeres a una sociedad patriarcal y consideró la igualdad jurídica como determinante del cambio de situación social. Este trabajo causó grandes controversias en la clase intelectual de su época. En años en que las mujeres tenían prohibido votar, ella ya cuestionaba la desigualdad de género: “La idea de ver a la mujer ejecutando actos de ciudadanía es lo que más resistencia ha encontrado siempre entre los impugnadores de los derechos feministas; pero si la prevención contra la ciudadanía de la mujer es grande, en general, la prevención contra el acto clásico que implica esa calidad es mayor aún, cuál es, la función política del voto: votar una mujer por tal o cual candidato al Congreso, por ejemplo, es el acabose para esos singulares sociólogos; como si se tratase de algo muy superior y misterioso que solo el alma del varón puede percibir”, escribió hace ya un siglo.
Lastimosamente, no vivió para ver cómo Paraguay se convertía en el último país latinoamericano en otorgar el derecho al voto a las mujeres, en 1961 con la ley “De los derechos políticos de la mujer”. Dávalos fundó y militó en varios gremios, como el Movimiento Feminista de Asunción, el Centro Feminista Paraguayo, la Unión Femenina del Paraguay y la Liga Paraguaya por los Derechos de la Mujer.
En 1904, Serafina y otras 20 activistas constituyeron el Comité de Mujeres Pro Paz, para intentar evitar una inminente guerra civil en el país, en uno de los primeros antecedentes de acciones políticas femeninas.
Serafina fue también la primera en integrar el Tribunal Supremo de Justicia (anterior denominación de la actual Corte Suprema de Justicia), la primera catedrática del Colegio Nacional y la primera en integrar el Consejo Nacional de Educación. Como bien lo expresa la periodista Teresa Burgui Jurio, su vida estuvo llena de disrupciones, de contestaciones a aquel rígido orden social, político, jurídico, cultural y económico conservador del Paraguay de inicios del siglo XX.
Los silencios de la historia
Serafina murió en el olvido y la indigencia, bajo el estigma de habérsele negado cristiana sepultura. Todavía hoy existen muchos aspectos de su vida que no son conocidos; misterios rondan su figura, entre ellos, el de su muerte. El historiador Fabián Chamorro buscó la tumba de la abogada por varios relatos que encontró, sobre todo, en periódicos. Lo último que supo es que fue enterrada en la zona española del Cementerio de la Recoleta.
“Recorrí de punta a punta el lugar, cotejé documentos, todo lo que había disponible, pero no pude dar con su tumba. El relato que conseguí, que está basado en la oralidad, cuenta que cuando la enterraron no le pusieron siquiera lápida para que no se la encuentre. De alguna manera se confirma, porque no quedan vestigios del lugar donde fue sepultada”, explica. La historiadora Ana Barreto Valinotti, quien incluyó la biografía de Dávalos en su libro Mujeres que hicieron historia en el Paraguay, editado en 2011, coincide en que el lugar donde se la enterró aún es un misterio.
Rosemary Dávalos, sobrina nieta de la abogada, intentó hallar el paradero de Serafina. Junto con su marido, Gustavo Ilutovich, y otros referentes culturales conformó el grupo Rescatando a Serafina. Su misión es encontrar su tumba y poner en valor su legado. De acuerdo con algunos historiadores, no se le permitió entrar a la iglesia porque era lesbiana y por sus reivindicaciones sociales. También hacían lo mismo con masones y otras instituciones que tenían algún tipo de disputa con la Iglesia Católica.
“No dejaron enterrarla por su orientación sexual, por su elección de vida, ella fue menospreciada. Pero hoy estamos a tiempo de reivindicar esa historia y rendirle un homenaje. Que la casona sea del IPA es solamente una excusa para levantarla. Nosotros tenemos la voluntad para que esa casa siga adelante y después que la habitemos, la vayamos construyendo entre todos. Ese es un poco el sentir de Serafina como mujer”, concluye Adriana Ortiz.
Recién en 1998, más de 40 años después de su muerte, se convirtió en la primera mujer en aparecer en un sello de correos paraguayo. La Dirección General de Correos grabó en la inscripción: “La primera abogada y feminista del Paraguay”. La restauración de este espacio de la memoria es una forma de recuperar a una de las historias olvidadas de nuestro país: la de las mujeres que, como lo afirmaba en 1907, no se conformaron con ser “bestias de carga”.
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