Desglose de los márgenes de la hiperfeminidad, los roles de género y la nostalgia
En el universo coquette impera una paleta de rosas y colores pastel, telas nobles como la seda y el satín, infinitos lazos y moños. Esta tendencia, en la que se percibe a lo femenino como algo central, se complejiza al mirarla más de cerca.
Antes de empezar, esta nota no pretende dar respuesta a los cuestionamientos que se alzan con esta tendencia; pero en el camino de pensar y reflexionar sobre este tema, puede que nos encontremos con debates aún más interesantes.
Cada tanto, las redes sociales, específicamente TikTok, albergan la manifestación de una tendencia. Una de ellas es la estética coquette, que, lejos de instalar una nueva propuesta estilística, reivindica elementos estereotípicos asociados a la feminidad.
Lo que más llama la atención de esta tendencia es lo que genera en términos reflexivos, no tanto la estética en sí. Las personas millennials vivimos una importante manifestación de esto años atrás, con fenómenos pop y culturales como Lana Del Rey; con Sofía Coppola y creaciones cinematográficas suyas como María Antonieta y Las vírgenes suicidas (y, más recientemente, Priscilla); la época reinante de Blair Waldorf, de Gossip Girl; de los lazos, los moños, los zapatos altos, las mejillas rosadas, las medias, las perlas y baguettes; un universo donde la hiperfeminidad florecía sin recaudos.
A la fecha de esta publicación, la palabra “coquette” en TikTok tiene alrededor de 19.2 billones de vistas. Esto es importante, principalmente si pensamos cuáles son sus antecedentes. No hay un origen claro, pero muchas personas refieren sus raíces a la estética lolita, proveniente de Japón, un movimiento social de finales de los 70 que se inspira en la época edwardiana, victoriana, el rococó y el barroco de los siglos XIII y XIV. La palabra “lolita” tiene una carga simbólica distinta en occidente, peyorativa y preocupante; la Lolita de Vladimir Nabokov, que se puede a asociar con la estética coquette.
Cuando digo que me impresiona más lo que genera esta tendencia, me refiero a reflexiones que sostienen la validez de esta manifestación estética y social en el hecho de que, actualmente, lo coquette gira en torno a la reivindicación, al reclamo, de una feminidad exacerbada que antes era vista de manera negativa o incluso antagónica. “El empoderamiento femenino pasa por apropiarse de todo aquello que ha servido de burla o menosprecio a la mujer”, se lee en una nota del diario español El País, al respecto. Y aquí es donde me pregunto, en un nuevo año, 2024, ¿qué es lo femenino?
Para la filósofa Judith Butler, existe una “performatividad de género”, que es “un dominio en donde el poder actúa como discurso”. Butler explica que este fenómeno no es un acto único, sino una repetición y un ritual que consigue su efecto a través de la naturalización en el contexto de un cuerpo. Performar lo femenino, lo asociado a la mujer, son construcciones sociales político-económicas, identitarias, con las cuales crecieron (crecimos y está creciendo) la gran mayoría de niñas y mujeres.
Hiperfeminidad y fetichización vs. exceso de moralidad
Hay una cantidad interesante de factores que convergen en un tema que parece simple, una estética que profesa el retorno a una feminidad inocente, tradicional pero juguetona. Sin embargo, cada expresión estética tiene una carga social y un contexto que la envuelve. Una de las conquistas del feminismo fue socializar y defender el derecho de la mujer sobre su cuerpo y su expresión de género. Por otro lado, la estética coquette se vincula al realce de estándares de belleza hegemónicos y problemáticos.
No dejo de pensar en la dicotomía en la que parece estar envuelto este tema: la hiper-feminidad que enfatiza lo binario dentro de la expresión humana: lo femenino y lo masculino, lo del medio no existe; y el innecesario e incansable escrutinio que persiste de las decisiones estéticas, sociales y culturales de la mujer. Y aun así, hay otras aristas por considerar e indagar. En un artículo de la revista Nylon aparece el testimonio de una fashion influencer que comenta que “lo coquette evoca nostalgia, encarna el amor, la juventud y el verano”. Pero, ¿a quiénes aplica o quiénes pueden sentir esa nostalgia?
Volviendo al factor Lolita de Nabokov, hay quienes sostienen que la generación Z conoce y entiende la problemática que rodea a esos personajes hipersexualizados, como Lolita en la ficción, pero que existen y existieron miles y millones de casos similares en todo el mundo. Un testimonio en un artículo de Vogue España dice: “Lo coquette trata de reclamar personajes hiperfemeninos que han sido demonizados para devolverles su luz positiva […] En el pasado, cuando a una chica le gustaban las ‘cosas básicas’, como el rosa, Starbucks o Crepúsculo, se veía como algo negativo. Ahora, estamos reclamando y celebrando todas esas cosas de las que se burlaron de nosotras en el pasado”.
Entonces, ¿en qué quedamos? Y en muchas cosas. Si seguimos lo que podemos entender como una tendencia que hipersexualiza a las mujeres, es importante posar la mirada en uno de los mayores problemas, que es restar responsabilidad a la mirada fetichista masculina, al acoso, la violencia machista y la pedofilia. Un reciente artículo del medio latinoamericano Volcánicas explica que “reprocharnos por seguir códigos que llevamos décadas aprendiendo y performando es caer en el mismo juego culposo judeocristiano en el que siempre somos nosotras las responsables de nuestra desdicha”.
Es decir, esta tendencia no es el principio ni el fin de la perpetuación de los estereotipos de género, y satanizarla tampoco es el camino —si es que hay alguno—.
Al inicio dije que en esta nota no se encontrarían respuestas, pero creo que terminé por hallar una que me deja más liviana, por ahora. Si bien algo que me interpela mucho es la performatividad de género, de los roles y cadencias asignados al hecho de “ser mujer”, me uno a Ita María, la autora del artículo de Volcánicas, mencionado más arriba, cuando habla de que no existe mucha solución en dejar de usar los moños o desalentar su uso, sino en cuestionar ese mandato y dejar de insistir en que existen “cosas de mujeres” o “cosas de varones”: apelar por un coquette que rompa y que desdoble los márgenes de lo considerado femenino, y que abogue por una feminidad inclusiva y amigable con todo tipo de cuerpos, bagajes y expresiones.
Sin Comentarios