El presente de la música en Paraguay
Las artistas que protagonizan esta edición no son ajenas a las páginas de Pausa. Llevamos años siendo testigos de sus carreras y revisando trayectorias que nos preceden. Hoy más que nunca podemos afirmar que sus voces y sonidos escriben, en tiempo real, la historia de la música hecha en Paraguay. En el marco del Día Internacional de la Mujer, ellas dictan el ritmo de esta nota.
Por Patricia Luján Arévalos, Laura Ruiz Díaz y Nadia Gómez. Dirección de arte: Gabriela García Doldán.
Dirección de producción: Bethania Achón. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez. Agradecimientos: Puerto Liebig.
De un tiempo a esta parte, la conversación sobre música en Paraguay cambió. Y para bien.
Lizza Bogado marcó la dirección de una nueva generación de voces folclóricas cuatro décadas atrás y lo continúa haciendo hoy. Pionera desde siempre, también fue la primera en llegar a nuestra locación para la producción de fotos que acompaña estas entrevistas. Su sonrisa franca da una bienvenida instantánea para iniciar cualquier conversación. Con su guitarra en mano, además fue la primera en invitar a sus compañeras músicas a tocar y cantar, para poner la banda sonora perfecta a una mañana inspiradora entre mujeres que se dedican a crear para vivir.
Sin saltarse un tiempo, las voces de Jennifer Hicks, Bianca Orqueda, Sabrina Montes y Andrea Valobra fueron acompañadas por la guitarrista y compositora Dahia Valenzuela, la violinista y directora de la Orquesta Sinfónica Nacional María Victoria Sosa, y la bajista y contrabajista Paula Rodríguez.
Paraguaya rohayhu fue la elección de Lizza, coreada por los aplausos de toda la sala y seguida por Ni más ni menos de Bianca, ante un silencio casi reverente a las composición de la nivacché. Andrea eligió un himno femenino, What’s Going On, perfecto para la chica que grita, y Jenni y Sabb dieron su propia versión a dueto de Hit The Road Jack.
Sin darnos cuenta de lo que estaba sucediendo, el staff de Pausa presenció un concierto in promptu acústico poderosísimo, que encapsuló el maravilloso momento que vive la música nacional en este momento. En un solo lugar, pasado, presente y futuro de la industria que hoy se nutre de proyectos auténticos.
El mensaje es claro: los esfuerzos por allanar caminos para nuevas generaciones de mujeres artistas dieron frutos. Gracias a quienes dieron los primeros pasos en épocas más desafiantes, nuestras entrevistadas, hoy, vuelan. Su talento es indiscutible, su estilo es envidiable y su sonido es reconocible porque suenan en todas partes.
Bianca Orqueda
Los últimos cuatro años de la vida de Bianca fueron un caos que disfrutó, en palabras de la artista. Es la primera mujer música del pueblo Nivaclé, en Paraguay, en lanzarse a una carrera profesional en una industria no solamente dominada por hombres, sino también por una cultura que tiende a olvidar (o ignorar) a los artistas indígenas.
Durante la pandemia lanzó su primera canción, Ta lhõv’e (¿Dónde estás?). Su voz trascendió las fronteras físicas y repercutió tanto que fue elegida para representar a Paraguay en la Expo Dubái 2020. “Es realmente hermoso ser la primera en algo”, reflexiona, en retrospectiva, y sigue: “Pero también conlleva mucha responsabilidad y otras cosas que debés cargar sobre los hombros… Casi nunca pienso en eso porque me concentro en disfrutar el proceso de crear y seguir siendo la voz de mi pueblo, marcar un poquitito la diferencia en nuestro país”.
Bianca comenta que se dio cuenta de varias cosas los últimos años. Algunas buenas y otras, no tanto: “Aprendí sobre Paraguay como un país machista. Crecí en un pueblo matriarcal. En el pueblo Nivaclé, la mujer tiene el liderazgo de la casa y la familia, se la respeta. Uno, porque nos da la vida, y son capaces de lograr miles de cosas a la vez también. El hombre y la mujer se respetan mutuamente”. Hoy, una de sus motivaciones es demostrar a todo nuestro país que las indígenas como ella pueden hacerlo todo.
“El proceso de crear canciones es muy lindo, muy divino, pero a la hora de trabajar en el sentido más serio de la música, te encontrás con muchas piedras con las que tropezás. Una decide levantarse y continuar”, dice con una convicción que desafía su juventud y asegura: “Cuando comencé a hacer música me enfoqué en mi carrera y en mí como mujer; sé quién soy, me valoro mucho, amo lo que hago. Vine a Asunción a compartir, no a competir”.
Lizza Bogado
Cuando Lizza comenzó el camino que la trajo a donde está, la escena era diferente. A sus 20 años, se vistió de paraguayita y se calzó sus tacos para salir a recorrer radios y presentar su material, que estaba en vinilo. “Ahora es muy distinto, ya no hay siquiera necesidad de ir a los medios, las redes sociales facilitan muchísimo el contacto con tu público. Tenemos una generación de mujeres con más facilidad para expresar sus ideas y su trabajo, y esa me parece una gran victoria”, resalta la artista.
Su primera rebeldía fue dedicarse a la música popular paraguaya, al folclore: “Los chicos de mi edad cantaban en inglés, esa era la onda. Era pelada hacer folclore. Fue una manera de transgredir las normas de esa época”. Pero no fue la única. Empezó a hacer canciones de protesta, lo que estaba prohibido en la época y por lo que recibió amenazas. “Conocí lo que es la injusticia desde muy niña, entonces yo creo que todo eso hizo que me vuelva una persona rebelde, pero en el buen sentido de la palabra”, expresa. Y aclara: “La rebeldía es contra quien quiera cercenar tu derecho a expresarte”.
La caminata transgresora de Lizza en el mundo de la música lleva más de 40 años, lo que para ella implica una gran responsabilidad. “Mi obligación como artista es cuidar de quienes están viniendo. Si en algo les puedo servir para indicarles el camino, pues lo voy a hacer. Eso sí: no soy de adelantarme y decirles, pero si se acercan para mí es un placer compartir desde la experiencia de la vida de haber caminado más”, afirma.
Dahia Valenzuela
Dahia Valenzuela es tecnóloga en sonido y música. Estudió en el Conservatorio Nacional y, de hecho, lo sigue haciendo. A lo largo de su carrera descubrió e incursionó en el mundo de las bandas sonoras para audiovisuales, faceta con la cual, dice ella, se lleva muy bien. También es parte de Las Residentas del Rock, banda emblemática del rock hecho por mujeres en el país, con quienes proyecta lanzar un disco pronto.
Su visión del trabajo como música y técnica de sonido tiene mucho que ver con la organización y la solidaridad entre compañeras. “Ayudarnos entre chicas. Muchas músicas pasan por adversidades y creo que es nuestra misión ayudarnos entre nosotras, compartir lo que sabemos con las demás”, comenta. Este año también, decidida a desmantelar su timidez, le gustaría lanzar un EP con canciones suyas. “En ese sentido creo que alcancé muchos logros y objetivos, y hay un montón de sueños por cumplir todavía”.
Como parte de Las Residentas del Rock, uno de sus recuerdos más potentes fue haber llevado música a varias penitenciarías del país: al Buen Pastor, Tacumbú y Panchito López. “Hasta ahora siento que Las Residentas fuimos y somos un motor para que muchísimas chicas se animen a tocar. Junto con Evas, que ya existían, creo que agarramos los escenarios en un ambiente que no nos daba lugar. Y espero que ahora sigamos, ya somos más mujeres, ahora es cuestión de ganar los horarios principales”.
Paula Rodríguez
Bajista, contrabajista, compositora, arreglista, comunicadora. Paula está en todo tipo de proyectos, del jazz al rock y el folclore. Cuando la vemos con su instrumento, es difícil imaginarla de baterista, lo que quería ser cuando chica. Pero si existe un dios de la música, habrá tenido sus planes, porque ni bien tocó el bajo fue amor a primer toque.
De la banda de rock Evas al grupo Joaju, a una gira por Japón en 2023 como acompañante de Purahéi Soul (aunque también abrió el show como solista) ¡e integrante de la agrupación femenina de jazz Band’Elaschica! Es directora del Quinteto de Jazz del CCPA y parte del Conjunto Folclórico de la OSN. Su proyecto musical personal, Bajo Paraguay, se estrenó en 2010, una colección de música paraguaya con arreglos para bajo eléctrico. La idea de una secuela sigue presente, “entre la pausa y el proceso”, agrega. En su faceta como comunicadora, forma parte de Ediciones de la Ura y revista Anfibia.
La envergadura de sus emprendimientos es cada vez más demandante: “Siempre me imagino que no voy a poder, pero igual lo intento y ahí descubro que soy capaz de hacer cosas que antes me parecían imposibles. Esa es mi motivación, desafiarme a mí misma”.
Paula también es cofundadora de Sorora Música, colectivo feminista que busca visibilizar el trabajo de las mujeres en la industria musical y que dio origen al Festival Sorora. Durante nuestra producción se encontró rodeada de otras artistas, un elemento que siempre valora: “Ese compartir, personalmente, siempre me deja con las ganas de que el tiempo me alcance para poder concretar proyectos”.
Cuando le preguntamos qué le gustaría ver más seguido en la industria local, fue muy clara: “Que existan organizaciones y espacios colectivos en pos de amplificar el arte de las mujeres en la música, como Mitakuña Rock Camp y Sorora, por nombrar algunos. Me parece que ayudan al empoderamiento de las minorías”.
María Victoria Sosa
Muchas veces percibimos que el mundo de la música clásica —mejor dicho, académica o universal— es mayoritariamente masculino. Estamos acostumbradas a encontrar que los autores de las composiciones más reconocidas son varones y sus intérpretes —como si fuera sorpresa— también. Pero hay mujeres con gran talento que lucharon por sus espacios y hoy lideran el rubro, como María Victoria Sosa, directora de la Orquesta Sinfónica Nacional.
“Erradicar esa idea instalada en las sociedades del mundo es aún una lucha constante, en especial en aquellos roles artísticos que implican liderazgo”, dice. “Crecer en este ámbito puede ser un desafío si se toma la decisión de llevar la música como profesión siendo mujer, en especial en nuestro país, ya que los múltiples obstáculos, basados en determinados criterios que son más que nada de tinte social, hacen parecer incompatibles a las mujeres con la particular naturaleza de ser músico”, indica. Y analiza las renuncias y sacrificios que implica luchar por ese sueño, muchas veces irreconciliable con los roles asignados a las mujeres en la sociedad tradicional.
Por suerte, ella identifica que los espacios de liderazgo dentro de la música sinfónica y académica “están siendo pujados con mayor solvencia por las valiosas mujeres que han asumido la misión de allanar el camino para las próximas generaciones”. Y ese, de por sí, ya es un gran logro. María Victoria Sosa es una de ellas. En su calidad de directora, busca de manera activa generar mayores oportunidades para que artistas jóvenes continúen su formación y desarrollo en el mundo de la música profesional, y así acortar la brecha que existe históricamente en el ámbito de este tipo de expresión.
Aún quedan progresos pendientes: los espacios de liderazgo y de roles artísticos principales. La tarea, según María Victoria, es “seguir trabajando para construir nuestra confianza en nosotras mismas y en nuestras grandes capacidades”.
Sabrina Montes
De niña, Sabrina sabía lo que quería: cantar y hacerlo desde el papel protagónico de un musical. Notaba que había algo en ella que la llevaba a estar en el spotlight, a tener la atención del público. Estudió comedia musical y ya a los 16 años estaba segura de que deseaba ser ella, no un personaje. “Me dije: ‘Voy a tener que dejar los musicales y dedicarme a la música. El personaje que voy a hacer es el de Sabb, voy a abandonar el miedo y la inseguridad. En el escenario busco ser la versión mía más soñada”, cuenta.
Sabb, en conjunto con su compañera Majo Maciel, formó Milkshake. Ellas se abrieron paso en el mundo de la música urbana y el reguetón. Su trabajo como artistas no tiene precedentes. Fueron teloneras de las figuras en auge más conocidas de la región, como Bad Bunny, Don Omar, Daddy Yankee, Young Miko, Quevedo, entre otros. “Creo que mi mayor hito es haber llegado al lugar donde estoy parada ahora mismo, haciendo lo que hago, segura de que el siguiente paso está a nada y tengo que seguir; ser consciente de todo lo gigante que ya hicimos e hice. Creo que vamos a llegar muy lejos”, adelanta.
Lanzarse a una industria mayormente manejada por hombres tiene sus matices y adversidades. Para Sabb, crear y contar con Majo como compañera es invaluable: “Es muy importante el hecho de estar con alguien con los mismos deseos. No tengo palabras para describir lo que la vida me regaló, porque siento que sin ella iba a ser difícil seguir”. Anima a que la gente consuma música hecha en el país, que escuchen a Milkshake, porque, cree ella, no hay mayor satisfacción que tener un grupo de mujeres felices cantando los temas que les gustan.
Andrea Valobra
Si hay alguien que aprendió a perderle el miedo a levantar la voz, esa es Andrea Valobra. Ya tuvimos la oportunidad de conocerla y compartir con ella en la entrevista del año pasado, donde nos habló sobre su carrera y, sobre todo, su rebeldía. Decir lo que piensa la llevó a “estar en el lugar en el que tiene que estar” y ese es el tema que probablemente resalta más.
“Hay una cuestión social en este país: no está muy bien visto que las mujeres dejemos a un lado nuestro rol de sumisas al decir ciertas cosas o no cumplir los roles asignados para nosotras”, dice. Pero en el camino, se dio cuenta de que lo importante era su esencia: conocerse y creer en ella misma. “Fue una cuestión de salud mental, me ayudó a entender que hay lugares y gente con la que yo no vibro; y en vez de querer cambiar, simplemente busco con quién crear una conexión real”, afirma.
Como muchas madres, Andrea hace malabares para trabajar y ejercer las tareas de cuidado. “En casa tenemos un horario totalmente vampírico”, cuenta. Es que, por lo general, sus actividades laborales se dan de noche. Como estas, son cientos —miles— de situaciones. Como ella dice, mientras surfea las aguas de la maternidad también enfrenta los desafíos del trabajo independiente. Y en el mundo del arte, por si fuera poco. “Creo que tengo que hacer esto para dejarles un legado artístico y cultural”, afirma.
Para finalizar, reflexiona: “Este encuentro me hizo pensar que al final todas tenemos las mismas convicciones, miedos e inseguridades. Estamos luchando por nuestro sueño, que es trabajar por la música. Y seguir haciendo patria desde nuestro arte”.
Jennifer Hicks
Hablar sobre la industria musical con Jennifer Hicks puede dar lugar a una conversación extensa y prolífica. Le encantaría que, como sociedad, entendamos, validemos y nos ocupemos del problema que existe: la diferencia en representación entre hombres, mujeres y diversidades en los espacios artísticos y culturales. “Necesitamos diversidad e inclusión en todos los aspectos de la sociedad”, subraya y agrega que existe una urgencia de acciones formales y jurídicas al respecto.
“Fui consciente de eso desde siempre y todo el tiempo es muy obvia la diferencia”, describe su percepción sobre la experiencia femenina en la música, en contrapartida a la masculina. Jenni es la mitad de Purahéi Soul y también la mánager de la exitosa banda que ya llevó los sonidos locales a escenarios internacionales en múltiples ocasiones. En ese sentido, su experiencia es muy particular: “Constantemente debo recordarles a los bookers, asesores y aliados con los que trabajamos, mi lugar en mi propio proyecto. ¡Y ni hablar de los hombres que se llevan el crédito, continuamente, por mi trabajo”.
“Verme como mujer hace toda la diferencia para mí. En un sentido muy personal y con relación a mis convicciones, me ayuda a hacerme más fuerte y empoderada. En el escenario, sé que ocupo un lugar, que es un privilegio y una responsabilidad”, explica la artista. Además, “representar el espacio femenino en mi proyecto me da valentía y mucho honor. Me llena de fuerza porque es una misión”.
Conocer la carrera de Jenni es reconocer la potencia de su voz y su profesionalismo como artista. Inevitablemente nos preguntamos cómo se vería su proyecto solista. “Sería con mucha sonoridad latinoamericana y blusera también. Creo que tendría canciones de protesta, que hablen de la tierra y del cielo, de muchas cosas metafísicas. Sería bastante teatral y un poco bizarro, también”, describe entre risas y reflexiones.
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