Una reivindicación de los espacios de refugio
¿Cuáles son los espacios de contención que encontramos? ¿A qué consideramos territorio? ¿Qué es un refugio? ¿Qué relación tiene lo que hacemos con lo que nos rodea? Estas y otras preguntas se hicieron las alfareras que conforman la colectiva Trama, que inauguró su primera exposición en el Centro Cultural del Lago la semana pasada.
Por Laura Ruiz Díaz. Fotografía: Fernando Franceschelli y gentileza de Trama Colectiva.
En textiles, trama es el conjunto de hilos entrecruzados perpendicularmente que forman una tela. Territorio Refugio Alfarero de Materialidades Atemporales son las palabras del acrónimo “Trama”, un proyecto del que participan Gisela Rainero, Leila Buffa, Virginia Barberis, Verónica Fernández Torales, Ayelén Van Humbeeck, Valentina Coscia y María Paz González Mendoza. Ellas, en sus propias palabras, “están tejidas horizontalmente por el común oficio de moldear el barro en expresiones atemporales”.
Esta comunidad nació por la necesidad de hallar nuevos modos de sustentar el oficio (en lo económico, físico y emocional), pero también para crear prácticas conscientes y críticas que cuiden la tierra y el entorno donde trabajan. Para ellas, es urgente mantener vivo el legado de quienes antes desarrollaron las prácticas que hoy rescatan.
“Asumimos la práctica alfarera como un acto político. Utilizamos el arte para comunicar, reclamar, resistir y celebrar. Este oficio es nuestra forma de estar y transitar en este mundo, y también nuestro refugio”, dicen.
Territorio y refugio
Cómo hacer de un territorio un refugio es el nombre que eligieron para su exposición inaugural. La muestra nace a partir de la reflexión de estas siete artistas sobre su oficio y lo que les rodea, pero también es un manifiesto artístico y político.
En esta exhibición, ellas se posicionan desde un lugar. Como alfareras, reivindican una práctica —que tiene muchas características de cerámica ancestral, precolombina— y encuentran un espacio de expresión, una misma lengua. Juntas exploraron la palabra “territorio” en todas sus acepciones. Para eso, primero se despojaron de lo que pensaban que tenían aprendido, lo relacionado con la propiedad privada y la constitución de los Estados; y redefinieron territorio como paisaje y cultura compartidos.
La exploración nació desde los propios cuerpos y luego se expandió hacia fuera, a los vínculos con el entorno y las distintas relaciones que surgen a partir de esto. Guiaron los procesos con la pregunta constante y el cuestionamiento; los ejercicios fueron colectivos, pero las prácticas, individuales. Todo el concepto es una creación grupal y cada una de las piezas representa estas exploraciones. A través de sus obras buscaron manifestar el vínculo entre el cuerpo como territorio, y la tierra, como territorio también, pero sin dejar de lado el entorno, “el paisaje que habitamos”. A través del oficio del barro, buscan crear un refugio, para ellas y para quienes se sumen a la práctica.
Flora, aire y contención
El tema que atravesó la obra de Leila Buffa fue Flora, aire y contención. Para ello tomó las semillas (literales y metafóricas) como inspiración. Su estilo es minimalista y natural, trabaja con arcilla de Areguá y algunas mezclas con ñai’ũ de Tobatí, a lo que le agrega chamote (polvo de ladrillo).
Ya tuvimos la oportunidad de conocer su trabajo en una entrevista el año pasado, pero esta nueva propuesta la sacó de lo habitual: “Me gusta trabajar con formas geométricas y simétricas y me tocó modelar piezas con formas orgánicas”. El proceso de conexión con el entorno y evadirse de lo acostumbrado fue un aprendizaje enriquecedor.
“Las semillas me enseñaron la importancia de la contención, pero que cuando llega el momento es necesario liberarse de la coraza para poder seguir expandiéndose hacia otras realidades”, sostiene. Y agrega: “Para eso es necesario fuerza y, si somos muchas las semillas unidas, más linda y poderosa es esa fuerza”. Todas sus creaciones fueron modeladas a mano, sin máquinas, y para la quema utilizó madera rescatada.
Vínculo animal
Ayelen Van Humbeeck se inspiró en el vínculo que tenemos con los seres que nos acompañan día a día. “Los animales son tan parte del cuerpo de la tierra como nosotros. Soy consciente de que compartimos el mismo territorio, y que ambos buscamos refugio el uno en el otro”, afirma. Ella aborda la temática con más sordidez, con elementos que podrían resultar perturbadores. Agrega a sus piezas detalles como púas o garras, pero algo que se mantiene son los efectos indelebles que el fuego deja en ellas. La inspiración es su gata, que la acompaña desde hace nueve años. La técnica que prefirió utilizar en este caso es el modelado mediante pellizco, una práctica ancestral.
Para ella, el proceso creativo es intenso. Tiempo, energía y bloqueos no siempre son variables amables con los artistas. Pero en Trama encuentra un espacio donde pertenecer y conectar; la colectivización del proceso la ayuda a superar los desafíos.
La tierra como refugio
“Me considero una entusiasta de explorar nuevas formas de creación; disfruto de indagar en las texturas. En estas obras me gustó trabajar texturas y lo fui descubriendo en el proceso”, afirma Vero Fernández con respecto a sus búsquedas creativas.
Considera atractivas “las formas de la cobertura vegetal de las semillas, como mecanismos de defensa y protección, y las urdimbres terrosas de los nidos y su simbolismo de refugio resguardo, calidez y seguridad”. Para ella, estos elementos encuentran refugio en la tierra pero a su vez cobijan en su interior elementos de carácter frágil, vulnerable, que tienen la “potencialidad y posibilidad de que suceda y crezca la vida”.
Su estilo es minimalista, se enfoca en formas orgánicas y atemporales, inspiradas en elementos naturales con colores terrosos. Para la ceramista, el aspecto más desafiante de toda la muestra fue “sintetizar en un elemento o en varios, y que ese conjunto de creaciones tenga una narrativa integral”.
El cuerpo es refugio
Desarrollar la temática de esta muestra fue un esfuerzo conjunto entre todas las integrantes de la colectiva Trama, y fue esa la fuente de inspiración para Valentina Coscia. Su estilo está en constante evolución: a medida que incorpora técnicas o elementos, cambia. Y la transformación forma parte de la identidad de su trabajo.
“Creo que lo más desafiante fue elegir una idea y desarrollarla sin desviarme”, comparte. Explica que el trabajo con arcilla toma tiempo y llega un punto donde quizás no se asemeja a las ideas que imaginó en un principio: “En ese momento se me iban ocurriendo mil cosas que quería hacer, pero me enfoqué en terminar lo que ya comencé”.
“Un tema recurrente en mis piezas es la relación cuerpo-refugio”, manifiesta. Busca transmitir “la contención y la seguridad que encontramos en nuestros cuerpos y en los espacios que habitamos a diario”.
La alimentación: sostén y resguardo
Gisela Rainero se sumerge en la protección que encuentra en el alimento, el fuego y la flora del territorio que la rodea. Sus creaciones expuestas son esculturas figurativas de partes del cuerpo y comidas. “Se refleja como nutrición, refugio y medicina. Fue muy interesante para mí reflexionar acerca de lo que se cultiva en el territorio, qué consumimos, cómo lo cocinamos; salir y ver qué crece en mi jardín”, explica.
“Trabajé sobre imágenes y objetos en un proceso de larga observación, de contacto, de ver y sentir texturas y pensar las mejores formas de reproducirlas”, describe. “Fue interesante también poder desestructurarme en otros y reproducirlos en tamaño mayor al real o dejando que su color sea el de la arcilla”, agrega.
Su estilo se define por técnicas de modelado manual de raíz preamericana. Fusiona lo tradicional con lo contemporáneo. Su inspiración la encuentra en el lugar que habita y busca reflejar eso en sus esculturas.
Mundo fungi
Para María Paz Mapi González Mendoza, la cerámica convoca a la naturaleza y a las personas, un territorio que las mantiene refugiadas de un mundo ruidoso y hostil. “Es un proceso muy natural y humano, nos recuerda el quehacer histórico de las mujeres guaraníes que hicieron japepo u ollas”, comparte. Sus piezas están inspiradas en la morfología de las distintas variedades fúngicas: “El mundo fungi me fascina hace mucho tiempo por cómo habitan estas tierras y cómo funcionan dentro del ecosistema”.
Si tuviera que describir su estilo, no encontraría palabras más que la constante evolución, pero le atraen las texturas y las microformas de la naturaleza y los animales.
Pensar en colectivo
Virginia Barberis exhibe obras que fusionan protección, fuego y fauna urbana, como parte de la temática descubierta por la colectiva Trama. Su estilo ecléctico combina técnicas ancestrales con adaptaciones contemporáneas, para lo cual emplea variadas técnicas como el modelado en placa y el pellizco. Sus manifestaciones artísticas deambulan entre lo conceptual y lo utilitario. “Quizás sea parte de mi búsqueda de simbiotizar mi profesión de arquitecta y mi nuevo oficio de alfarera”, explica.
Para Vir, como le dicen sus amigas, este ambiente es esencial para compartir experiencias y promover modelos de trabajo humanizados. Aunque apenas comienzan, el potencial de este espacio para inspirar a otros en la búsqueda de alternativas colaborativas y solidarias queda muy claro.
LA MUESTRA
La exposición está disponible hasta el 28 de abril en el Centro Cultural del Lago (Fulgencio Yegros 855 casi Mariscal López, en Areguá).
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