Testimonio de bonanza, testigo de guerras y patrimonio invaluable
Proyectado originalmente como residencia para Francisco Solano López y Elisa Alicia Lynch, el palacio donde nunca vivieron se alza como símbolo de la ciudad de Asunción y testimonio de una época de progreso continuo. Esta semana te llevamos a recorrer con nosotros los recovecos de esta edificación que suscita admiración y controversia hasta el día de hoy, desde la historia que lo hizo posible y los estragos causados por la guerra, hasta los resultados de un largo pero imprescindible trabajo de restauración por parte de la Secretaría Nacional de Cultura.
Por Patricia Luján Arévalos. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Fernando Franceschelli. Agradecimientos: arq. Natalia Ántola Guggiari, dra. en Historia Margarita Durán Estragó y mayor de Ingeniería Walter Soto.
La historia del Palacio de López, conocido formalmente como Palacio de Gobierno, está intrínsecamente unida a la de Francisco Solano López Carillo, un hombre destinado a grandes cosas desde su nacimiento. Sus padres, Carlos Antonio López y Juana Paula Carrillo, se aseguraron de eso.
Nació en Manorá el 24 de julio de 1827. Para brindarle el mejor futuro posible, sus progenitores le pidieron a Lázaro Rojas de Aranda, quien estaba casado en segundas nupcias con su abuela, María Magdalena viuda de Carrillo, que fuera su padrino de bautismo.
Los techos fueron la parte más afectada en aquel primer bombardeo durante la toma de Asunción. En las últimas restauraciones, el artista paraguayo Félix Toranzos creó una composición que representa el firmamento asunceno sobre la escalera principal. Una extensión de esa idea se pintó en el cielo raso del Salón de las Américas, donde están las tres estaciones de una jornada capitalina: el amanecer, el día pleno y el anochecer.
La fortuna de Francisco
Los libros nos cuentan que Rojas de Aranda era un acaudalado terrateniente con una fortuna proveniente de la industria textil, ya que era fabricante de telas de algodón, y de su periodo como cobrador de impuestos del Gobierno de Gaspar Rodríguez de Francia. Se dice que Rojas de Aranda aceptó muy contento la oportunidad de ser padrino de Francisco Solano, a quien obsequió una importante propiedad en Asunción para que se convirtiera en su residencia.
Un dato de color es que, después de la Guerra contra la Triple Alianza, los disidentes del esfuerzo bélico buscaron adjudicar la paternidad de Francisco Solano a Rojas de Aranda, pero esas aseveraciones nunca pasaron de meros chismes y rumores.
En 1843, Rojas de Aranda falleció y dejó como único heredero a su ahijado. A partir de entonces, se cree que Francisco Solano López Carrillo se convirtió en uno de los hombres más ricos del país, con solo 16 años de edad.
También en 1843 acompañó a Manuel Pedro de la Peña en el rol de secretario ante el Gobierno de Rosas, en Buenos Aires. En 1844 ingresó al Ejército y en apenas dos años, en 1845, fue ascendido a general. Ocho años después, Carlos Antonio López, en su rol de presidente, decidió enviar a Francisco Solano a Europa como embajador plenipotenciario con dos objetivos: reafirmar la independencia del país y comprar armamento. Durante dos años, Francisco Solano se estableció principalmente en Francia. El viaje sirvió para la contratación de profesionales, tanto para la construcción de la Asunción que los López estaban proyectando como para la capacitación técnica de los paraguayos.
Los más románticos dirán, sin embargo, que el mayor logro del entonces general brigadier López Carrillo fue conocer a Elisa Alicia Lynch en una estación de trenes en 1953. La mujer de 20 años estaba separada de su primer esposo, un médico francés, y aunque nunca se concretó el matrimonio entre ambos, la irlandesa lo siguió hasta Paraguay, donde fungió de primera dama y fue madre de siete de sus hijos: Panchito, Corina, Enrique, Federico, Carlos Honorio, Leopoldo y Miguel Marcial.
La historia reconoce a otros hijos de Francisco Solano. Con Juanita Pesoa, una de sus amantes, tuvo otros tres: Emiliano, Adelina y José Félix. Se cree que fue padre de otros tantos, pero solo reconoció como suyos a los de Elisa Alicia Lynch y Juanita Pesoa.
El bombardeo de 1868 destruyó uno de los pináculos de la torre, un ataque que fue inmortalizado en fotografías y litografías en 1870, que muestran la estructura faltante y el izamiento de la bandera brasileña en la Asunción ocupada. El 30 de diciembre de 2021, durante una reciente etapa de restauración del Palacio, una tormenta hizo volar un armazón de chapa y hierro, que arremetió contra dos pináculos de la misma torre.
La residencia que nunca se habitó
A su regreso de Europa, Francisco Solano y Carlos Antonio López comenzaron a planificar la residencia del hijo pródigo con la ayuda de arquitectos y constructores que llegaron con la pareja de Europa. El terreno elegido por el padrino de Francisco para su futura residencia poseía una ubicación privilegiada, con vistas a la bahía de Asunción y a la ciudad que iba creciendo.
En su artículo El palacio (que no fue) de López: 1843-1892, publicado en la revista Estudios paraguayos nro. 1, de la Universidad Católica Nuestra Señora de la Asunción (2019), la historiadora, investigadora y catedrática Margarita Durán Estragó explica que Francisco Solano no asignaba un gran valor a este lugar pues ya tenía una residencia recién inaugurada en la actual ubicación de Nuestra Señora de la Asunción y Palma, y una casa quinta, un lugar que hoy conocemos como el Gran Hotel del Paraguay. La familia López Carrillo poseía otras propiedades en Asunción, Trinidad y el interior del país.
“Sin embargo, la ubicación de aquella heredad, aunque exigua para sus pretensiones, fue el punto de partida de una anexión de terrenos aledaños, adquiridos con la mediación de Carlos Antonio López para construir allí un palacio como los que había admirado en Europa. Una década después de haberse practicado la medición, el deslinde y el amojonamiento de aquella heredad y antes de que terminara el año de su retorno de Europa, Francisco Solano pudo completar el área pretendida mediante la toma de un retazo de sitio que perteneció a la capellanía del obispo de Chile”, menciona la historiadora.
El mismo artículo nos refiere que la dirección de la obra corrió por cuenta del arquitecto inglés Alonzo Taylor, pero se desconoce al autor del plano original. A criterio de la historiadora, el ingeniero George Thompson es uno de los candidatos principales porque también fue el responsable de una residencia de Elisa Alicia Lynch; otros nombran a Alejandro Ravizza, que también firmó el plano del actual Ministerio de Relaciones Exteriores, en aquella época, el palacete de Benigno López. “No faltaron autores que lo atribuyen al ingeniero militar austro-húngaro Francisco Wisner de Morgenstern, quien desde su llegada al Paraguay en 1845, acompañando al general Marcos Paz, fue contratado para organizar una flotilla de guerra, hacer relevamientos topográficos e hidrográficos del país, levantar el templo de San Carlos Borromeo en honor a Carlos Antonio López y fortificar el Cuadrilátero en Humaitá, baluarte al parecer inexpugnable de la defensa paraguaya contra los ejércitos aliados”, describe Margarita Durán Estragó.
Los documentos oficiales refieren que para su construcción se utilizaron piedras extraídas de canteras estatales de Emboscada y Tacumbú, madera de Paraguarí y Ñeembucú, y el hierro se trabajó en las fundiciones de Ybycuí. De Europa llegó el mármol.
Carlos Antonio López falleció en 1962 y Francisco Solano López asumió la presidencia de Paraguay. El inicio de la Guerra contra la Triple Alianza en 1965 desplazó al entonces presidente hacia el sur, cuando cambió sus lujosos aposentos capitalinos por los humedales de Ñeembucú y las fortificaciones que impedían los avances aliados.
El entonces mariscal Francisco Solano López Carrillo nunca habitaría el lugar que todos conocemos hoy como el Palacio de López.
El Salón de Independencia es el más utilizado para las actividades protocolares del presidente de la República. Los detalles de policromado dorado coinciden con el estilo de una mesa original de la época que fue colocada en este espacio, lo cual da la pauta del estilo que Francisco Solano López y Elisa Alicia Lynch buscaban para su palacio. Esta mesa original informa los elaborados ornamentos de los demás muebles, un trabajo de restauración de la Secretaría Nacional de Cultura.
De residencia deshabitada a sede de Gobierno
Secretos del Palacio es el recorrido que se lleva a cabo gracias a una articulación entre la Municipalidad de Asunción, la Presidencia de la República, el Despacho de la Primera Dama, la Secretaría Nacional de Cultura y la Secretaría Nacional de Turismo. La actividad se realiza casi todos los fines de semana en varios turnos, cada uno de los cuales tiene cupo para unas 50 personas. Se estima que solo en el mes de enero, unos 3500 visitantes pudieron conocer los niveles principales de este patrimonio.
El mayor de Ingeniería Walter Soto, uno de los guías de Secretos del Palacio, nos explica la importancia histórica de la edificación para el concepto que el Gobierno lopista buscaba instaurar en la región: “Mostrar, desde todas las aristas posibles, una imagen de grandiosidad, sobre todo en el Gobierno de Carlos Antonio López, porque el mariscal López no tuvo oportunidad, digamos, de ejercer en esa cuestión del crecimiento, porque prácticamente arranca su Gobierno en guerra”.
En ese contexto cita las principales obras de esa época: la Estación del Ferrocarril, la Casa de los López, el Asunción Palace, la Catedral, entre otros. “Estos edificios nos cuentan un poco de la grandeza de esa época y la visión que se tenía del crecimiento de la ciudad, de la imagen que se quería proyectar para el mundo”, detalla.
El capítulo más oscuro de la historia de nuestro país también lo fue para esta edificación. El 22 de febrero de 1868, las tropas aliadas sobrepasaron el paso de Humaitá. El mariscal López decretó la evacuación de Asunción y el Gobierno se trasladó a Luque —y por eso se conoce a esa ciudad como “la segunda capital del Paraguay”—. Se cree que fue durante la evacuación que se perdieron los planos y otros documentos del Palacio.
La ocupación extranjera de Asunción (1870-1876) trajo consigo el esfuerzo por menoscabar la figura de Francisco Solano López. En consecuencia, el Palacio fue bombardeado y saqueado, y hasta se utilizó como caballeriza en aquel periodo.
Francisco Solano López nombró heredera a Elisa Alicia Lynch en un testamento que fue entregado al general Martin Thomas McMahon, embajador de los EE. UU. que llegó a Paraguay en 1868 durante la batalla de Itá Ybaté. Sin embargo, todos los bienes de la familia López-Lynch fueron embargados para el pago de los haberes de guerra y otras obligaciones. A partir de entonces, el Palacio pasó a ser propiedad del Estado.
Los testigos de las pinturas murales originales se encuentran en lugares estratégicos del Palacio. La arq. Natalia Ántola Guggiari, directora general de Patrimonio Cultural en la Secretaría Nacional de Cultura, explica que fue una decisión proyectual del proceso de restauración dejar estas muestras expuestas: “Decidimos mantener esto tal cual se encuentra, de manera que la gente pueda conocer un poco más cómo era. Hay que entender que el edificio sufrió bombardeos y hay algunas pérdidas en ciertos sectores”.
Una nueva vida
“Como se perdieron los planos, no se conocía en qué estado estaba lo arquitectónico, cómo y dónde iban a ser las habitaciones o para qué sería cada parte de lo que es el Palacio. El edificio estaba prácticamente terminado, faltaba habitarlo, pero no tenemos certeza del mobiliario ni de muchas cuestiones relacionadas”, comenta el mayor Soto.
Pasaron muchos años antes de que la reconstrucción del país alcanzara a esta edificación. En 1878, el ministro de Justicia, José Segundo Decoud, propuso que el Palacio se convirtiera en sede del primer Colegio Nacional, pero el proyecto no prosperó.
Diez años más tarde, en el Gobierno de Patricio Escobar, se decidió transformarlo en Casa de Gobierno, para lo cual se contrató al francés Félix Landauce. Su trabajo incluyó un nuevo techo, nuevas columnas para la torre, reconstrucción de ornamentos y otras muchas labores de la que podría considerarse una primera restauración.
La obra sin terminar fue inaugurada el 12 de octubre de 1892 por el presidente Juan Gualberto González para que coincidiera con el cuarto centenario del descubrimiento de América. Entonces pasó a llamarse Palacio Nacional, pero el primer mandatario en ocupar la nueva sede de Gobierno fue Juan Bautista Egusquiza, recién en 1894.
La arquitecta Natalia Ántola Guggiari explica que los detalles de trabajo de policromado descubiertos en la parte superior de las paredes dan la pauta de que este espacio fue pensado como un salón social. El Salón de las Américas (como fue bautizado más recientemente) fue el primer despacho presidencial del Palacio, inaugurado en 1894 por el presidente Juan Bautista Egusquiza. En 1949, 55 años después, el general Molas López decidió mudar la dependencia a la planta baja del ala este, debido a un problema de salud que afectaba sus rodillas y le dificultaba subir las escaleras. Es el lugar donde se encuentra hasta hoy.
La historia más reciente del Palacio da cuenta de varios procesos de reparación y restauración. En compañía de la arquitecta Natalia Ántola Guggiari, directora general de Patrimonio Cultural en la Secretaría Nacional de Cultura, recorrimos los impresionantes salones y los recovecos menos esperados para ofrecer a nuestros lectores un vistazo del impresionante edificio, símbolo patrio y patrimonio nacional.
Se destacan dos muebles originales de la época, que sirvieron para informar la restauración de los salones y la incorporación de nuevo mobiliario. La planta baja del ala oeste se encuentra en proceso de reconstrucción actualmente, y queda como materia pendiente un proyecto destinado a la refacción interna de la torre, a la que todavía no se puede acceder por razones de seguridad.
El Salón Libertad fue uno de los más modificados durante el Gobierno del general Andrés Rodríguez. Se cree que las reformas se realizaron para recibir a los reyes de España en 1990. La reparación de este espacio tuvo como objetivo, entonces, regresar el lugar a su versión anterior, hasta donde la información permitiera. “La idea nunca es inventar. La restauración se hace hasta donde la certeza permita”, asegura la arquitecta Natalia Ántola Guggiari.
La pieza más imponente de todo el lugar es un espejo encargado por Elisa Alicia Lynch, pero que no llegó a destino porque Paraguay ya se encontraba en conflicto con los países vecinos. Cuenta con un marco de madera tallada y laminada en oro. Durante el Gobierno de Rodríguez se gestionó la entrega de la pieza a Paraguay.
Junto con la mesa del Salón de Independencia, es la principal referencia para la línea que siguen los nuevos muebles incorporados al Palacio.
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