Nota de tapa

Paraguay en cómics

Hojeando el universo de la narrativa gráfica nacional

Entre el Cabichuí y las historietas gráfi cas virtuales e interactivas de hoy hay 150 años de una valiosa historia que es muchas veces desconocida y otras, invisibilizada. En esta edición buscamos contar un poco de esa historia con el testimonio de algunos de los protagonistas.

Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte y diseño de tapa: Gabriela García Doldán. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez. Portada: Cain, de Roberto Goiriz.

En realidad, si hablamos estrictamente de narrativas gráfi cas podemos remontarnos mucho más en el tiempo. Los grabados que los extranjeros realizaban en este territorio a mediados del siglo XVI sobre lo que veían —o imaginaban, que muchas veces no difería tanto— son un claro ejemplo de esto.

Sin dudas es el Cabichuí, prodigio de publicación popular digna de estudio a nivel internacional, el que gana el premio al hito histórico de relatos visuales. Nacido en el caldo de cultivo de una contienda injusta, tres años después del inicio de la Guerra Contra la Triple Alianza, su particularidad residía en los grabados como soporte gráfico de una redacción que seguía los lineamientos retóricos grandilocuentes de los relatos épicos.

Según el historiador Jorge Rubiani, en una entrevista con Roberto Goiriz publicada en el libro Historia del humor gráfico en Paraguay, tenía un doble propósito: enaltecer la propia fuerza y menoscabar la del enemigo. Pero, además, agrega un análisis de la comunicación: “Fue la posibilidad de hacer una lectura rápida, gráfica, contundente. Se podían permitir incluso ciertos desplantes que en la literatura no”.

Roberto Goiriz.

Por supuesto, las páginas no nos alcanzan para una historia tan rica en contenido y delicada en matices. Por eso, nos trasladamos rápidamente al siglo XX. Durante la dictadura estronista que azotó la libertad de expresión durante más de 35 años —de la que aún nos quedan resabios—, las narrativas gráfi cas también fueron una forma de decir cosas que muchas veces no se podían decir de otra manera. Las historietas y tiras cómicas eran, de algún modo, una de las pocas maneras de desafi ar la sólida estructura represiva del régimen.

Un ejemplo fue Ñande, revista que dio destaque al humor gráfi co, y permitió el surgimiento y la evolución de varios creadores como Fiorello Botti o el argentino Gugliotta. Además, contaba con periodistas de la talla de Isaac Kostianovsky y José María Troche. Incluso el icónico Robin Wood tuvo un espacio allí. El artista, nacido en Caazapá, logró dos premios Yellow Kid, relacionados con el mundo del cómic, la ilustración y el cine de animación, concedidos en Italia de 1970 a 1992. Fue, sin dudas, uno de los escritores más importantes del mundo.

“El mercado editorial paraguayo de historietas es pequeño, aún no tenemos una industria, pero vamos encaminados a ello”

Roberto Goiriz.

Como estos ejemplos hay varios. Paraguay tuvo distintas publicaciones de humor gráfico: El farolito, Cháke, Quimera, El raudal, El bachenauta y muchas otras. Un punto muy importante de la historia son las secciones de humor de los diarios, que hasta hoy siguen ofreciendo contenido original de ilustradores y dicen lo que muchas veces no se puede expresar en palabras.

Para no detenernos a narrar más la historia, consultamos con algunos de sus protagonistas. Roberto Goiriz y Kike Olmedo nos ofrecieron sus experiencias; Vidal González y Leda Sostoa contaron lo que signifi ca crear un superhéroe. Por su parte, Vania Boidanich nos dio un panorama del mundo del manga. Enrique Bernardou y David Bueno hablaron sobre los desafíos de crear una novela gráfi ca basada en la realidad social paraguaya.

Narrar y hacer historia

El cómic en Paraguay ha recorrido un largo camino, desde sus humildes inicios hasta convertirse en una expresión artística vibrante y multifacética. Roberto Goiriz es, sin dudas, un pionero en el ámbito. Comenzó su carrera a los 16 años, en un momento en que la escena era prácticamente inexistente. Con una trayectoria que se inició ilustrando para el suplemento escolar de un periódico, ha sido testigo y partícipe del crecimiento del rubro, nutrido por infl uencias tanto locales como internacionales.

Cain, de Roberto Goiriz.

Al principio no fue nada fácil. “La escena era inexistente en aquellos momentos, salvo algunas contadas excepciones en la revista Farolito o el diario Última Hora, un año después. En realidad, descubrir que otras personas hacían cómics en Paraguay fue revelador para mí, supe que no estaba solo en el mundo”, cuenta.

Para él, la mayor influencia provino de revistas extranjeras, principalmente aquellas de la editorial Columba, donde Robin Wood comenzó a publicar: “Yo no conocía a los autores, simplemente me impactaron los dibujos que vi. Más tarde supe sus nombres: Harold Foster, Russ Manning, Alex Raymond, Ricardo Villagrán, Lucho Olivera… eran muchos y me enseñaban sin hablar, con los cuadritos que tanto me impresionaban”.

“La escena era inexistente en aquellos momentos, salvo algunas contadas excepciones en la revista Farolito o el diario Última Hora […] descubrir que otras personas hacían cómics en Paraguay fue revelador para mí, supe que no estaba solo en el mundo”

Roberto Goiriz.

Goiriz, además de ser un gran escritor y excelente ilustrador, es una enciclopedia viva del cómic paraguayo. Según nos cuenta, algunos hitos clave en el siglo XX son las obras de Miguel Acevedo, Ignacio Zorazábal y Andrés Guevara. Fiorello Botti vino un poco después; Aníbal Ferreira Menchaca y luego toda la explosión de autores en los 70 y 80, cuando se empieza a desarrollar este arte. Esa es su propia generación, en la cual empezó a publicar junto a autores como Nico Espinosa, Carlos Argüello, Juan Moreno…

Su narración tiene dos grandes caminos: uno más humorístico y otro que se aproxima al académico, de trazos fuertes y uso abundante de tramas. “Como soy autodidacta, ambos estilos están lejos de la perfección, pero son muy expresivos, según me han dicho”, describe. Su obra se caracteriza por la presencia del humor como elemento transversal, pero ha explorado distintas temáticas: ciencia ficción, fantasía, mitología, leyendas guaraníes y nuestra propia historia nacional. “Actualmente cambio mis temas, pero siempre retorno a las fuentes”, cuenta.

Viñeta de Kike Olmedo.

Mientras en Paraguay las publicaciones son de tiradas pequeñas, en otros países hay un circuito más especializado. Eso lleva, muchas veces, a que los autores nacionales encuentren oportunidades laborales fuera pero no hallen espacios donde desarrollar y vender su arte a nivel local.

Según describe, “el mercado editorial paraguayo de historietas es pequeño, aún no tenemos una industria, pero vamos encaminados a ello”. Encuentra la escena auspiciosa: “Hay muchos talentosos nuevos, artistas que surgen, con el mercado atento y creciente y el deseo de parte de los autores de organizarnos. Tengo esperanzas de que esto se vaya concretando en más y mejores resultados para todos”.

“Hay muchos talentosos nuevos, artistas que surgen, con el mercado atento y creciente y el deseo de parte de los autores de organizarnos”

Roberto Goiriz.

Recibir y devolver

Una de las principales ocupaciones de quienes viven del arte es la labor docente. Y en este punto, sin dudas, alguien muy reconocido es Kike Olmedo. Como Roberto, Kike también empezó su camino con las ilustraciones desde muy joven y ha transitado varias décadas de trabajo.

Su carrera nació con el lápiz y el papel. Desde el principio supo que quería ser dibujante. Empezó su camino al terminar el colegio y, desde entonces, siempre buscó un lugar para expresarse. Su interés por los cómics y las series de animación que veía en la televisión lo llevaron a ingresar a Art Studium, bajo la dirección del prolífico artista Carlos Argüello, también una eminencia en el circuito de la narrativa gráfica local.

Kike Olmedo.

Se reconoce como un gran fanático de íconos del cómic como Moebius, Katsuhiro Otomo, Jim Lee y Sergio Toppi. Kike siempre soñó con dibujar historietas de forma profesional. Trabajó en publicidad y, con el tiempo, tuvo la oportunidad de demostrar su talento, que incluso fue reconocido a nivel internacional. Luego de publicar su arte en Paraguay, Brasil y Estados Unidos, también llegó al exigente mercado europeo.

Hace algunos años, el mismísimo Wood asistió a una convención donde Kike era expositor y le ofreció una reunión. Olmedo aún no sabía que esa era la antesala a ilustrar nada más y nada menos que Dago, el noble veneciano convertido en esclavo, uno de los personajes más exitosos de Wood, que aún hoy se publica en Italia.

“No puedo irme yo sin haber dejado parte de mí en los chicos, porque el tiempo me dio la capacidad de aprender mucho, de absorber aprendizajes de otros artistas y sacar mi propio estilo”

Kike Olmedo.

Pero actualmente, una de sus principales ocu paciones tiene que ver con la enseñanza. “No niego que es una buena entrada económica, estable, pero para mí es un legado. No puedo irme yo sin haber dejado parte de mí en los chicos, porque el tiempo me dio la capacidad de aprender mucho, de absorber aprendizajes de otros artistas y sacar mi propio estilo”, reconoce.

Enseñó en universidades y, además, fundó su propio espacio, Kike Olmedo Arte & Diseño. Según reconoce, le llena de orgullo ver cómo hoy muchos de quienes dieron sus primeros pasos como ilustradores con él están logrando grandes cosas. En esta nota nos encontramos con tres nuevas generaciones que lo mencionan.

Nuevas ideas

Si bien existen características que los acercan, también hay enfoques diferentes. Entrevistamos a tres exponentes jóvenes que hoy son referentes en el mundo de la ilustración y del cómic en nuestro país, que demuestran pasión por el arte secuencial y también un gran compromiso, ya que conforman la primera asociación de su gremio. Pero de eso les contaremos más adelante.

Coquitoman.

Nacido a partir de un audiovisual hecho por Vidal González en 2009 para un trabajo de la universidad, Coquitoman es uno de los superhéroes más paraguayos que existen. Para Vidal, la aceptación del público fue clave y es una forma de incentivar la lectura. Su papel es de guionista, mientras que la ilustración está a cargo de Leda Sostoa, además de algunos colaboradores ocasionales. Cada edición tiene un proceso de realización de aproximadamente seis meses y se divide en los trabajos de guión, bocetos, líneas, color, corrección, impresión y luego distribución.

Coquitoman es un personaje que resuelve los problemas con simpatía y creatividad, dos de los principales atributos de la idiosincrasia paraguaya. En principio, Vidal tomó un poco de varios superhéroes, pero de a poco, Coquito logró crear su propia identidad. “Considero que existe una necesidad social de una fi gura infantil que motive a la gente a ser mejores personas”, remarca.

Vidal González y Leda Sostoa.

A Vania Boidanich le interesó el dibujo y la ilustración desde la más tierna infancia. “Siempre quise contar mis propias historias a través del arte secuencial”, describe. Su más grande inspiración fue Dragon Ball, del autor Akira Toriyama. Hoy es una reconocida ilustradora, diseñadora gráfi ca y ejerció la docencia en la Universidad Americana, la Universidad del Pacífico y Cosmo Studio, su proyecto.

Su estilo de ilustración podría defi nirse en lo que sería el dreamart, y también tiene publicaciones de manga a través de Cosmo Studio Cómics. Algunas de sus últimas publicaciones son The Spellthief and the Song of Awakening, Children of the Sand y Camila Shadows, proyectos en donde colaboró con el arte.

The Spellthief and the Song of Awakening.

Según afirma, a nivel nacional, cada vez mayor cantidad de mujeres trabajan para grandes marcas. Tenemos varias ilustradoras destacadas como Leda Sostoa (Coquitoman), Regina Rivas, Ann Lee (Mi vida conmigo), Yumi Barreto (ilustradora en Warani Studios), Camila Barúa (Natsusat_owo), Thalía Montes (dragonfoxgirl_) y más.

Enrique Bernardou, por su parte, es un destacado creador de cómics paraguayo. Desde sus inicios, influenciado por los ejemplares que encontraba en sus viajes a Brasil, construyó una carrera diversa que abarca desde la ilustración digital hasta la enseñanza. Comenzó su formación formal en la facultad, con una inclinación inicial hacia el desarrollo de videojuegos, pero pronto descubrió su pasión por el dibujo, influenciado por artistas como Ken Sugimori y Mike Mignola.

Vania Boidanich.

Uno de los hitos más importantes de su carrera es la publicación de Forecast, una novela gráfica que explora temas sociales y económicos en Paraguay. Esta obra, financiada por la Universidad Nacional de Australia, refleja la habilidad de Enrique para combinar influencias visuales y narrativas, utilizando un estilo gráfico inspirado en Mignola, caracterizado por claroscuros y una atmósfera solemne.

Él considera sumamente importante diversificar la lectura para encontrar distintas posibilidades de representación. “Tenemos muy poca cultura de consumo de cuestiones variadas, muchas veces nos quedamos con lo más popular, lo más taquillero. Así se pierde la posibilidad de acercarse a una variedad de temas, estilos y enfoques. Es importante tener un repertorio grande de influencias”, remarca.

Ña Ñeca, personaje de Enrique Bernardou y David Bueno.

Un gran potencial para el futuro de la ilustración y el cómic está comenzando a desarrollarse en Paraguay. Este aumento es impulsado por el acceso a las plataformas digitales, pero aún hay mucho camino por andar. La salida, como en casi todo, es la organización. Así nació Cómic Paraguay.

Cómic Paraguay

El cómic nacional se está organizando. Se conformó una asociación de autores que hoy tiene varios proyectos, pero se enfocan, sobre todo, en apoyar a los creadores nuevos y lograr reconocimiento a los pioneros. Se trata de una industria con siglos de historia pero poco apoyo y, por eso, es más que nunca importante la unión entre colegas.

David Bueno y Enrique Bernardou.

En Paraguay, uno de los principales desafíos es que la industria aún está dando sus primeros pasos. Para los artistas aspirantes, resulta muy complicado vivir de su trabajo, ya que a menudo deben exportar sus obras a otros países donde se paga mejor.

En palabras de Vania Boidanich, el mercado aún no está desarrollado, lo que obliga a los autores a costear sus propias impresiones y vender sus obras por su cuenta. Además, cada página de cómic requiere muchas horas de trabajo, lo que dificulta equilibrar esta actividad con un empleo «estable». Si hay algo que todos los autores afirman es que con el apoyo adecuado del sector público y privado, tienen esperanzas de que el rubro crezca, se consolide y permita a más personas vivir de su trabajo.

Para Enrique Bernardou es importante, además, que se potencie el consumo de lo regional, la traducción de obras de otros países. “Necesitamos más acceso, variedad, a nuestro alcance. Solamente mediante eso uno puede crear algo propio, alimentar el arte del camino que otros anduvieron”, afirma.

Uno de los objetivos a largo plazo es potenciar este espacio y que el circuito de creación y consumo de sus materiales se vea impulsado. “El principal desafío es que el escritor paraguayo convive en un entorno que no le permite desarrollar sus habilidades”, sostiene Vidal González, quien preside esta organización. “Tengo la esperanza de que el autor nacional pueda vivir de sus obras, escribiendo, dibujando. Dignificar el trabajo, reconocer a los pioneros y crear una nueva modalidad comercial de creación artística que beneficie a todos”, agrega.


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