Nota de tapa

Un himno a la libertad

Detrás de cámaras de Una sola primavera

¿Qué es lo que sabemos de la Guerra Civil del 47? Probablemente no mucho, y es un momento clave en la historia de nuestro país, que afectó profundamente a miles de familias paraguayas. Es el escenario en donde se desenvuelve Nina, una joven revolucionaria, protagonista de Una sola primavera, el último estreno de coproducción nacional en el cine. Conversamos con el director correntino Joaquín Pedretti y tres de los actores compatriotas principales: Majo Cabrera, Salma Vera y Éver Enciso.

Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte: Gabriela García Doldán. Dirección de producción: Camila Riveros. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Fernando Franceschelli. Retoque digital: Beto Sanabria Britos. Locación: Casa de las Artes Visuales Ignacio Núñez Soler. Agradecimientos: Luis Vera, Matías Irala, Falu Santander de Blow Hairstyle, De la Cruz y Deiv Bassen.

En nuestro país abundan las historias que esperan a ser contadas. Y eso lo demuestra el cine paraguayo cada vez que una nueva cinta se proyecta en las pantallas. En esta ocasión, nos ubicamos en el año 1947, poco después de la Primavera Democrática, para conocer a Nina, una joven que luchaba por su libertad en Una sola primavera, la película que hoy nos convoca. El director es el argentino Joaquín Pedretti y en ella actúan Majo Cabrera, Salma Vera, Éver Enciso, Mauricio Paniagua y Miguel Paletita Romero, un elenco principal 90 % paraguayo.

La trama transcurre en Asunción y sigue a Nina (Majo Cabrera), una joven de 20 años cuyo sueño es ser actriz y cantante, pero se ve atravesado por la guerra civil. Ante la repentina huida de su familia revolucionaria, no le queda otra opción más que ir a vivir a casa de su tío Heraldo (Éver Enciso), un dirigente colorado que, con mucha autoridad, hace y deshace los designios del hogar en donde ella habita y trabaja como criada junto a su hermana Chichi (Salma Vera). Entre encierros, ambas buscan encontrar pequeños espacios de libertad para vivir sus vidas y el amor.

La trama transcurre en Asunción y sigue a Nina (Majo Cabrera), una joven de 20 años cuyo sueño es ser actriz y cantante, pero se ve atravesado por la guerra civil. Ante la repentina huida de su familia revolucionaria, no le queda otra opción más que ir a vivir a casa de su tío Heraldo (Éver Enciso), un dirigente colorado que, con mucha autoridad, hace y deshace los designios del hogar en donde ella habita y trabaja como criada junto a su hermana Chichi (Salma Vera).

“Tratábamos de situarnos en ese momento, en lo que habrían sentido esas mujeres envueltas en una guerra, pero a la vez sometidas a un sistema que las obligaba a vivir una vida que no deseaban. Es decir, una lucha afuera y otra puertas adentro”, comienza a explicar Joaquín Pedretti.

Una sola primavera busca ser, en palabras del director, una bitácora de guerra de dos mujeres que ansiaban la libertad y estaban dispuestas a luchar por ella. Una reivindicación del papel revolucionario de las paraguayas, que en este periodo histórico demostraron, como en muchos otros, su fortaleza.

Salma Vera, Majo Cabrera, Joaquín Pedretti y Éver Enciso. Fotografía: Fernando Franceschelli.

Tras los pasos de Pedretti

Joaquín Pedretti nació y se crió en Corrientes; tras terminar la secundaria vivió, estudió y trabajó en Buenos Aires, Londres y Barcelona. Aunque es un director novel, su formación es muy importante: realizó la diplomatura en Cinematografía en el CECC (Centre d’ Estudis Cinematogràfics d’ Catalunya) y la Escuela de Cine Bande à Part, donde se especializó en dirección y guión. Su ópera prima fue Un gauchito gil, que estrenó en India. El que hoy está en cartelera es su segundo largometraje.

Este relato llegó a Joaquín por herencia directa. Su abuela Mina se la relató cuando él, viviendo en España, empezó a buscar respuestas sobre su propia vida y decidió visitar la crónica familiar. Ella era paraguaya y migró a Argentina, historia en la que se inspira esta película. Las conversaciones por teléfono quedaron registradas y la idea estaba brotando, pero se vio interrumpida por el declive en la salud de Mina y una serie de accidentes cardiovasculares que le hicieron perder la memoria.

“Lo que me llevó a decidir contar esta historia es la falta de memoria”

Joaquín Pedretti.

La relación entrecortada con su abuela a través de las conversaciones por teléfono durante su periodo en Europa queda al descubierto en Distancia, un corto experimental. Pero él sentía que aún faltaba para llegar al largometraje que le había prometido a Mina. Muchos años y una visita a Paraguay más tarde, el proyecto de Una sola primavera empezó a tomar forma. “Lo que me llevó a decidir contar esta historia es la falta de memoria”, nos cuenta.

Durante ese viaje descubrió nuestro territorio, la tierra que habitaron sus antepasados y, poco a poco, la trama fue revelándose ante él. Los relatos de las personas que encontró en el camino constituyeron el inicio oficial del filme.

El director de Una sola primavera, Joaquín Pedretti. Fotografía: Fernando Franceschelli.

La brújula

Las películas históricas son, para los cineastas, uno de los mayores desafíos. Por eso, una etapa muy importante es la investigación. Para Una sola primavera, este recabado de datos y contextos fue fundamental para construir una trama verosímil y respetuosa de los hechos. Cada detalle, desde los diálogos hasta la ambientación, se trabajó cuidadosamente para reflejar la época y las emociones que se vivían.

La investigación no solo sirvió como base, sino como brújula que guió la creación de una obra auténtica y profunda. “Fue un proceso muy largo. Primero que nada, me basé en lo que me contó mi abuela, luego mi madre y sobre todo mi tío, que tiene muy buena memoria y, si bien no vivió esa época, se acordaba de muchas cosas”, cuenta Joaquín. Cuando tuvo escrita la primera versión, se encontró con la cineasta paraguaya Renate Costa, quien le instó a continuar.

Estaba decidido y la visión cobró forma. El periodo que eligió fue el momento en que sus abuelos se conocieron, entre la Primavera Democrática y la Revolución del 47, un momento histórico determinante no solo para el país sino también para su familia. Entonces se sumaron Lucía Alcain, de la Productora de la Tierra, y las también productoras Gabriela Sabaté y Cynthia García Calvo, fundamentales para que el proyecto tome impulso.

“Fue un proceso muy largo. Primero que nada, me basé en lo que me contó mi abuela, luego mi madre y sobre todo mi tío, que tiene muy buena memoria”

Joaquín Pedretti.

Leyó y releyó una cantidad inimaginable de libros, pero, además, fue asesorado por la reconocida historiadora paraguaya Milda Rivarola, quien también le ofreció la posibilidad de consultar los archivos fotográficos disponibles en la Imagoteca Paraguaya. “Empezamos a ahondar en lo que narraban las imágenes de las que ella disponía. El conocimiento de Milda y su capacidad para leer en una fotografía todo un contexto sociopolítico fueron determinantes para la investigación”, remarca.

El guión fue escrito por Joaquín Pedretti con la colaboración de Liz Haedo, que se encargó de traducirlo al guaraní, y Milda Rivarola. “Liz fue una luz en el camino no solo por cómo escribe, sino por cómo entiende también la mujer y la cultura paraguaya”, comenta. Luego vino el aporte invaluable de los actores, quienes le dieron el último toque de autenticidad.

En cuanto al arte, todo el equipo se propuso respetar la época al pie de la letra. Cuando no se podían conseguir muebles originales, estos se mandaron fabricar. El vestuario fue fruto de una exhaustiva investigación en manos de Lía González, que realizó un estudio sobre la vestimenta en lo cotidiano, el adentro y el afuera.

El director de Una sola primavera, Joaquín Pedretti. Fotografía: Fernando Franceschelli.

La estética narrativa

Si bien sus experiencias previas fueron en el campo del cine experimental, Joaquín Pedretti decidió que Una sola primavera sea “como la película que mi abuela hubiera querido hacer”. Él sentía que debía parecerse a las telenovelas que ella miraba y fueron su primera influencia, lo que veía de niño con ña Mina a la siesta.

“Tratamos de entender el filme como un melodrama de teléfono blanco, el código de la película es el de las telenovelas de los 40, 50. También influyó la lógica del cine negro, en boga en esa época, sobre todo explicada en los claroscuros muy potentes”, comienza a explicar Pedretti. De esta misma manera influyó en la relación de imagen, porque las franjas de 4:3 eran un formato muy utilizado en ese periodo.

La iluminación fue un factor clave. Con la asesoría de Milda Rivarola, buscaron qué tipo de lumínicas se utilizaban e incluso transformaron el alumbrado público de la calle. Los planos, denominados “plano cárcel”, debían dar la sensación de un espacio-tiempo del cual Nina no podía escapar: las mujeres muchas veces se encerraban y, para ellas, salir era un riesgo, sin importar partidarios de qué bando encontraran.

“Tratamos de entender el filme como un melodrama de teléfono blanco, el código de la película es el de las telenovelas de los 40, 50. También influyó la lógica del cine negro, en boga en esa época, sobre todo explicada en los claroscuros muy potentes”

Joaquín Pedretti.

“Por una cuestión ética y presupuestaria, no queríamos hacer una película con grandes ambientaciones. Creo que si vos estás retratando un momento difícil, no solo de un país sino de una persona, no se puede sobredimensionar. Había que tratar de transmitir ese pulso que vivían estas mujeres encerradas, jóvenes con un montón de deseos y aspiraciones que estaban coartadas por la realidad que les atravesaba”, comenta. Las locaciones, en su mayoría, fueron reales, con muy pocas intervenciones.

En cuanto al universo sonoro, el objetivo era que sonara como aquella época, cuando había menos recursos para capturar el ambiente directo y, por lo tanto, el audio se creaba en posproducción. “Casi no existen registros del sonido de Asunción en esa época. Eso es algo que tuvimos que investigar y luego crear desde cero, parte por parte”, cuenta Pedretti. En eso fue importante la ayuda desinteresada de Pablo Lamar y la creación del foley (tacto) que hizo el equipo de Sonata en Colombia. Los doblajes y las voces de ambiente fueron realizados con ayuda de grandes actores y la participación estelar de las yuyeras del Mercado 4, que luego Dahia Valenzuela y Germán Acevedo compusieron para darle esa sonoridad tan única del Paraguay.

Majo Cabrera fue la elegida para dar vida a Nina en Una sola primavera. Fotografía: Fernando Franceschelli.

Entrecruces

“Primero que nada, creo que todo lo personal es político, y que la política también se construye en los gestos cotidianos. Entré a este relato por algo familiar, emocional. Nunca quise narrar ‘la historia oficial de la guerra’, primero porque es algo muy complejo y no me siento autorizado para tomarme esa licencia”, cuenta Pedretti.

Cuando empezó a escribirla, el tema político fue inevitable. “Pero tratamos de dejar ese testimonio que no encontrábamos: ‘el diario de guerra’ de una mujer, no desde el frente de batalla, sino desde el cotidiano, que sostiene y lleva adelante la vida más íntima en condiciones desfavorables. A mí eso me parece admirable, quizá a veces mucho más revolucionario que salir a luchar ‘en nombre de la patria’”, sostiene.

“Lo que queríamos era que esto despertara el interés de otras personas en indagar cómo afectó la contienda a su familia, su pasado, para construir una memoria colectiva con los relatos que surgieran desde ahí”, afirma el director.

“Lo que queríamos era que esto despertara el interés de otras personas en indagar cómo afectó la contienda a su familia, su pasado, para construir una memoria colectiva con los relatos que surgieran desde ahí”

Joaquín Pedretti.

Talento nacional

Los actores paraguayos que participaron en este estreno fueron Majo Cabrera, como Nina, la protagonista; Salma Vera encarnó a su hermana, Chichi; Éver Enciso hizo el papel del antagonista, Heraldo; y Miguel Paletita Romero, cuyo personaje articula muchos de los encuentros que hoy vamos a ver en el cine.

El proceso con los actores inició durante la pandemia. Así, la etapa de investigación transcurrió con videollamadas y a través de la virtualidad. Al final, tuvieron que transitar la cuarentena obligatoria juntos, en una casa que compartieron con la coach actoral. Ese fue un factor que hizo florecer la química entre ellos.

Muchas veces les preguntamos a los actores cómo el proyecto llega a sus manos. En este caso, Majo Cabrera lo eligió y dio todo de sí para ser elegida, a pesar de no cumplir con los requisitos del llamado a casting. Fue una decisión acertada: es la indicada para representar la fortaleza y la rebeldía de Nina, el personaje principal.

Majo Cabrera. Fotografía: Fernando Franceschelli.

“Nina es ella por sí misma”, comienza Majo. En su proceso de exploración, ella preguntó a adultos mayores sobre sus experiencias en la época, cómo se vivía la atmósfera, cómo se sentía en lo cotidiano todo eso que pasaba en el país. El periodo de aislamiento y la convivencia fue para el grupo de actores paraguayos una etapa muy nutritiva, que les preparó para sus personajes. “Para mí, Una sola primavera fue un laboratorio experimental actoral y audiovisual que realmente me desenvolvió muchísimo”, afirma.

Nina es una joven recién salida de la adolescencia y, para empatizar con ella, tocó “recurrir a lo que tiene esa edad: la impulsividad, ese arrebato que se ve en ella, que es revolucionaria, que está buscando salir del molde todo el tiempo, que es salvaje”. “Ella está totalmente fuera de lo que debería ser una mujer fina de esa época, una ‘señorita de la casa’. Una vez que llegamos al personaje, convivimos con él todo el tiempo”, explica Majo. Así descubrió su manera de caminar, de hablar, sus gestos, la intensidad de su voz, su mirada…

“Sentí una gran responsabilidad con el personaje. En realidad Nina es ella por sí misma. Si bien es dueña de un montón de recursos que fui descubriendo con el tiempo, tiene su propia personalidad”

Majo Cabrera.

“Para mí, hacer este papel fue un proceso muy lindo. Sentí una gran responsabilidad con el personaje. En realidad Nina es ella por sí misma. Si bien es dueña de un montón de recursos que fui descubriendo con el tiempo, tiene su propia personalidad”, detalla.

El carácter revolucionario de su personaje también tiene que ver con lo que Majo siente: “Si todavía hoy estamos luchando por romper un montón de esquemas como mujeres, es de entender lo que pasaba en esa época”. La película aborda temas como el criadazgo, el aborto, la libertad de elección y, sobre todo, la sororidad. “Era muy necesario que planteemos y abordemos estas cuestiones, porque aún hay cosas que tenemos que desnaturalizar. Nina es una adelantada a su tiempo”, expresa.

Salma Vera interpreta a Chichi, la hermana de Nina. Fotografía: Fernando Franceschelli.

Gran parte del filme está hablado en guaraní y un factor que se explora es la dicotomía en el uso del idioma entre el campo y la ciudad, el sinsentido de prohibir una lengua que a la protagonista le hierve en la sangre. Sin dudas, Majo logra una representación clara de muchas inquietudes femeninas de ahora y siempre.

Salma Vera fue la elegida para entrar en la piel de Chichi, hermana de Nina. Ambas son el ancla, la una de la otra, pero viven una relación profundamente conflictiva por sus temperamentos, aparentemente opuestos. “Chichi es una persona que se esconde tras una coraza de soberbia y una necesidad de aparentar, buscando encajar en una sociedad que le exige ser lo que no es. En el fondo, está luchando con su propia vulnerabilidad, algo que la llena de caos interno”, cuenta Salma. Y agrega: “Esa dureza que tiene hacia sí misma la proyecta en su hermana, intentando protegerla de manera equivocada y a veces violenta”.

“Ella está llena de contradicciones: lucha entre su necesidad de ser aceptada y su temor a mostrarse como es. Esa tensión interna genera un conflicto constante con Nina, a quien ama profundamente, aunque no sepa cómo demostrarlo”

Salma Vera.

Para la actriz, encarnar a Chichi fue todo un desafío, pero también un fascinante viaje. “Ella está llena de contradicciones: lucha entre su necesidad de ser aceptada y su temor a mostrarse como es. Esa tensión interna genera un conflicto constante con Nina, a quien ama profundamente, aunque no sepa cómo demostrarlo”, explica. Para dar vida a su personaje, se conectó con la realidad emocional de la época a través del testimonio de su abuela. Su mayor reto fue plasmar la evolución de la joven.

El guión fue clave para entender la dualidad de una guerra externa y otra interna. Por un lado, la sociedad se encuentra inmersa en la violencia, el abuso de poder y la falta de voz para las mujeres. Por otro lado, Chichi está atrapada en una batalla personal: seguir las reglas impuestas o liberarse de ellas, luchar por su libertad y el amor. “El mensaje que quise transmitir con mi interpretación es que, sin crisis, no hay transformación. Todos tenemos el poder de cambiar, de elegir un camino diferente que nos lleve a un lugar más libre y auténtico”, cuenta.

Salma Vera. Fotografía: Fernando Franceschelli.

“Estoy profundamente agradecida por tener la oportunidad de contar una historia tan cercana a nuestras raíces de Argentina y Paraguay. Este proyecto es un tributo a la memoria colectiva, y siento un gran orgullo de haber formado parte de una coproducción tan rica, tanto a nivel técnico como cultural”, agrega la actriz.

Éver Enciso tuvo la difícil tarea de dar vida al antagonista. Si bien no está mucho tiempo en escena, tiene momentos clave. “Le caracterizan el control, el autoritarismo. Tiene escenas puntuales precisas y me parecen contundentes también a nivel de energía. Eso me gustó mucho, me ayudó a construirlo, a interpretar”, afirma.

“Tiene escenas puntuales precisas y me parecen contundentes también a nivel de energía. Eso me gustó mucho, me ayudó a construirlo, a interpretar”

Ever Enciso.

Salma dice que “el cine en coproducción es el camino hacia el futuro, una herramienta para que nuestras historias lleguen más lejos, para llevar la identidad regional al mundo”. Y le agregamos que, además, es una oportunidad para nuestro país.

Sin caer en redundancia, es necesario remarcar que Paraguay está ávido por crear, expresarse, relatar vivencias. Este estreno es una apuesta más al cine regional, a la coproducción binacional y un llamado urgente a transmitir la importancia de la memoria, el lenguaje y la libertad de elección.

Ever Enciso. Fotografía: Fernando Franceschelli.

Con elementos del cine negro y un sabor a las telenovelas de las tardes en casa de la abuela, Una sola primavera nos propone otras formas de hacer memoria. Y podemos afirmar con seguridad que inspirará a más de uno a preguntar o recordar la experiencia de la familia en esa época, tan importante para la historia paraguaya. ¡Nos vemos en la función de hoy!

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