Artesanía que vence las distancias
En vista de la llegada de la sexta edición de la feria de artesanía SoMOs 2024, a desarrollarse los próximos 21 y 22 de diciembre en el Puerto de Asunción, te contamos sobre nuestra reciente visita a Yataity del Guairá, donde compartimos de cerca con las artesanas del ao po’i.
Por Patricia Luján Arévalos. Fotografía: Sandra Flecha.
Usualmente nos referimos a la ciudad de Yataity como la cuna del ao po’i. Después de conocer esta pequeña urbe del Guairá, la descripción toma una nueva dimensión. Desde el momento en que uno gira desde la ruta principal a la entrada de la localidad, se respira otro aire, la naturaleza abraza a los recién llegados y la temperatura desciende un grado o dos.
El centro de Yataity no es diferente al de cualquier otro lugar del interior del Paraguay: en el centro, una plaza; a sus alrededores, la municipalidad y la iglesia. En esta cuadrícula, tan instalada por los invasores españoles hace siglos, tuvimos el placer de reconectar con otra herencia mucho más placentera y con las personas que continúan transmitiendo esos saberes.
La excusa de nuestra visita fue la 27.ª expo feria de ao po’i de esta ciudad, organizada por la Red de Mujeres Artesanas de Yataity y la comunidad, con apoyo del Gobierno. La intención fue congregar en un solo punto la mayor cantidad y variedad de exponentes de esta técnica artesanal para dar la oportunidad a los turistas de reconectar con uno de los tejidos más tradicionales de nuestra historia. Además, dirigir un poco del circulante que fluye durante las fiestas de fin de año hacia las bordadoras de la zona.
Tuvimos la oportunidad de conocer a algunas de las bordadoras de ao po’i más experimentadas, mujeres que heredaron sus saberes de sus ancestras y siguen con este oficio a pesar del aumento de los años y la aparente disminución del interés del público.
Algunas participaron del encuentro solas, sentadas bajo los toldos calientes con su producción dispuesta a la vista de los visitantes, una que otra trabajando a la par, bordando encaje ju, por ejemplo. Muchas otras, acompañadas por sus hijos, se encargaban de conversar con los recién llegados mientras sus familiares empaquetaban la venta o buscaban talles y colores.
El aire exudaba expectativas. A pesar de la buena predisposición de las trabajadoras del arte popular y de las autoridades de la zona, queda en evidencia la necesidad de acercar los productos a un público mayor, más amplio, ese que estuvo notablemente ausente en esta expo. El entusiasmo de las bordadoras era palpable, pero muchas quedaron con sus productos en los tablones tras varias horas de exposición.
Inevitablemente nos preguntamos si hay algo más que hacer para que las nuevas generaciones vean, también, este rubro como una opción real a la que dedicarles su vida, una salida laboral que les permita alcanzar una existencia plena a la que todos tenemos derecho; para que quienes ya viven de esto puedan recibir el reconocimiento necesario a una labor tan minuciosa; para reafirmar el valor que viene con la enorme responsabilidad de ayudar a perpetuar el patrimonio inmaterial.
Conexión con los artesanos
Quizás un ensayo de respuesta es la feria de artesanía SoMOs 2024, organizada por el Gobierno del Paraguay a través del Instituto Paraguayo de Artesanía (IPA), que reunirá a más de 150 representantes del arte popular e indígena de todo el país en el Centro Cultural del Puerto de Asunción el sábado 21 y el domingo 22 próximos, de 9.00 a 21.00. El evento será un puente entre posibles compradores y los creadores que llegarán con la esperanza de hacer el aguinaldo, incluyendo a una delegación de la Red de Mujeres Artesanas de Yataity.
Pero además, sin duda alguna, se podría afirmar que existe otro deseo latente en todos los expositores de esta y otras ferias similares: la posibilidad de construir relaciones duraderas con clientes que inviertan en su obra y visión, que se conviertan en mecenas de nuestra cultura popular.
Precios justos
A simple vista, dos manteles de ao po’i podrían parecer exactamente (e injustamente) iguales, pero jamás podrán serlo; cada pieza se borda a mano y constituye un testimonio en sí mismo del esfuerzo creativo de una persona. Seguramente habrá quien cuestione los precios porque, claro, uno desea hacerse con estos hermosos productos tradicionales, pero el costo —prohibitivo en teoría— de una prenda creada artesanalmente siempre puede jugar en contra de una adquisición.
¿Te sorprendería saber que las bordadoras de Yataity ofrecen servilletas desde G. 10.000 cada una? ¿O que un caminero para mesa puede costar entre G. 150.000 y G. 200.000? ¿Te imaginaste comprar un mantel de ao po’i con apliques de encaje ju por G. 350.000? Lo mejor de todo es que las ferias permiten a los clientes interactuar directamente con los artesanos y saber que la totalidad del monto abonado irá al bolsillo de estos trabajadores de la cultura. Sin intermediarios.
Ferias como SoMOs 2024 dan la posibilidad a cada bordador de poner sus precios. Todo lo contrario sucede cuando compramos este tipo de productos a través de tiendas, especialmente en los shoppings y, en el caso de los asuncenos, en el microcentro.
Desde Pausa, deseamos que el próximo año traiga más y mejores oportunidades para reconectar con el trabajo artesanal de nuestros compatriotas. Sin duda, haremos lo posible por ser el vehículo para que lleguen sus historias a vos. Y esa es una promesa.
Tesoros vivos
Hay personas que llevan trabajando esta técnica su vida entera. Es el caso de la maestra artesana Isabel Agüero, a quien tuvimos el privilegio de conocer en su natal Yataity, mientras disfrutaba del acto de apertura de la expo con un traje de ao po’i que ella misma se confeccionó. Doña Isabelita, como la conocen, pasó 88 años de su existencia tejiendo sin usar anteojos una sola vez, y falleció el viernes 6 de diciembre a los 95. Nos tomamos este apartado para honrarla a ella y su precioso trabajo, y recordar que todavía tenemos la oportunidad de conocer a los tesoros vivos de nuestro país.
El auténtico
Es cada vez menos común el tejido de la tela misma a través del telar (conocido como el “auténtico” ao po’i), el que Eusebia Garcete llevó a Ecuador este año para hacerse con el segundo puesto del Premio Iberoamericano de Textiles y Cestería. Doña Eusebia está en proceso de obtener su certificación de producción orgánica, ya que ella y su familia elaboran los hilos de algodón de su propia cosecha para generar los metros de tela que, después, corta, cose y borda.
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