El ñe’ẽ guarani en la literatura de Susy Delgado
Su creación literaria pone de relieve un diálogo entre el lenguaje poético y el universo emocional de la autora. Como parte de su construcción identitaria, la voz de Susy Delgado se erige sobre una comunión entre nuestros dos idiomas oficiales. Pero para llegar a ese punto, la escritora pasó por un largo y paulatino proceso de valoración de su lengua materna: el guaraní. Hoy, a varias décadas de haber empuñado la pluma por primera vez, mira atrás con la visión crítica de la experiencia y, cuando da vuelta hacia el horizonte, ve el futuro con un deseo de expansión para las letras paraguayas. En esta entrevista, nos sentamos con ella a reflexionar sobre cómo nuestra habla se convirtió en el punto central —el karaku— de la cultura nacional.
Por Belén Cuevas Trinidad. Dirección de producción: Camila Riveros. Producción: Sandra Flecha. Fotografía y retoque digital: Amalia Rivas Bigordá.
Muchas dualidades coexisten en la escritura de Susy Delgado. Es escritora, periodista y traductora bilingüe. Sus textos se mueven entre el guaraní y el español, la narrativa y la poesía, las emociones reales y la ficción. “Soy de origen campesinoite, vengo de una familia modesta que me dejó cosas muy valiosas, como la lengua”, comienza la escritora.
Durante cuatro décadas se dedicó al periodismo, área que le permitió dirigir la Revista Cultural Takuapu y el Taller de Poesía Ára Satĩ. Es miembro de número de la Academia de Lengua Guaraní y de la Sociedad de Escritores del Paraguay.
En la adolescencia comenzó, de manera progresiva, su vínculo con la escritura. “En ese momento, empecé a borronear mis primeros textos poéticos o reflexivos, pero sin ninguna pretensión de que se consideraran literatura”, describe Delgado.

Hoy, en su producción literaria se cuentan unos 40 títulos, entre los que se destaca la poesía. En el ámbito de la traducción se encuentran los poemarios bilingües de su autoría y las antologías colectivas en guaraní Ñe’ẽ rendy. Poesía guaraní contemporánea (2011 y 2019) y Las voces del umbral (2014). También, pasó a ese idioma antologías individuales de escritores de la talla de Augusto Roa Bastos, Gabriela Mistral, Olga Orozco, Javier Viveros y Rosalía de Castro. En los meses finales del 2024, publicó la versión en nuestro idioma nativo de la célebre obra de Juan Rulfo, Pedro Páramo.
Desde su óptica, la escritura tiene mucho que ver con la emocionalidad. De hecho, no se autodescribe como alguien que planifica sus textos, sino que se deja llevar por su sentir y utiliza la palabra para darle cuerpo a su universo interior.
En la literatura de Susy Delgado se construye una subtrama política —o micropolítica— que entrelaza todos sus textos bajo una noción insurrecta. Así lo vemos en su poema bilingüe Ndéiko máa?, que ironiza sobre la búsqueda de paz y dignidad de los sectores trabajadores.
De hecho, en la literatura de Susy Delgado se construye una subtrama política —o micropolítica— que entrelaza todos sus textos bajo una noción insurrecta. Así lo vemos en su poema bilingüe Ndéiko máa?, que ironiza sobre la búsqueda de paz y dignidad de los sectores trabajadores. La autora, en doble sentido, se pregunta: “¿Quién sos vos para desear la igualdad, para querer vivir como persona digna, una vida buena?”.
Para ella, no se trata de un ejercicio intencionado, sino de algo que emana de su experiencia como mujer paraguaya. “Creo que los condicionamientos influyen siempre… No hace falta proponerse, porque esas condiciones componen la amalgama original de donde nace luego la literatura”, explica y agrega: “Cosas por el estilo ocurren cuando uno atiende a los dictados de la sensibilidad y a aquello que los mandatos internos definen”.
De esta manera, sus escritos grafican el claroscuro de la vida de campo, con trazos que van desde las mieles del amor hasta las punzadas de la vulneración de los derechos humanos.

El sentir femenino
Al consultarle sobre los temas que encienden su creatividad, se pone reflexiva y menciona una amplia variedad. Para comenzar, sus textos florecen de una experiencia interna que refleja realidades colectivas que parten desde el sentir femenino y llegan a la indignación por las injusticias en un sentido más amplio. “He escrito mucho sobre la mujer campesina —también sobre el campesino, pero en comparación, creo que insistí más en ella—, sobre el amor y, a partir de cierta etapa, sobre la palabra poética, su búsqueda y su misterio”.
En este mismo sentido, Susy recuerda anecdóticamente haber aprendido el significado de la palabra “feminismo” mientras vivía en España. En ese momento, se sintió identificada y pensó: “E’a, yo ningo soy feminista entonces”. Al respecto, la autora reflexiona: “Desde jovencita ya escribía sobre los temas de la mujer, la niña y la madre, porque me tocó mamar de esos problemas en forma personal y directa; durante mi infancia campesina vi muy de cerca estas cosas. Cuando aquí [en Paraguay] se empezó a hablar del feminismo, yo ya había escrito mucho sobre estas cuestiones que siempre me inquietaron”.

Al mirar en retrospectiva, Delgado recuerda que sus temas originales perduraron en el tiempo y lo hicieron con firmeza. Pero cada vez que relee aquellos textos iniciales, nota cómo se ampliaron los matices de su visión. “En algunos encuentros, la semilla de lo que vendría después; en otros, ingenuidad, cosas que necesitaban madurar, y en algunos poquitos, reflexiones poéticas que ya nacieron redonditas, como diríamos, de entrecasa… La poesía nos visita a veces en momentos inesperados de una especie de iluminación”.
Además de la poesía, Susy Delgado también trabajó la narrativa a lo largo de su carrera y, en este género, La sangre florecida constituyó un peldaño memorable. “Esos cuentos me nacieron de un proceso visceral, en respuesta a un llamado interior muy fuerte”, detalla.
“La poesía nos visita a veces en momentos inesperados de una especie de iluminación”
A lo largo de varios relatos cortos interconectados, este título anida aspectos dolorosos de historias que son, en parte, reales y, en parte, nacidas de lo que la autora llama “el prisma de la imaginación”: “En un momento, me pareció percibir una especie de signo trágico de la mujer, un signo de sangre, y traté de expresar lo que ese pensamiento me dictaba. Escribirlos fue un proceso doloroso, pero tenía que cumplirlo”.
Para la autora, fue grato descubrir que, lentamente, La sangre florecida llamó la atención de cada vez más personas. “Nunca me consideré narradora y no esperaba una repercusión especial de estos relatos. Primero, conquistó una traducción al portugués del escritor brasileño Weslei Cándido en el 2015 y, ya en los últimos años, el libro fue descubierto e incluido en una colección por personas de la Dirección de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México. Una estupenda introducción de Liliana Colanzi completa este rescate, especialmente valioso para mí”, cuenta.

Un jopara de lenguas
En los recuerdos de su infancia, se mezclan el guaraní, el español y el jopara con fluidez. Sin embargo, Susy cuenta que en sus primeros años como escritora, su producción estaba ceñida al castellano. Reflexiona que, quizás, se encontraba condicionada por una escolarización en español que, durante muchos años, incluso segregaba el guaraní.
“En mi niñez escuché, en una medida bastante fuerte, el castellano, pero lo que mi memoria me dice es que el 90 % del tiempo hablaba guaraní. Entonces, considero que mi lengua materna, por lo menos la más fuerte, es esa”, relata.
“Cuando empecé a probar camino con esta lengua, mis textos no se mezclaban para nada con los que estaban en castellano. Pero mis lecturas y reflexiones, así como las enseñanzas de algunos maestros, me fueron llevando al pensamiento de que tenía en las manos dos herramientas que convivían y se influenciaban cotidianamente. Entonces, un día me dije que debía asumir esa realidad como escritora; empecé a mezclar mis lenguas, en una especie de búsqueda de mi propio jopara”.

Si bien no puede precisar el momento en que su carrera tomó este rumbo, hay anécdotas que reafirmaron su camino bilingüe: “Lo único que puedo decir es que fue un proceso lento, de concienciación paulatina sobre el valor de mi lengua, aunque siempre tuve en alta valoración al guaraní, porque lo heredé de mi casa”.
Uno de aquellos hitos fue un encuentro con el reconocido autor paraguayo Carlos Villagra Marsal. “Yo empezaba a garabatear mis primeros textos en guaraní y no sé bien cómo se enteró él”, relata. En aquella época, Villagra Marsal estaba forjando la editorial Alcándara junto a Jacobo Rauskin, cuando llamó a Susy Delgado y le propuso integrar la colección homónima: “Me tocó el número 60, el último de la serie, y elegimos entre los tres aquellos poemas que consideramos mejores. Fue el primero que saqué en guaraní y castellano”.
“Lo único que puedo decir es que fue un proceso lento, de concienciación paulatina sobre el valor de mi lengua, aunque siempre tuve en alta valoración al guaraní, porque lo heredé de mi casa”
Tesarái mboyve (1987) fue esa edición, que marcó la publicación de todos sus poemarios bilingües posteriores. Algunos años después, en 1992, su obra Tataipýpe participó del Premio Extraordinario de Literaturas Indígenas de Casa de las Américas, realizado en Cuba.
El título fue finalista en el evento. “El recordado y querido pa’i Melià era jurado”, rememora Susy y agrega: “Recuerdo muy bien que, mientras trabajaba en la redacción del diario Hoy, él me llamó y me dijo, textualmente, ‘casi casi ganamos’. Me contó que había quedado como primer finalista aquel poemario mío y yo me sentí una ganadora”.
Aún mayor fue esa sensación cuando, un tiempo más tarde, el escritor náhuatl Natalio Hernández, quien obtuvo el primer puesto en el Premio Extraordinario de Literaturas Indígenas Casa de las Américas, la contactó: “Me invitó a México a un encuentro de poetas en lenguas indígenas, que fue mi primera participación en ese género y me dejó un recuerdo inolvidable”.

Kuehe, ko’ág̃a ha ko’ẽro
Aunque Susy Delgado se encuentra entre las poetisas bilingües más importantes de la época reciente en nuestro país, declina los halagos y prefiere mirar la realidad literaria con sus luces y sombras. “He escrito y publicado un número grande de libros, pero, lamentablemente vengo comprobando desde hace muchos años que, además de que aquí se lee poco en general, la poesía, y en especial la escrita en guaraní, se lee menos todavía”, analiza. Y profundiza: “En Paraguay, los escritores podemos alcanzar cierta fama, cierto nombre, en un círculo pequeño que, en mi opinión, es como un globo de aire; es muy fácil descubrir que no tiene nada dentro”.
Esto no es signo de pesimismo, sino todo lo contrario ya que, a su criterio, el tema merece despersonalizarse completamente: “Hay signos de una lenta mejoría, que se reflejan, por ejemplo, en las ferias de libros y la mayor circulación de ejemplares; hemos conquistado dos leyes fundamentales, en procesos similares de varias décadas de trabajo persistente: la Ley de Lenguas en el 2010 y la Ley del Libro en el 2023; se ha creado también el Consejo Nacional del Libro, que está dando sus primeros pasos”.

Sin embargo, piensa que estas conquistas deben ser utilizadas como herramientas para hacer honor a sus objetivos. “Hace falta, por ejemplo, honrar ese gran principio de inclusión que movió nuestros afanes culturales desde los años de la dictadura. La inclusión en el sentido más amplio: de géneros, en sus dos acepciones —de condición sexual y de géneros literarios—, y la inclusión lingüística, que todavía no es plena en Paraguay, un país que proclamó la oficialidad del guaraní en la Constitución del 92. Sobre estos fundamentos se debe trabajar en la promoción intensa de la literatura y la lectura”, puntualiza.
Para ella, la inclusión es precisamente la espina dorsal de esta lucha por el acceso a la literatura y por la difusión en sí misma de la lectura en el país. “Mientras no contemos con esos fundamentos, la literatura y, en especial, la poesía, cuyo lenguaje no se ha sabido introducir con eficacia en los espacios de sensibilización, seguirán llegando a un pequeño sector. Hace falta observar y asumir lo alcanzado con profundo sentido crítico y echar a andar ese plan nacional largamente soñado con un espíritu y un contenido ‘para todos y todas’, como se dice hoy en día. Ndoikepái ramo umi jarekóva, nañambojeroviamo’ãi hetaite oñemba’apo hague”.
“Hace falta observar y asumir lo alcanzado con profundo sentido crítico y echar a andar ese plan nacional largamente soñado con un espíritu y un contenido ‘para todos y todas’, como se dice hoy en día. Ndoikepái ramo umi jarekóva, nañambojeroviamo’ãi hetaite oñemba’apo hague”.
En esta misma línea, una parada obligatoria en la conversación son los deseos de la escritora para la posteridad de la literatura paraguaya: Susy quiere imaginarse un horizonte que siga afirmando y haciendo crecer nuestros idiomas oficiales. “Y que también florezca la veintena de lenguas indígenas que tenemos en Paraguay. Deseo que hagamos realidad el objetivo de esa hermosa Ley del Libro que hemos conquistado y que la gente lea nuestros libros. Hay una producción muy rica en este país tan pequeño. En nuestra literatura está el karaku de nuestro pueblo, con su historia y su sentir cultural. Pero la mirada del escritor se completa con la del lector; si no, es un triste soliloquio”, ahonda.
“Los paraguayos hemos heredado algunos valores culturales tremendamente importantes. Nuestra tierra es la tierra del ñe’ẽ, el valor más alto de la cultura guaraní, el que resume la idea de ‘entregar el alma’. Ese ñe’ẽ es el fundamento imprescindible que hace humano al yvypóra, el ánima de la tierra. Tenemos que reflexionar sobre este maravilloso legado y honrarlo. Tekotevẽ jajepy’amongetami pe mba’e guasúre ha jaguata hendive”, finaliza.
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