Cultura

El legado vivo de Koki Ruiz

Una edición más de Tañarandy

A solo meses de la partida de Koki Ruiz, el alma creadora de este festival misionero, su legado renace en una nueva edición. Sus hijas, Macarena y Almudena, junto a la comunidad, honran su memoria al mantener viva esta tradición, donde el arte, la fe y la cultura guaraní se entrelazan en un espectáculo único, homenaje colectivo al visionario que convirtió a Tañarandy en un símbolo de identidad y resistencia cultural.

Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de producción: Camila Riveros. Fotografía: Javier Valdez.

El proyecto creativo de Tañarandy empezó en la década de los 90 del siglo pasado, de la mano del gran artista misionero Koki Ruiz (1957-2024) y su equipo, el colectivo Tañarandy. Específicamente inició en el 92, con el objetivo firme de volver a las raíces de la tradición paraguaya. Así, exploraron distintas escuelas artísticas.

Con la Semana Santa, la tradición y la religiosidad popular como temáticas constantes, trabajaron en obras con reminiscencias renacentistas, modernas y contemporáneas. Colectivamente, crearon cuadros vivientes que luego fueron convirtiéndose en obras magníficas en cuanto a tamaño, detalle y composición, homenajes a artistas como Antoni Gaudí, Andy Warhol, Salvador Dalí o Joseph Beuys.

Sin dudas, un gran hito en la historia de este equipo fue El altar de maíz, una obra de épicas proporciones realizada especialmente para la visita del papa Francisco en 2015, que también hizo honor al legado guaraní de respeto a la madre tierra. La estructura completa tenía 40 metros de largo y 20 de altura. Todo este trabajo fue seguido muy de cerca por sus tres hijos: Macarena, Julián y Almudena, quienes participaron activamente en cada una de las actividades.

Tañarandy se volvió un evento multitudinario con relevancia nacional, y este año, la inscripción de su ideólogo en el libro de la eternidad no hace más que reforzar su relevancia. Así lo afirman Almudena y Macarena, que hoy están al frente del festival tradicional más importante de Semana Santa en el país, con quienes tuvimos la oportunidad de conversar en medio de los preparativos para esta edición.

Memoria viva

Desde la partida de Koki en diciembre, una pregunta que surgió fue si la Semana Santa en Tañarandy continuaría. Para los Ruiz, la interrogante llegó en medio del duelo y con la fecha del evento que se acercaba inexorablemente. “La razón por la cual asumimos el desafío habrá sido distinta para cada uno, pero personalmente deseo que, como familia, mantengamos viva su memoria y preservemos la obra que él logró instalar como tradición en la comunidad”, nos cuenta Macarena.

La construcción y la estructura de más de tres décadas de labor artística marcaron el camino, que tanto Almudena como Macarena, que están al frente del trabajo creativo, siguen puntillosamente. “Por mucho tiempo él fue buscando la mejor manera de adornar a La Dolorosa: qué flores, qué andas, cuántas velas de apepu eran suficientes para iluminar el camino, de qué manera se veía mejor, si se sentía bien de tal forma. Cada año él aprendía de eso y tomaba las decisiones artísticas que ya conocemos y que, sobre todo hoy, nos importa mantener”, plantea Almudena.

“Mucho ocurre que alguien del equipo te dice: ‘Tu papá prefería que sea de esta manera’, ‘a él le gustaba más de esta otra’. Cada uno tiene una información y eso pauta el camino a seguir. Sobre todo en esta edición”, expresa Almudena, que dirige la procesión, mientras Macarena lidera el equipo de escenografía de los cuadros vivientes.

De ninguna manera se trató de una experiencia fácil. La partida de Koki Ruiz dejó un vacío muy importante en toda la comunidad artística local y nacional. Para su familia, como podemos imaginar, tuvo un impacto mucho más fuerte. Pero fueron ganando fuerza en el camino, porque su legado generó una marca indeleble. “Lo que sigue pesando es lo alta que quedó la vara”, expresa Macarena.

Una guía constante

La realización del evento es un homenaje no solo de la familia, sino de toda la comunidad, a su creador. “El Viernes Santo de Tañarandy, en sí, es una expresión artística muy suya. Y el no dejar de hacerlo, pese al duelo, es una decisión que parte de la intención de rendir honor a esto que nos legó”, sostiene Almudena.

De la misma forma que Koki representaba los cuadros que pintó Dalí o armaba escenarios con el estilo arquitectónico de Gaudí, se hará este año con sus obras. “Decidimos restaurar y exponer algunas imágenes que él creó, que forman parte de las más importantes de su carrera. Estas no precisamente se relacionan con la temática del Viernes Santo, pero estarán ahí porque fueron hechas por él, como homenaje”, desarrolla. Por otra parte, para representar la pasión y muerte, eligieron un concepto que, creen, es el que se volvió icónico entre sus cuadros vivientes: La última cena.

Resistencia cultural

La familia Ruiz creció con este evento como una normalidad. “Antes de saber qué estábamos haciendo, ya colaborábamos. Habrá sido igual para mucha gente”, dice Almudena. Y agrega: “La memoria y la resistencia son los grandes valores de su obra. Para nosotras, ¿qué significa? Diría que es un compromiso de un peso muy grande”.

Macarena cuenta que, en esta misma línea, los materiales que él escogía estaban muy ligados a eso: “Él siempre optaba por utilizar elementos de su entorno que, al final, terminaban representando su territorio, su cultura, el ‘de dónde vengo’”. Es uno de los aspectos más importantes a preservar en esta y en las ediciones que vendrán.

Macarena Ruiz.

“La creación colectiva es y fue siempre el norte”, afirma Almudena. Sin embargo, aún es dificultoso para ellas imaginar el futuro, sobre todo a días del evento. “Homenajear a papá es lo que más nos toca, lo que nos mueve a trabajar día y noche, constantemente. Pero también porque ese homenaje es lo propicio de este tiempo”, agrega.

Para ambas, el aprendizaje con su padre fue muy relevante para configurar su perspectiva del mundo. “Influyó muchísimo en mi visión del arte, en buscar más en mi entorno que fuera, que la herencia que inevitablemente nos toca no es mejor o peor que otras; no es buena ni mala, es algo que nos construye, nos identifica y nos hace únicos”, reivindica Macarena.

Almudena Ruiz.

Un ejemplo claro de esto es que, una vez, Almudena le preguntó acerca de una pintura que él había hecho de joven, que era la única que se mantenía escondida en la casa. “Quería saber por qué no le gustaba, ya que a mí me parecía muy linda. Y él me respondió: ‘Porque es un paisaje europeo’”, recuerda ella.

Con el respaldo de una comunidad

Cuando llegó la decisión de realizar el Viernes Santo de Tañarandy, la reacción que percibió Macarena fue de alivio. “El apoyo fue muy importante para encarar con más seguridad este compromiso. También porque así iba notando que la continuidad de este evento es importante para mucha gente”, declara.

Para ellas, es fundamental mantener la dimensión y la calidad con que se desarrolla el evento. “Mientras más gente siga viviendo una linda experiencia, más personas querrán involucrarse después. Eso lo notamos mucho con quienes participan en los cuadros vivientes”, plantea Macarena. Mientras siga siendo un desafío grande, en términos de producción, mayor es el equipo y el compromiso que se precisa.

“Me gustaría rescatar la respuesta espontánea y positiva de la gente, porque valorar o preservar la cultura es algo que no se puede forzar”, afirma Macarena Ruiz para finalizar. Este año, más que nunca, el evento se convierte en un homenaje colectivo, un acto de memoria y resistencia que celebra la identidad paraguaya y el invaluable aporte de un artista que amalgamó el arte y la tradición como ninguno.

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