El regreso de las bicicletas
A medida que las calles se vaciaban de automóviles y la gente permanecía cada vez más en su casa durante los primeros meses de cuarentena, algo más comenzó a ocupar la vía pública: la bicicleta. Mecánica, eléctrica o motorizada, la bici se convirtió en el medio de transporte favorito de muchos.
Los límites del confinamiento están llegando a su fin. Cada vez más, amigos y grupos de ciclistas se animan a salir a trabajar, estudiar, viajar o hacer deporte en bici. Muchos también decidieron ampliar las fronteras de familiaridad con su ciudad para adentrarse al interior del país y compartir en familia. Pero ni las bicicletas son ese obstáculo que hay que esquivar con vehículos motorizados, ni los ciclistas son imprudentes por elegir ese medio de transporte, ni sirve solo para el esparcimiento.
Rose Marie Lefebvre es miembro de la Asociación de Ciclistas Urbanos del Paraguay y cuenta que la bicicleta es su primera opción de transporte. La usa como entretenimiento y esparcimiento, pero también es el vehículo con el que va a trabajar todas las mañanas. “Esta pandemia ayudó a que se vea un poco más como medio de transporte. Se nota ese cambio. Siento que volvió esa oportunidad para moverse con este medio y no estar en el bus con mucha gente”, cuenta Rose Marie.
Luego de casi un año encerrados, muchos comenzaron a llevar sus actividades recreativas al exterior. Las bicicletas comienzan a ser utilizadas por personas que tal vez nunca se vieron a sí mismas como “ciclistas”. Y sus beneficios no se limitan solo a la salud física de los usuarios y del ambiente, su uso también implica un lugar menos en el colectivo, un motor menos funcionando en la ciudad y la sensación de independencia y autonomía que confiere el manejo de los propios tiempos.
Para los ciclistas de oficio, varias de las actividades colectivas pararon, como las competencias o las ecoaventuras. Pero la bici tiene una particularidad y es que las actividades grupales se transforman en individuales sin demasiados cambios. “Muchas familias de amigos, por los aspectos positivos del ciclismo, adoptaron este deporte. Incluso, últimamente veo a más gente en las calles probando nuevas tecnologías como las motorizadas o eléctricas. Con este boom, por ejemplo, las empresas lanzan nuevos modelos de bicicletas, ya que se agotó el stock”, apunta el ciclista Nelson Sosa.
Es cierto, sin embargo, que existe poco respeto a los ciclistas. En un país en el que atravesamos por tráficos desmedidos, las calles llenas de baches, la ausencia de bicisendas (carriles para bicis) y de estacionamientos inclusivos para vehículos no motorizados, andar en bicicleta puede ser un desafío. Las pautas se actualizaron recientemente para recomendar que las personas usen máscaras en entornos públicos y cuando estén cerca de quienes no viven en su hogar, especialmente cuando otras medidas de distanciamiento social son difíciles de mantener.
Es por eso que los ciclistas que van a andar en grupo deben mantener la distancia y usar tapabocas. “También es importante mantenerse bien inmunológicamente. Alimentarse bien, tener una dieta saludable, porque todo debe estar en armonía. Se trata de cuidarse y cuidarnos, cada uno pone su granito de arena. Siempre que volvemos de afuera, limpiarnos los pies, poner a lavar toda la ropa que se utilizó y bañarnos”, expresa Rose Marie.
La inclusión de la bicicleta en el espacio público urbano
Entre los desafíos que citó Lefebvre, destacó la ausencia de bicisendas que inviten a la gente a andar en bicicleta sin arriesgar sus vidas. Otro es el calor paraguayo que, a su criterio, se soluciona con lugares pensados para recibir a ciclistas. Estos son destinos (empresas, oficinas públicas, colegios, universidades) donde puedan refrescarse. “Uno de los grandes desafíos es que las empresas, el sector público y privado, hablen el mismo lenguaje y entiendan que la bici es un medio de transporte válido”, menciona.
En algunos países, incluso, se paga por trasladarse en bicicleta al trabajo. En Francia, Bélgica y las ciudades italianas Toscana y Bari, se retribuye alrededor de 25 centavos de euro por un kilómetro recorrido. Esto parte de un entendimiento de las sociedades modernas del traslado como parte del trabajo. Hoy Holanda tiene 23 millones de bicicletas.
“Antes iba en bus al colegio, a la universidad, al trabajo, y era todo un estrés caminar siete cuadras, que me pare el colectivo, pasar por la frustración de que no te suban, estar apretada. Esta sensación del ciclista de ser totalmente independiente, autónomo en su movilidad, es genial. Aparte, ahorro muchísimo dinero, me mantengo física y mentalmente bien”, reflexiona Rose Marie. Otro punto importante es la sensación de cortesía y manejo de los espacios que confiere la bicicleta.
Sin embargo, es cierto que existe poco acondicionamiento de los espacios públicos para el uso general de la bicicleta. Rose Marie se mueve en bici desde los 10 años y no pasa una sola vez que su madre no le diga “cuidate, mi hija”, antes de salir. “El miedo que se percibe es más imaginario al real o el existente”, dice la ciclista y agrega: “Cuando me dicen que es super peligroso moverse en bici, yo le digo a la gente que haga el intento, porque hoy los autos respetan mucho más que antes el distanciamiento”.
Nostalgia de una noche de verano
Lo más lejos que viajó Nelson en bicicleta fue la ciudad de Paraguarí. En este tiempo de calma impuesta por la pandemia, él y un grupo de ciclistas fanáticos de la ecoaventura decidieron pedalear 60 kilómetros de ida y vuelta. Pero su conexión con su bici es histórica. Él tiene 61 años y recuerda bien el día en que su papá le regaló su primera bici. En el límite entre Félix Bogado y Japón, el Nelson de 12 años se convirtió en una sensación entre sus amigos del barrio, todos querían subirse y dar una vuelta.
“Tener una bici era lo máximo entre los chicos de mi época. Recuerdo que iba mucho a Itá Enramada los domingos a pegarme un paseo. También había competencias de primavera en el parque Caballero”, recuerda. Según cuenta, en ese entonces solo existían dos marcas: la Monark y la Caloi. “Eran muy juveniles, tenían diferentes colores y competían entre sí. No cualquiera tenía una. En mi época, que te regalen una bicicleta los Reyes era lo más”, cuenta.
«Este es un vehículo que −como la bicicleta mágica de Mary Poppins− enlaza el momento presente con otros de nuestra niñez en los que evocamos el ritual de cuando aprendimos a usarla”, describe el psicoanalista Dorenbaum. Nuestras primeras incursiones fuera del entorno familiar, el miedo a perder el equilibrio, la sensación de que el movimiento nos estabiliza. “Es una metáfora de la vida, y a fin de cuentas tratar de explicar su encanto es en sí como andar en bicicleta: si nos detenemos a pensar lo que estamos haciendo, corremos el riesgo de tropezar”.
Ventajas de pedalear en pandemia
- Es un medio de transporte alternativo al bus. Las aglomeraciones en los buses pueden ser un foco de difusión del virus. Por la pandemia de covid-19, se desalienta el uso del transporte público, pues es difícil controlar la distancia física reglamentaria de terceros, por ejemplo. En la bicicleta, sin embargo, se pedalea al aire libre y no es necesario compartir espacios.
- Mejora el sistema inmunológico. Unas 2.600 muertes al año se asocian con la obesidad
en Paraguay, y este es uno de los factores de comorbilidad del coronavirus. Desde la Dirección
de Vigilancia de Salud trabajan en varias campañas para incentivar las actividades físicas que
beneficien a la gente, entre ellas, la utilización de la bicicleta, ya sea como deporte o paseo. - Reduce el nivel de estrés. La bicicleta nos salva del estrés de conducir en el caos del tráfico asunceno. Un estudio −conducido por investigadores del Instituto de Salud Global de Barcelona (ISGlobal)− concluyó que las personas que utilizan la bici para desplazarse hasta su lugar de trabajo o estudio, por lo menos una vez por semana, tienen menos riesgos de sufrir estrés en comparación con aquellos individuos que se movilizan en otros medios de transporte como vehículos particulares o sistemas públicos.
- Mejora la concentración. El psiquiatra y psicoanalista David Dorenbaum, en una columna de El País, escribió que, desde la bicicleta, sus pensamientos se enfocan de una manera muy diferente. Lo describe como “si fuese un proyector en el que las ruedas operan como los rollos de película y que al girar cíclicamente proyectan mis alrededores en un movimiento dinámico”.
- Forma accesible de hacer ejercicio. Además de que, una vez adquirida la bicicleta, prácticamente no existen gastos fijos de su mantenimiento, el ejercicio está comprobado que es bueno para la salud mental. La Universidad de Oxford publicó en la revista The Lancet un estudio con 75 tipos de rutinas para ejercitarse y demostró que la participación en deportes de equipo −en primer lugar− y el ciclismo −en segundo− se asociaron con niveles más altos de bienestar emocional.
- Sensación de independencia y autocontrol. Según lo indica Dorenbaum, el ciclismo puede generar una sensación de mayor autocontrol y autoestima, y aumentar la capacidad de enfrentar desafíos. Lefebvre opina que es una manera de organizar el tiempo y ser dueños de nuestra movilidad.
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