Un análisis retrospectivo de los fantasmas del futuro
En los últimos tiempos, la cultura pop ha sucumbido al resurgimiento de obras cinematográficas, música y estilos de moda de décadas pasadas. Pero, ¿por qué hay una inclinación febril hacia el pasado y no hacia la construcción de nuevas propuestas creativas para el futuro? Analizamos el concepto de la hauntología y su diagnóstico sobre la lenta cancelación del futuro.
«El tiempo pasa tan lento, tan lento”, repetía hasta el hartazgo Madonna en su tema Hung Up, del 2005, como una suerte de profecía sobre el estado estático y nostálgico que atraviesa la actual estela del pop. Ya para entonces, ella había vampirizado las bases de Gimme, Gimme, de Abba, para el que se convertiría en su último hit mundial y demostraba, a la cabeza de los ránkings, que el anacronismo de referencias estéticas y canciones de los 70, combinados con un concepto urbano contemporáneo, sería la fórmula melancólica perfecta para llegar nuevamente a las masas.
“La palabra ‘hauntología’ viene del neologismo francés de hanté, que hace referencia a lo fantasmal y al concepto de ontología. Fue acuñado por el filósofo Jacques Derrida en su libro Espectros de Marx, aunque su planteamiento analizaba el carácter espectral de las ideologías del pasado. En resumen, este describe la hauntología como el modo en que todo lo que existe, lo hace sobre una serie de ausencias que lo preceden y envuelven”, introduce el filósofo Raúl Acevedo, docente, vicedirector ejecutivo e investigador del Centro de Investigaciones en Filosofía y Ciencias Humanas (CIF Paraguay).
Con el advenimiento del siglo XXI, críticos como Simon Reynolds y Mark Fisher utilizaron el término para referirse a las paradojas de la modernidad tardía, el persistente reciclaje de lo retro en la cultura popular y la falta de expectativas sobre el futuro. En 1956 se estrenó El planeta prohibido, del director McLeod Wilcox, con la intención de predecir la posible tecnología y estética del futuro. La película, considerada de culto, innovó en el terreno de la ciencia ficción con un gran presupuesto y fue la primera en explorar sonidos totalmente electrónicos en su banda sonora. Para 1997, videojuegos como Fallout hicieron referencia al filme, pero ya no desde una perspectiva de descubrimiento, sino más bien desde una estética cristalizada de lo que se pensaba que sería el futuro hacia finales del siglo XX.
Para analizar puntualmente el término “hauntología” en el contexto de cultura popular, debemos inclinarnos hacia la teoría presentada por Mark Fisher, que aborda el concepto de una manera más específica al plantear que, en la actualidad, vivimos “embrujados” por nuestro pasado. Paradójicamente, según él, nos encontramos buscando renovar el concepto del futuro, hurgando en los imaginarios retrospectivos de décadas pasadas.
“Vivimos una deflación de las expectativas del futuro”, resume Raúl Acevedo. Pero, ¿qué entendemos por esto?: “El sentido del shock frente al futuro ha desaparecido en la actualidad, a diferencia de lo que fue el siglo XX, cuando, por ejemplo, la música se inclinaba por mutar a partir de las yuxtaposiciones de sonidos que se gestaban. Esto forjaba una sensación de novedad que, pensábamos, estaría disponible infinitamente. En cambio, en la actualidad, la música y la cultura popular se ven oprimidas por un aplastante agotamiento, quizás porque en el siglo pasado se extinguieron todas las posibilidades creativas y lo único que nos queda es mirar en retrospectiva y hurgar en los espectros culturales del pasado para reciclar las ideas”.
Fantasmas, vaporwave y futuros perdidos
¿Cómo es posible que estemos en un aparente estadio fantasmal del pasado, si la tecnología ha avanzado rápidamente? Acevedo expone su tesis: “El neoliberalismo —realismo capitalista, en términos de Fisher— nos exige soluciones a corto plazo, resultados rápidos y una repetición de las formas culturales establecidas. ¿Cómo distinguimos esto? Por supuesto, el progreso tecnológico no se detuvo; y probablemente, se está acelerando, pero hay una diferencia crucial: mientras en el pasado el surgimiento de nuevas tecnologías permitió el ascenso de formas culturales que no conocíamos hasta entonces, hoy estas están subordinadas a la reproducción y la renovación de lo que ya descubrimos. Aquí entra en juego la economía de la atención, la sobreabundancia de información en las redes y el agotamiento que conlleva”.
Podemos encontrar esta repetición tecnológica en algunas propuestas actuales, como el resurgimiento del arte pixel y la música chiptune en algunos juegos independientes. Como una suerte de ironía, los avances terminan siendo utilizados para recrear e imitar viejas formas tecnológicas en un anhelo por capturar su esencia pasada.
Volviendo al ámbito musical, si tuviéramos que definir un género nativo de internet que ejemplifica a cabalidad el concepto de hauntología, el vaporwave sería su hijo dilecto. Este universo remite a una época en la que los avances en el campo de las tecnologías de consumo prometían un futuro alentador y lleno de posibilidades. Su imaginario sonoro y visual se caracteriza por el arbitrario uso de referencias a esculturas clásicas, títulos escritos en caracteres japoneses, gráficas de sistemas informáticos y videojuegos de décadas pasadas. Todos estos elementos confieren a la música un carácter extraño e inquietante, y la ubican en un espacio estético e histórico indefinido.
Paraguay tuvo exponentes musicales que se inclinaron por ese estilo. Nicolas Dedoff, más conocido como Riverwave, es uno de los referentes a nivel local. Mediante su EP Surubi Spirit, apareció en la antología Vaporwave Archives 2009-2019 y en el libro Vaporwave Essentials Guide, ambos publicadas en Japón por el sello New Masterpiece.
Para el musicólogo Adam Harper, el vaporwave institucionaliza la insatisfacción del presente, la añoranza de otros futuros posibles en el tiempo y el anhelo de una modernidad alternativa. El teórico expone que la regresión cultural que hoy padecen las propuestas musicales nativas de internet son, probablemente, una respuesta subversiva a la tecnodecadencia del capitalismo tardío.
“Internet y el avance de las telecomunicaciones móviles alteraron cómo reconocemos la realidad. Un ejemplo clave sería el celular, que hoy es una extensión del cuerpo. Esto puede ser una sintomatología para entender la hauntología, ya que la experiencia que tenemos mediante su uso no nos permite articular o pensar el presente —ni mucho menos proyectar el futuro— por fuera de él”, explica el teórico.
Buscando fantasmas locales
En la película Memento (2000), de Christopher Nolan, el protagonista Leonard Shelby sufre de amnesia anterógrada. Durante el transcurso del filme vemos sus remembranzas permanentes hasta cierto punto en su vida, pero también que es incapaz de crear recuerdos de su presente. Su solución para orientarse sobre los cambios que existen en el mundo es a través de fotos, notas y tatuajes.
¿Cómo conectar Memento con el espectro hauntológico? La condición cultural actual es como la amnesia anterógrada que sufre el personaje, aunque en nuestro caso se da de manera colectiva: incapaces de crear nuevas formas culturales, nos vemos obligados a buscar materiales retrospectivos que nos sirvan de orientación, para reformular los recuerdos sobre el futuro, ya que olvidamos cómo construirlos en el presente.
¿Hubiéramos podido anticipar esta existencia dentro del umbral hauntológico? En palabras del licenciado Raúl Acevedo, el ámbito académico siempre tuvo un carácter intuitivo sobre estos temas: “Ya en los 80, el teórico Fredric Jameson criticó la condición cultural posmoderna y predijo que estaría cada vez más caracterizada por el resurgimiento y la imitación. El modo nostálgico de Jameson se entiende como una consecuencia del abandono modernista de crear formas culturales innovadoras, adecuadas a la experiencia contemporánea. Esto se aplica totalmente aún en la actualidad e, incluso, es clave para entender, por ejemplo, el fenómeno del retrofuturismo o la tesis contemporánea que propone Mark Fisher sobre el tema”.
¿Podríamos aplicar la tesis de la hauntología a nuestra experiencia local? “En los últimos tiempos he notado que en la escena musical asuncena hay un auge de bandas que exploran sonidos retro y que incluso lo subrayan estilísticamente en sus fotografías promocionales. También existe un apogeo de ferias de segunda mano o de marcas que apuestan por tipologías de los 60, 70, 80 y 90. ¿Podría ser un fenómeno que se ajusta a la hauntología? Me gustaría creer que sí, pero habría que dialogar más a profundidad para entender de dónde viene esta sintomatología”, reflexiona Acevedo.
Mundos que conectan
¿Encontraremos la salida de este estadio en algún momento? Las formas culturales y familiares que no nos dejan avanzar recuerdan al videojuego Worlds (1995). Este videogame multijugadores fue muy popular, pero, con el tiempo, quedó completamente abandonado ante la aparición de nuevas propuestas de simulación virtual online.
Si consideramos al videojuego como un espacio material, estaría convirtiéndose en ruinas, pero su naturaleza digital le impide deteriorarse. Una estructura que no puede decaer es un espacio donde resulta imposible replantearse ni dar paso a nuevas estructuras. El resultado es una arquitectura virtual claramente obsoleta que no cambia y se arrastra espectralmente por los anales de la web.
Worlds es un lugar atascado en el tiempo, un mundo que recuerda a nuestro presente.
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