Los niños y el uso seguro de la tecnología
La tecnología ha cambiado nuestras vidas de manera irreversible. Lidiar con los dispositivos es algo de todos los días, pues estamos siempre conectados. Con la ayuda de tres expertas en psicología nos adentramos en el otro lado de la pantalla: la mente de los niños y adolescentes, para descifrar cómo lograr una interacción positiva con esta realidad.
Por Katherine Meza. Collage digital por Betania Ruttia.
Es indiscutible que el confinamiento ha desatado en los más jóvenes del hogar una mayor cantidad de tiempo tanto de estudio como de ocio en pantalla, que resultó en el aumento del uso de dispositivos en niños, niñas y adolescentes, quizás en el mayor de la historia, lo cual no quedará sin consecuencias. Por un lado, la industria de la tecnología duplicó su fortuna y, por supuesto, sus adeptos; por el otro, padres y tutores encontraron allí una excelente niñera virtual, para entretener a los chicos de una manera que creen segura pero que, si no se controla, puede tener efectos nocivos.
La postura de la psicóloga Gabriela Casco Bachem ante este tema es bastante contundente. “Es necesario actuar con criterio y cuestionarse, ¿acaso es normal ver a un niño alienado, que prefiere el iPad, las tablets, los celulares o los videojuegos, a una experiencia real de interacción con los demás? Cuando están tantas horas frente a los videojuegos, ¿no sentimos que algo nos carcome? Sabemos que no está bien y que, aunque sea una escena normalizada hoy, el hecho de ver chicos con pantallas por todos lados no significa que así deba ser. No es normal que un niño de tres años esté quieto, que uno de siete no investigue o que un adolescente no lo esté cuestionando todo y a todos. No debe ser normal que estén todos ‘calladitos y quietitos’, como lobotomizados”, afirma.
La tecnología interactiva —donde hay una actitud activa del chico, como los juegos y redes sociales— libera dopamina, neurotransmisor del placer.
Esta preocupación tiene fundamentos certeros, según Carolina Pérez Stephens, máster en Educación de Harvard. La tecnología interactiva —donde hay una actitud activa del chico, como los juegos y redes sociales— libera dopamina, neurotransmisor del placer; y también cortisol, hormona del estrés, lo que provoca un “cortocircuito” cerebral que mata neuronas de la ínsula, estructura conectada al procesamiento de las emociones.
En la actualidad, vemos una gran cantidad de chicos pegados a las pantallas sin ningún tipo de límites; estos podrían estar potencialmente en peligro a la adicción a la tecnología. Una experta en el tema, la psiquiatra infantil Victoria L. Dunckley, titula esta adicción como ESS (Electronic Screen Sindrome o Síndrome de Pantallas Electrónicas), que se da cuando hay cambios importantes en los chicos, lo suficientemente grandes como para afectar cómo se sienten, piensan, se comportan y socializan. La falta de atención en clases, las reacciones emocionales exacerbadas, el nulo contacto visual y la poca tolerancia a la frustración son algunos de los síntomas que los padres deben atender.
“Es momento de abrir los ojos. Hay depresión en niños menores de seis años, que empiezan a jugar con el celular de bebés; el suicidio como salida para adolescentes que atraviesan situaciones como ciberacoso; problemas como miopía, trastorno por déficit de atención e hiperactividad, insomnio; todos relacionados con la interacción exagerada con estos dispositivos. La idea de dar a conocer esta información no es satanizar”, asegura la psicóloga y agrega: “Conocer sus implicancias en la salud mental puede llevarnos a una conciliación y un equilibrio con su forma de uso, para que nosotros podamos manejar nuestros dispositivos y no al revés”.
El cerebro de los niños y adolescentes podría desarrollar más fácilmente dependencia, pues debido a su inmadurez se inclinan a formas más inmediatas de liberar dopamina. Esto se debe a que son etapas difíciles y angustiantes, y cualquier factor externo resulta efectivo. Si desde corta edad uno es expuesto a las pantallas, es difícil que el cerebro, que ya accedió a tanta satisfacción inmediata, encuentre o intente buscar después formas más “reales” de gestión emocional.
Ante la incógnita de cuál podría ser la alerta acerca del abuso de las pantallas, Casco Bachem nos cuenta que es fácil observar cuando existe adicción, pues a los niños les motiva más una pantalla que la vida misma. Y en ese caso, ¿qué sucede dentro de sus mentes? Para comprender mejor, ella explica que primero es importante saber que la cantidad de neuronas con la que nacemos es limitada, he ahí la importancia de cuidarlas. Cuando el chico es adicto, por diferentes motivos, esas neuronas quedan en pausa y otras están muriendo. Lo que sucede cuando se pausan, por ejemplo, viendo televisión, es que no son dañadas, pero tampoco realizan sinapsis neuronal, es decir, no se conectan y por tanto no hay aprendizaje. Ahora, si hay un “cortocircuito neurológico”, una producción exagerada de dopamina y cortisol, que se provoca cuando se abusa con los videojuegos o redes sociales, algunas neuronas mueren y ya no pueden recuperarse.
Las consecuencias del desmedido uso de dispositivos podrían ser bastante problemáticas para los chicos, tanto en sus relaciones sociales como en su conducta y su capacidad de gestión emocional. Según Carolina Pérez Stephens, familiarizada y difusora de las últimas investigaciones de neurociencias, los videojuegos liberan tanta dopamina y cortisol que la amígdala —región donde se gestionan la empatía, el amor y la tolerancia, así como el miedo, el pudor y la preocupación— se inhabilita. La desensibilización es otra posibilidad debido a los juegos violentos o demasiado competitivos. No quedan atrás trastornos físicos visibles como miopía, insomnio, obesidad, ansiedad e incluso depresión, esta última debida a la disminución de interacciones personales, falta de creatividad y un muy bajo nivel de frustración generado por la adicción a la tecnología.
Según la psicóloga, no podemos crear consciencia sin entendimiento; es por eso que insta a los padres a tener una charla abierta con sus hijos acerca de cómo comenzar a implementar un uso saludable de los dispositivos. “Se les debe explicar por qué deben pasar menos tiempo frente a las pantallas. Si solamente se les prohíbe, sentirán más ansiedad, rechazo y rencor hacia uno, porque pensarán que se les sacó una parte de sus vidas de forma arbitraria”, detalla y continúa: “Hay que decirles bien por qué les hace daño y ver con ellos películas o documentales al respecto, tales como El dilema de las redes sociales, de Netflix”.
A causa del uso exacerbado de pantallas, por la cantidad de clases virtuales más las horas de ocio, noté consecuencias en los procesos de aprendizaje, sobre todo en los más pequeños.
Alicia Angulo, psicopedagoga.
A través de las experiencias de sus consultas, la psicopedagoga Alicia Angulo fue testigo también del impacto negativo de la virtualidad, tanto en el ámbito social como académico: “A causa del uso exacerbado de pantallas, por la cantidad de clases virtuales más las horas de ocio, noté consecuencias en los procesos de aprendizaje, sobre todo en los más pequeños, en quienes el aprender debe suceder de manera concreta: jugando, experimentando, compartiendo con el otro”. Los padres también le manifestaron su preocupación, porque muchos chicos no avanzan en su educación, sobre todo en lectoescritura, principal motivo de consulta hoy. La falta de lugares para socializar por el aislamiento es otra intranquilidad.
“Es importante resaltar que las consecuencias del uso desmedido de aparatos tecnológicos no solamente se limitan a lo cognitivo; se puede observar sobre todo dificultades en el lenguaje, la interacción con otros, sus habilidades motoras ‒ya sean finas o gruesas‒, en la resolución de problemas, la calidad del sueño y, sobre todo, sus habilidades sociales. A muchos cada vez les cuesta más concentrarse, todo les parece aburrido en el mundo real”, confiesa con inquietud Angulo.
Para ella, los adultos deben acercar a sus hijos a ocupaciones que los alejen más de las pantallas; que generen propuestas atractivas según su edad e interés particular. Con los más pequeños, la mejor opción son las actividades de vínculo e interacción, en lo posible al aire libre: juegos de mesa, artes plásticas o deportes. Con los adolescentes es importante hacerles participar en la toma de decisiones sobre lo que pueden realizar, saber si les gustaría aprender algo nuevo (como un idioma, deporte o instrumento musical) o simplemente lo que disfrutan.
“La tecnología puede ser un apoyo importante para los chicos, ya sea como un dispositivo de comunicación, acceso a actividades o para relacionarse con otros. Es una herramienta que debería usarse sin abusar”, asegura. Pero la psicopedagoga Angulo dice que los padres, madres y educadores deben conocer las ventajas y desventajas, e involucrarse de manera más activa, poniendo atención a lo que los chicos realizan en las pantallas para comprender por qué les gusta tanto. Pues una vez que los tutores entiendan, será más fácil para ellos guiarlos y establecer las pautas necesarias. Por último resalta que, por sobre todo, los adultos deben ser buenos modelos en el uso correcto de la tecnología.
Límites y desconexión
¿Cuán importante es monitorear a los chicos sobre el uso de pantallas? La psicóloga Josie Vuckovich, especialista en Crianza y Educación, responde: “Me gusta el paralelismo con el fuego, que fue un gran descubrimiento que vino para quedarse y nos aportó un montón de beneficios. Sin embargo, puede presentar peligros importantes si no aprendemos a manejarlo con cuidado. Así como enseñamos a nuestros hijos a manejar el fuego y ponemos límites, lo mismo debemos hacer con las pantallas”.
Sus tips para alejar a los chicos de las pantallas comienzan por tener normas claras en la casa y evitar la administración de los dispositivos con base en las ganas del momento, porque según asegura, eso lleva a un círculo vicioso. Los padres no deben ceder ante la presión de los chicos pues de esa manera la insistencia será mayor la próxima ocasión. Los acuerdos y horarios evitan que ellos acudan a la tecnología como una forma de escapar al aburrimiento, un patrón que conviene desalentar desde pequeños porque a la larga se vuelve más difícil de interrumpir.
Como especialista, indica que las normas para los niños mayores de cinco años deberían establecerse de manera participativa, así los pequeños podrán elegir el horario de sus programas y actividades que más disfrutan en un tiempo controlado por sus padres. Cuanto mayor en edad, mayor es la recomendación de poner normas claras, pero con más participación y flexibilidad a la hora de escoger las normas. Las consecuencias de incumplirlas deben ser consensuadas previamente.
Generar alternativas es algo de sumo significado para la administración del tiempo con pantalla y sin ella. “Salir a andar en bicicleta, jugar juegos de mesa y juntarse entre amigos con todos los protocolos podrían ser algunas opciones. Existe una iniciativa denominada Screen time vs. green time o Tiempo de pantallas vs. tiempo verde. Esta plantea la idea de que en vez de focalizar la atención en reducir el uso de dispositivos, aumentemos el tiempo de exposición a la naturaleza. Creo que en esto lo importante es tomar pequeños pasos que se sientan adecuados y accesibles para cada familia, sopesando pros y contras”, dice.
Más allá de las caricaturas o videos, también es necesario cuidar el tipo de actividad, pues no es lo mismo estar interactuando en una plataforma como Instagram o TikTok, que viendo una película.
Otra arista que los padres deben considerar es la supervisión del contenido. Más allá de las caricaturas o videos, también es necesario cuidar el tipo de actividad, pues no es lo mismo estar interactuando en una plataforma como Instagram o TikTok, que viendo una película. Las redes sociales están diseñadas para volvernos sensibles a la aprobación social con las reacciones y los comentarios, y eso activa mucho más el circuito de recompensa que ver un filme en la televisión. El co-viewing es esencial, aunque los padres deseen aprovechar el tiempo libre que viene cuando sus hijos están en las pantallas. Los adultos deben hacer un esfuerzo, ver con ellos y luego ir retirando su presencia, hasta volverse intermitentes; estar presentes cuando ellos disfrutan de los dispositivos es necesario, pues no solo permite supervisar el contenido, sino también hablar y reflexionar con ellos al respecto.
El hábito de desconexión empieza por los dormitorios, dice Vuckovich: “El tipo de luz que emiten los dispositivos interfiere con la calidad del sueño. La disponibilidad de este estímulo hace más probable su uso; debemos recordar que las pantallas requieren muy poco esfuerzo y el disfrute es intenso. Si a eso sumamos que están disponibles en la habitación, será casi imposible regular su uso. Además, la mente aprende por asociación; si asociamos la habitación con una estimulación intensa, será difícil que la mente relacione ese espacio con el sueño y la relajación”.
Un tema que genera dudas es la edad ideal para recibir el primer teléfono o tablet. La psicóloga sugiere evaluar algunas variables, tales como:
- La regla promedio de su grupo de amigos.
- Si es un teléfono propio o uno viejo, prestado en ciertas situaciones.
- Si es un teléfono o tablet con o sin chip.
- Si lo tendrán a disposición permanente o en ciertos momentos del día.
“Que tengan el primer dispositivo no es sinónimo de uso indiscriminado, se pueden mantener los cuidados mencionados previamente. Otra regla útil es que a mayor responsabilidad, mayor libertad; si los usan de la manera pactada, seguirán disponiendo de esa libertad; pero si superan su capacidad de autorregulación, el adulto será quien corregule, mientras ellos desarrollan la habilidad necesaria para volver a intentarlo”, expresa.
En cuanto al tiempo adecuado para que los chicos creen un perfil en redes sociales, algunos expertos en el tema sugieren los 13 años de edad, debido a la privacidad y los contenidos de esas plataformas, pues este paso requiere cierta madurez y capacidad cognitiva. Para Vuckovich, lo adecuado es generar una exposición gradual y acompañada hacia un perfil autónomo. “El ser humano es muy sensible al rechazo y a la aprobación social”, explica y detalla: “Y cuando potenciamos eso en una plataforma que ofrece un feedback constante, abrimos las puertas a un problema”.
Siguiendo la metáfora del fuego, las pantallas bien usadas nos dan amplios beneficios; mal usadas, amplios riesgos. El secreto está en regular el uso y observar el impacto en los chicos.
Josie Vuckovich, psicóloga.
Por otro lado, y como algo positivo, las redes sociales nos permiten conocer nuevos mundos. “Un adolescente que siente que no encaja en su grupo de colegio puede encontrar a través de las redes su ‘tribu’, al unirse a grupos de su tema de interés y conociendo gente afín. Siguiendo la metáfora del fuego, las pantallas bien usadas nos dan amplios beneficios; mal usadas, amplios riesgos. El secreto está en regular el uso y observar el impacto en los chicos”, finaliza.
Signos de adicción
- Falta de atención en clases.
- Reacciones emocionales exacerbadas.
- Falta de contacto visual.
- Poca tolerancia a la frustración.
- Falta de empatía.
- Insomnio.
¿Qué es la gestión emocional?
Es la habilidad para manejar las emociones de forma apropiada. Supone tomar consciencia de la relación entre emoción y comportamiento, tener buenas herramientas de afrontamiento y la capacidad para regular las emociones si es necesario.
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