La moda nostálgica de Andrés Báez
Este diseñador de solo 28 años crea prendas que hablan de arte, artesanía, moda y realidad social con una estética que muchos definen como neorromántica, pero de manera completamente única y personal. Hoy, en Pausa, queremos que conozcas mejor a uno de los principales actores de la industria de la moda nacional a través de su historia personal y los logros que acumuló en apenas una década en este circuito.
Por Patricia Luján Arévalos. Dirección de arte: Gabriela García Doldán. Dirección de producción: Betha Achón. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez. Modelo: Antonella Urunaga para Paola Hermann Management. Peinado: Ricardo Acevedo para Zibá Peluquería. Maquillaje: Andrea Iroz para Zibá Peluquería. Locación: Casa Cellario, sede social del Centro Militar, Naval y Aeronáutico.
Su nombre quizá eludió al público general hasta que recientemente Valeria Mazza decidió llevar uno de sus vestidos y lo elevó a la conversación cotidiana. Pero Andrés Báez ya no es un diseñador emergente y los conocedores de la moda nacional lo tenemos en el radar desde hace años por su combinación única de trabajo artesanal, exceso y una especie de filtro que cubre toda su creación con una nostalgia romántica y moderna, lo que convierte cada una de sus piezas en una obra memorable.
La educación artística de sus años de facultad inculcó en Andrés, desde muy joven, la enseñanza de que toda creación debe contar una historia, y las que él cuenta caminan la delgada línea entre diseño y arte, tanto en las formas como en los sujetos de inspiración.
En 2022, el Renacimiento fue la base teórica para su primera colección extensa, concepto que sirve para ambas temporadas, verano e invierno. Este año presentó Louise, basada en la marquesa de Casati, aristócrata de inicios de 1900 que sirvió de musa para el arte y la moda a la par. Pero para Andrés, la idea de arte no se basa solamente en la hegemonía europea; el barroco paraguayo y el artista nacional Alfredo Quiroz también formaron (o forman) parte de su imaginario.
Pasos en secreto
En la realidad, los caminos de la vida nunca son muy directos.
Aunque siempre tuvo un gusto por las artes plásticas y la ropa, Andrés Báez estaba en camino a convertirse en químico cuando, al terminar el colegio, se animó a presentarse al examen de ingreso de Diseño de Indumentaria Escénica y Urbana del Instituto Superior de Arte de FADA UNA. Se preparó para esto en secreto, a escondidas de su familia; estudió sobre arte paraguayo y creó su propio portafolio con pinturas y dibujos a lápiz.
“Lo hice a escondidas porque yo, supuestamente, tenía que ir al cursillo de Química. Me dije que la moda iba a ser un hobby”, recuerda Andrés y sigue: “Mis padres no estaban de acuerdo, pero yo seguí. Un buen tiempo se enojaron porque me volqué a eso, y tampoco entendían muy bien qué era lo que estudiaba, hasta que empecé a presentarme a concursos”. En su primer año de universidad se lanzó a uno de las principales competencias de moda de la época, el Pilar Puro Talento; aunque no ganó en esa oportunidad, al siguiente año quedó en el segundo puesto y esa experiencia lo animó a participar de Paraguay Diseña, donde también alcanzó el podio.
“Mis padres no estaban de acuerdo, pero yo seguí. Un buen tiempo se enojaron porque me volqué a eso, y tampoco entendían muy bien qué era lo que estudiaba, hasta que empecé a presentarme a concursos”.
Era típico de Andrés presentarse a todos los concursos posibles. Lo venía haciendo desde antes de empezar la facultad, cuando ganó una competencia de fotografía para la cual diseñó su primer vestido: un traje hecho con papel diario. “Siempre me gustó el proceso de experimentación y creación. Quería ser científico para crear cosas, existía esa intuición dentro mío”, reflexiona el diseñador que nunca dejó de innovar. Fue justamente esa veta inventiva la que lo ayudó a situarse en la industria desde muy joven, a trabajar con varios creativos y marcas durante sus años formativos y a darse a conocer no solo en el escenario local, sino también en presentaciones colectivas fuera del país.
Andrés empezó a aprender de la moda no solo como un circuito con sus principales jugadores, sino también como negocio en sí. Después de unos cinco años de participar de competencias y trabajar a la sombra de otros diseñadores, optó por la autonomía.
Aunque su deseo para la marca de alta costura que lleva su nombre es que las mujeres vistan esas creaciones de la pasarela, lo que sostiene su empresa, hoy, es lo hecho a medida. Sin embargo, no lo ve como un obstáculo para sus objetivos, sino como una faceta de la firma y un escalón en su historia, y compara a sus clientas —muchas de las cuales llevan ya varios años y vestidos con él— con las mecenas que sostienen su proyecto y le permiten seguir contando su historia.
Mentes colaborativas
Andrés pertenece a una nueva generación de creadores que tiene incorporado el chip colaborativo. Al mismo tiempo (y, quizás, gracias a eso), comprende perfectamente dónde están los límites entre su propia creación y la de los demás; desde los desfiles en colaboración de los que participó durante su carrera universitaria.
El concepto fotográfico de cada nueva colección es un ejemplo de este pilar que sostiene su ética laboral. Como director creativo de su marca, idea un concepto que luego plasma en sus prendas en su faceta de diseñador, y que más adelante debe tener una relación visual con lo que se verá en sus redes sociales y catálogos. En este proceso incorporó, hace ya muchos años, la colaboración del estilista Matías Irala, uno de sus amigos y colaboradores más cercanos, que demostró una capacidad soberbia para trasladar a las campañas la estética romántica y oscura (como más de una persona ha descrito) de Andrés Báez.
El diseñador enfatiza la tranquilidad que viene con poder depositar su confianza en otros profesionales. Con ellos comparte diálogos sobre la filosofía del arte y los códigos sociológicos de cada concepto inicial, y confía en su capacidad para traducir esa idea al campo que le compete. Hoy por hoy, el espacio de venta y atelier de Andrés Báez se encuentra dentro de un club de mujeres, una tienda multimarcas que alberga otras firmas que atienden distintas necesidades femeninas. En lo que se podría considerar una evolución natural del negocio, una racha de suerte, un desafío y una oportunidad, todo al mismo tiempo, el lugar fue quedando pequeño para las necesidades del diseñador y se encuentra en la búsqueda de un sitio más grande que pueda albergar el taller de costura, el showroom y la atención a las clientas.
Esta coincidencia hace propicia otra idea que se viene gestando dentro suyo desde hace un tiempo: abrir el taller de costura a los ojos de las clientas a través de una pared de vidrio que se conecte con el showroom, para acercar así a las mecenas de Andrés y las costureras que hacen la ropa que ellas visten. Él es consciente del valor de la técnica y siempre quiso la posibilidad de mostrar quiénes cortan, cosen y bordan sus conceptos, las personas que comparten con él la parte más minuciosa y difícil del día a día.
Seis grados de separación
Si hay algo que puso el nombre de Andrés Báez en boca de todo el mundo este año fue el vestido que llevó Valeria Mazza durante su participación en el festival Starlite, de Marbella (España). El traje de organza natural fucsia, con un entramado de cordones al bies realizado de manera enteramente artesanal, causó revuelo en internet, cuando miles de espectadores aplaudieron la pieza y a la persona detrás del diseño.
Esta oportunidad nació a raíz de una de sus campañas fotográficas y la conexión entre Matías Irala y un estilista de Valeria Mazza, quien captó sus diseños y contactó con Andrés pensando que era un nuevo diseñador argentino. Fue la colección Renaissance (2022) la que llamó su atención, y a partir de ahí creció una relación a través de Instagram (@andres.baez1), que se materializó a inicios de agosto y continúa hasta hoy.
Para sorpresa del estilista de Valeria Mazza, Andrés le respondió que solo vendía en Paraguay, pero eso no impidió que le invitara a enviar algunas opciones para presentar a la celebridad argentina.
Andrés explica que él no sabía para qué evento u ocasión remitió esa propuesta, pero no pudo negarse a esta oportunidad y el riesgo trajo ganancia consigo: Valeria eligió este look súper Barbiecore y lo lució en una vidriera internacional y multitudinaria.
Luego de este suceso que, sin duda, revolucionó el mundo de Andrés, llegó la oportunidad de desfilar en el Argentina Fashion Week. El mismo estilista que lo fichó a través de Instagram (quien ya le pidió más vestidos para la modelo, te lo contamos acá en Pausa) le puso en contacto con el director del evento fashionista y a inicios de setiembre fue aplaudido por un público que se enamoró de Louise.
Louise
Así se titula la colección 2023 que Andrés Báez desarrolló en cápsulas para el invierno 2023 y que luego expandió para el verano 2023-2024 —unas 10 prendas más que presentó en el marco del Argentina Fashion Week—.
Sucede que Andrés Báez no se contenta con el mero certificado de participación: él busca más. Quiere deslumbrar, encantar y perdurar; su objetivo es despertar las emociones de su público con un vestido tal cual podría hacerlo un pintor o un escultor con una pieza. Andrés no provoca en el sentido clásico de la palabra, sino que incita al pensamiento con sutileza, desviando nuestros ojos hacia los detalles.
Esos detalles son los que llevan a una lectura “oscura” de su trabajo. El romanticismo está presente tanto en las plumas como en los jardines que retrata tan maravillosamente en sus bordados, pero la forma en que incorpora colores inesperados en esos paisajes, tinturas artesanales en sus composiciones y hasta brillos que simulan una cota de malla, trae ese sentimiento a la contemporaneidad.
Andrés se declara nostálgico y sus creaciones transpiran esa añoranza, casi un anhelo de una época que no experimentó. Si bien Louise está inspirada en una persona real que vivió hace 100 años, cuyo estilo fue tan icónico que la convirtió en musa de grandes marcas de moda en uno de los tiempos más glamorosos de la industria, también puede contarnos mucho sobre las sensibilidades del diseñador.
Hasta el retrofuturo, esa idea que tenía la humanidad sobre lo que serían el milenio y la tecnología durante los años 20 y 30, marca presencia en la colección. ¿Dónde lo vemos? Andrés comenta que lo ilustró con corsés de metal y distintos elementos ornamentales.
Como creador, también sabe que no puede sustraerse de la realidad que lo rodea. Así fue que perdió el miedo, hace mucho tiempo, de cometer excesos en sus looks. Él lo hace como un ejercicio creativo y un comentario social sobre el lujo contemporáneo en nuestro país. Pero, con una sonrisa, afirma que está sujeto a lo que se conoce como “la muerte del artista”. Su obra deja de ser suya desde el momento en que otro la adquiere y la viste, y él está de acuerdo con eso.
Es esta estética neorromántica, que no rehúye al eclecticismo, la que convirtió a este diseñador y artista en uno de los favoritos de la actualidad. Y desde acá estamos muy emocionados por ver qué tipo de futuro (no el retro, sino el real —si existe tal cosa—) nos traerá Andrés Báez.
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