Nota de tapa

Belén Cubilla

Una fuerza interpretativa

Impulsada por una pasión tangible hacia el espectador, Belén Cubilla construyó su camino artístico mediante la expresión y el autoconocimiento a través del teatro. La actriz, radicada en Francia, nos comparte su visión, sus convicciones y también sus frustraciones, y da así un vistazo colorido a sus matices como artista y como persona.

Por Nadia Gómez. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez. Imágenes adicionales: gentileza de la actriz.

Bajo una luz cálida y encandilante estaba parada Belén Cubilla, de frente al público, en una de las escenas de Hoja de vida, la primera obra que presentó en Paraguay luego de casi dos décadas fuera del país, en febrero de este año. Era la última de las tres únicas funciones y, en medio de esta, cruzó muy tranquilo un pequeño insecto volador, al que Belén no ignoró, sino que lo siguió con la mirada y el cuerpo, con el asombro de una niña, hasta que finalmente desapareció del escenario. Un gesto tan honesto e inesperado que siguió con el tono del resto de la puesta: presencia fulgurante y memoria viva.

Hace 17 años que Belén decidió migrar y desarrollar su carrera y búsqueda artística en Francia. Actualmente codirige la compañía de teatro Le Sonar, con su compañero de vida, Benoît Plouzen-Morvan. Ellos y su equipo, compuesto por cinco personas, trabajan para hacer proyectos de manera constante, responder a diferentes convocatorias en los niveles regional y nacional, así como preparar espectáculos. Le Sonar comparte oficina, de manera gratuita, con otras compañías artísticas y relacionadas con el rubro de eventos, gracias al apoyo de la ciudad de Brest, lugar donde ella se encuentra instalada.

La compañía funciona por espectáculos y realizan uno cada dos años aproximadamente. En este 2022 trabajan en la obra Vivos, que será estrenada en noviembre y de la cual pudimos vislumbrar un pequeño avance durante la puesta Hoja de vida. Pero no todo es trabajo; los momentos de ocio, Belén y su familia los viven en su huerto y en el mar. “Tenemos una huerta en el campo, cerca de la ciudad donde vivimos. Cultivamos en familia con mi marido y mi hijo de cinco años. Vivimos en una región de pescadores, entonces también pescamos en nuestro pequeño barquito”, comenta.

La experiencia de migrar en búsqueda de horizontes más amplios, de reconocer y darle voz a esa pasión que mueve el deseo, y el coraje de apostar a la creación artística como motor de vida son trazos que fue dibujando fuera de los límites geográficos de Paraguay, salpicada por el inmenso e inconfundible carácter de la impronta de su país de origen.

“Fui a buscar técnica, pero la inspiración y la fuerza las llevé en las maletas”, detalla y recuerda su formación en su país natal, de la mano de artistas con una visión libre, parte de ella en el Instituto Municipal de Arte (IMA), con compañeros, maestros y maestras que hasta hoy se encuentran presentes en su trabajo, entre ellos: William Valverde García, Agustín Núñez, Tana Schémbori, Juan Carlos Maneglia y Jorge Báez.

El teatro como medio de autoconocimiento

El teatro, como una de las ramas de las artes escénicas, nos permite un encuentro único entre actores y espectadores en el cual presenciamos, escuchamos, sentimos y vivimos historias. Leemos los cuerpos y gestos de los intérpretes mientras nos guían por un recorrido multisensorial: “Para mí, crea lazos sociales. Vamos en grupo a escuchar historias y ver a otra persona como reflejo de nosotros. Nos ayuda a ser más humanos”.

Eso nos lleva a contemplar una realidad poco alentadora: hacer teatro en Paraguay es una odisea constante. Luego de retornar para la puesta de Hoja de vida y experimentar las condiciones en nuestro país, Belén ve difícil la posibilidad de volver. “Mis colegas son despreciados y sacrificados por el Estado, lo que imposibilita todo proyecto de retorno. La gente no se merece lo que está sucediendo, la nación se quema literalmente”, comenta.

Imagen de Christine L. Gentileza.

En este sentido, el covid significó un golpe duro al sector de las industrias creativas. El instinto de comunidad y organización de los trabajadores fue lo que mantuvo a flote al rubro. “En plena pandemia demostraron su profesionalismo llevando de comer a cada uno de los colegas. Ese trabajo que el Estado no supo hacer, ellos y ellas lo realizaron con el sudor de su frente”, recalca. Ella siente mucha admiración por sus compañeros, cree que las propuestas teatrales son muy buenas y, sobre todo, conectadas con el mundo.

Reconoce que crear en un país como Francia es duro; sin embargo, se siente respaldada social y económicamente. Aun así, no olvida sus raíces. “Nada puede sacar a Paraguay de mi corazón, ya que mi inspiración constantemente me trae hasta aquí”, acota. El teatro, más que una profesión, es también una herramienta a través de la cual Belén se comprende a sí misma, que la ayuda a visualizar la sociedad en la que vive.

A la hora de llevar a cabo un nuevo proyecto, la vía por la que apuesta es la creación colectiva. “Ya estoy harta de los líderes. Juntos pensamos y sentimos mejor. Creo en la organización horizontal de las cosas. Mientras más compartamos responsabilidades, más ligera es la carga mental, y eso le hace bien al ego”, adhiere.

Una faceta importante en la vida de la actriz es ser mamá, lo cual también incide en su visión y trabajo como artista. Al respecto, afirma que a través del feminismo lleva una maternidad serena. “Al expresar nuestros derechos somos menos ansiosas, transmitimos paz a nuestros bebés”, agrega. Sabe que aunque resida en un país avanzado en materia de igualdad, la carga laboral y mental en los hogares todavía afecta a las carreras profesionales de ellas: “Como artista, soy consciente de que la maternidad me acerca más al ser humano y desarrolla en mí más amor hacia la mujer”.

En sus proyectos actuales, Belén aprovecha para hablar acerca de lo que vive la humanidad dentro de una sociedad que sigue destruyendo su hábitat. “Quiero indagar en qué lleva al ser humano a estar tan alejado de la naturaleza y de los otros seres que lo rodean. Todo esto a través de cierto humor. Me gusta poder reírnos de nosotros mismos”, agrega. La comedia es una pieza inevitable de su trabajo creativo bajo la creencia de que nos permite digerir mejor las cosas.

Imagen: Gentileza.

El arte no es una entidad ajena a los factores sociales y políticos; más bien, se nutre de la memoria de ellos, de las experiencias y del imaginario colectivo. Belén considera un tema en sus proyectos el hecho de que, como personas, debemos resistir a tanta desidia en materia social y ambiental. “El mundo se está acabando, tenemos que encontrar lazos humanos que nos ayuden a defender nuestros derechos y nuestra tierra”, agrega.

En el libro El mito del arte y el mito del pueblo, del curador y crítico Ticio Escobar, se aborda una aproximación a la definición de arte: “Esa manipulación de formas sensibles que perturba la producción del sentido”. ¿Qué significa eso? Lía Colombino, museóloga e investigadora, explica que el arte, entonces, debería alterar de alguna forma el sentido normalizado en que estamos inmersos, en el libro Contar el arte, de la Fundación Texo.

Vemos esta concepción en el trabajo artístico de Belén, y todo esto sin perder el espíritu lúdico que posee el teatro. “La verdad, nunca quise dejar de jugar. Cuando uno es niño se crea todo un mundo y sueña mucho. Luego la sociedad te enseña a solo trabajar para ganar dinero. Se va la magia y las cosas carecen de sentido. Nunca quise perder la imaginación”, comenta. El teatro mantiene viva su creencia en el ser humano, y a pesar de los altos y bajos, la llena de energía vital.

Este es un año muy importante para Belén y su compañía de teatro. En noviembre verá la luz por primera vez una obra que coescribió, que se presentará en un teatro público. “Esto representa años de trabajo en un país competitivo como Francia”, explica. Su 2022 empezó con el estreno de una puesta sumamente personal en su país de origen, y culminará con este hito importante para su carrera profesional en Europa.

Su hoja de vida

Tras 17 años —dos de encierro por la pandemia—, Belén volvió a Paraguay a ofrecer su trabajo creativo y personal sobre las tablas ante el público nacional. El escenario estaba casi vacío, a excepción de una cebolla, una botella de agua, una pantalla blanca y el músico y actor Cala Del Puerto, que se encargó de la musicalización. Esto, sumado a su imponente pero calma presencia, llevó al público a un recorrido por su presente de actriz profesional en Francia, y luego más atrás, a sus inicios y la evolución de sus creaciones.

Ella se refiere a la obra como una ofrenda, algo que tenía que salir y ser compartido. “Hay mucho sobre los duelos, también. Fue una especie de homenaje a figuras artísticas que ya no están. Estos últimos años reflexioné bastante sobre lo que significa sentirme viva, y cuando la gente se te va, te da la pauta de que hay que vivir hoy, aquí y ahora, y no dejar de compartir”, explica. La obra, definitivamente, fue un viaje constituido por momentos cómicos, contemplativos y conmovedores.

La puesta en escena habla esencialmente de momentos clave en que la actriz aprendió a conocerse a sí misma y a domar su ego. La vimos interpretar a Mariane, de El avaro, de Molière, como parte de sus múltiples audiciones en París. Luego pasó a una parte de su interpretación en Christine L, una obra escrita, dirigida y actuada por ella y dos colegas suyas, en la cual interpreta su versión contemporánea de Medea, una mujer que, por sufrir los sometimientos de su marido, pierde la cabeza y se transforma en un monstruo.

En medio de sus personajes, narraba al público su búsqueda como artista, y cómo cada experiencia la guió hasta donde está actualmente. Uno de los primeros personajes que presentó fue el de la obra Vivos, que se estrena en noviembre, acerca de una mujer que pierde su esencia lejos de su país y, para volver a encontrarse a sí misma, revive memorias de pájaros que recordaba de su infancia.

Fue el cierre —incisivo e inesperado— el que marcó el punto alto de la propuesta. La historia de un personaje que no se materializó fue el puntapié para culminar con un homenaje a Renate Costa, cineasta paraguaya. La voz de Renate se hizo presente en la sala, en medio de una atmósfera emotiva sin igual. Si hablamos de homenajes y ofrendas, podemos decir que la sinceridad y la presencia genuina de la actriz lograron que la obra trascienda las fronteras del escenario y de la sala.

De esta experiencia, Belén destaca las ganas de trabajar en conjunto con la Embajada de Francia y la Alianza Francesa: “Quiero crear proyectos culturales y de desarrollo en cooperación con mi segundo país. Creo que tenemos mucho por hacer y por aportarnos mutuamente”.

Una carrera internacional

Llegó a Francia en 2005, donde obtuvo la licenciatura en Artes y Espectáculos en la Universidad Paul Valéry de Montpellier. Ingresó al Conservatorio Nacional de Región de Montpellier y en 2008 a La ESAD (Ecole Supérieure d’Art Dramatique de la Ville de Paris), dirigida por Jean-Claude Cotillard. Desde el 2011 colabora con Chloé Duong y Eva Rami en las creaciones C h r i stine L y Ils étaient une fois.

En el 2014 dirigió Macario, de Juan Rulfo, y fue seleccionada entre los 10 artistas egresados de las escuelas nacionales de Arte Dramático en toda Francia. Gracias a esta selección, participó del Festival du Jeune Théâtre National, JT14.

Durante tres años colaboró con el Théâtre de la Cité Internationale (TCI) como joven directora en el liceo R. Doisneau de Corbeil Essonne, de la especialidad Teatro. También con el Théâtre de la Ville en los primeros talleres de arte en la escuela pública de París. Fue intérprete para Kevin Thébault en Jeunesse, Marcus Borja en Theathre y Léonor Canales en A vif.

En el 2018 fundó la compañía teatral Le Sonar con Benoît Plouzen Morvan, con la que creó el espectáculo Vivos. Está instalada en la ciudad de Brest desde el 2017, donde también creó Cabanason, un espectáculo sonoro en el espacio público, y dirige talleres de creación teatral en la Maison du Théâtre, en Brest.

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