La otra epidemia de 2021
Entre las muchas aristas de la salud mental, la relación con el empleo cobró protagonismo cuando la pandemia nos obligó a encerrarnos y convertir nuestros hogares, espacios de descanso y ocio en una extensión de la vida laboral. Es en este momento único de la historia cuando resurge la conversación sobre el síndrome de burnout, concepto acuñado hace 40 años para describir el desgaste psicológico, el agotamiento emocional y la insatisfacción personal en el contexto de trabajo.
Por Patricia Luján Arévalos
La expresión salud mental ha sido utilizada hasta el hartazgo este último año; pero lejos de verse relegada a un segundo plano, la conversación persiste porque el problema sigue más vigente que nunca.
En primer lugar, es necesario conceptualizar aquello que buscamos discutir. “Existen diversas concepciones de salud mental en el contexto de la salud pública; organismos como la OMS y la OPS la definen como un estado de completo bienestar físico, mental, social; y no solo la ausencia de enfermedades”, explica Mónica Britos Esquivel, magíster en Psicología, y agrega: “Abarca la autopercepción que desarrolla una persona sobre su estado de salud, es decir, las habilidades y competencias desarrolladas en el proceso de adaptación en función a su plan de vida establecido, en el que median múltiples factores genéticos, biológicos y socioculturales”.
A la hora de traer a colación la salud mental personal o de la población, la sensación de rechazo general es palpable. Quizás mucho tiene que ver con la opinión de la generación anterior, que tiende a negar la existencia de una problemática; tal vez también con la falta de acceso a recursos, tanto en materia de información como de asistencia terapéutica. Pero ignorar el problema no hace que desaparezca, y de eso sí podemos estar seguros.
Desde el comienzo de la pandemia, organismos internacionales como la Organización Panamericana de la Salud (OPS) advirtieron sobre los posibles efectos del encierro y la incertidumbre. Un estudio realizado en Paraguay y publicado en la Revista Científica de la UCSA, Vol. 8 N.° 1, en abril de 2021 encontró que el 22,9% de las personas encuestadas presentó un alto nivel de ansiedad durante el lapso de aislamiento preventivo establecido por el Gobierno. El artículo Factores sociodemográficos asociados a la desesperanza y ansiedad en el periodo de cuarentena por covid-19, en personas que residen en Paraguay, firmado por Mónica Britos Esquivel, Rocío Elizabeth Estigarribia, Jessica Rocío Ferreira Moreira y José Antonio Valenzuela Almada, del Centro Psicológico Jerovia, evaluó a 1340 hombres y mujeres de 18 a 81 años durante el periodo de cuarentena.
El bienestar en el espacio laboral
Este mismo estudio evaluó dos aspectos muy significativos de la dimensión laboral: el nivel de ingresos y el empleo. Según sus resultados, las personas que ganan más del salario mínimo presentan una expectativa más positiva sobre el futuro y el bienestar, en comparación con quienes reciben igual o menos. De los 1340 sujetos consultados, 607 declararon no poseer un trabajo fijo al momento de la investigación; y se encontró que los desempleados presentan expectativas más negativas sobre el futuro y el bienestar en comparación con aquellos que cuentan con un trabajo.
A la par que estos números se gestaban, medios de prensa de todo el mundo se hacían eco de las disconformidades de los empleados, quienes, en muchos casos, se vieron sometidos a niveles de presión inesperados. Existen diversos estudios que ponen bajo la lupa el estrés del personal de la salud y su contexto particular, pero la realidad es que todo tipo de trabajadores han manifestado un aumento en fatiga e insatisfacción laboral, acompañada en algunos casos por una disminución del salario y un aumento de microgerenciamiento por parte de los superiores durante los periodos de home office.
En redes sociales, el lugar predilecto para catarsis gratuita, los comentarios repiten infinitamente el mismo patrón de mecanismos de presión de parte de los jefes. Estos incluyen la recepción de mensajes y llamadas fuera del horario laboral (incluso domingos); la exigencia de encender las cámaras de los dispositivos durante toda la jornada, sin resguardo de la privacidad del hogar de cada individuo; y el incremento de responsabilidades o funciones laborales sin aumentos salariales y ni consulta previa. Todo esto delimitado por el contexto de encierro, escasa socialización e incertidumbre sobre el futuro.
Mentes quemadas
Estas situaciones se conjugaron en un cóctel peligroso, la tormenta perfecta: una crisis de mentes “quemadas”, síndrome conocido como burnout.
Para navegar esta compleja realidad, consultamos con la magíster Mónica Britos Esquivel, con registro profesional n.° 2131, quien cuenta con una maestría en Psicología Clínica con mención en Psicoterapia, y es psicoterapeuta en el Centro Psicológico Jerovia; una de las autoras del estudio Factores sociodemográficos asociados a la desesperanza y ansiedad en el periodo de cuarentena por Covid-19, en personas que residen en Paraguay.
Britos Esquivel se remonta a los principales planteamientos conceptuales establecidos por estudiosos como Maslach, Jackson y Gil-Monte, entre otros, para explicar el burnout. “En los 70 analizaron el abordaje de la transformación del mundo laboral y el desarrollo de las nuevas tecnologías a partir de los factores de riesgo psicosociales que afectan la calidad de vida y el bienestar de las personas”, dice la profesional.
El burnout fue definido por la psicóloga Christina Maslach y la especialista en recursos humanos Susan E. Jackson en 1981 como “un síndrome psicológico de agotamiento emocional, despersonalización y la reducción en la realización personal, es decir, una evaluación negativa de los logros personales en el trabajo y con las personas, lo que genera que se sientan descontentas consigo mismas e insatisfechas con sus logros en el contexto laboral”.
Maslach plantea que el desgaste psicológico se da a partir de una exposición crónica al estrés. En sus palabras: “Cuando se presentan unas condiciones laborales en las cuales no se reconoce el lado humano del trabajo, se genera una distancia entre la naturaleza del empleo y la de las personas, lo cual ocasiona un mayor riesgo de desarrollo del burnout”.
Actualmente se considera que el burnout tiene tres dimensiones: el agotamiento extenuante, el sentimiento de cinismo y desapego hacia el trabajo, y una sensación de ineficacia y falta de logros. ¿Te suena familiar?
La dimensión del agotamiento extenuante es el componente de estrés individual básico y se refiere a sentimientos de sobreexigencia y vacío de recursos emocionales y físicos, los cuales hacen que los trabajadores se sientan debilitados y agotados
Las dimensiones del burnout según Christina Maslach:
1. La dimensión del agotamiento extenuante es el componente de estrés individual básico y se refiere a sentimientos de sobreexigencia y vacío de recursos emocionales y físicos, los cuales hacen que los trabajadores se sientan debilitados y agotados, sin ninguna fuente de reposición y carentes de suficiente energía para enfrentar otro día u otro problema. Esta dimensión tiene como fuentes principales la sobrecarga laboral y el conflicto personal en el trabajo.
2. La dimensión del sentimiento de cinismo y desapego hacia el trabajo representa el componente del contexto interpersonal, que se desarrolla en respuesta al exceso de agotamiento emocional, lo que se convierte en amortiguador emocional de la preocupación individual. Esta dimensión de respuesta se caracteriza por ser negativa, insensible o excesivamente apática a diversos aspectos del empleo. Las complicaciones que genera esta dimensión giran en torno al desapego, lo que puede derivar en la pérdida de idealismo y en la deshumanización, lo que conlleva, con el tiempo, no solo a la creación de formas de contención y reducción de la cantidad de trabajo, sino también al desarrollo de una reacción negativa hacia la gente y el trabajo.
3. La dimensión de sensación de ineficacia y falta de logros representa el componente de autoevaluación. Da cuenta de los sentimientos de incompetencia y carencia de triunfos y productividad en el trabajo. Este sentido disminuido de autoeficacia es exacerbado por una carencia de recursos, así como por una falta de apoyo social y de oportunidades para desarrollarse profesionalmente, y se llega a consideraciones negativas de sí mismo y de los demás.
Por su parte, el psicólogo e investigador Pedro Gil-Monte postula un término alternativo, castellanizado: el Síndrome de Quemarse por el Trabajo (SQT), definido como una respuesta psicológica al estrés laboral crónico. Su principal característica es el deterioro cognitivo, que consiste en una pérdida de la ilusión del trabajo, el desencanto profesional o la baja realización personal, un deterioro afectivo caracterizado por agotamiento emocional y físico, y por actitudes y conductas negativas hacia los clientes y hacia la organización que lo emplea. En algunos casos, este síndrome también presenta sentimientos de culpa.
“Una persona que experimenta el síndrome del quemado podría ver afectadas otras partes de su vida personal y social; se ve afectado el relacionamiento interpersonal y la satisfacción con la propia vida”
Magíster Mónica Britos Esquivel
La literatura habla de cuatro niveles de síntomas de burnout, que pueden clasificarse de la siguiente manera:
– Somáticos: estas manifestaciones incluyen fatiga crónica, cansancio, insomnio, alteraciones respiratorias y gastrointestinales e incluso hipertensión. Además, se presentan frecuentes dolores de cabeza, espalda, cuello y musculares en general.
– Conductuales: se presenta comportamiento suspicaz y paranoide, inflexibilidad y rigidez, incapacidad para estar relajado, superficialidad en el contacto con los demás, aislamiento, dificultad para concentrarse en el trabajo y quejas constantes. También se evidencian comportamientos de alto riesgo, como conductas agresivas, absentismo y consumo de sustancias psicoactivas.
– Emocionales: se aprecian síntomas como agotamiento emocional, expresiones de hostilidad, irritabilidad, dificultad para controlar y expresar emociones, aburrimiento, impaciencia, irritabilidad y desorientación.
– Cognitivos: aparecen ideas asociadas a baja autoestima, minusvalía personal, baja realización personal en el trabajo, impotencia para el desempeño del rol profesional y fracaso.
¿El burnout puede afectar otras áreas de la vida, más allá del aspecto laboral? “Una persona que experimenta el síndrome del quemado podría ver afectadas otras partes de su vida personal y social; se ve afectado el relacionamiento interpersonal y la satisfacción con la propia vida”, dice Britos Esquivel. Su recomendación como psicóloga es el acompañamiento profesional a modo de identificar comorbilidades o la coexistencia de diversos trastornos psicoafectivos.
No todo está perdido
La magíster Mónica Britos Esquivel comenta que en el contexto de la práctica profesional de la psicología clínica, la ansiedad patológica fue motivo de consulta desde antes de la pandemia y en algunos casos los principales estresores desencadenantes se vinculan al ámbito laboral o social. En respuesta, se ponen en práctica protocolos estandarizados de actuación profesional que promueven un entrenamiento de estrategias de habilidades para la vida.
La psicóloga explica que la ansiedad es considerada una respuesta subjetiva por parte de una persona como función adaptativa, y se evalúa en un triple sistema de respuestas según lo que sucede. “Es patológica si interfiere de manera significativa en el plan de vida en varias áreas y afecta el funcionamiento del proyecto habitual de la persona”, menciona y acota que: “Es necesario establecer criterios diagnósticos por parte de profesionales entrenados a modo de elaborar un plan de acorde a las necesidades de cada persona luego del proceso de evaluación individual”.
Afortunadamente, existen profesionales que pueden ayudarnos a mejorar y superar este síndrome. “Se recomienda el aprendizaje del proceso de identificación de cambios conductuales, para recurrir a profesionales de la salud, entre ellos de la psicología, ya que estos se abocan al estudio del comportamiento humano, a modo de establecer pautas de criterios diagnósticos en la fase de evaluación y el entrenamiento en técnicas de afrontamiento efectivo en la fase de intervención o tratamiento psicológico”, dice Britos Esquivel y agrega que las personas entrenadas en la materia pueden ayudar con la prevención de recaídas.
“[la ansiedad] es patológica si interfiere de manera significativa en el plan de vida en varias áreas y afecta el funcionamiento del proyecto habitual de la persona”
Magíster Mónica Britos Esquivel
Factores de protección ante el burnout
Los estudiosos del tema mencionan que existen factores que pueden proteger a la persona ante la manifestación del síndrome del quemado, por ejemplo: la personalidad resistente o no, los recursos internos, el estilo cognitivo, los determinantes biológicos, la edad, el género, la historia de aprendizaje, la presencia de síntomas psicopatológicos y los estilos de afrontamiento.
El derecho a la desconexión
Para muchos, un hito histórico; para algunos, una exageración; para todos, un amparo ante los abusos patronales: fue promulgada la Ley del Teletrabajo en Relación de Dependencia. La normativa n.° 6738 entró en vigencia el 1 de junio de 2021 y pretende establecer las condiciones de las relaciones laborales vía home office tanto para el sector privado como el público.
En el artículo 8, inciso D, se establece el derecho a la desconexión que permite establecer una distribución flexible de la jornada laboral, siempre respetando la carga horaria para el día y la semana. Se especifica que el trabajador debe recibir al menos 12 horas continuas de desconexión, un periodo durante el cual no está obligado a responder comunicaciones ni otros requerimientos. Asimismo, se contempla el respeto a la privacidad y los tiempos de descanso de la familia.
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