Esta vez, la Virgen de Caacupé no esperará a los miles de feligreses que cada año llegan a su templo con oraciones, afectos, lágrimas y ofrendas, sino que serán ellos quienes tendrán que esperar la visita de su Santa Madre.
Fotos: Fernando Franceschelli.
“La Dirección del Departamento Nacional de Higiene ha resuelto prohibir este año la tradicional peregrinación a Caacupé, a causa del alarmante desarrollo de la epidemia en todo el país”, reza un recorte de periódico compartido por la página Paraguay de antes, que bien podría aplicarse al contexto actual. Sin embargo, es un anuncio del diario La Tribuna en 1918, cuando el mundo sufría la pandemia conocida como “la gripe española”.
Han pasado 102 años y la historia se repite, pero a diferencia de esa vez, hoy existen las redes sociales y las transmisiones en vivo, los Me Gusta en Facebook y la posibilidad de compartir con toda una comunidad a través de una pantalla. Es muy poco probable que aún viva alguien que recuerde aquel tiempo, por lo que para la mayoría de los creyentes y seguidores de la Virgen, esta es la primera vez que viven una situación así. Este año no hay misa bajo el sol ni excursiones familiares o visitas al templo de María. Este año hay silencio, hay tristeza, hay ausencia.
La Basílica que cada fin de año es testigo de miles de plegarias y oraciones, que abraza a los feligreses con el eco de su cúpula, hoy está cerrada y cercada por las restricciones sanitarias. Mirándola así y desde lejos, nadie diría que es la casa del pueblo, de uno sumamente fervoroso y creyente, que a pesar de sus pesares, mantiene intacta su fe.
Rubén Bareiro es un joven caacupeño del barrio Loma, vive a cuadras de la Basílica. Como es lugareño, aprovechó los primeros días de noviembre para visitar a la Virgen y pagar su promesa, pero en el fondo siente tristeza porque no es lo mismo ver a su ciudad vacía.
“En esta época la ciudad suele estar llena de gente, tanto vendedores como peregrinos. Muchas veces no se puede caminar, y ahora es triste, realmente cada vez que paso por ahí me dan ganas de llorar porque es muy diferente”, se sincera Bareiro. Él es fotógrafo y maneja una página en Facebook donde comparte fotos e informaciones de su querida Caacupé.
Para Bareiro, el movimiento que genera la Virgen es algo que no se puede atajar. Mucha gente le escribe a su fan page o por medio de un mensaje en el WhatsApp que tiene habilitado a contarle que igual buscará la forma de ir: “Me dicen cosas como: ‘Mi mamá tiene 90 años y capaz esta sea la última vez que le pueda ver a la Virgencita’ o ‘mi niño nació prematuro, tiene tres meses y es tupasymemby, le quiero llevar durante la misa’. Ante eso no sabes cómo reaccionar, querés dar lugar a todos y no se puede”.
Al joven le hubiera gustado que las misas y actividades se hicieran con agendamiento previo, como se tenía planeado en un principio. Pero también es consciente de la presencia del coronavirus en su ciudad, por lo que cree que lo mejor es vivir las celebraciones en la casa.
“Después va a empeorar esto y ya no tenemos lugar acá en el hospital nacional, ya no hay camas disponibles. Es mejor así como promueven: que Caacupé sea todo el Paraguay, que recemos desde casa, porque vamos a tener el tiempo. De momento, que cada uno viva la festividad desde los medios de comunicación”, afirma.
La ciudad, moldeada por pisadas y huellas cargadas de amor y devoción, cuna del milagro, clama y se manifiesta a través de sus habitantes: “Así como a ellos les hace falta Caacupé, a nosotros como miembros de la Basílica y como caacupeños también nos hace falta la gente, ese cariño de nuestro pueblo, de nuestros hermanos, que todos los años vienen a la que realmente es una fiesta de la fe”, dice Lucas Cabañas, miembro del equipo de Comunicación de
la Pastoral de Juventud del Paraguay.
Para contrarrestar la falta de la gran fiesta religiosa de forma presencial, desde la Pastoral y la Basílica se encuentran trabajando arduamente para llegar con las actividades y reflexiones a los fieles de todo el país a través de las plataformas digitales y la tevé nacional.
Sus tareas se sustentan en poder acercar a la Virgen a la gente, ya que no se puede ir a su encuentro. “En conversación con el obispo Ricardo Valenzuela, él me dijo: ‘La religiosidad y Caacupé son el alma de nuestro pueblo. Duele mucho lo que está pasando, pero es lo que toca hacer para cuidarnos’. Además, la Virgen hará una gira por todas las diócesis del Paraguay para que los fieles la sientan de igual forma”, expresa Cabañas.
Entre el hambre y la esperanza
El 28 de noviembre arrancó el novenario de la Virgen con el Ángelus a puertas cerradas y sin fieles. El lema
elegido para este año es Lo reconocieron al partir el pan, en alusión al sacramento de la eucaristía. La Municipalidad de Caacupé estableció el cierre de los negocios no esenciales y puestos comerciales ubicados en un perímetro de tres cuadras a la redonda de la Basílica, desde el 4 al 9 de diciembre; las plazas tampoco estarán abiertas.
“Hace 38 años trabajo en la Basílica como fotógrafo, tengo el caballito. La pandemia nos perjudica mucho, no podemos hacer prácticamente nada”, cuenta José Leite, que fotografía a los peregrinos con el icónico equino.
Don Leite, de 60 años, recuerda haber migrado a la Villa Serrana en su juventud, en busca de trabajo. Fue un amigo suyo quien lo invitó a probar la fotografía y a partir de allí se estableció. “Es la primera vez que vivo algo así. Por suerte cuando los hijos eran todos chicos no pasó esto, o si no iba a ser muy triste, porque nos iba a faltar para la mesa”, menciona.
Detalla que todo el año está en su puesto, pero que en esta temporada es cuando sube la cantidad de trabajo. Normalmente lo que logra en estos días lo guarda para el colegio y la universidad de sus hijos. Cada mañana, al despertarse, don José se encomienda a la Virgen y le pide que le salga todo bien.
Confía en que esto va a pasar muy pronto. Asegura que no hay que tener miedo, pero sí cuidarse. “Voy a seguir creyendo. Después de terminar este novenario de la Virgen, pienso que vamos a tener clientela otra vez, tenemos fe y esperanza en eso. Ojalá que pronto estemos todos unidos de nuevo”, añade.
Blanca Josefina también es trabajadora de la zona. Hace 20 años que es vendedora ambulante y mantiene de esa manera a sus hijos y a su marido, que ya no está en condiciones de desempeñarse en un empleo. Ella tenía esperanzas de que las cosas se empezaran a mover otra vez por allá, pero con el cierre total se quedaron sin posibilidades. Señala que en los primeros meses de la pandemia recibió el subsidio Pytyvõ, pero ahora estaba en espera de otra ayuda.
“El intendente dijo que hay el dinero para todos, pero es mentira, solo a los que no llegaron al primero Pytyvõ le van a entregar; los que tuvimos no vamos a recibir nada, eso nos dijeron. Si nosotros pudiéramos vender, no íbamos a necesitar eso, porque en un ratito hacemos, con la cantidad de gente que hay siempre. Estamos muy afectados”, manifiesta.
En una entrevista con Última Hora, el intendente Diego Riveros explicó que 1.150 vendedores ambulantes recibirían un subsidio de G. 550.000 entre el martes y miércoles pasado. La lista original tenía 1.600 nombres, sin embargo, realizaron una depuración y quedó esa cantidad. Hasta el momento de redactar esta nota, el dinero aún no fue desembolsado.
La homilía a cargo del monseñor Joaquín Robledo, obispo de la Diócesis de San Lorenzo, realizada en el cuarto día del novenario, fue dedicada a la solidaridad entre los pueblos, en actividades como las ollas populares.
“En esta época de pandemia, hemos visto muchos gestos de compartir el pan; son luces en este tiempo, pero también hubo sombras a causa de la ambición de algunos”, enfatizó el monseñor.
Reorientar la fe
Las autoridades de la Iglesia y del Gobierno nacional instan a toda la ciudadanía a hacer de cada rincón del Paraguay un Caacupé, ese lugar en el que se pueda honrar a la Madre, en familia, unidos y bajo cuidado ante la pandemia que tiene lugar afuera.
“El primer día del novenario, monseñor Francisco Javier Pistilli dijo que aunque no nos encontremos juntos físicamente, espiritualmente estamos en una sintonía con la fe que le tenemos a Dios y a nuestra Madre. Creo que seguimos juntos, el pueblo católico, porque rezamos todos los días, compartimos la santa misa a través de las redes sociales y los medios de comunicación”, opina Lucas, desde la Basílica.
En palabras del joven, la fe no se va a debilitar, sino al contrario, se hará mucho más fuerte, ya que es un tiempo en el que es necesaria: “Sabemos que la Madre y Dios están con nosotros. La situación es difícil, pero creo que el pueblo católico sabe que Él no nos desamparará”.
Desde el inicio de la pandemia, los grupos religiosos también tuvieron que migrar sus encuentros físicos a los virtuales. Misas, reflexiones y cursos de formación fueron realizados a través de las plataformas digitales.
La Comunidad de Vida Cristiana (CVX) fue uno de los grupos que llevaron todas sus propuestas al plano digital, en donde más que sentirse lejos, lograron unirse aún más.
Según Yenny Villaba, presidenta de la organización, lo que hace a su espiritualidad es el Dios encarnado en una humanidad y acorde a una lectura de los tiempos. Lo que quiere decir que esa fe se puede vivir de muchas maneras y en este contexto, ajustado al modo covid.
“¿Por qué queremos ir a la misa? Y es finalmente para sentir ese amor, esa cercanía, esa comunidad y cuidado, etcétera. ¿Cómo lo traducimos en esta nueva realidad? Uno de nuestros principios es vivir una fe encarnada, y es buscar en eso dónde está Dios y qué nos quiere decir a la lectura de la realidad”, reflexiona Villalba.
En busca de una interpretación de la situación que estamos viviendo, Yenny hace una analogía con la leyenda por la cual la Virgen de Caacupé llegó a la cultura paraguaya: “El indio José le rezó a la Virgen, meditó y le pidió que le salve del peligro. Cuando pasó, ahí recién él se puso a hacer el tallado”.
Continúa y dice que nosotros ahora estamos en peligro, así que también deberíamos hacer como José: pedirle a la Virgen que nos libre, confiar en ella aun en la duda y luego agradecerle de la manera que sabemos hacer.
“Quizás es una oportunidad: así como José le quiso agradecer a la Virgen que le salvó del peligro, ¿cómo nosotros podemos hacerlo? Buscar como José, que era tallador, lo que mejor sabemos hacer. Si no podemos ir peregrinando hasta Caacupé, reorientar ese sacrificio”, piensa.
Lo primordial ahora es cuidarnos y cuidar a nuestros seres queridos de la enfermedad, porque, conforme cree Villalba, la Virgen de Caacupé, como la Santa Madre de todos los paraguayos y paraguayas, sabe por lo que estamos pasando y nunca pediría a sus hijos que se expongan a una situación de riesgo, sino todo lo contrario.
“¿Qué es lo fundamental? Sentir ese amor y vivir esa fe sabiendo que va más allá de la fecha, porque está todos los días en nuestra vida. Es importante recordarla, para que nos ayude a vivir, a compartir y a tener encuentros profundos frente a nuestra fe con Dios, con la Virgen, con los santos, etcétera”, sostiene.
Este tiempo de cambios y crisis es uno en el que las prioridades y los valores como la fe tienen que volver a reencausarse. “Es un momento de reorientar lo que es fundamental en nuestra religiosidad, no quiere decir que eso se esté destruyendo, porque es algo inmutable”, subraya Yenny.
Celebrar en familia
Los grupos juveniles y los equipos de trabajo de la Basílica encaran con mucho entusiasmo el despliegue comunicacional que están promoviendo para llegar con la Palabra a todos los rincones del territorio nacional.
La festividad mariana es algo que late muy fuerte en los corazones de las y los caacupeños, pero también en el de todos los paraguayos. En ese sentido, Marina Rodríguez, encargada de Comunicación de la Basílica, aclara que viven con mucha alegría estos días, a pesar de la presión que tienen encima.
“Al departamento de Comunicación este año le cae muchísima responsabilidad, ya que todo va a ser virtual. Para nosotros, como equipo, es en primer lugar un desafío, pero también una gran responsabilidad que asumimos con alegría”, comparte.
Además de las transmisiones en vivo del novenario a través de las redes sociales, la televisión y la radio, también se está trabajando en conjunto para que cada sacerdote desde su parroquia pueda hacer un novenario, realizar prácticas como las confesiones y acercar a los fieles de su comunidad los distintos sacramentos.
“Muy pronto vamos a volver a encontrarnos, tenemos fe en que Dios y la Virgen van a interceder para que esto pase muy rápido. Acá en Caacupé, tanto el obispo Valenzuela como nosotros rezamos por ellos y por todo el mundo. Cuidémonos para que esto pronto se vaya, porque también depende mucho de nosotros; desde Caacupé rezamos por ellos y los tenemos muy presentes”, añade Lucas.
Considera que la misma algarabía que se vive cada año en la ciudad religiosa se va a transportar a las casas, con las familias, y espera que justamente ese espacio de unión y hermandad se intensifique.
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