Las ilustradoras del S. XXI referencian el panorama sociocultural actual. Lorena Barrios, Bianca Fernández, Sofi Heyn y Vero Sforza van dibujando sus nombres detrás de cada trazo y se abren camino en una industria masculinizada.
Texto por Romina Aquino y Juliana Quintana.
La ilustración pasó de ser un dibujito cómico en la última página de las revistas dominicales a un elemento de comunicación indispensable para los medios, las organizaciones, las empresas y las instituciones. Si bien ya desde principios de los 2000 existían algunas referentes como Maitena Burundarena, en Argentina, a menudo la ilustración nacional nos remite a autores como Caloi o Mario Casartelli, que jugaban con la sátira y el humor político.
Con el avance de la última ola feminista (2015), el auge de Internet (1969) y las redes sociales (inicios del 2000), muchas mujeres que se formaron en artes plásticas o ilustración comenzaron a ocupar lugares de mayor importancia, tanto al interior de los cómics y las novelas ilustradas como afuera. Las manos que empuñaban el lápiz y daban vida a un concepto cambiaron de interlocutor. Y no aparecieron para pintar a otras mujeres, o para cercarse solo en temáticas de género, sino para transformar el discurso.
De pronto, las paredes negras que encerraban en cuadrados una línea narrativa comenzaron a abrirse. Aparecieron nuevos tonos, estilos y texturas. Se diversificaron los tópicos, cambió la conversación y el lenguaje. Esencialmente, comenzaron a importar más las personas. Pero algunas costumbres sobrevivieron al cambio de paradigma.
Cuando Lorena Barrios comenzó a trabajar en el rubro, en el 2008, todos sus compañeros de trabajo eran varones. No era fácil ser contratada y tampoco estaba claro si la brecha salarial tenía que ver con la experiencia o si se trataba de un sistema desigual y asimétrico.
“El jefe de ilustración o la cabeza eran varones. En principio, pienso que quizás no había tantas mujeres formadas. Pero cuando te contrataban, las mujeres teníamos que sobresalir y alcanzar niveles de excelencia para que nos tuvieran en cuenta. Siempre implicaba un esfuerzo más”, cuenta Lorena Barrios, que es ilustradora de la editorial En Alianza y colaboradora del medio ilustrado El Surtidor.
Aunque Instagram nació recién en el 2010, el reinado de las imágenes ya venía proliferando en otras arenas como las de Facebook o WhatsApp. Lore se acuerda que comenzó a ilustrar con un mouse en programas como Paint y las primeras ediciones del Photoshop. Invertía muchísimo tiempo en resultados que hoy son mucho más fáciles de lograr con las herramientas disponibles.
Cuando te contrataban, las mujeres teníamos que sobresalir y alcanzar niveles de excelencia para que nos tuvieran en cuenta. Siempre implicaba un esfuerzo más.
Lorena Barrios.
“Cuando empecé a estudiar no me imaginaba que existía este rubro. Mi idea era terminar Bellas Artes y lo único que se me ocurría era realizar cuestiones más artísticas o enseñar. Pero decidí experimentar. Arranqué investigando, probando hasta que empecé a ver tutoriales de YouTube”, recuerda Lore. Pasó del mouse al lápiz digital y de Paint a Adobe Illustrator y hoy dibuja en una tableta como en cualquier otra hoja.
Ecos en tinta
Cambiar el paradigma social sobre la ilustración también requirió de una transformación interna: dejar de encasillarse a una misma. Muchas ilustradoras tuvieron que explorar más allá de sus géneros, para encontrar una voz que pudiera transmitir esa realidad que no les era indiferente.
Bianca Fernández empezó pintando mujeres diversas, temáticas sobre feminismo y afrofeminismo, utilizando colores pasteles y sombreados. Por mucho tiempo consideró que ese era su estilo y pintar otros escenarios no iban con el mismo. Pero había algo que constantemente le hacía ruido: se estaba limitando.
El hecho de que muchas personas no supieran si ella era paraguaya, chilena o francesa y haber cursado en la facultad la materia de Realidad Nacional, de la carrera Diseño Industrial en la FADA, fueron dos cosas que la impulsaron a romper la barrera impuesta.
“La ilustración es mi voz, mi forma de expresarme, pero yo me sentía muy reprimida y habían cosas que me indignaban mucho y ante las cuales no podía seguir callándome”, cuenta la joven quien actualmente trabaja en una agencia de publicidad y también de forma freelance, como ilustradora y diseñadora.
La gente necesita algo visual, algo que decore su historia de horror para que le den importancia. Lo visual siempre fue y va a ser importantísimo en cualquier medio y tipo de información que se quiera dar.
Bianca Fernández.
Esa necesidad de exteriorizar lo que le causaban las injusticias de nuestro país, como la expulsión de comunidades indígenas de sus tierras o la contaminación de la Laguna Cerro, la desbordó y finalmente se convirtió en ilustraciones para denunciar o pedir ayuda.
Bianca, de 20 años, que se formó como ilustradora a través de videos de Youtube, que desayuna información de Instagram y sigue los challenge (desafíos) que proponen en las redes sociales, cree que la ilustración está en un momento auge, ya que la mayoría de lo que consumimos lo hacemos a través de una pantalla.
Durante la cuarentena muchos ilustradores e ilustradoras como ella fueron mediadores para transmitir cómo se estaba viviendo la crisis en el Paraguay. Pero además, ayudaron a comercios y locales de todo tipo a visibilizar sus emprendimientos.
“Cuando hay noticias sobre temas densos y una persona sube un texto al respecto, normalmente no se lee si no ven algo lindo ahí. La gente necesita algo visual, algo que decore su historia de horror para que le den importancia. Lo visual siempre fue y va a ser importantísimo en cualquier medio y tipo de información que se quiera dar”, piensa Fernández.
Trazar la reflexión
En septiembre pasado, la ilustradora Vero Sforza fue seleccionada de forma unánime para el Premio de Artes Visuales de la Embajada Alemania 2020. Fue el primer trabajo de mayor envergadura y gestión que realizó Sforza. Su obra “Introspección” hoy se encuentra plasmada en el Centro Municipal de Información Turística de la Municipalidad de Asunción, sobre la Avenida Costanera.
Vero se considera una observadora, rehuye de la palabra artista porque no encuentra ninguna diferencia entre trabajar siendo una o haciendo budines, a ambas actividades les pone el mismo amor y disciplina, fórmula que para ella termina constituyéndose en arte.
La temática del concurso al cual se presentó era “El mundo en tiempos de coronavirus” y si hay algo que notó en común en todas las personas, es que la crisis no les pasó desapercibida. Quería representar las diferentes fases por las cuales atravesó en el encierro, pero sin componer una imagen visual negativa.
Creo que la introspección no es algo que hay que empezar a trabajar desde la crisis, sino que tiene que ser un trabajo de disciplina diaria para que funcione en tiempos de crisis.
Vero Sforza.
“Me plantee contar esas fases por medio de paisajes, es por eso que la composición tiene diferentes luces, hay lugares en donde todo es más oscuro, otros en donde entran los rayos del sol y en donde el verde es más pleno. Y en eso estuvo el trabajo, en volver surrealista toda esa introspección que pasó conmigo en el aislamiento”, explica la ilustradora.
Aquel material, piensa, fue el resultado de todo un proceso que venía transitando desde antes de la cuarentena. “Creo que la introspección no es algo que hay que empezar a trabajar desde la crisis, sino que tiene que ser un trabajo de disciplina diaria para que funcione en tiempos de crisis”, añade.
Para Vero es muy importante analizar el espacio que va a intervenir con su brocha, tiene muy en cuenta que lo que va a plasmar se relacione en una especie de simbiosis con lo que hay alrededor. Todo el tiempo se pregunta sobre la mejor manera de expresar lo que le gustaría, buscando formas más poéticas o no tan violentas de transmitirlo.
“Si bien estoy totalmente de acuerdo con los graffitis de denuncia directa, me parece que en el espacio en el que a mí me tocó crecer, en una clase social media/baja, no puedo comunicar o enseñar de esa forma a las mujeres. Le dedico mucho tiempo a pensar cómo informar con todo el amor que puede haber en mí las cosas malas que suceden. No por la necesidad de no ofender, me gustaría que moleste, pero también trato de cuidar mucho a esas personas con las que crecí y no tuvieron las mismas oportunidades que yo”, asegura.
A quienes les gustaría llegar son las mujeres trabajadoras del Mercado 4, las vendedoras ambulantes, las domésticas, cuidadoras y limpiadoras. “Ahí me siento. Por eso capaz no me considero del círculo del arte, porque es totalmente no asociado con esa realidad”, subraya.
El dibujo: una máquina del tiempo
En sus ilustraciones, Sofía Amarilla Heyn juega con las proporciones, el movimiento y los colores de los personajes o escenarios. Dibuja desde que tiene memoria pero se dedica a la ilustración digital hace 4 años. Hace poco encontró su cuaderno de negativas de la escuela, de cuando tenía 8 años. En una parte encontró un mensaje de una profesora que había anotado una negativa con lo siguiente: «Sofía no realizó los ejercicios de la página 24 y 25 porque estaba dibujando en clase».
“Creo que nunca estuve tan orgullosa de mi”, recuerda Sofi, entre risas. “De chica consumía muchísimas animaciones, todas las caricaturas de los 90 y las revistas que mis primos traían de Japón tenían en común los dibujos porque es un idioma universal. Más o menos así fue como inició mi amor por la ilustración”.
Lorena Barrios dibujaba todo el tiempo. En los márgenes de sus cuadernos, durante las clases, en los recreos. Hace poco encontró apuntes de primaria y vio que todos estaban dibujados y pintados. “Desde siempre es algo que me atrajo y era mi forma de comunicarme. Yo soy muy introvertida y dibujar era mi forma de expresarme”, explica.
De chica consumía muchísimas animaciones, todas las caricaturas de los 90 y las revistas que mis primos traían de Japón tenían en común los dibujos porque es un idioma universal.
Sofi Heyn.
Se acuerda de una profesora de artes plásticas del colegio que potenció su talento y ganas de dibujar. “Ella notó cierta habilidad en mí y me empezó a incentivar. A partir de ahí comencé a averiguar qué podía hacer: si podía dedicarme a eso, si había lugares en los que podía formarme. Y, en esa época, lo único que encontré fue el Instituto Superior de Bellas Artes”.
Le gustaban los cómics, los mangas y los animés. De adolescente leía mangas y cuando tuvo acceso a Internet el descubrimiento se volvió infinito. Más que leer yo me quedaba mirando el estilo de la ilustración, las técnicas que usaban. Sobre todo, lo que más me gusta de los cómics es el manejo de las perspectivas”, apunta.
Para Vero Sforza la pintura siempre fue como un ritual de exorcismo en el que su cabeza se tranquiliza y le permite seguir con su vida. Hace un año decidió que tomaría a la ilustración como un trabajo de tiempo completo. Todas las tardes se enfoca en armar composiciones, a partir de fotos e imágenes que le llaman la atención.
“En un momento de mi vida yo me enojé con las artes visuales, entonces me fui a la música sin esperar nada de ella. Y al final hoy lo que más disfruto es la fusión de las artes, del agenciamiento, de las alianzas que se arman con los compañeros y compañeras. Me hace sentir que vale la pena, porque creo que es lo que nos potencia como personas”, dice.
Por más de que estoy trabajando para alguien, trato de pensar que es mi creación y disfruto de ese proceso.
Bianca Fernández.
Bianca se ve a sí misma de chica pintando las paredes de su casa, jugando con los lápices de colores y creando caricaturas. En la adolescencia experimentó con la acuarela y los óleos, materiales de los que pensó nunca saldría, hasta el día de hoy, en el que ilustra casi netamente en digital.
“La ilustración siempre fue mi pasatiempo, mi hobby, y ahora recién está siendo mi laburo, por eso la cuido mucho. Por más de que estoy trabajando para alguien, trato de pensar que es mi creación y disfruto de ese proceso”, menciona.
Vivas, diversas y con derechos
Este año, la articulación feminista Paro Internacional de Mujeres convocó a una nueva movilización el 8 de marzo bajo el lema “Vivas, diversas y con derechos” para exigir mejores condiciones laborales. Sofi Heyn hace tiempo viene militando por el protagonismo de las mujeres en distintos espacios. En el 2019 formó parte de las artistas seleccionadas para visibilizar el trabajo de la ilustración femenina en el país.
En el espíritu de recuperar el trabajo de las mujeres, junto con Rocío Robledo, Paula Rodríguez, Jimena Riso, Xime Zarratea, Jess Rivas Vierci y Milena Coral crearon Sorora Música. Si bien no existen datos oficiales de cuántos grupos de mujeres participan de los grandes eventos musicales públicos y privados, integrantes de bandas, músicas, audiovisualistas, productoras, diseñadoras e ilustradoras cuentan en primera persona que todos esos rubros continúan siendo territorio masculinizado.
Sofi se sumó a la campaña de visibilización del arte femenino en el 8M de 2019 con una gráfica en la que se ve a un grupo de mujeres formando una pirámide ayudándose unas a otras. “Si no existe espacio lo vamos a crear nosotras. Ilustré para el primer festival y hoy sigo aportando diseño e ilustración para la organización”, reflexiona Sofi. Para ella, la ilustración, al igual que los demás rubros creativos, es una de las profesiones peor pagadas en nuestro país.
Si no existe espacio lo vamos a crear nosotras. Ilustré para el primer festival y hoy sigo aportando diseño e ilustración para la organización.
Sofi Heyn.
“Todavía en Paraguay la ilustración sigue siendo un espacio masculinizado. El trato que tienen los demás profesionales para con una mujer del mismo ámbito atraviesa un montón de aspectos: la apariencia, la capacidad intelectual y de liderazgo, el talento, todo se interpone constantemente por el hecho de ser mujer. Pero es algo que está cambiando, de a poco”, opina.
Las mujeres atravesaron muchos años de ocultamiento en el arte. Como cuando las editoriales les pedían que no firmen sus obras literarias o pictóricas o cuando debían cambiarse el nombre por uno masculino para conseguir plataformas de publicación. El nombre es importante. Ingrid Peñailillo, Regi Rivas, Cecilia Zaldívar, Jaz Coronel, Mali Jara, Carolina Vinader y Karina Oliveira son algunas de las ilustradoras que también forman parte del ecosistema visual en Paraguay.
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