Tradición de inmigración japonesa en Paraguay
La historia de la inmigración japonesa es larga y fructífera. Desde sus inicios en la década de 1930 en el departamento de Paraguarí, y la segunda ola inmigrante, en los 50, a las zonas de Itapúa y Alto Paraná, sus conocimientos y tecnología aplicados a la agricultura son considerados aportes invaluables a la economía nacional, y la influencia de la comunidad llega al arte y la gastronomía. Esta semana repasamos los inicios de las colonias en nuestro país, en honor a la creación del primer Centro de Identidad Nikkei Paraguaya Mirando Al Futuro.
Por Patricia Luján Arévalos y Katherine Meza.
Dirección de arte: Gaby García Doldán. Dirección de producción: Betha Achón. Producción: Sandra Flecha. Agradecimientos: Rocío Rolón, directora del Centro Paraguayo-Japonés (CPJ).
Para muchas personas, la historia de la inmigración japonesa en Paraguay es clara como el agua, mientras que para otras supone un verdadero misterio. Para aclarar nuestras dudas contactamos con la señora Emi Kasamatsu, investigadora de la Inmigración Japonesa en Paraguay y las Américas y miembro de la Academia Paraguaya de Historia.
“En un principio, el Gobierno japonés no pensaba enviar migrantes a Paraguay debido a la situación geográfica sin costa al mar”, cuenta Kasamatsu. Todo cambió en 1934, cuando Brasil decidió reducir de manera drástica el ingreso de extranjeros al país.
Una breve mirada al pasado
“El coronel Rafael Franco, al ver la posibilidad de incentivar el desarrollo agrícola, aceptó por decreto presidencial n.º 1026 del 30 de abril de 1936 el ingreso de 100 familias en forma experimental”, menciona Emi. Así fue que la Compañía Colonizadora del Paraguay Parataku se instaló en un terreno del departamento de Paraguarí que, luego de la adquisición, fue bautizado como La Colmena. Sucedió el 15 de mayo de 1936, fecha que se considera como el aniversario de la inmigración japonesa en el Paraguay.
La historiadora comenta que una vez hechos los planes, fueron invitadas 10 familias japonesas de Brasil para que sirvieran como inmigrantes guías, basados en la experiencia adquirida. Entre ellos se encontraba el señor Kichigoro Moriya, experto en el cultivo del algodón. La compañía colonizadora tenía ya establecida la distribución de lotes y en el transcurso de cinco años ingresaron 130 familias con 846 personas.
En 1941, el flujo se cortó drásticamente cuando Japón ingresó a la Guerra del Pacífico, por las alianzas paraguayas con Estados Unidos. “La Colmena fue controlada por interventores del Ministerio del Interior. Las relaciones con las autoridades japonesas fueron muy cordiales y se respetó la integridad de los inmigrantes”, acota Kasamatsu.
“Respetuosos de las leyes y decretos del Gobierno, los inmigrantes acataron la disposición y se dedicaron exclusivamente a las tareas agrícolas. Tuvieron que talar los árboles de terrenos cubiertos por bosques para destinarlos a cultivos”, dice la historiadora: “Hubo invasiones de langostas y gusanos, así como heladas que eliminaban los plantines. Sin embargo, se esforzaban en seguir adelante con el yamato damashii, el espíritu fuerte e indomable del japonés de no claudicar ni desesperar ante situaciones difíciles y continuar uniendo esfuerzos, con trabajo en equipo y apoyo entre sí. Superaron las penurias al apuntar hacia la consigna de cumplir con todos los requisitos del país que los acogió y se dedicaron al desarrollo de la agricultura y, sobre todo, a cultivar algodón, que el país requería para la exportación”. Además, se enfocaron en horticultura y fruticultura, con lo cual lograron aumentar la variedad de productos para consumo local.
La Colmena contó con un profesor enviado por el Gobierno del Japón y la colonizadora incorporó, también, una escuela con el plan de estudios dependiente del Ministerio de Educación paraguayo para que sus hijos recibieran educación local con los niños de acá. El lugar tenía sus propias instalaciones sanitarias y un médico para cuidar la salud.
Los antecedentes de la segunda etapa de la inmigración al país se dieron con el decreto promulgado por el general Higinio Morínigo en 1946 para abrir las puertas a otros migrantes. La zona destinada a nuevos asentamientos fue el departamento de Itapúa y la condición era estar constituida en un 80 % por trabajadores agrícolas. “Entre Paraguay y Japón no se habían retomado las relaciones diplomáticas y eso era necesario para recibir un nuevo contingente”, dice Kasamatsu: “Con la trayectoria de apoyo y sostenimiento de la anterior inmigración se creó la Nippo-Paraguaya de Colonización SRL, por decreto n.º 10.268 del 5 de noviembre de 1953, con la presidencia de Hisakazu Kasamatsu, Tanji Ishibashi como director y Kunito Miyasaka y Go Hioki como miembros”.
En aquel momento de la historia, Paraguay era una de las pocas opciones para los migrantes en Latinoamérica. Según Emi Kasamatsu, fueron factores como el trato amistoso, solidario y humano del Gobierno y los ciudadanos los que influyeron en esta decisión, ya que nuestro país supo reconocer la laboriosidad de los japoneses, y su comportamiento pacífico y respetuoso. Los nuevos migrantes llegaron en 1954 con la fundación de la colonia Federico Chaves, pero el gran flujo de personas sobrepasó las primeras estimaciones y obligó a la colonizadora a adquirir otros espacios, primero en Fram (donde hoy se asienta Colonia La Paz) y tiempo después se fundaron Colonia Pirapó y Colonia Yguazú. “Fueron estos japoneses los que empezaron a cultivar a gran escala la soja y a exportar, primero al Japón y más tarde a otros países”, asegura.
El trabajo agrícola de las colonias japonesas es el principal precedente del auge de la soja, ya que su producción principal se basaba en soja, trigo y arroz. Esto llamó la atención de empresas nacionales y multinacionales que se dedicaron al rubro con tanto éxito que convirtieron a Paraguay en uno de los mayores exportadores del mundo.
Cultura que perdura
La historiadora Emi Kasamatsu asegura que una de las principales características de los japoneses y nikkei (emigrantes y descendientes de japoneses) es no olvidar su cultura, saber comunicarse en su idioma y preservar las tradiciones milenarias: “Establecieron lazos de amistad y cooperación con los paraguayos que vivían en la zona y trabajaron en forma conjunta en el mejoramiento de la educación de sus hijos, en la organización de la fiesta de la Independencia Patria y de la fundación de La Colmena. Hubo una fluida interacción entre las autoridades de ambas naciones en obras de valor, así como en el mejoramiento estructural y desarrollo progresivo de la colonia”.
“La cooperación del Gobierno y pueblo de Japón datan de muchas décadas atrás, con telecomunicaciones, rutas, agricultura, infraestructura, tecnología, educación, salud, desarrollo comunitario, envío de expertos y voluntarios, becas de estudio y capacitación de los paraguayos en Japón”, dice Eduardo Higaki, presidente de la Confederación de Asociaciones Japonesas. Higaki hace énfasis en los logros de la comunidad en el área agrícola, pues “dio un gran impulso en la producción, comercialización con beneficios económicos y difusión en el rubro agrícola del país. En cuanto al consumo de hortalizas, se aprecia de una manera generalizada el enorme beneficio en la salud del pueblo”.
Pero sus aportes no se limitan a la economía, pues los eventos culturales tradicionales son reconocidos por el público, y estos se realizan dentro de la comunidad o bien en las asociaciones. Higaki menciona algunos de los festejos más importantes: Seijinshiki, celebración a los jóvenes cuando cumplen 20 años; Hinamatsuri, día de la niña; Kodomo no Hi, día del niño; Keiroukai, día del respeto al adulto mayor; Undoukai, día de deportes, participa toda la familia, y Natsumatsuri, el festival de verano en el que se agradece a los dioses la buena cosecha, se baila al son del taiko o tambor japonés y se ofrece una amplia oferta gastronómica para deleite de los asistentes. “La Embajada de Japón en Paraguay ofrece periódicamente la exposición de arte y cultura. En el Centro Paraguayo-Japonés hay cursos y demostraciones como ikebana y bonsái”, dice Higaki.
A pedir de boca
Específicamente en lo relacionado con la gastronomía japonesa, es innegable la popularidad que ha cobrado en las últimas décadas. “A pesar de ser un país mediterráneo y, por lo tanto, sin pescados marinos y mariscos, que son tan fáciles de conseguir en otros países, el nikkei paraguayo fue adaptando y adoptando otros ingredientes”, dice Eduardo Hidaki y agrega: “Justamente esa capacidad de adaptar los productos que se pueden conseguir hace que exista la cocina nikkei local. Hoy, con los pescados marinos y mariscos frescos que se consiguen, y otros productos importados de Japón, se puede afirmar que existe una excelente gastronomía japonesa”.
Para Higeki es de suma importancia mencionar que, en Paraguay, los nikkei cultivan variedades de arroz introducidas desde Japón, y de ahí la materia prima con la que se cuenta para preparar recetas típicas, como los afamados nigirizushis. “En las comunidades donde residen los nikkei siempre hay restaurantes que sirven comidas tradicionales de Japón. Además, se encuentran en los diferentes eventos que organizan las asociaciones japonesas, como las ferias de comida y las festividades”.
Para esta nota tuvimos la oportunidad de visi tar dos restaurantes japoneses emblemáticos de la ciudad de Asunción. Uno de ellos es Keiko Lamen, dirigido por la señora Keiko Shirosawa. “Estamos conformados por dos familias japonesas: Seki y Shirosawa. La familia Seki es originaria de la ciudad de Gunma Ken y se situó en La Colmena en 1936 por las situaciones económicas y bélicas que atravesaba Japón. La familia Shirosawa es de Hokkaido y se situó en la Colonia Yguazú en 1953”, comenta.
El lugar funciona desde hace casi ocho años y nació del amor de Keiko por la cocina. “Me llena mucho el corazón ver a las personas disfrutar de los platos que preparo. Creo que es una oportunidad para dar a conocer una pequeña parte de la cultura japonesa a nuestro querido país, Paraguay”, dice la cocinera y empresaria, que recientemente inauguró una segunda locación en la capital. Su especialidad es el lamen, plato típico de Japón, pero también ofrecen otras opciones en su amplio menú. Lo más pedido es, sin dudas, el chashu lamen. “Sinceramente, el lamen es un plato que trae recuerdos muy importantes de la familia”, comenta la señora Keiko: “En este tiempo recibimos todo tipo de comentarios, que siempre agradecemos, ya sean positivos o críticas que tomamos como constructivas para mejorar día a día”.
También conversamos con Kaoru Uchiyamada, del restaurante Sukiyaki, embajador de la Buena Voluntad de la Gastronomía Japonesa, un título otorgado por el Ministerio de Agricultura, Silvicultura y Pesca de Japón. La historia del local se remonta a 1958, cuando sus abuelos decidieron instalarse en Encarnación, donde comenzaron con un almacén. “Cuando los inmigrantes venían de las colonias a la ciudad y llovía, se veían obligados a quedarse hasta que fuera posible volver. Por ello hicieron un espacio para una pensión con comedor, donde ofrecían comida japonesa”, cuenta Uchiyamada.
“El deseo de mi abuela era que la estancia fuera más confortable y agradable, por lo que se esforzaba en brindar comida japonesa. Sin embargo, en aquel entonces no se conseguían los ingredientes, así que preparaba el miso (pasta de soja fermentada) para ofrecer la sopa de miso; ponía a secar los pescados para mantenerlos el mayor tiempo posible”, dice y agrega que en aquella época, la corriente de energíaeléctrica tenía un horario fijo de funcionamiento, así que los alimentos que debían refrigerarse se colocaban en hielo por las noches. “Pude escuchar que esa pensión era un lugar de regocijo y tranquilidad para los japoneses”, asegura.
Posteriormente, decidieron mudarse a la capital, pero en poco tiempo su abuelo falleció y su abuela se vio obligada a sacar adelante a sus cuatro hijos haciendo lo que sabía hacer. Así se creó la pensión Uchiyamada en 1963, con un comedor que ofrecía comida japonesa. “Preparaba el udón de manera casera, lo que continuamos hasta hoy. Hubo paraguayos que se interesaban en la comida japonesa, así que ella abrió las puertas para todos los clientes. Así, formalizó, en 1970, la apertura del restaurante Sukiyaki”, detalla.
“Para los japoneses era un lugar hogareño donde la comida les otorgaba tranquilidad, y para los paraguayos fue algo novedoso. El primer restaurante japonés se convirtió en un lugar para probar algo nuevo y hasta hoy escuchamos de nuestros clientes que recuerdan haber venido con sus padres en los inicios”, dice Uchiyamada, quien dirige hoy el local junto con su esposa, Susana Nagasawa. Sus especialidades son el sukiyaki —que da nombre al lugar— el sushi, teishoku y lamen.
Mirando al futuro
La señora Kiyomi Moriya es secretaria de la Comisión Directiva de la Asociación Japonesa en Encarnación. A su criterio, la identidad nikkei paraguaya es un modo de ser particular que abarca el idioma, la forma de relacionarse y la gastronomía: “Muchos de estos aspectos dependen de cada ciudadano por el grado y el deseo de entremezclar y crear una hibridación cultural hacia una nueva forma de vida”.
Se dice que los pueblos que no conocen su historia están sentenciados a perecer. “Igualmente, siempre se comenta que desde la tercera generación de un grupo inmigrante se dejan de lado la cultura, valores y tradiciones del lugar del que preceden. Y no queremos que ocurra eso. Queremos que se conserven en tanto y en cuanto sea posible, sobre todo esos valores japoneses, sus tradiciones y cultura”, comenta Moriya.
En respuesta a esta preocupación nació el primer Centro de Identidad Nikkei Paraguaya Mirando al Futuro, un lugar que hace honor a la historia de la inmigración japonesa en Paraguay a partir de la segunda etapa, desde el establecimiento en Itapúa. Este espacio se erigió en un lugar lleno de historia para esta comunidad, dentro del predio de la Asociación Japonesa de Encarnación, que originalmente fue de la Corporación Pública del Servicio Emigratorio del Japón, una antecesora de la Agencia de Cooperación Internacional del Japón (JICA).
“Aparte de poder conocer la historia, van a encontrar muchos testimonios de la primera generación, tan sacrificada, quizás a sus abuelos, y con eso entender que, gracias a ese sacrificio hoy somos la generación que tuvo acceso al estudio, a la salud y a mejores condiciones de vida”, dice Moriya y agrega: “Los testimonios están en documentales que se seguirán publicando de forma periódica. Muy pronto estaremos inaugurando, como una segunda parte de este centro, la Casa de la Ceremonia del Té”.
El centro puede ser visitado también a través de su página web, donde hay recorridos preparados para todos aquellos interesados en ahondar en los matices culturales de los descendientes de japoneses en nuestro país. Encontrá toda la información en www.identidadnikkei.org.py.
Sin Comentarios