La búsqueda es la sorpresa
La primera conversación fue a través de una pantalla; él, acompañado de su perrito y un mate. La segunda, durante su visita al país en puertas de un concierto inolvidable junto con Ricardo Siri Liniers. Kevin nos dejó entrar a su universo, uno que contiene multitudes, McGuevaras y Che Donald’s; amores, tristezas y amistades que impulsan. ¿Quién más, sino, nos puede traer popclore, milonga hall, hip pop y cumbia flamenca, todo en una sola experiencia?
Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte: Gabriela García Doldán. Dirección de producción: Bethania Achón. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Fernando Franceschelli. Imágenes del concierto: Guti González. Agradecimientos: Stefy Ramírez para Néctar.
El pasado 24 de noviembre, el mítico Teatro Guaraní se llenó de emociones desde que sonó el primer acorde de la guitarra del argentino que nació en Alaska, Kevin Johansen, quien llegó a Paraguay acompañado de Roberto Siri Liniers. El recital se vivió entre risas y lágrimas, y un público que hasta se subió a bailar al escenario, para deleite de los fanáticos más acérrimos.
Nacido muy, muy al norte, específicamente en Fairbanks (Alaska, Estados Unidos), hijo de una argentina y un “gringo” (como él dice), desde muy chico ya se debatió entre el sur o no-sur. Entre los 11 y 12 años, recorrió 13.478 kilómetros para llegar a Buenos Aires y se encontró con la música como el lenguaje universal que le permitió encontrar un lugar entre sus compañeros de escuela.
Es una tarea muy difícil establecer la genealogía del amor por el arte en Kevin Johansen, si cuenta que en Alaska bailaba al ritmo del lavarropas. Simplemente estuvo ahí siempre. “Todos somos música”, dijo en la Ted Talk que dio en Montevideo, disponible en YouTube, y a través de ella es que se expresa y encuentra la forma de comunicar el mundo que tiene dentro.
“El tiempo es relativo, no creo que la música tenga tanto desafío en ese sentido”
A este mundo tuvimos acceso durante un par de horas en su presentación, que estuvo acompañada por el gran artista visual Ricardo Siri Liniers. El show tuvo exactamente lo que esperábamos: risas, humor, un poco de crítica política y cerró sobrepasando los límites de lo esperado. Un espectáculo generoso, como bien describieron ambos artistas. “El tiempo es relativo, no creo que la música tenga tanto desafío en ese sentido”, fueron las primeras palabras de nuestra entrevista, en la que conversamos sobre su vuelta al país después de años. Y así empezó la conversación que conjugó pasado, presente y futuro.
Para arrancar
Cómo no mencionar a un clásico que hizo ruido justo cuando tenía que hacerlo. Instrucción Cívica fue un dúo de rock, pop y new wave formado por Johansen y Julián Benjamín en los 80. Los músicos se conocieron en la escuela y, cuando la terminaron, las notas de guitarras se llenaron de todo eso que pasaba en la calle. Por aquellos días, con la democracia en pañales, el expresidente argentino Raúl Alfonsín promovía las leyes de “obediencia debida” y “punto final”.
La banda editó dos discos: Obediencia Debida (1986) e Instrucción Cívica (1987), y su éxito sobrepasó las fronteras argentinas. La canción Obediencia debida, sobre el verticalismo militar y sus consecuencias, se convirtió en un himno político en un país en donde una minoría buscaba el olvido y la memoria era aún algo por ser conquistado. El primer disco y la banda lograron una popularidad importante a nivel nacional y, muy pronto, internacional; en Perú obtuvieron disco de oro.
En los 90 Johansen volvió al norte que le quedó pendiente conocer de chico, donde pasó 10 años y creó The Nada, la banda que hace un juego de palabras entre “la nada” y “de nada”. La sonoridad que exploraba tenía que ver con una mezcla de diferentes músicas latinas con rock moderno, funk y pop, algo que fijó en su primer disco homónimo. Definitivamente, un indicio de que estábamos ante un poeta encubierto.
Un desgenerado
Si hay un trabajo que consagró a nuestro protagonista de la semana es Sur o No Sur. Desde el título ya es una suerte de autobiografía de sus migraciones. Como no podía ser de otra manera, después de conocer su trabajo en Instrucción Cívica, el músico argentino nacido en Alaska y criado en California exploró la crítica y el retrato de la realidad con un toque de humor.
Si hay algo que Kevin repite es que él busca estar por fuera de los géneros y crear música sin etiquetas, por eso hace ya más de dos décadas que se autodenominó desgenerado. “Mi búsqueda siempre se orienta a la sorpresa”, nos dice entre risas. Sus canciones causan conmoción porque pueden pasar de estilos latinos al rock o al pop con mucha seguridad, y su lírica deambula entre el castellano y el inglés con igual facilidad.
“La música no pide pasaportes para cruzar la frontera”
Este primer disco vino con mucho condimento a romper eso establecido de que había “una forma de hacer las cosas” con huainos (música folclórica andina), tangos, blues, lounge (también llamado space age pop), candombe, bossa, sonidos tropicales y varias pinceladas más rockeras. “La música no pide pasaportes para cruzar la frontera”, nos dice Johansen. Y resiste archivo porque es lo mismo que dijo en 2012, 2004 y 2002.
Él ubica su estilo en la canción, lo que le da libertad para deambular entre distintos sonidos mientras experimenta con la música. “Es un género que te da muchísima libertad. Creo que el ser desgenerado tiene que ver con ser amplio”, elabora.
“Uno no para de aprender permanentemente de diversos estilos, y luego aplica eso. Decís: ‘Bueno, le voy a poner mi esencia, mi impronta’ y a partir de ahí tratás de que quede así como te parece que es un tango, una bossa nova o un tema rock”, agrega.
Canciones con ideas
La búsqueda tiene que ver con transmitir algo. “También hacemos música para pensar”, afirma Kevin. Y así, sus letras siempre tienen un toque reflexivo, que busca conectar con su audiencia a través de las emociones, opiniones e ideas. “Creo que en mi trabajo siempre está la búsqueda de que la canción diga algo profundo, que conecte, que hable de lo que nos pasa de la manera más sencilla posible, pero la vez que no se escinda de la complejidad que eso mismo abarca”, sostiene. Y cierra la idea con una frase que resume su proceso de trabajo: “Una canción es tan simple como los tres minutos que dura o es ciencia nuclear, y uno tarda unos cinco o 25 años en terminarla”.
“Nadie es unidimensional. Mi vieja siempre me hablaba del famoso poema de Walt Whitman, Contengo multitudes, que después lo acuñó Bob Dylan. La tarea de toda persona que se dedique a alguna disciplina artística es, por un lado, encontrar tu esencia, lo que está buenísimo, pero, por el otro, también saber que puede ser múltiple”, explica.
“En ese proceso creativo a veces podés decir una cosa. Y al día siguiente, te contradecís. Y esta contradicción se da porque somos seres múltiples, la tarea es justamente encontrar esa esencia de la multiplicidad”, elabora, como todo un prestidigitador del lenguaje.
Kevin Johansen asegura que la canción no termina hasta que llega al público: “Quien la escucha decide si es un tema que va a quedar para mucho tiempo. Lo más lindo y lo más importante es tener esa capacidad de sorpresa y esa ilusión intactas, para mí eso es demasiado importante después de todos estos años”.
Un paseo por su discografía
Ya pasamos por las paradas más esperadas: The Nada (2000) y Sur o No Sur (2002). Pero su trabajo como alquimista musical continuó por mucho tiempo más y editó otros seis discos y dos grabaciones en vivo para regalarnos la oportunidad de conocerlo en el show, donde conecta con su público. Un dato curioso: su canción Down With My Baby, presente en su segundo longplay, fue parte de la telenovela argentina Resistiré (2003).
El 2003 fue el año del despegue para Kevin, con giras por Argentina, Uruguay, Estados Unidos y España, que continuaron en 2004 por México, Chile y el resto de Europa. La sorpresa final del segundo disco fue la nominación para tres premios Grammy Latinos en categorías fundamentales como Álbum del Año, Canción del Año y Mejor Video. Entre tanto viaje y cosecha de éxitos, grabó su siguiente material, City Zen (2005) —nada más y nada menos que en el estudio de León Gieco—, que fue bien recibido por el público en su momento. “Tiene que ver con aguantar la vorágine de la ciudad, donde la música siempre está presente, como el zen que te ayuda a relajarte dentro de la locura diaria”, dijo en varias entrevistas a la prensa de su país.
“Nadie es unidimensional. Mi vieja siempre me hablaba del famoso poema de Walt Whitman, Contengo multitudes, que después lo acuñó Bob Dylan. La tarea de toda persona que se dedique a alguna disciplina artística es, por un lado, encontrar tu esencia, lo que está buenísimo, pero, por el otro, también saber que puede ser múltiple”
En un diálogo irónico con el No Logo de la activista Naomi Klein, Kevin lanzó Logo en el año 2007. Una característica muy propia es la colaboración con varios artistas; en este caso, entre los invitados destacan Andrea Echeverri (de Aterciopelados), Amparo Sánchez (de Amparanoia), el español Albert Plá y Paulino Moska, de Brasil.
De a poco se fue definiendo como un cantor de protesta. Esta definición fue suya pero también ganada a partir de sus declaraciones en las que siempre puso mucho énfasis en los derechos: “En estos años se protesta por otras cosas… contra la solemnidad, contra la demagogia y contra la pequeñez humana en todas sus formas. Si miramos bien, somos los herederos de gente que se jugó el pellejo”, dijo en una entrevista a un medio argentino en 2010. Ese mismo año se presentó junto a Liniers y la banda The Nada en un concierto en apoyo al matrimonio igualitario. La cumbiera intelectual, Daisy, Logo y Sos tan fashion son el resultado de observar la sociedad y dejar que esta se impregne en las canciones.
En Bi (2012), Kevin Johansen se declara folclórico, pop y “hasta pachanguero”, con un homenaje a la biculturalidad que lo caracteriza. Esta amplitud de miras de su música también se siente en la lírica, que ahonda en aspectos íntimos, por un lado, sin dejar de lado la mirada crítica y el rechazo a la caída en redundancia, o a convertirse en un cantautor que predica a los convertidos.
“Quizás la pandemia produjo en uno la posibilidad de soltarse y devolver un poco lo que le dieron grandes músicos que le marcaron. Los compositores descubrimos, tanto en nuestro material propio como en el ajeno, esa suerte de querer sortear el tiempo y ser atemporales o eternos”
En Mis Américas (2016) vuelve a reinventarse en la fusión y da lugar a la creación en conjunto. La primera canción, Es como el día, tiene como invitada a Miranda Johansen, su hija, y marca el tono de una producción hecha con amor. También participan los peruanos Kanaku y El Tigre, el chileno Macha Asenjo, Marcos Mundstock (Les Luthiers), Pity Álvarez, Ricardo Mollo y Lito Vitale, además de Palito Ortega, Javier Casalla (Bajofondo), el brasileño Arnaldo Antunes y, como plus, sus hijos Kim y Tom Johansen (y Miranda, claro).
El primer track del siguiente álbum, Algo Ritmo (2019), está dedicada a María Elena Walsh. Y qué importante este diálogo con una de las más icónicas, la autora del viral “perro salchicha, gordo bachicha, que toma solcito a la orilla del mar”, pero también de Manuelita, de la Canción para tomar el té y El país de Nomeacuerdo. En este disco, Johansen le canta a los EE. UU. de Trump y al Brasil de Bolsonaro; al amor, a la amistad, y hasta se adentra en el rap con La gente más linda, uno de los temas favoritos de quien humildemente les escribe.
Lo último publicado es Tú Ve (2022), con reversiones de canciones suyas, como Tú ve con Natalia Lafourcade y Desde que te perdí, con Silvia Pérez Cruz; y ajenas, como El Albertío, de Violeta Parra; Oración al tiempo, de Caetano Veloso, y Perfect Day, de Lou Reed, que interpreta junto a su hija Miranda. Y fue un material pospandémico, lo que influyó en la conceptualización: “Quizás la pandemia produjo en uno la posibilidad de soltarse y devolver un poco lo que le dieron grandes músicos que le marcaron. Los compositores descubrimos, tanto en nuestro material propio como en el ajeno, esa suerte de querer sortear el tiempo y ser atemporales o eternos. O negar la finitud, negar la mortalidad propia. La canción desafía al tiempo. Un buen tema suena bien hoy, y quizás lo haga en 50 o 100 años”.
Dos amigos en el escenario
Desde hace más de 15 años, Kevin Johansen y Ricardo Siri Liniers se presentan juntos en el escenario. Mientras el primero recorre su repertorio cancionero, el segundo lo ilustra, y así se acompañan. “Yo no lo siento al tiempo como un peso; al contrario, no sé si es mi forma de ser o de llevarlo, pero vivo mucho el presente, el momento, intensamente. Y con Ricardo lo disfrutamos, ese es un poco el secreto”, opina el músico.
La amistad trasciende el escenario y sus expresiones artísticas. “Él no solo es un ilustrador, es un poeta. Te puede hacer reír o llorar, emocionar, todo en un solo bloque, en un solo dibujo”, describe Johansen y remarca: “Es un poeta”. El cantante identifica que lo que realmente le atrae a la gente es esa misma complementariedad que ellos encuentran en su amistad.
“Durante el espectáculo vemos a la gente y alguien está riendo, otro llora, otra persona bailotea o mueve la patita; logramos algo muy diferente en cada quien”, plantea. El show es casi como una zapada entre amigos en la que el público también está incluido en el círculo íntimo de los artistas. “Nunca fue ensayado, lo decimos con mucho orgullo, cada encuentro es distinto. Es algo de esa espontaneidad lo que la audiencia ve y escucha, es un espectáculo impensado”, explica Johansen.
Para Liniers, la razón por la cual Kevin lo siguió invitando después de tanto tiempo tiene que ver con su generosidad. “Vio que el público se iba con la panza un poquito más llena del show de él porque además habían visto unos dibujos raros. Él quiere que la gente salga de sus espectáculos o de su casa (cuando te invita a un asado) bien satisfecha. Eso es lo que aprendí en la ‘Universidad Johansen’”, señala.
“En estas ocasiones se trae a la mesa el poder reír y lo descontracturado. Conocer la risa como aplauso fue un gran aprendizaje para mí, es otra forma de disfrute que tiene la gente”, distingue Kevin.
Y, definitivamente, en este espacio que crearon juntos, donde los The Nada también participan, todas las características que identificamos de la propuesta de Johansen confluyen. “Hay una cuestión crítica poética. Hablamos de amor, pero también de las otras cosas que pasan en la vida”, identifica el cantautor.
Quiero Mejor
Ya se encuentra en todas las plataformas Vals de la luna, el primer adelanto de su siguiente disco que, como él dice, “seguro se va a llamar Quiero Mejor”. La producción del tema fue realizada por Kevin en colaboración con Panda Elliot y Marcelo Coca Monte, y se grabó con grandes sesionistas de la música argentina como Hernán Jacinto (piano), Sergio Verdinelli (batería), Roberto Seitz (contrabajo), Facundo Guevara (percusión), y el guitarrista norteamericano Rod Hohl.
La canción propone “encontrar tu living interior”, un espacio de calma y comodidad. “Para mí es muy importante preservar la capacidad de sorpresa, como dije antes. Esa facultad de decir: ‘Uy, encontré algo’. Y poder transmitirlo a la gente”, plantea Kevin.
El segundo sencillo es Puntos equidistantes, cantado a dúo con Natalia Lafourcade. “Es una canción que habla un poco del deseo de escaparse, pero a la vez encontrarse con alguien, y creo que no hay persona mejor que Natalia para interpretarla. Estoy feliz por lo que dice y porque es dicho por nosotros, que somos grandes amigos”, remarca.
Si hay una búsqueda que atraviesa este nuevo disco es la sinceridad. Pone como muestra a los grandes exponentes de la canción: Charly García, Joaquín Sabina, Violeta Parra, entre otros. “Cuando ves ejemplos así, hay mucha honestidad, la persona en carne viva te está diciendo: ‘Esto es lo que me pasa ahora, voy por acá y lo voy a decir hoy’”, explica, y así define también toda una visión de lo que proyecta en su música. Y agrega, como para cerrar: “Para mí es el camino a seguir, creo que al estar un poco más grande también necesito más andar sin vueltas”.
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