Nota de tapa

Lanto’oy’ Unruh

Resistencia artística desde el País de los Enlhet

Esta semana compartimos la historia de Lanto’oy’ Unruh, artista visual, editor de video, ingeniero de sonido y creador polifacético que desde sus expresiones busca brindar el testimonio del pueblo Enlhet. En estas páginas vamos a conocer su trabajo artístico de manera extensiva, pero también la historia de su gente y su búsqueda de una memoria largamente silenciada.

Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte: Gabriela García Doldán. Dirección de producción: Camila Riveros. Producción: Sandra Flecha. Retratos: Javier Valdez. Fotografías: gentileza Lanto’oy’ Unruh. Fotografía de tapa: Lanto’oy’ Unruh. Agradecimientos: Instituto Nengvaanemkeskama Nempayvaam Enlhet.

En el País de los Enlhet-Enenlhet, la realidad y la fantasía conviven en el cotidiano. Los animales hablan, roban comida, son amigos y traicionan, hablan y se presentan. Las lagunas esconden peligros, por eso no es bueno que las muchachas se acerquen solas allí, pero también albergan deliciosos secretos como las katheng (papas de agua), que pueden ser el alimento que se necesita para la sobrevivencia.

Este es el territorio en donde nació Lanto’oy’ Unruh, en la comunidad enlhet Ya’alve Sa’anga, ubicada a pocos kilómetros de Lhaapangkalvok (designación enlhet para Filadelfia), el centro del País de los Enlhet, ubicado en el corazón del Chaco paraguayo. Él dibuja desde que tiene memoria, y a través de la ilustración digital, la fotografía, la pintura al óleo y el video expresa la importancia de preservar las creencias y tradiciones de su comunidad, así como el entorno natural.

Estas tradiciones también las preserva de forma más directa, pues integra el equipo de trabajo del Instituto Nengvaanemkeskama Nempayvaam Enlhet (en castellano: haz crecer nuestra lengua enlhet), espacio de reflexión nacido en Ya’alve Sa’anga.

Lanto’oy’ no está solo: el trabajo se realiza con otros miembros de parcialidades enlhet y toba, de forma independiente y a nivel comunitario. A través del registro, forma parte de los procesos de revalorización de lo propio entre los pueblos de la nación Enlhet-Enenlhet (enlhet, enxet, enenlhet-toba, sanapaná, angaité y guaná).

Lo primero que el lector debe saber es que esta redacción lleva más de un año intentando concretar un encuentro con Lanto’oy’. Hubo viajes a la comunidad Ya’alve Sa’anga proyectados, planes interrumpidos y mucha investigación. Finalmente, el encuentro se dio en el contexto de la muestra Maaneng, una festividad de saberes y sabores ancestrales, en la sede de la Alianza Francesa, donde el artista expuso una serie de fotografías sobre una de las festividades más importantes de las comunidades enlhet y toba-enenlhet… Sin spoilers, seguí leyendo para saber de qué se trata.

En esta nota se intentó resumir varias horas de conversación y días de investigación sobre la importantísima labor de archivo y memoria que realiza Lanto’oy’, además de emotivas charlas acerca de su manifiesto artístico, la relevancia de expresarse y sus proyecciones a futuro.

Perfil: dibujante

“Hay mucho que expresar desde la sociedad de mi pueblo; y a partir de allí encuentro los objetivos, los contenidos y los estilos de mis composiciones”, comienza a contar Lanto’oy’. Es imposible para él definir en qué momento empezó a trabajar en arte. Cuando era niño, mientras sus compañeros de escuela intentaban con poco éxito aprender en una lengua que no era la suya, él llenaba sus cuadernos con la historia enlhet. “Mi perfil estaba orientado a los dibujos”, se ríe.

Los temas que trabaja tienen que ver con la naturaleza, la vida y los animales, pero en realidad su obra está impregnada de dolores profundos y tristezas que pesan generaciones. Pensar su trabajo artístico escindido de su labor como guardián y gestor de la historia y la memoria de su pueblo es imposible. La relación es palpable.

“Al escuchar los relatos de los ancianos, me adentro en sus paisajes y capto ese momento, esa memoria”, explica. “Cuando los abuelos relatan las costumbres de antes, la vida actual, los cruces con los menonitas, con los [paraguayos] blancos, la guerra… ahí trato de expresar, de imaginarme las cosas que cambian constantemente desde nuestro entorno”, indica. Esa es la historia que a través de su labor artística muestra.

“Para mí, capturar eso es importante. Las tristezas y alegrías… siento que tengo que registrar esos momentos únicos que no se vuelven a repetir, para luego seleccionarlos y mostrarlos, para que mi pueblo se sienta orgulloso de quién es”, afirma. Y agrega: “De mi parte, también me siento muy orgulloso de ser parte de mi pueblo Enlhet”.

En cuanto a soporte, si hay algo que lo caracteriza es la diversificación. Pinta al óleo, grafito, acrílico y hasta con biromes, pero también hace ilustraciones digitales. Sus últimas exploraciones tienen que ver con la fotografía: “Me gusta registrar los momentos, llevar mi cámara con la gente, donde me ubico… Es un formato en el que puedo expresar la diversidad y las cuestiones de mi pueblo”, plantea.

Pero es un trabajo que no quiere ni busca hacer en solitario. “Siempre quise invitar a mis amigos o a colegas de mi etnia, para seguir construyendo registros. No quiero ser solo yo”, afirma. Es un caminoque Lanto’oy’ abre para futuras generaciones.

Historias de resistencia

¿Qué es lo que pasa en el Chaco? Esta no es una pregunta nueva. En los libros ¡No llores! La historia enlhet de la Guerra del Chaco (2018) y ¡Qué hermosa es tu voz! Relatos de los enlhet sobre la historia de su pueblo (2020), el colectivo Nengvaanemkeskama Nempayvaam Enlhet, representado por Ernesto Unruh y el lingüista Hannes Kalisch, publicó el otro lado de una historia que creemos conocer.

El Chaco fue colonizado —invadido, si se nos permite nombrar las cosas con claridad— a fines del siglo XIX. Pero hay una serie de eventos históricos que marcaron profundamente la historia de la nación Enlhet-Enenlhet, en el periodo posterior a 1920: la guerra entre Paraguay y Bolivia (1932-1935), la llegada de colonos menonitas (alrededor de 1927) y la epidemia de viruela (en el verano de 1932-1933) fueron grandes traumas silenciados de este pueblo.

Estos libros ofrecen una perspectiva totalmente nueva de la conquista de los pueblos chaqueños, visión que supera el “colonialismo epistémico” de la narrativa de ocupación del Chaco paraguayo. Los pueblos indígenas recuerdan que tenían una buena vida gracias a la riqueza de su territorio, que perdieron en su mayor parte.

Los militares de ambos bandos (bolivianos y paraguayos) sometieron a los pueblos indígenas de la región a un régimen de terror, en donde abusos, violaciones y asesinatos a mansalva eran el pan de cada día. Los colonos menonitas expandieron los territorios ocupados (alrededor de 1950), además de iniciar un proceso de “civilizar”, convertir y bautizar a los enlhet de forma masiva. La epidemia de viruela diezmó la población: murieron alrededor de 10.000 personas.

Los enlhet (que significa “humano”, en su lengua) debían velar por la armonía del territorio, pero no podían hacerlo mientras luchaban contra tres frentes.

En ese contexto, sucedió lo peor: varios perdieron la noción de su propia historia, que fue reemplazada por la narrativa externa. Muchas veces los pueblos de la zona asumieron la ideología colonial, silenciaron su cosmovisión, abandonaron su propia interpretación y sus memorias. Así cobró importancia el Instituto Nengvaanemkeskama Nempayvaam Enlhet.

En uno de los registros de Nengvaanemkeskama Nempayvaam Enlhet, Altanema Seiana’a, se expresa la relación entre los enlhet, su territorio, los connacionales y los colonos europeos. “Antes no había paraguayos ni menonitas […] no había alambrado”, recuerda uno de los ancianos entrevistados.

Esta relación con la tierra es una de las más importantes de su cosmovisión, que es la que Lanto’oy’ Unruh retoma en su trabajo artístico. La naturaleza es madre, es vida y alimenta. Cada ser que la habita tiene un rol igual de importante y los animales muchas veces son humanizados.

Las consecuencias de estos factores históricos hoy las viven los enlhet. Estructuralmente, la falta de agua, alimentos, servicios de salud e infraestructura; pero también el racismo simbólico. “La discriminación nunca se acaba. Todo sigue igual”, reclama Lanto’oy’. “Eso lo veo al escuchar a mi gente, muy triste por lo que pasa. Esas son las cuestiones de mi pensamiento-sentimiento. Cuando yo escucho eso, de mi pueblo, gente matando animales, me entristezco y sigo pintando. Las cosas que salen en la obra, salen. Eso es lo que me atraviesa”, describe y sigue: “Cuando pinto, entonces, sale tristeza”.

Paisaje

Este año nos tocó vivir una situación crítica como país y como región. De hecho, aún sentimos los resabios de la pérdida y pasará mucho para recuperarnos. Nos referimos a la ola de incendios forestales que empezó a finales de agosto y se extendió hasta setiembre, y que arrasó con una importante porción de los ecosistemas chaqueños.

El Instituto Forestal Nacional del Paraguay (Infona) divulgó datos de monitoreo de los incendios: durante el mes de setiembre se registraron un total de 23.822 focos de calor y 1611 fuegos activos. La estimación de áreas afectadas es de 242.695 hectáreas solo en la región Occidental.

Para la nación Enlhet-Enenlhet, es una tragedia muy dolorosa. Pone en riesgo la alimentación, el sostenimiento de la biodiversidad y la vida digna. “Primero quiero dar mis palabras al Gobierno, porque lo más importante es cuidar la naturaleza”, comienza a decir Lanto’oy’. “He escuchado que los ayoreo están todavía por el monte y eso debemos tener en cuenta, porque son mis parientes también, necesitan apoyo. Cuidar su hábitat y también la vida silvestre, los animales, las aves”, afirma.

Según nos cuenta Lanto’oy, los ancianos enlhet decían: “Cuidá tu naturaleza porque es parte de nuestra vida, es nuestro sostén, ahí está todo. Cuando salís, encontrás alimento, traés para la familia”. “Hoy en día se han creado límites de las propiedades y ya no se puede conseguir esa comida, a veces se trabaja duro y no se consigue suficiente dinero para mantenernos”, lamenta.

La serie de árboles es una de las más importantes de toda su trayectoria. Si bien su trabajo está ligado íntimamente con la vida silvestre, había algo que tenía dentro y lo quería sacar. Primero lo hizo en forma de poesía: “Cuando nosotros tratamos mal a la vida del ambiente, las nubes se alejan y la vida silvestre también. Aparecen nubes, pero no se dispersan. Están encima de nosotros. Había sido que son los humos de la quema del bosque y en el fondo se escuchan los gritos de los últimos árboles”.

“Ahora vemos en el humo los gritos de los animales y los árboles quemados, que muy pronto son ceniza y nos enferman”, cuenta Lanto’oy’. “En mi trabajo incluí la situación de mi gente, lo que está pasando hoy. Nuestros pueblos necesitan apoyo de los gobiernos e instituciones: tierra, agua, comida, necesidades básicas”, afirma. En la serie de los árboles están los gritos de los seres que necesitan atención.

Capturar las alegrías

La imagen de tapa de esta edición representa a los savaalak, pintados y cubiertos por máscaras emplumadas. Son los hombres araña, que convocan lo mejor para ellos y los suyos en el Maaneng, danza sagrada de los pueblos Enlhet y Toba-Enenlhet en la que, a través de cantos y rituales, se celebra la vida. Esta actividad fue alguna vez prohibida por los misioneros.

La comunidad de Casanillo, en Presidente Hayes, celebró el Maaneng en enero de este año. Se trata de una ceremonia de iniciación femenina, guiada por las abuelas, donde toda la comunidad se reúne para regalar las mejores energías y la protección a las mujeres cuando cumplen 15 años. Unruh estuvo ahí para capturar la esencia de la tradición ancestral y recuperar imágenes propias que le fueron arrebatadas a su pueblo, tradiciones silenciadas y olvidadas.

En octubre de este año, las fotografías se apreciaron en la exposición fotográfica Maaneng: Una festividad de saberes y sabores ancestrales, en la Alianza Francesa de Asunción. Además, la chef Rosa López, especializada en alimentos tradicionales, creó una mesa de degustación para delicias chaqueñas. También hubo espacio para la literatura: Manolo Romero, escritor de la comunidad toba-enenlhet de Quenekha-Pa’at (Pozo Amarillo), presentó un libro de registro de relatos. “Nuestra cultura perdurará mientras mantengamos vivas nuestras tradiciones”, afirmó en aquella ocasión.

Tarea de todos

La tarea de conservación se realiza en comunidad. “Me gustaría que nos unamos para hacer este trabajo. Yo no quiero ser el único que hace estas cosas, de registro, de trabajos, de arte”, dice Lanto’oy’. Ve, con entusiasmo, que cada vez más jóvenes se vuelcan a la creación y al rescate de la memoria de los abuelos.

“Tener esas imágenes es importante para que la gente entienda la importancia de la diversidad, la cultura, la memoria, la naturaleza y la vida silvestre”, remarca.

Estamos acá

El reconocimiento más grande que recibió Lanto’oy’ llegó al volver de una exposición en Dubái. “La gente de mi pueblo vino hacia mí y me dijo cosas lindas, que ellos se sienten orgullosos de ser parte de mi comunidad, de que yo sea parte de ellos”, recuerda. También se emocionó cuando recibió felicitaciones de otros lugares: “Me felicitaron por exponer allá, porque es un logro colectivo también”.

La mirada del otro es importante, sobre todo cuando entidades especializadas son las que ofrecen el reconocimiento. “Espero que aprecien mis trabajos, lo que estoy haciendo, lo que se vendrá”, manifiesta Lanto’oy’. “Estamos aquí sin importar el color de piel. Estamos. Somos paraguayos, todos iguales”, reafirma e invita al diálogo y el descubrimiento. Y agrega: “A los pueblos originarios, que sepan que nos encontramos acá con ustedes, que vean mis obras y aprecien, pero también que hagan sus propios trabajos, que son importantes”.

Sin asumir los dolores pasados y recordarlos, no es posible comprender el presente. Y sin comprender el presente, la lucha por una vida digna se imposibilita, pues no lo conocemos. En su obra, Lanto’oy’ pinta posibilidades de un futuro diferente y propone el diálogo desde el nengko’o (nosotros), en donde todos estamos incluidos.


UN LARGO CAMINO
Algunas de las ilustraciones de Lanto’oy’ se exponen en el Museo del Barro de Asunción y varias fueron publicadas en el libro Sounds of the Rainforest (Alianza, 2019). Integra el equipo de trabajo del Instituto Nengvaanemkeskama Nempayvaam Enlhet desde el 2006, donde ha diseñado las tapas de los libros ¡Qué hermosa es tu voz! y ¡No llores! También es coeditor de videos de largometraje en la misma organización.

Colaboró en la ilustración de numerosos libros publicados en Paraguay y en el exterior. En el 2017 ganó el premio Arte de los Pueblos Indígenas, de la FAO. Expuso en el Museo del Barro, en la Manzana de la Rivera, en la Alianza Francesa y muchos otros espacios nacionales.

Uno de los hitos más importantes de su carrera fue su muestra en el Museo Británico, donde presentó grabados, dibujos, ilustraciones y fotografías que muestran la historia del Chaco. Esto le dio la oportunidad de participar de una residencia artística en el Centro de Excelencia Santo Domingo para la Investigación sobre Latinoamérica (SDCELAR).

El año pasado formó parte del equipo artístico de No están solos, cortometraje producido por un estudio de animación nacional. “Me alegra mucho contar con gente que tiene esta idea de crear conciencia, hacer todo lo posible para detener lo que está pasando, y más en mi zona del Chaco paraguayo. Estamos espantando a los animales silvestres, la vida misma de la naturaleza”, comentó Lanto’oy’ en esa ocasión.


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