Pistas de un artista legendario
En el universo artístico de la historieta argentina contemporánea, un nombre destaca: Liniers. Tras este seudónimo se encuentra Ricardo Liniers Siri, un maestro cuya genialidad ha traspasado fronteras y ha conquistado los corazones de lectores alrededor del mundo. Hace no mucho tiempo lo vimos tocar la canción de Radiohead Creep en el ukelele cuando compartió escenario con Kevin Johansen, que lo retrató. Estábamos, nada más y nada menos, ante uno de los historietistas argentinos más importantes de su generación. Hoy lo presentamos en Pausa.
Por Laura Ruiz Díaz. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Fernando Franceschelli.
Liniers es un barrio en el oeste de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, una estación ferroviaria de la línea Sarmiento, el nombre de un centro comercial; y el seudónimo de nuestro protagonista de la tapa de la semana, Ricardo Liniers Siri. Y todo esto tiene un factor común: toman el nombre de Santiago de Liniers, militar que tuvo un papel importante en la reconquista de Buenos Aires durante las Invasiones Inglesas. El segundo nombre de nuestro entrevistado —el cual hoy es su seudónimo— se lo pusieron en honor a un abuelo, pariente del famoso prócer.
En esta edición nos vamos a meter de lleno en el mundo de la ilustración e ir tras los pasos de Liniers, quien logró no solo vivir de su arte (lo que ya es mérito suficiente), sino también ser un artista internacionalmente reconocido. Su trabajo dio vuelta al mundo, con publicaciones en puntos tan distantes entre sí como Turquía, Bélgica y Chile.
Nuestro protagonista es el argentino que hoy reside en Vermont (Estados Unidos), invitado por The Center for Cartoon Studies para dictar clases sobre historieta latinoamericana, a la que sumó luego la posibilidad de desempeñarse también en la prestigiosa Universidad de Dartmouth.
El año pasado tuvimos la oportunidad de escuchar sus dotes musicales en el escenario junto a Kevin Johansen en el show que trajeron juntos y, aunque su interpretación fue una grata sorpresa para el público, nuestro mayor deseo es que siga coloreando este mundo tan macanudo que nos muestra en cada una de sus publicaciones. Con ustedes, Liniers (el ilustrador e historietista, no el prócer).
Todo empieza con algo
Nació en 1973 en Buenos Aires y mucho antes de decidir que Liniers sería su nombre principal, ya le atraía mucho ese aspecto de su historia familiar. Ese antepasado lejano que peleó durante las Invasiones Inglesas como militar funcionario de la corona española le provocaba mucha intriga durante las clases de la escuela. Solo para enterarse, poco después, de su final en la Revolución de Mayo, el movimiento independentista argentino. No es muy difícil imaginarnos a una versión suya de niño, volviendo a casa dolido pateando las baldosas porteñas. “Pensaba como que habían fusilado a mi abuelito”, señala entre risas en el documental Liniers: el trazo simple de las cosas.
Leía las historietas de Mafalda y Las aventuras de Tintín, y llegó al dibujo gracias a su admiración por La guerra de las galaxias, ya que sus dibujos eran la única forma de llevarse sus personajes favoritos a casa. Ávido lector, conoció tempranamente a Hergé, Goscinny y Uderzo, Quino, Héctor Germán Oesterheld, Francisco Solano López, Charles Schulz y Herriman.
Primero, estudió la carrera de Derecho para seguir la tradición familiar, ya que su padre se dedicaba a la abogacía. “Tanteé la genética”, bromeaba en una de sus primeras entrevistas hace más de 20 años, pero se hereda de todo menos la carrera. Un poco más tarde probó suerte con Ciencias de la Comunicación y luego estudió Publicidad, pero no se dedicó a ello; a los 22 decidió apuntarse a un curso de historieta que impartía el dibujante Pablo Sapia. Desde ese momento no dejó de dibujar. Comenzó a publicar en fanzines, una revista de publicación independiente, generalmente fotocopiada.
¿Ustedes saben, queridos lectores, cómo empieza el proceso de creación de un fanzine? Si bien no hay nada más libre que este tipo de publicación, hay ciertos patrones estéticos que se repiten. Y en esta escuela —hermosa, si se nos permite decir— arrancó Ricardo Siri Liniers. Apenas unas décadas después es uno de los humoristas gráficos argentinos más reconocidos, lo que no es poco decir, ya que el país vecino tiene a exponentes como Quino y Maitena.
Poco después de experimentar con fotocopias, específicamente a partir de 1999, consiguió publicar su tira Bonjour semanalmente en el suplemento NO! de Página/12. Tres años después, empezó Macanudo en La Nación. Desde entonces, los personajes de este mundo maravilloso comenzaron a llegar para quedarse: el misterioso hombre de negro con su halo enigmático de quien poco se sabe; Enriqueta y su gato Fellini; Alfio, la bola troglodita; Martincito y Olga, su monstruoso amigo; y el propio Liniers, el dibujante/conejo. Y en este mundo abundan los duendes, los pingüinos que hacen macanas y muchos más.
Desde entonces, Macanudo nunca se dejó de publicar. Pasó semanalmente por El Periódico de Cataluña del 2007 al 2009, y diariamente por el periódico brasileño Folha de São Paulo del 2010 al 2011. Sus tiras llegaron a publicaciones como Perú 21 y hoyxhoy. Actualmente publica diariamente en el periódico El País de España.
Parado sobre hombros de gigantes
Si hay algo que caracteriza a su obra es lo lúdico. Esa mezcla entre la inocencia y la sabiduría de la niñez y lo que se puede interpretar como una gran crítica hacia los estándares de la sociedad que generalmente pasamos por alto. En ese espacio se ubica su trabajo, una exposición atemporal de interrogaciones profundamente humanas.
En una entrevista con la agencia de noticias argentina Télam, Liniers caracteriza el mundo de la historieta. “La historia de la historieta tiene unos 120 años, de los cuales 70 u 80 fueron aventuras, superhéroes, chistes para hombres dibujado por hombres. Si ves una convención previa a 1998, era como un equipo de fútbol: todos pibes. Genios absolutos, héroes, pero todos pibes. Y los últimos 20 o 30 años pasó algo, acá en Argentina especialmente, gracias a Maitena. Se activó el otro 50 % humano a esta forma del arte y se abrió como un abanico, de repente se puso mucho más interesante”, dice. Pero el mayor cambio se dio en la cuestión temática: “El mundo editorial dejó de decirnos a los historietistas que solo podemos hacer chistes y aventuras”. En este punto es donde ubica a Art Spiegelman, quien dibujó Maus, una novela gráfica con la historia del Holocausto con ratones, gatos, perros y cerdos. Y a partir de allí abrió un nuevo mundo.
En este punto también se inserta El Eternauta, una historieta argentina creada por el guionista Héctor Germán Oesterheld y el dibujante Francisco Solano López y la primera novela gráfica leída por Liniers. Aunque se trata de ciencia ficción, relata un proceso de resistencia colectiva frente a una entidad extraterrestre que busca la dominación. En sus tres ediciones, hay elementos que coinciden con los últimos gobiernos de facto de Argentina, especialmente el último. Este análisis adquiere aún más relevancia al constatar el secuestro, tortura y posterior desaparición de Oesterheld en manos de la última dictadura argentina.
¡Cómo dejar de mencionar a Mafalda! En reiteradas ocasiones declaró que fue el primer libro que cayó en sus manos y lo hizo feliz. La niña con ideas fuertes y ganas de cambiar el mundo en el que aún vivimos caló profundo en quienes tuvimos la chance de conocerla. Quizás, de la mano de Oesterheld y Quino, aprendió a cuestionar el mundo y sus múltiples lecturas posibles.
Su inspiración la toma de lo que vive día a día. Para muchas escenas se inspiró en sus hijas, para otras en su trabajo y en muchas más intenta hablar un poco de sus inquietudes. El cine, la literatura, la música, todo lo atraviesa y se convierte en arte.
Universo macanudo
La expresión macanudo es una manifestación coloquial utilizada en Argentina y Uruguay, sobre todo en la zona rioplatense, que significa expresa satisfacción, alegría o admiración hacia algo o alguien. Es una expresión positiva e informal que se utiliza para destacar algo que se considera muy bueno o agradable. Y es el título de la tira más importante y reconocida de Liniers. Macanudo fue compilado por su propio autor y publicado en 15 libros, primero con Ediciones de la Flor, luego con su proyecto propio, Editorial Común, y por último con Penguin Random House.
El nombre surge a partir de la inquietud social. Empezó la historieta en el 2002, cuando Argentina había tenido saqueos, muertes en protestas sociales y cinco presidentes en una semana. Su manera de luchar contra todo eso era ir en contra del pesimismo general y buscar una palabra optimista: macanudo, algo que siempre dice su padre.
En él aparecen una cantidad de lo más variopinta de personajes, cada uno para replantear un par de cosas. Como los duendes, que se dedican a esconder las medias o causarnos dolor de cuello cuando dormimos o inspirar a Messi. Sus superpoderes incluyen levitación, hipnosis, clarividencia, tienen más dinero que Batman y toman soda directo del sifón.
Las ovejas también aparecen continuamente. A veces se dedican a saltar cercas, pero en presencia de los seres humanos se muestran como animales comunes. De la misma manera actúan los pingüinos, que son cultos y saben de arte y ballet. También encontramos al misterioso hombre de negro, que ya mencionamos anteriormente. Nunca habla, pero mucho se dice de él: que vivió en Bolivia en los 80, que no tiene dedos en los pies, que sus uñas son de plástico, estuvo preso y visita cementerios los días martes. Es uno de los personajes favoritos de su creador.
Para muchos, Enriqueta es una versión modernizada de Mafalda. “Tratar de hacer otra niña en una tira diaria argentina es como tratar de hacer otro gol de Maradona a los ingleses, no va a ser igual de lindo”, dice Liniers. Entonces buscó mantenerla más niña. La principal diversión de Enriqueta es leer grandes libros, se dedica a imaginar y disfrutar de la naturaleza. Sus dos grandes amigos son Fellini, su gato, y Madariaga, su oso de peluche.
“Enriqueta puede estar de mal humor, puede estar contenta o puede estar de enojada. Puede jugar con Fellini o puede estar peleada con él. Es mi puente para hacer memoria sobre cómo es ser chico, ¿no? Y ese es un puente que siempre traté de tener cuidado porque es fácil que se te vaya borroneando la infancia”, analiza el autor.
El mundo macanudo se completa con Gente que anda por ahí, que son retratos cotidianos que con el tiempo tienen un giro crítico hacia la realidad, y Las verdaderas aventuras de Liniers, donde el dibujante se representa a sí mismo como un conejo y así retrata su vida cotidiana. También tienen lugar las emociones; La Vaca Cinéfila, un personaje que es una vaca crítica de cine; Cosas que a lo mejor le pasaron a Picasso; Alfio la bola troglodita, que aparece siempre haciendo cosas extrañas, y Lorenzo y Teresita, que nos ejemplifican situaciones de la vida en pareja. Un personaje que cautiva a más de uno es Olga, el amigo imaginario de Martín, con quien comparten aventuras; solo Martín puede entender lo que dice Olga.
“La sorpresa es la esencia del humor. Así que al hacer una tira diaria, el desafío es sorprenderse a uno mismo”, es una frase de Bill Watterson que encabeza una reedición de Macanudo y es, a su vez, una de las frases de cabecera de su trabajo.
Otras publicaciones y colaboraciones
El trabajo de Liniers tiene demasiadas aristas. Hasta el 2000, ya publicó en ¡Suélteme!, la historieta argentina editada por Pablo Sapia y Esteban Podeti; Olho mágico, la publicación brasileña de Porto Alegre; e hizo el diseño de tapa del libro Invasores de Marte para la editorial argentina Random House Mondadori. Su carrera recién estaba arrancando.
Ilustró tapas de discos: Logo, de Kevin Johansen; La lengua popular, de Andrés Calamaro; Un buen pescador, de Marcelo Ezquiaga y Coyazz; entre otros artistas. Pero eso no es todo, también colaboró con la prestigiosa revista The New Yorker ilustrando cinco de sus portadas. Hizo lo mismo en varios libros de Kurt Vonnegut y fue responsable de las ilustraciones del libro Crímenes ejemplares de Max Aub.
Sus historietas recorrieron el mundo: Revista Etiqueta Negra en Perú, Revista Fierro en Argentina, Spirou en Bélgica y muchas otras más. Publicó en España, Turquía, Estados Unidos y aún nos queda mucho por ver de este gran artista gráfico.
Editorial común, por amor a la historieta
Junto con su pareja, Angie Erhart Del Campo, Liniers presentó a comienzos del 2011 la Editorial Común, con las regalías de Macanudo. A través de ella buscan fomentar el trabajo de escritores y dibujantes argentinos consagrados a la novela gráfica. “La editorial es otra expresión de nuestro amor a la historieta. Porque es muy difícil vender libros en los últimos cinco, seis, siete años, ya no sé ni cuánto viene durando esta crisis. Es una editorial que la hicimos no para ganar plata, sino para sacar libros, pero nos cuesta mucho sacar cada libro”, planteó en una entrevista hace poco más de cinco años a un medio argentino.
A buscar la nuestra
Hace ocho años, Ricardo recibió la propuesta de ir a vivir a Vermont. “De repente tenía la opción de que mis hijas crecieran en medio de la naturaleza, en un lugar muy tranquilo y pensé que me gustaría que tengan una infancia distinta a la mía, porque aunque quiero mucho a Buenos Aires pensaba en lo que implica”, cuenta en la entrevista exclusiva con Pausa. “Y además me fui a buscar la plata. Viste que dicen que los yanquis se llevan toda la plata, yo la estoy buscando”, bromea. Pero la broma viene con un toque de verdad: así como en sus tiras, mezcla realidad con un toque de humor. Su ida es una gran oportunidad y más aún por la cuestión de la universidad. “Pero la fantasía es ir y volver, ir y volver e ir como dice el amigo Martín Buscaglia”, afirma.
Dibujo y música
Liniers y Kevin Johansen llevan 15 años trabajando juntos. “Yo siempre digo que él no es un ilustrador, que es un poeta. Es un tipo que te puede hacer reír o llorar, emocionar, en una sola tira de dibujos y eso no lo logra mucha gente”, nos dijo Johansen en una charla exclusiva para Pausa. En cada una de sus presentaciones en conjunto, el complemento entre ambos genera un gran impacto en el público.
La amistad entre ambos artistas trasciende el escenario y, durante un par de horas, dejan entrar a cada uno de los asistentes a ese mundo de complicidad y, sobre todo, mucho humor que comparten. “Creo que este complemento entre lo que se escucha pero no se ve y lo que se ve pero no se escucha es lo que la gente disfruta”, explica Liniers, por su parte.
Hicieron varias giras de este show disruptivo, pero la mudanza a Estados Unidos del historietista puso en pausa eso. Cuando llegó la propuesta de volver, durante varios meses buscó formas de innovar y pensar en cosas distintas que presentar en el show, “hasta que me subí al escenario por primera vez después de todos esos años y en 10 segundos me di cuenta: ‘Ah, no, esto era una fiesta para disfrutar, no para pensar y hacerse la cabeza y sufrir’”. Y en esa frase, que perfectamente podríamos ver narrada por algún conejo dibujante en una de sus tiras, resume su actuación en el escenario. “El secreto es pasarla bien, nosotros arriba y la gente abajo del escenario. Por suerte nos pagan para hacerlo encima, así que estamos un poquito mejor todavía”, bromea el historietista.
“Hice la universidad de exposición Kevin Johansen”, bromea. Es que al principio, eligió estar tras bambalinas, dibujando detrás del escenario. Después descubrió que es arriba de las tablas el lugar de la fiesta, y con su aporte invaluable alegra al público aún más. “Él me abrió la puerta para ir a jugar, como dice la canción; una vez que me subí al escenario, no me baja nadie. Pobre Kevin, el Frankenstein que armó, ahora quiero subir el ukelele”, se ríe.
Mientras Johansen hace un recorrido por su repertorio, Liniers lo acompaña. A veces, alguno que otro personaje macanudo aparece. De repente, se puede atisbar un duende o un gatito travieso en una esquina o incluso como personaje principal. Su generosidad no termina, porque durante el show, tira sus obras en avioncitos de papel para el público y quienes tuvimos la oportunidad de verlo, podemos dar fe de sus dotes como bailarín de cumbia mientras sonaba La cumbiera intelectual de Johansen, canción con la que se despidieron en su show en Paraguay.
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