Un libro para las ovejas diferentes
¿Quién nos dijo que las ovejas debían ser de colores claros? La gama de tonalidades va desde un blanco puro hasta un marrón chocolate oscuro e incluso las hay con manchas. En esta nota, hablamos con Mali Jara, creadora de Anita dice, una caricatura que interpela nuestra autenticidad en el libro Mi oveja favorita.
Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte: Gabriela García Doldán. Dirección de producción: Betha Achón. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Fernando Franceschelli e intervenciones de Mali Jara.
En la Universidad Nacional de La Plata, cuando ingresé a la carrera de Letras, había un profesor increíble. Todos los viernes a las 8.00 de la mañana nos sentábamos en el piso para asistir a su clase y la puerta siempre estaba llena. Sí, había cola para entrar a un auditorio con más de 200 personas. De por ahí no me acuerdo muchas cosas de formalismo ruso, mímesis o representaciones, pero hay algo de lo que nunca me olvido: “Un libro te tiene que atrapar a la primera frase y la última te debe dejar picando”.
La primera frase del libro de Anita dice es: “Era feminista y no lo sabía”. Así se titula el prólogo, donde la caricaturesca autora hace un repaso por el concepto de feminismo empezando por la pregunta. Feminismo es cuestionar todo, ella cita la (mala) costumbre paraguaya de que las mujeres nos levantamos a lavar platos mientras los varones se quedan con la cerveza en la panza. Qué imagen más familiar, ¿no?
Anita dice es María José Mali Jara (o Mali Jara es Anita, todavía no terminamos de descubrir los límites entre la una y la otra). Nació en un cuaderno de garabatos y tenía brazos y piernas de palitos.
“Trabajaba en un periódico y un amigo me dijo: ‘Tenés que hacer tu propio perfil, Anita es la mujer del siglo XXI’”.
“Anita fue una supercasualidad”, cuenta su creadora. Mali siempre dibujó en sus cuadernos de la escuela y la universidad, pero nunca lo tomó muy en serio. “Una tarde la hice así, chiquitita, puse un mensaje y lo alcé a Facebook”, recuerda. La publicación tuvo un poco de repercusión, entonces Mali repitió el proceso y generó aún más.
“Trabajaba en un periódico y un amigo me dijo: ‘Tenés que hacer tu propio perfil, Anita es la mujer del siglo XXI’”, recuerda y sigue: “Pensé que estaba loco, pero me convenció”.
Ese fue el empujón que le hacía falta. “A veces necesitamos que alguien crea en nosotras para animarnos a hacer las cosas. Él fue para mí esa persona”, afirma con cariño.
En realidad, todas somos mujeres del siglo XXI. “Anita es diversa, no tiene vergüenza y dice lo que quiere, cuando quiere y también se cuestiona un montón”, describe Mali. Qué curioso cómo un pequeño garabato, que un día empezó con brazos y piernas de palitos, hoy desafía los mandatos que se supone que tenemos que cumplir. Anita se animó a ser diferente.
Todo por Anita
Mali Jara es paraguaya, pero vive en Argentina desde hace ocho años y el proyecto de Anita dice empezó hace nueve. Como todas las migraciones, no fue una decisión unicausal, pero la principal razón fue que la humorista quería cambiar su vida y expandir sus horizontes.
Anita llegó en un momento bisagra, de transición para ella. Había renunciado a su trabajo y, al mismo tiempo, su proyecto empezó a tener mayor alcance. “Me dije: ‘Esto es lo que quiero’. Vendí todo lo que tenía y me fui a Buenos Aires”, relata y agrega que “fue la mejor decisión de mi vida, le agradezco un montón a esa Mali deprimida que decidió juntar todo e irse”.
En la capital argentina encontró lo que buscaba: amigos para estimular el crecimiento personal a partir del diálogo, una nueva pasión por el ciclismo, espacios verdes donde ir a dibujar o matear y cultura. Buenos Aires es una ciudad con una oferta artística inigualable, que ofrece accesibilidad en cines, teatros y todo tipo de espectáculos.
Y claro, el país vecino fue el lugar en donde encontró la oportunidad de su vida, la oferta de publicar su primer libro, Mi oveja favorita.
Los sueños se cumplen en un café cualquiera
Mali Jara es la primera paraguaya en publicar un libro de humor gráfico en Argentina. Se dio por casualidad, pero los que triunfaron fueron su talento y tenacidad. Un día llevó unos libros a una editorial para una amiga y presentó una propuesta que le facilitó un contacto. Nada más y nada menos que en la editorial Chirimbote, que publicó la serie de cuentos Antiprincesas.
La citaron en un café y simplemente le dijeron que querían publicar su libro. “Cuando se cumplen los sueños en las películas se ven como escenas supermagníficas y en la vida real es rarísimo”, recuerda. “El proceso en sí fue largo, pero tuve mi momento así, después fui a mi casa y me senté media hora pensando en qué iba a pasar”, acota.
Decidió dedicarse en un 100 % a Anita y renunció a su trabajo en publicidad. Pero cuando el proyecto por fin estuvo listo, empezó la pandemia, con todo lo que implicó. Dos años y medio después, se publicó una pequeña edición física, que es fruto de tantos sueños y anhelos. “Al mirar atrás, me doy cuenta de que fue mucho mejor que haya salido después de todo ese caos”, analiza. “Cómo a veces las cosas se dan por algo, y es rarísimo decir estas frases cliché, pero es cierto”, reflexiona.
Todo juntito en una sopa
¿Alguien recuerda los cómics de Maitena? Hace no mucho tiempo su autora homónima brindó una entrevista en la cual afirmó: “Hubo infancias disidentes que encontraron en mi humor un alivio a la presión patriarcal”. Sin dudas, este también fue el caso de Mali.
De hecho, ella identifica a la dibujante argentina como una inspiración. Entre las cosas que tiene guardadas en casa de sus padres (que, según dice, cada tanto revisa para dramatizar un rato sobre el pasado), encontró una agenda de Maitena. Tenía caricaturas en cada mes, que ella se encargaba de rellenar con frases.
“Me parece que fue ese, literalmente, el comienzo de Anita. Usaba los dibujos de Maitena porque no sabía dibujar, o creía que no podía, y le ponía mensajes a esos diseños”, infiere. Por supuesto, cita a Mafalda “y toda la música que escuché, todas las cosas que viví, todos los traumas que junté en la vida, todo juntito en una sopa”.
Por supuesto que Mafalda es una referente. ¿Quién no se sintió identificada con la niña creada por Quino, que luchaba para cambiar el mundo? Ella representa una ruptura generacional, y ese fue un hecho intuido por Umberto Eco, en 1969, cuando las juventudes en París, Roma, México DF, Montevideo y Córdoba estaban luchando en las calles, en el prefacio de la primera edición con la que la historieta se abrió paso en Europa.
¿Otra vez sopa?
“Hay una frase que me gusta un montón de mi libro que dice: ‘Era feminista y no lo sabía’. Así pasó conmigo”, cuenta Mali. Desde los inicios de Anita dice ya fue percibida como feminista, pero su creadora solo entendió lo que eso significaba una vez en Argentina.
“Creo que este libro puede ayudar a darnos cuenta antes de lo que significa esa palabra, que está tan ensuciada por todo, y eso me hubiese gustado entender antes, para no sentirme tan loca y sola”, explica. En él busca simplificar la complejidad del feminismo y el descubrirse feminista: “Me hubiese gustado leer este libro a los 15 años, a los 14, a los 13, y sentirme más acompañada ¿no?”.
Las influencias de Maitena y Mafalda no son casualidad. Este tipo de caricaturas son una intersección entre arte, humor y política. Aunque, según Mali, con Anita no fue intencional. “Durante muchos años me estuve guardando un montón de cosas por ser la diferente de la familia y, después, de la sociedad”, recuerda. “Me guardaba, me guardaba, me guardaba y tenía que explotar de alguna manera, y salió con Anita”, explica.
“… no nos enseñan sobre el feminismo como deberían, entonces tenemos que aprender de las experiencias”.
Mali fue aprendiendo con ella, con sus amigas: “Porque al fin y al cabo es como que nos educamos con esas conversaciones y con internet, no nos enseñan sobre el feminismo como deberían, entonces tenemos que aprender de las experiencias”.
“Para mí, cada país tiene su propio patriarcado personalizado”, manifiesta. El machismo, al ser una problemática estructural que está tejida en lo más profundo de nuestras sociedades, hace que declararnos feministas sea difícil. Eso sin contar todo lo que implica alrededor, cuando solo queremos la igualdad real entre hombre y mujer.
“En todos los países es difícil ser feminista; hay sitios donde es más fácil; pero en Paraguay sin duda es difícil”, manifiesta. Es que en Argentina hay apoyo institucional, organización y más personas identificadas con esta lucha. Para Mali, mucho tienen que ver la cultura y la educación.
“Hay una frase de Florencia Freijo que dice que fuimos educadas para ser inseguras; eso es recontra cierto y siento que a las paraguayas también se nos formó para ser inseguras y sumisas”, expresa. Identifica que cada país tiene sus propios procesos, pero que es necesario continuar en pos de la igualdad.
(Auto) exploración
Ella considera que su proceso de creación siempre es muy divertido. Nació a partir del cuestionamiento y la exploración: “Sentir algo, una frustración, y preguntarme: ‘¿Por qué siento esto? ¿Por qué es así?’. Ahí comienza la búsqueda, cómo encontrar la oración que me llega a mí, a ver si le llega a otras personas, como un juego extraño de terapia en colectivo”.
Quizás se pueda ver el trabajo de Mali como un ejercicio de traducción, al pensar en traducir sentimientos que tienen que ver con una cuestión estructural y sociológica, al humor y la autoidentificación; una tarea más que compleja.
Según nos comenta, hay veces que hay historias o viñetas que son exactamente cosas que le pasaron a la Mali real. Otras, son ideas que estuvieron guardadas por años, pero aún no estaban listas y, con unos pequeños cambios, se lograron. También vienen en sueños. “En cambio, hay veces que tengo algo que quiero sacar y me quedo pensando horas o días hasta que sale”.
“Yo siempre fui la oveja negra de mi familia. Al ser feminista, siento que te convertís en la oveja negra de la sociedad”.
Ovejas negras, blancas, marrones…
Quien crea que en un rebaño todas las ovejas son iguales, es porque nunca vio uno. O no sabe mucho de biología. Muchas veces escuchamos la frase “la oveja negra de la familia”, para referirse a alguien que es diferente al resto.
El psicólogo social Henri Tajfel trabajó durante muchos años sobre los aspectos cognitivos del prejuicio y desarrolló teorías de la identidad social. Una de las postulaciones es la de “favoritismo endogrupal”, la cual plantea que siempre los juicios internos respecto a los miembros de un grupo serán más favorables que los referidos al externo.
Así, desarrolló el concepto “el efecto oveja negra”, que plantea que los miembros de un grupo ejercen más presión y críticas de forma interna, con el objetivo de dominar y controlar. Por eso, cada vez que un integrante de este grupo plantea que algo no lo define, o no se comporta según lo esperado, cruza la frontera de lo aceptable o lo saludable (para ese mismo grupo). La oveja negra tiene varias opciones: hundirse, acoplarse a lo norma o simplemente aceptarse.
“La oveja negra siempre es juzgada, discriminada, te miran raro o no te entienden”, agrega.
En un intento de ponerle fin a esta concepción, la primera publicación de Anita dice se llama Mi oveja favorita, “para que por fin sea la preferida y no la juzgada”. La autora lo planteó así, como un libro que acompañe a las mujeres en un proceso de acercamiento al feminismo, de autodescubrimiento, de saberse distintas.
“Siento que nos enseñan a achicarnos y a no hacer ruido, a no gritar tanto, a no llamar tanto la atención. Sé que es fácil decirlo, pero sería hermoso que ocupemos espacios sin tener miedo”, reflexiona la dibujante.
Con convicción, la autora afirma que “es tan lindo ser distinta, no entiendo por qué el mundo le tiene tanto miedo a la diversidad, si somos todos diferentes, y no hay nada más hermoso que poder ser una misma”.
Mali reconoce a cada una de las personas que se acercó, que dio un feedback, que siguió a Anita en las redes. “La verdad es que lo di todo y estoy muy agradecida por cómo están saliendo las cosas, y bastante sorprendida también”, dice y puntualiza: “Quiero más”.
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