Militante del abrazo
Con una carrera que supera los 40 años, es uno de los comunicadores más importantes del país. Pero para Óscar Jr., Alan, Ale, Montse y Guada, es papá —o Belo, cuando están los nietos cerca—. En esta edición especial por el Día del Padre nos reciben los Acosta-Barriocanal en pleno para darnos un atisbo de lo que es su mayor tesoro: la familia.
Por Laura Ruiz Díaz. Dirección de arte: Gabriela García Doldán. Dirección de producción: Bethania Achón. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: Javier Valdez. Maquillaje: Fátima Mereles para Bellísima. Peinado: Sonia Correa para Bellísima. Sofá Chesterfield: La Guillermina. Locación: Hotel Palmaroga. Agradecimientos: Guadalupe Acosta.
El reconocido periodista paraguayo Óscar Acosta nos abre las puertas de su hogar para compartir su faceta más íntima: la de papá y abuelo. Con orgullo habla de sus hijos y nietos, quienes reciben su apoyo incondicional. En este Día del Padre, su mensaje es claro: construir familias con empatía y comprensión hacia el de al lado, con el amor y el diálogo como pilares fundamentales.
Nos presentó, orgulloso, a cada uno de sus hijos. “Son todos profesionales”, dice y cita: “Montse y Guada son periodistas; Ale, empresaria y Óscar abogado. Alan estudió Administración de Empresas y a eso se dedica”.
El turno le llegó a los nietos y contó un detalle especial sobre cada uno: Mathias es basquetbolista —como él—, Agus juega al Roblox como un experto y es un gran conocedor de dinosaurios. Hernán y Álvaro controlaron minuciosamente la entrevista de Belo, como le dicen. Anita quiere ser diseñadora de modas, pero el abuelo cree que se va a dedicar al periodismo. Mientras, Oli se aventuró a grabar escenas detrás de escena.
Acosta reflexiona sobre la importancia de la paternidad responsable, más allá de la presencia física y la responsabilidad económica, a la vez que destaca el rol fundamental de la familia en la construcción de una sociedad más justa y solidaria. En esta entrevista, presentamos otro aspecto del periodista comprometido que conocemos: el padre presente y el abuelo cariñoso.
El regalo más grande
“Hoy tengo la visión exacta de la importancia de un papá”, empieza a contar Óscar. Nació en el seno de una familia que fue separada por circunstancias de fuerza mayor, algo que siempre reprochó pero que, con el tiempo, supo entender, y también aprendió a valorar la presencia a la distancia.
Según cuenta, en su infancia nunca tuvo un juguete como regalo de Reyes, pero en enero lo primero que aparecía en su casa era una bolsa de cuero con los libros del año escolar. “Fue mi padre quien colaboró muchísimo para un hábito muy importante: la lectura. Agradezco no haber tenido esos juguetes de Reyes”, afirma entre risas.
Él, ávido lector desde temprana edad, se apresuraba a devorar sus nuevos libros. “Creo que eso fue demasiado importante. Si hay algo que contribuyó a lo que soy hoy, fue haber leído y mucho”, afirma con contundencia. Según explica, este hábito le enseñó buena dicción y el uso de las palabras, pero, principalmente, a desarrollar el pensamiento crítico: “Entender de dónde venía, dónde estaba y hacia dónde tenía que ir”.
Misión cumplida
Se convirtió en padre de Óscar Israel Acosta Insfrán —Óscar Junior— cuando todavía era muy joven, antes de los 20, y fue un golpe contundente de realidad: “Para mí era entender la responsabilidad de un hijo, acogerlo en un ambiente donde pueda desarrollarse. Fue lo primero que me vino a la cabeza”, recuerda. “Comprendí que el tiempo cambió, y en vez de buscar cobijo, tenía que comenzar a dar cobijo. Y así fue”, agrega.
“La paternidad marcó mi vida, creo que contribuyó a que afianzara mi capacidad de generar recursos para que no faltara nada en la casa: un padre siempre está pensando en darle a su descendencia algo mejor de lo que uno tuvo”, cuenta. Y hace especial énfasis en la formación académica y la educación. “Mis hijos son solidarios, empáticos y de un pensamiento colectivo; ese es el aporte que, creo, hemos generado en la casa”, describe. Luego de Óscar Jr. vino Alan Acosta Rubin, el segundo.
Mucho después conoció a Menchi y a sus dos hijas: Montserrat y Alejandra. La última en llegar fue Guadalupe, pero sospechamos que es una de las más mimadas.
Las familias se ensamblaron con naturalidad, aunque no sin sus desafíos. Pero lo importante, como él dice, es la presencia. “Tengo tres hijas y dos hijos que vienen de otras familias, pero nosotros logramos crear un círculo de afecto muy importante entre ellos. Al ver a los nietos correteando por ahí creo que es una especie de misión cumplida”, dice emocionado y sigue: “Convergemos en un ambiente donde lo importante es que se sepa que cuando alguien está por caerse o cayó, varios brazos van a estar tendidos”.
En el ojo público
En los 80, su militancia opositora al régimen estronista lo llevó tras las rejas. Hace no muchos años, su labor periodística ha cosechado persecuciones de distintos tipos y hasta amenazas de un expresidente, por defender abiertamente la Constitución que tanto le costó al pueblo paraguayo conquistar.
Sus posturas también afectaron su paternidad. “En una sociedad como la nuestra, ser ‘hija o hijo de’ claro que impacta, golpea”, dice. Pero aclara, con voz firme: “Por suerte no tienen nada de qué avergonzarse. Si desde nuestro rol como periodistas hay posiciones tomadas, las adoptamos convencidos. Lo que hacemos se hace con mucha honestidad, sin que haya ningún otro interés de por medio, y ellos lo saben”.
Cada día, cientos de miles de personas lo vemos en la televisión o lo escuchamos en la radio. Transitó toda su carrera mientras ejercía la paternidad. Su responsabilidad y sentido del deber fueron tan importantes que inclusive postergó sus propios deseos, como terminar una carrera universitaria y ser abogado. Pero encontró en la comunicación su pasión y se volvió uno de los referentes más comprometidos del periodismo nacional: “Muchos de los periodistas que estamos en ejercicio vivimos una formación empírica sólida, importante, en el sentido de que a través de la experiencia aprendimos habilidades blandas… sobre todo a leer mucho. Pero más allá de la lectura, supimos entender lo que está pasando. Es clave tener pensamiento crítico y ser capaz de transmitirlo”.
Con los principios bien puestos y concepciones firmes, construyó un camino con Menchi Barriocanal, su compañera desde hace 29 años. Eso sí, una deuda que tiene con su familia es compartir un desayuno todos juntos: “Hace cuatro décadas me levanto a las 4.00 de la mañana; salgo de noche y vuelvo a la noche”. Pero, como dice, “eso posibilitó que las horas de encuentro sean de disfrute y ellos cuenten con la posibilidad de hablar de una madre y un padre que estuvieron afuera para que nada faltara en la casa”.
Un padre presente
Si hay algo que caracteriza a Óscar en su paternidad es su incondicionalidad: “Siempre estoy para auxiliar, me enorgullezco de decir que no soy un padre ausente”. Considera que la responsabilidad va más allá de proveer lo necesario para la subsistencia, que ser papá tiene que ver con formar personas con principios y valores.
La paternidad, para él, fue una escuela de vida. Si bien proveer las necesidades básicas como techo, comida y educación es fundamental, enfatiza que la verdadera responsabilidad radica en brindar una formación integral que prepare a los hijos para enfrentar los desafíos del mundo. Su propia experiencia lo marcó: “Esa era para mí la visión que tenía, de dónde vengo, con mis carencias. Nunca pude concluir una carrera universitaria porque ya estaba en proceso de trabajar para cubrir las necesidades. Ese es el deseo: que de lo que uno carece, los demás tengan, sobre todo los hijos”. Por eso cuenta, orgulloso: “Tengo dos hijas periodistas, una empresaria, un hijo abogado y otro licenciado en Administración de Empresas”.
Para él, la responsabilidad no se limita a lo material, sino que abarca la formación integral de personas capaces de pensar críticamente, desenvolverse con ética y contribuir positivamente a la sociedad. Invita a reflexionar sobre la importancia de ir más allá de las necesidades básicas y brindar a las nuevas generaciones las herramientas requeridas para enfrentar un mundo complejo y cambiante.
Uno de sus defectos, admite, son los arranques de “broncas por cosas banales, vyrorei”. Su estrategia entonces es aislarse para descartar discusiones. “Procuro siempre evitar que una actitud mía cause algún daño”, cuenta.
“Lo que más disfruto de ser papá es vernos todos reunidos. Hasta que la parca me busque van a estar seguros y tener con quien compartir las ideas, que por suerte con las familias que están creando también tienen”, cuenta.
El abuelo
La relación entre un abuelo y sus nietos es un tesoro único, un lazo que se nutre de amor incondicional y trasciende generaciones. “Creo que el afecto que no pude dar a mis hijos por falta de tiempo es el que demuestro a mis nietos cada vez que les veo”, cuenta. A su vez, Mathias, Agus, Hernán, Álvaro, Anita y Oli ven a su abuelo con amor y admiración incondicional.
Pero, aun así, hay alguien que lo supera en afectuosidad. “Con todo lo que te cuento, los varones son más remisos a mostrar el afecto, pero las abuelas son fantásticas y Menchi es la mejor… una de las mejores”, se corrige. Cuando la nombra, toda su expresión cambia y se detiene en detallar cómo es ella, la más consentidora. Pero, la verdad, él no se queda atrás, porque cuando sus nietos hicieron pedidos de los más variopintos —como subir a lo más alto del hotel para ver la ciudad o comer fideos en vez de milanesas con puré—, tampoco se negó.
“Creo que los varones no nos animamos a demostrar afecto. Muy pocas veces mi papá me abrazó. Tengo algunos recuerdos vagos de eso, pero no era porque no me quería, sino porque, culturalmente, el varón no demuestra. Yo abrazo porque sé que es importante. No se olvida el abrazo, por eso hay que abrazar”, reflexiona.
Un llamado a la acción
En un mundo que a menudo parece dividido y enfocado en lo individual, Óscar invita a construir familias basadas en la empatía, en el interés genuino por el bienestar de los demás y la búsqueda de soluciones colaborativas: «No mirarse solamente el ombligo, sino salir y ver qué está pasando y cómo podemos ayudar». Esta capacidad de conexión humana, reconoce, es esencial para crear comunidades más fuertes y resilientes, con la mira puesta en el bienestar común.
Identifica la importancia de las “habilidades blandas”, como la comunicación efectiva, la resolución de conflictos y el trabajo en equipo, para construir relaciones sólidas. “Yo trato de ser un nexo para transmitir todo esto, para los desafíos de buscar una sociedad más justa, y creo que lo estoy cumpliendo», puntualiza y detalla: «Pienso que ese es el papel final que tenemos y que queremos transmitir, sobre todo, como familia».
Si bien es una conclusión tentadora, la conversación siguió por mucho más tiempo. La política, su querido Sol de América, su deseo de un país más justo y las anécdotas detalladas de cada uno de los integrantes de su familia fueron, sin dudas, el aliño perfecto para celebrar las paternidades responsables y comprometidas.
Sociedad de la información
La hiperinformación, según Acosta, puede generar confusión y distorsionar la percepción de la realidad. Sin embargo, considera que la comunicación abierta y honesta entre padres e hijos es fundamental para navegar este entorno complejo.
El comunicador resalta la necesidad de inculcar principios sólidos a las nuevas generaciones, de guiarlas por un camino recto y responsable. En este sentido, la presencia física, el diálogo constante y la escucha activa son elementos clave para construir una relación sólida y duradera. “[La paternidad] exige un compromiso renovado con la comunicación, la responsabilidad y la transmisión de valores”.
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