Una guía para cuidarnos la piel
¿Sabías que el protector solar debe reaplicarse cada dos o tres horas, incluso sin estar bajo exposición directa? Este y otros consejos importantes los encontrarás en esta nota, donde te traemos todo lo que hay que saber para cuidar la piel de los efectos del sol en el verano y todo el año. ¡Acompañanos!
Por Laura Ruiz Díaz.
Cuando Ñamandu o Ñanderuvusu creó el mundo y eliminó las tinieblas primigenias con la luz de su corazón, se convirtió en el dios guaraní del Sol; invisible, eterno, omnipresente y omnipotente. El astro fue venerado a lo largo de la historia en muchas civilizaciones, como la egipcia, la mesopotámica, la mexica, la incaica, la china, la japonesa, la griega y en religiones como la hinduista. No es para menos, se trata de la estrella más visible y su presencia es un constante recordatorio de la inmensidad del espacio. Su energía, aunque es fuente de vida, puede ser demasiado poderosa.
Como muchos niños, yo también practiqué natación todos los días, de 8.00 a 9.00 de la mañana. En mi ignorancia y por falta de atención de mis padres a estas cuestiones, no pensaba que fuera necesario aplicarme protector solar con mucha frecuencia. Craso error (expresión que viene de crassus errare, voz latina para expresar que metimos la pata). ¿La consecuencia? Quemaduras de segundo grado en hombros y espalda, seguidas de ampollas que dejaron cicatrices que aún hoy se pueden percibir. La moraleja de esta historia es que todos debemos usar protector, desde la infancia, y
reaplicar el producto. Y sí, se debe llevar incluso si “el sol no está muy fuerte”.
Es imposible empezar a hablar sobre el cuidado de la piel sin entenderla. Además de ser el órgano más extenso del cuerpo humano, está estrechamente ligada a lo estético y se inserta dentro de los parámetros de belleza normativos, no solamente externos sino muchas veces también internos, e influye en la autoestima y la autopercepción.
No obstante, la dermis no es solo una capa externa pues desempeña funciones fisiológicas importantes para mantener la salud: proporciona una barrera física y bioquímica frente al mundo, que simultáneamente nos protege de la luz ultravioleta (UV) del sol, evita la pérdida de agua e impide la entrada de sustancias químicas y microbios no deseados. Las células del sistema inmunitario están en toda su superficie y previenen infecciones. La temperatura corporal está regulada por los vasos sanguíneos de la piel, un órgano sensitivo vital y un lugar fundamental para la producción de vitamina D.
Más allá de la mitología y las imprudencias, en esta nota de tapa te traemos una guía con todo lo que tenés que saber para protegerte de los efectos del sol por medio de un compilado bibliográfico y la guía experta de la mano de la doctora Romina Contreras, especializada en dermatología y enfermedades autoinmunes.
¿Cuáles son las consecuencias de la exposición al sol?
“La piel es uno de los órganos más grandes del cuerpo y como está expuesta de manera directa a los agentes externos, al ambiente, es bastante más vulnerable”, afirma la especialista y elabora: “El sol es la fuente principal de radiación ultravioleta y hoy se sabe que esta, de manera efectiva, tiene efectos dañinos”. Por eso, complementa, es necesario tomar ciertos recaudos para evitar efectos adversos a corto y a largo plazo.
La exposición al sol, imprescindible para la vida, en determinadas circunstancias puede provocar distintas patologías cutáneas. El eritema solar es una respuesta inflamatoria que aparece a pocas horas de la exposición y logra un pico de intensidad entre 12 y 24 horas después. En casos extremos se convierte en una quemadura de primer o segundo grado superficial con formación de ampollas. La quemadura que mencionamos con anterioridad es solo una de ellas, pero también existen lesiones mucho más graves.
Otras patologías son el fotoenvejecimiento, la fotodermatosis, la inmunosupresión y puede escalar hasta lo que se denomina fotocarcinogénesis, es decir, inducción de lesiones precancerosas y carcinomas en la piel por efecto de la exposición al sol.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), se presentan cada año entre dos y tres millones de casos de cáncer de piel no melanocítico y más de 130.000 melanocíticos, y se estima que 66.000 personas mueren anualmente por melanomas malignos y otras variedades. Se calcula que con la reducción de la capa de ozono se incrementará en 5 % el número de personas con este padecimiento, pero el uso de una buena protección disminuye el riesgo hasta en 80 %.
Las personas más propensas son agricultores, vendedores ambulantes, albañiles, deportistas y otros que se exponen mucho tiempo al sol; y últimamente se ha notado que los afectados son cada vez de menor edad. La disponibilidad y el elevado costo de productos fotoprotectores afecta de manera directa en su acceso. El cáncer de piel es una enfermedad que causó la muerte de 124 paraguayos en 2018.
En el artículo El sol: ¿Enemigo de nuestra piel?, las especialistas Moraima Mora Ochoa, Alvis Rosa Olivares Savigñon, Tania María González Gross e Inés Castro Mela estudian las interacciones de las radiaciones solares sobre la piel. Concluyen que hay una relación muy clara entre estas emisiones y el cáncer, pero que es posible evitar la mayoría de los casos por medio de una protección adecuada.
A los 18 años una persona ya acumuló el 80 % de la radiación ultravioleta que va a recibir a lo largo de la vida. Por eso lo ideal es difundir y concienciar, especialmente a las niñas y niños
Dra. Romina Contreras
¿Cuándo extremar cuidados?
Cuando el Sol se encuentra en su punto más alto, es momento de extremar cuidados. Para la doctora Romina, es no exponerse en horas de mucha intensidad, entre las 10.00 y las 16.00. “En caso de que sea necesario salir, buscar siempre la sombra, utilizar sombrillas, sombreros de alas anchas, lentes con factor de protección UV y, por supuesto, protector solar”, elabora.
¿Qué factor de protección solar (FPS) necesito?
Lo primero a tener en cuenta es que el factor de protección solar mínimo a utilizar —con más razón en nuestro país— es 30. Este nuevo año es un buen momento para decir adiós a los bronceadores y aceites que tienen FPS 10 o 15. Y, de paso, a la práctica de tomar sol en horas peligrosas.
“Recomendamos utilizar al menos FPS 30, lo que protege de aproximadamente el 95 % de la radiación ultravioleta, que es la que va a dañar a nuestras células”, explica la doctora. “Este factor de protección aumenta la tolerancia al sol”, elabora. Las personas de piel más clara, con tendencia al enrojecimiento o a la sensibilidad, deben utilizar un factor de protección más alto, por lo menos de 50, indica.
La radiación ultravioleta (UV) emitida por el sol se divide en tres tipos principales: ultravioleta A (UVA), ultravioleta B (UVB) y ultravioleta C (UVC), según sus longitudes de onda; estos últimos son los más peligrosos y, por suerte, son absorbidos por la capa de ozono (los países que aún tenemos un poquito de ella). Es importante que el protector solar que elijamos proteja tanto de los rayos UVA como de los UVB.
Los rayos UVB generan enrojecimiento o eritema al exponerse al sol, ingresan a la dermis y activan a los melanocitos, células responsables de la producción de melanina, la sustancia que confiere el tono bronceado a la piel. Por otro lado, los rayos UVA impactan en las capas más profundas, son más potentes que los primeros y contribuyen al fotoenvejecimiento y al desarrollo de cáncer epidérmico.
¿Cuáles son los productos disponibles?
El mercado hoy ofrece una infinidad de opciones en distintos rangos de precios y formatos de fórmulas fotoprotectoras. Lo ideal es que podamos elegir una que esté diseñada especialmente para el área del cuerpo que queremos proteger: un protector corporal y otro, distinto, especialmente para el rostro.
En el caso de estos últimos, siempre es bueno buscar que el FPS sea más alto, a partir de 50. Y desde allí, elegir la textura. Al que es en barra lo utilizan los deportistas generalmente, ya que es más sólido; cuando es en crema aporta ingredientes nutritivos. La emulsión tiene poca oleosidad, mientras que el gel es de una textura aún más ligera. En el caso del protector solar en spray, su textura es casi líquida y se suele aplicar en dispositivos tipo bruma o aerosol, y se indica más para el momento de retocar el FPS ya que esta presentación cubre menos que las demás.
Otro factor a tener en cuenta es nuestro tipo de piel. Las fórmulas toque seco en todas sus presentaciones, especialmente en gel y spray, son buenas para la piel grasa, mientras que las cremosas van bien a la seca. Por otro lado, es importante pensar en el nivel de exposición que tendremos: hay productos pensados para deportistas y personas que hacen actividades al aire libre y que, debido a la alta sudoración, necesitan un fotoprotector que se absorba bien.
“Las personas de piel más clara y sensible, o con afecciones como la rosácea, nunca deben utilizar un FPS menor a 50 y siempre se recomiendan filtros minerales de protección”, afirma Contreras. La doctora Romina recomienda especialmente los protectores solares con pigmento, ya que esto le agrega un filtro más y refuerza la fotoprotección.
¿Cómo se aplica?
Bien. Ya adquirimos el protector solar que nos conviene y ahora es momento de utilizarlo. Según una publicación realizada por los médicos Taylor y Diffey titulada Simple Dosage Guide for Suncreams Will Help Users (Una sencilla guía de dosificación de cremas solares ayudará a los usuarios), no hay un estándar internacional de dosificación, pero se asume que es 2 mg/cm². Ellos crearon el criterio general de alrededor de dos dedos para la cara y el cuello.
En palabras de la doctora Romina Contreras, “deben ser aplicados 30 minutos antes de la exposición y replicar de manera frecuente, cada tres o cuatro horas”. Con más razón si realizamos actividades que impliquen transpiración o deportes acuáticos. Lo ideal, si vamos a sumergirnos en el agua, es utilizar protectores que sean resistentes a ella.
“Los niños pueden usar protectores solares que sean específicos para ellos y es necesario agregar filtros físicos también”, indica la especialista. En el caso de los bebés de menos de seis meses, lo ideal es no exponerlos al sol de manera directa y utilizar medidas físicas como ropa. A partir del medio año, se pueden usar productos para niños. Además, es importante no olvidar proteger todas las zonas del cuerpo. La especialista cita las orejas, el dorso de los pies y la cabeza (para las personas que no tienen cabello).
Mitos y verdades
Mito 1: Las epidermis morenas o de tono más oscuro no necesitan protección solar. No, no, no y no. Y si por cuestiones de estilo pudiéramos escribir en mayúsculas, lo haríamos. “El tono de piel solo nos da una idea de lo sensibles que podemos ser al sol, pero no es el único factor a tener en cuenta”, afirma la doctora Romina.
Mito 2: El protector solar produce cáncer. Falso. Lo que sí produce cáncer de piel es la exposición sostenida al sol.
Mito 3: Callos solares. ¿Qué? Así como leyeron. Varias personas, especialmente influencers de estilo de vida, dicen que no hace falta usar protector solar, sino que se puede evitar el daño si el contacto sucede de a poco y se da una suerte de acostumbramiento.
Mito 4: Si usás protector, no podés sintetizar vitamina D. De nuevo: no. Su uso de manera diaria no compromete de ninguna manera la absorción de ningún tipo. Todos los protectores —particularmente los comerciales— pasan por estudios especializados.
Mito 5: Si me pongo crema hidratante o maquillaje con FPS, no tengo que utilizar protector adicional. ¡Error! Debemos tener en cuenta, en primer lugar, si es suficiente la cobertura. En segundo lugar, estos productos generalmente no especifican la protección UVA. Una alternativa interesante son los protectores solares con pigmento.
Mito 6: Una alternativa a tomar sol pueden ser las camas solares. “Lastimosamente no existe un bronceado saludable, el hecho de que se altere el tono de la piel es un mecanismo de defensa para tratar de resguardar a los núcleos de nuestras células”, explica la doctora. Y agrega: “En muchos países, las duchas y camas solares están totalmente prohibidas porque duplican o triplican el riesgo de padecer cáncer”. Las alternativas son el consumo de betacarotenos o complejo B, bronceadores sin sol y sopletes.
En el artículo El sol: ¿Enemigo de nuestra piel?, se estudian las interacciones de las radiaciones solares sobre la epidermis y concluyen que hay una relación muy clara entre estas emisiones y el cáncer cutáneo, pero que es posible evitar la mayoría de los casos por medio de una protección adecuada.
Postsolares, ¿sí o no?
Generalmente, luego de una exposición solar muy intensa, la piel tiende a deshidratarse, aun si está protegida. Durante el día, es aconsejable tomar más agua de lo habitual y complementar con otros líquidos. “Los productos que se aplican luego de la exposición solar generalmente son hidratantes que tienen activos descongestivos, los más frecuentes son aloe vera y agentes calmantes que suelen ayudar a mejorar la hidratación y la sensación de frescura frente a un eritema leve”, explica la dermatóloga.
Lo ideal es hidratar la piel de manera diaria luego del baño, pero estos productos tienen en su composición química más proporción de agua y generalmente una textura en gel que facilita la absorción de componentes y la hidratación de manera más veloz.
El tridente: limpieza, protección e hidratación
¿Cuáles son los pasos a seguir? Limpieza, protección e hidratación.
Como ya citamos anteriormente, hay ciertos productos cosméticos e hidratantes que incorporan algo de fotoprotección, pero suele ser insuficiente para cumplir los requerimientos de cuidado que siempre sirven para tener una protección extra. Lo ideal es aplicar un producto especializado.
En cuanto al orden de aplicación, la dermatóloga nos deja una máxima a tener en cuenta: ir de lo más liviano a lo más denso. Limpieza, hidratación, protección solar y, por último, maquillaje (en caso de utilizarse). Para la reaplicación, recomienda el protector en aerosol o bruma, que no interfiere con el cosmético.
Autoexploración
Cada lunarcito, cada sombra inusual, cuenta una historia única sobre nuestra piel. Es en la autoexploración donde nos convertimos en narradores de nuestra propia epidermis, al interpretar las señales que podrían advertirnos sobre posibles problemas dermatológicos. No se trata solo de una práctica de mirarse al espejo; es un compromiso contigo mismo, un recordatorio constante de que nuestra piel merece la misma atención apasionada que dedicamos a ver una serie o videos de TikTok.
Para la especialista, siempre es clave prestar atención a la aparición de manchas nuevas, o cuya presencia no hayamos notado previamente. O un lunar que tenemos pero cuyas características cambiaron. “Es momento de preocuparse cuando son asimétricos, con bordes irregulares o distintos colores; ahí hay que consultar con especialistas en dermatología”, remarca.
Todo el año
Si bien en verano es un tema de conversación obligado, la protección solar no debe quedar confinada a la época estival, sino que tiene que estar presente todo el año. Incluso cuando llueve y está nublado, ya que los rayos ultravioleta atraviesan las nubes. “Hoy también se sabe que dispositivos como los monitores, las pantallas de televisiones y celulares emiten una luz azul y cada vez se descubren más efectos, que si bien son mucho menores que la radiación ultravioleta del sol, también estimulan el envejecimiento y, sobre todo, la producción de ciertas marcas de la piel”, explica la dermatóloga.
Según Contreras, siempre, sin excepción, debemos utilizar protector solar. “Todas las pieles pueden sufrir los efectos adversos de la exposición solar, y son acumulativos. Imaginate que a los 18 años una persona ya acumuló el 80 % de la radiación ultravioleta que va a recibir a lo largo de la vida. Por eso lo ideal es difundir y concienciar, especialmente a las niñas y niños”, puntualiza.
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