Cronista de su tiempo y embajador de la guarania
Con su guitarra en la mano, una voz que enamoró a generaciones enteras y la gran pasión por el arte que lleva en este momento, uno de los más plenos de su existencia, Ricardo nos habló de su pasado, presente y futuro como uno de los músicos más importantes de nuestro país, con un nivel de reconocimiento que no conoce de fronteras físicas ni de ningún tipo. En esta edición de Pausa, hablamos con el embajador de la guarania sobre la resistencia cultural, su renovado amor por la vida y las personas y momentos clave que lo ayudaron a convertirse en el artista que es hoy.
Por Patricia Luján Arévalos. Directora de arte: Gabriela García Doldán. Directora de producción: Bethania Achón.
Productora: Sandra Flecha. Asistente de producción: Camila Riveros. Fotografía: Javier Valdez. Agradecimientos: Mirian Pacuá.
Ricardo Flecha es un hombre que no necesita introducción, pero en honor a las nuevas generaciones que están descubriendo la voz y el legado de este músico, empezamos esta nota con un paseo por sus recuerdos.
Debutó como cantante en una velada escolar, de esas que hoy llamamos “actos culturales”, en algún momento de 1969. Eligió dos canciones que sirven de ejemplo de su rango: Hey Jude, de The Beatles, pero en español, y La felicidad, de Palito Ortega. Participaba en las serenatas, tan tradicionales en otras épocas.
Nos confiesa que no sabe si vino primero la guitarra o el canto; es que, para él, van de la mano. Siempre fue así, desde que se juntaba con los chicos del barrio para hacer música en la vereda. No necesita escarbar mucho en su pasado para reconocer que el “culpable” directo de su relación con el arte es su papá, Ítalo Eladio Flecha Paoli, músico amateur y actor cultural muy relacionado con artistas de la época como los hermanos Larramendia. Entre los artistas con los que cruzó camino está José Asunción Flores, y esta es la primera de un mar de coincidencias que llevó a Ricardo a convertirse en el embajador más importante de la guarania en el siglo XXI.
“Él guardaba una guitarra sobre el ropero, no tenía ni cuerdas”, dice Ricardo, perdido en un recuerdo de su papá. “Las fue colocando y tocando algunos temas; cantaba él también, por supuesto, algunas canciones mexicanas y otras paraguayas”. A los 11 o 12 años, Ítalo le llevó a aprender a ejecutar el instrumento junto al maestro Emilio Bobadilla Cáceres, “uno de los más grandes músicos del Paraguay”, acota Ricardo.
“Emilio Bobadilla Cáceres fue mi primer profesor de guitarra, de quien aprendí una lección básica y fundamental. Un día estábamos tocando una canción y en el medio me paró y me dijo, en guaraní: ‘Si tu canto no sale del corazón, no sirve’”, comenta Ricardo. Repitió esa lección cuando conoció a Mercedes Sosa: “Me di cuenta de que ella elegía meticulosamente sus temas, que guardaban relación con la realidad, que tenían un sentido, dejaban un mensaje o interrogantes. El arte casi nunca da soluciones. Son menos respuestas, más preguntas y más caminos”.
¿La influencia artística de tu papá es clave en lo que decidiste hacer con tu vida?
– Sí, sobre todo porque él fue el que me habló por primera vez de Flores, no solamente como músico, sino como ser humano. Y eso fue muy importante. No enseguida, sino después de mucho tiempo. En el año 90 más o menos vino al Paraguay Óscar Cardozo Ocampo, músico impresionante, conocido como el heredero musical de José Asunción. Él me dijo, de manera tan contundente: “Pero, Flecha, vos tenés que cantar guaranias”. Y parece que volví a conectar con ese mensaje original de mi papá.
Cardozo Ocampo llegó con un proyecto importantísimo, Encuentros del alma, que eran reuniones de músicos argentinos y paraguayos. A mí me tocó estar con dos grandes, Jairo y Teresa Parodi. Vinieron otros artistas y todos cantaron o tocaron una guarania. Yo creo que ahí empecé a tomar en serio este camino.
Si bien la guarania es una de tus grandes pasiones, la canción popular también es parte de tu historia. ¿Cómo recordás esa época junto a Juglares y Ñamandú?
– Y la verdad, con mucho cariño y sobre todo con respeto. Les tengo mucho respeto a mis compañeros de Juglares, porque fue un divorcio en buenos términos. Llegaste a Juglares cuando ya tenía una trayectoria, solo que con otros integrantes.
Sí, pero siguió la misma línea. Lo que pasa es que nosotros formamos parte de la llamada Nueva Canción Paraguaya y Juglares fue el buque insignia de ese movimiento.
Había tres premisas: una era rescatar aquellos temas del cancionero popular tradicional o que estaban prohibidos porque eran compuestos por poetas o músicos marcados por el régimen estronista, o que simplemente se alejaron del escenario; dos, hacer las canciones de nuevos compositores como Carlos Noguera, Maneco Galeano, Jorge Garbett, Jorge Krauch y Mito Sequera, o sea que interpretábamos composiciones que tenían que ver un poco con el tiempo que nos tocó vivir; y tercero, difundir el cancionero latinoamericano. Si hoy acá se conoce a Víctor Heredia, Silvio Rodríguez, Chico Buarque, Daniel Viglietti o Alfredo Zitarrosa es porque nosotros cantábamos sus temas en ese tiempo. Era una época difícil, de oscuras realidades.
Juglares duró cinco años y Ñamandú se disolvió en 2007. Fue un momento de mucho aprendizaje para mí, en particular. Pudimos hablar, analizar cómo iba el sonido popular. Yo le tenía a Chondi Paredes, que era un conocedor del ámbito, de la música de extracción campesina.
Luego ingresó al grupo Ñamandú Rolando Chaparro, que tenía un gran conocimiento de jazz y del rock. Y cuando estamos hablando de conocimiento, no solamente hablamos de lo musical, sino de lo que eran esos movimientos culturalmente.
Fue una explosión. Cada vez que subíamos al escenario era un acto de libertad en medio de esa barbarie que estábamos viviendo. No solamente por lo que decíamos, sino por lo que expresábamos sonoramente. Nos sentíamos libres.
¿Cuándo escuchaste por primera vez el concepto Nuevo Cancionero Paraguayo?
– Yo creo que se fue dando gradualmente. Hubo un momento importante en mi vida, cuando apareció el disco de Vocal Dos, donde, curiosamente, el arreglador fue Óscar Cardozo Ocampo. A partir de ahí mi oreja paró y dijo: “Ah, esta es la música paraguaya que yo no conozco”. En ese álbum apareció una canción que me llamó poderosamente la atención, Despertar, de Maneco. Después caí en cuenta de que lo que hacían él y Carlos Noguera era darle continuidad a una tradición. La música de Flores y Francisco Alvarenga, de poetas como Campos Cervera, Elvio Romero y los textos de Augusto Roa Bastos, que tenían que ver con una realidad. Eran cronistas de su tiempo y a nosotros nos parecía que debíamos hacer exactamente lo mismo, cantar las cosas que a la gente le pasaban. Podían ser tristes, alegres, pintar una realidad, pintar la ciudad de Asunción.
Básicamente lo que hicimos fue seguir esa tradición, sumar nuevos compositores y añadirles a los de la Nueva Canción Latinoamericana que, había sido, hacían exactamente lo mismo en sus respectivos países.
Porque todos los países estábamos viviendo una realidad similar y la expresión cultural emergía en respuesta.
– Exactamente. No eran solamente canciones contestatarias, sino que tenían que ver también con la realidad que nacía de ese momento histórico.
Por ejemplo, Carlos Noguera compuso una de las canciones más lindas, que tenían que ver con muchas reivindicaciones de la mujer que hoy se están dando. Se llama Mujer latinoamericana. Ya en aquel entonces se dio un giro con respecto a lo que tradicionalmente se cantaba a la figura femenina, que era virgen, linda, hacendosa o trabajadora. Eso cambió con el Nuevo Cancionero. Con ese tema la mujer tomó protagonismo.
Hay también que recordar que estos chicos tienen que ver mucho con el Mayo Francés, lo que despertó en el mundo entero ese movimiento, que no solamente fue político sino una resistencia cultural importantísima, con un sentimiento de libertad que se estaba replicando sin querer, simplemente como una manifestación espontánea.
«Hay que entender también cuál es la filosofía imperante del enemigo y de los que hacen resistencia cultural. ¡Porque es importante conocer cómo piensa! Hoy el enemigo se replica a través de muchos subproductos musicales que hacen que vos no pienses».
Hay que entender también cuál es la filosofía imperante del enemigo y de los que hacen resistencia cultural. ¡Porque es importante conocer cómo piensa! Hoy el enemigo se replica a través de muchos subproductos musicales que hacen que vos no pienses, entonces la resistencia cultural se pone complicada. Fue así en todos los tiempos y siempre tuvimos desventaja, pero nunca pudieron acabar con nosotros. El canto no va a terminar, la poesía no va a terminar, la música no va a terminar, porque son parte de lo que sentimos como seres humanos.
La primera persona que escribió sobre el Nuevo Cancionero fue Andrés Colmán Gutiérrez, pero el nombre ya veníamos manejando nosotros en aquel entonces.
Los conciertos de esa época tenían una convocatoria multitudinaria, como el histórico Festival del Lago Ypacaraí, a pesar de las restricciones propias de la dictadura. ¿Podés compartirnos un recuerdo o anécdota de la primera o las primeras veces que participaste de uno de esos espectáculos?
– Hay algo que normalmente no se dice del Festival de Ypacaraí. Fue un movimiento de resistencia política, pero yo creo que lo más importante fue la resistencia cultural. El espacio se abrió para danza, música, canto, poesía y teatro. Y cuando hablo de espacio, no me refiero solamente al lugar para bailar y cantar, sino para discutir lo que estaba pasando en diferentes áreas. Personas extraordinarias hicieron que ese pequeño bastión llegara a tener trascendencia continental.
Por eso fue perseguido. No solamente porque subía gente y cantaba cosas que al régimen no le gustaban, sino por las conversaciones que se daban. Conocer lo que sos te ayuda a transformar tu sociedad y tu entorno, y la ciudad de Ypacaraí era un bastión cultural. Era fuerte, como nosotros decíamos antes, el territorio liberado en medio de la dictadura. Es más, hasta la policía se comportaba diferente en ese lugar [risas].
«Fundamentalmente, la tarea del artista es crear. Con dictadura o sin dictadura. Nosotros, y los argentinos, los brasileños y todos los que vivimos dictaduras, sabemos que es imposible parar eso».
Hablamos de resistencia política y cultural. Estamos viviendo el resurgimiento de gobiernos de derecha y ultraderecha. Las expresiones culturales corren peligro de quedar sin financiación. ¿Qué mensaje querrías enviar a los artistas de esta generación?
– Fundamentalmente, la tarea del artista es crear. Con dictadura o sin dictadura. Nosotros, y los argentinos, los brasileños y todos los que vivimos dictaduras, sabemos que es imposible parar eso. El tema es que ahora hay un retroceso, y no hay posibilidad de cambiar si la gente no se une. En realidad lo que quieren es liquidar el pensamiento.
Tenemos la obligación de avanzar y no podemos perder. Los presupuestos deben ser más grandes. El rango de la Secretaría de Cultura es muy inferior, tiene que ser equivalente a lo que es un ministerio, no retroceder y recortar presupuestos. No se puede dejar de invertir, porque la cultura es una inversión y no solamente para mantener, sino para dar nacimiento a otras formas artísticas.
Ya no va a haber más compositores como Carlos Noguera o Maneco Galeano por la sencilla razón de que son otros tiempos, diferentes formas de mirar al mundo, formas distintas de expresión sonora. Entonces, vos no podés negarle esa oportunidad a la generación que está naciendo. ¿Cómo vos, Estado, no vas a ayudar? ¿Cómo no vas a crear las condiciones para que esa gente se pueda expresar?
La memoria de la dictadura estará todavía fresca en la mente de los artistas como vos. ¿Cuáles son algunos de esos actos de resistencia de los que fuiste parte, que te siguen trayendo orgullo hasta ahora?
– Primero, la fundación de la Federación Universitaria (FEU), que se oponía a la otra federación ligada al régimen. Es uno de los movimientos más importantes que acompañaron también al Nuevo Cancionero. Otra lucha fue la del Hospital de Clínicas, el hospital de los pobres, donde todos de alguna manera contribuimos. Creo que eso ayudó a debilitar políticamente al régimen estronista. Un montón de gente trabajó desde ahí por un país más inclusivo y solidario. El motivo en aquel entonces era también el presupuesto.
También el Festival de Ypacaraí y la creación del Festival Mandu’arã, un movimiento más urbano que después se conectó con el de Ypacaraí.
Musical, artística, profesional y personalmente hablando, ¿en qué lugar te encontrás ahora mismo?
– Estoy en un momento muy feliz. A veces me emociono un poco porque muchos de mis ídolos de niñez y adolescencia terminaron cantando conmigo en varios discos, gente a quien yo admiraba por su posición política, por su poesía y su música, como Víctor Heredia, Silvio Rodríguez, Mercedes Sosa, Toquinho, Luis Enrique Mejía Godoy, Zitarrosa, Larbanois & Carrero, Teresa Parodi, Jairo, León Gieco, Luis Eduardo Aute, Paco Ibáñez, Danny Rivera, Cecilia Todd, Pete Seeger, Chico Buarque, Rubén Blades… Toda esa gente una década mayor que yo. Cuando yo tenía 15, 16, ellos ya estaban llenos de fama, cantando, y con el tiempo, bueno, terminé tocando también con ellos. Es una alegría que tengo y que me sigue desde hace muchísimo tiempo.
El amor llegó a mi vida y cambió muchísimo mi relación con el mundo. Estoy en una etapa de redescubrimiento que tiene que ver con las ganas de vivir y de hacer cosas. Suelo dedicarle cosas a Mirian [Pacuá, su pareja] y decirle que me sacó el espanto. Y el espanto es la quietud. ¿Viste que están los muertos en vida? Yo decía que me quería morir a los 70. Sin embargo, la conocí a ella y ahora me quiero morir a los 100
¿Qué significa la guarania para vos?
– La guarania es una gran motivación para mí. Si bien apareció en diferentes etapas de mi vida, es como una canción que vos escuchás en un momento dado y tiene un significado. Pero después de 10 años vas y encontrás otro. Porque el arte es así o, por lo menos, eso creo que debe ser. El verdadero arte es disfrutar en cualquier momento de tu vida, y con la guarania es así.
Si bien en un momento dado estaba muy apegado a la forma tradicional de la guarania, hoy creo que tiene que mutar y los jóvenes deben tomar este género y escribir canciones con la lírica actual. Eso también está conectado con una resistencia cultural, porque la idea del enemigo es quitarte la identidad. Y cuando perdés eso, perdés soberanía.
La guarania merece ser reconocida porque contiene todos los elementos para la construcción de un mundo mejor.
¿Por qué te parece que la guarania merece ser reconocida en el mundo?
– La guarania merece ser reconocida porque contiene todos los elementos para la construcción de un mundo mejor: justicia social, preocupación por la naturaleza y tender puentes. Y no solamente puentes poéticos, sino también musicales, porque se va transformando con el tiempo y se junta con otros géneros. La guarania es la melodía que acompaña esta larga marcha del pueblo paraguayo hacia la tierra sin mal.
Contanos, por favor, de la sociedad cultural Somos Guarania y tus nuevos proyectos.
– Es una necesidad que teníamos Mirian y yo. No solamente es un espacio para reivindicar la memoria de Flores y su obra, sino que nuestra idea también es tener una escuela de música y que sea un centro de referencia sobre lo que es la guarania.
Ricardo Flecha y Mirian Pacuá se encuentran al frente de varios proyectos, como la iniciativa Guarania Universal, bajo la cual se lanzó, en 2023, el corte Aguyje maestro con la participación de El Princi de La Chaca, Patrick Altamirano, Juan Cancio Barreto y Purahéi Soul. Bajo ese paraguas, la intención es producir canciones con diferentes intérpretes, procedentes de todos los estilos musicales, “porque aunque algunos hagan géneros diferentes a la guarania, todos, de alguna manera, sienten una admiración por Flores”.
Además, tienen planeada una gira por nueve ciudades paraguayas junto con el Grupo Generación, que culminará en Buenos Aires, bajo el título Guarania Inmortal.
A donde su guitarra y su canto le lleven, Ricardo Flecha irá, embanderado con la guarania, como corresponde.
Sin Comentarios