Damián es escritor, curador, investigador y docente. Fue el ganador en 2012 del Premio Roque Gaona, por su novela Xirú. Vivió en Asunción y en Alto Paraná.
Dos palabras que te describan: Tierra, roja.
Un libro o una película que te marcó: 62/Modelo para armar, de Julio Cortázar.
Tu serie fav del momento: Atlanta.
Tu comida preferida: Locro.
El lugar al que siempre volvés: El río Paraná.
Algún miedo inusual o fobia: A las alturas.

Para vos, ¿qué significa ser un autor publicado en Paraguay?
– Escribir en Paraguay representa una oportunidad para hacer pensamiento poético, a partir de imágenes, historias y discursos que nos rodean, y sobre todo, paisajes. El lenguaje implica cuestiones estéticas y políticas, que revelan procesos culturales pero también asimetrías sociales, y eso es algo que me gusta explorar en los textos. Quizás por eso mi escritura se centra mucho en el trabajo sobre la forma.
¿Cómo descubriste que querías escribir?
– De niño vi el animé titulado Las aventuras del Principito (de 1978), una versión japonesa de El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, y luego una versión animé de Mujercitas (de 1987). Sentí el impulso de crear narradores y personajes que experimentaran el mundo con el asombro del Principito, y romanticé la figura reflexiva de la escritora representada en el personaje de Josephine March. Pero no arranqué hasta que empecé a escuchar música en los 90, cuando me encontré con composiciones árabes clásicas y pop en Ciudad del Este, y ensayé algunas respuestas imaginarias ante esa diferencia de la que no sabía nada.
¿Qué te llevó a la docencia?
– Estudié Letras, y en Paraguay suele ser la salida convencional, pese a que yo quería ser investigador. Brevemente fui docente en colegios, pero me siento más cómodo en la universidad o en espacios no formales. Me resulta muy estimulante creativa y políticamente construir conocimiento con los más jóvenes. Por otro lado, los talleres de escritura son espacios en los que actualizo mi propio oficio literario en tanto ejercito la escucha de otras voces que se vuelven interlocutoras. Hoy puedo articular investigación, creación y docencia de un modo que me resulta muy satisfactorio.
Sos asunceno, pero te criaste fuera de Gran Asunción. ¿Qué es algo que te gustaría que más gente sepa sobre el interior del país?
– Asunción es una capital y es natural que muchas experiencias terminen atraídas por su fuerza de gravedad. El interior es muy activo culturalmente: la música, las fiestas y las expresiones de religiosidad popular son cuestiones que sobrepasan lo pacato de la capital. Yo soy de Alto Paraná. Ciudad del Este es un polo cultural que ha estado contribuyendo con la escena nacional con bandas de rock como Vecindad Autopsia, Ariman o Revolber. Autores como Marina Cantero e Iván Sosa son algunas de las voces más originales de la literatura contemporánea.

¿A quién admirás?
– Admiro al anarquista español Rafael Barrett, que con su escritura denuncialista y crítica sobre las condiciones de explotación en las que la clase trabajadora vivía en Paraguay sentó las bases de una tradición literaria de la que soy devoto. Me resulta fascinante que en su prosa la denuncia no renuncie a la belleza.
Si pudieras compartir un trago con cualquier persona, famosa o no, viva o no, ¿con quién sería?
– En algún momento de la vida espero juntarme con Gonçalo M. Tavares, prolífico escritor portugués, cuya novela La máquina de Joseph Walser tuve el placer de traducir al castellano en 2021. Ciertamente mi escritor contemporáneo favorito.
Si tuvieras una máquina del tiempo y pudieras ir a cualquier lugar y fecha, ¿a dónde irías y qué harías?
– Visitaría el Alto Paraná a comienzos del Holoceno, cuando las primeras poblaciones humanas se instalaron en la región. Me gustaría experimentar el asombro de ver por primera vez el río, sus acantilados de piedra, los Saltos del Guairá; navegar por algún afluente o encontrarme con fauna acaso extinta hoy.
¿En qué momento te tomás una pausa? ¿Qué hacés para desconectarte?
– Los fines de semana suelo ir al Cerro Acahay, en el departamento de Paraguarí. Mi bisabuelo materno, Valois Cañete, era poeta acahaiense a comienzos del siglo XX. Rodeado de mariposas, arroyos, montes, monos y pájaros, encuentro ahí un refugio donde la vida y las expectativas se pueden regenerar.
Sin Comentarios