– Historiadora e investigadora.
– Creadora de la Imagoteca Paraguaya.
Dos palabras que te definan: Quiero saber.
Un libro que te marcó: El llamado de lo salvaje, de Jack London.
Tu comida favorita: Milanesa con puré, por supuesto.
Alguna fobia o miedo inusual: Los edificios altos me dan vértigo.
Llevaste casi a la par las carreras de Agronomía y Sociología. ¿Qué encontraste en común entre ambas ciencias?
Lo interesante eran, precisamente, las diferencias: teorías, metodologías de investigación, sujetos de análisis. La conjunción de ciencias físico-naturales y sociales permite una mirada más amplia del mundo que nos rodea, de la naturaleza y el humano. Aunque muy distintos, pueden resultar —en términos de saberes— bien complementarios.
Desde tu rol de docente, ¿cómo ves el futuro de la educación, en pocas palabras?
Preocupante. El Paraguay está desperdiciando su valioso capital humano debido a los déficits de la educación pública. La generación joven sabe que la sociedad —la del presente, la del futuro— se basa en el conocimiento, en las tecnologías, y el Estado no ofrece los instrumentos necesarios para vivir plenamente en ella.
¿Por qué te parece que es importante para las mujeres conocer las historias de quienes vinieron antes?
Porque esas historias fueron largamente silenciadas, se nos narraba el pasado como si ellas no existieran salvo como sacrificadas residentas o enfermeras en las guerras. Y, sin embargo, muchas de las libertades, los derechos y las oportunidades que hoy tenemos se deben a esas compatriotas que lucharon por la igualdad en tiempos anteriores al nuestro. Además, son relatos más interesantes que esas aburridas secuencias bélicas, revolucionarias y demás salvajadas de nuestros gobernantes masculinos.
¿Cuál es el lugar al que siempre volvés?
Cierta vez, Mercedes Sandoval de Hempel (mi tía por amistad con mi madre) me dijo: “Los caminos que hemos elegido no tienen retorno”. Tenía mucha razón.
¿A dónde irías si tuvieras una máquina del tiempo?
A algún año entre 1923 y 1930, que fue quizá la mejor década que vivió el país en términos de cultura, políticas, mentalidades, ética y estética.
Profesionalmente, ¿cuál es tu tarea pendiente?
Investigar la posguerra del Chaco. Creo que muchos de los males de nuestro presente se originaron en esa década “nacional-revolucionaria”.
Si pudieras tomar un café con cualquier persona, viva o no, ¿con quién lo harías?
Aunque tenía merecida fama de “argel”, con Eligio Ayala, dudo nomás que él hubiese querido tomar un café conmigo.
¿En qué momento te tomás una pausa?
Con mis dos pastores alemanes, que no se llevan bien. Hannah es, como su dueña, una vieja malhumorada, pero a las 6.00 de la tarde, el buenazo de Aitor ya mete su hocico en la ventana y me exige su tiempo cotidiano de juego. Salgo al patio y me trae su arsenal de pelotas y juguetes. Los seres humanos gozamos, con el afecto de los animales, de un inmerecido privilegio.
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