Una alternativa orientada a resultados
En Paraguay existen cientos de personas que trabajan desde sus casas para empresas e instituciones extranjeras y también nacionales. Es una modalidad que propone una alternativa a los métodos tradicionales de organización laboral.
El trabajo remoto descentraliza la fuerza laboral de un lugar físico y permite que cada colaborador realice sus tareas desde donde le sea más cómodo: su casa, un espacio de coworking o un café. Esta modalidad ha conectado a miles de trabajadores y clientes en todo el mundo, eliminando cualquier frontera que pudiera existir.
Si bien la modalidad es desarrollada hace un tiempo en nuestro país, el debate sobre su implementación y efectividad surgió en estos días a raíz de la emergencia sanitaria por la pandemia de coronavirus. El Gobierno nacional instó a las instituciones públicas y privadas a utilizar las herramientas tecnológicas y promover el trabajo a distancia para evitar la aglomeración de personas en las oficinas.
Quizás exista cierta desconfianza por parte de los empleadores a esta dinámica, porque no solo modifica el hecho de la presencia física, sino también los conceptos de tiempo, productividad y organización. No se trata de cuántas horas trabajás, sino de cuántas tareas cumplís.
Bajo esta modalidad se puede trabajar de forma freelance, por medio de un contrato a tiempo completo para una empresa específica o incluso siendo director de tu propio emprendimiento. Todo depende del tipo de actividad que realices. Los que se pueden llevar adelante sin problemas con este método tienen que ver con campos como informática, creatividad, docencia, traducción, entre otros.
Desde Pausa hablamos con cuatro trabajadores de diferentes ramas (tecnología, diseño gráfico y audiovisual) sobre cómo se organizan de forma remota, cuáles son los beneficios y las desventajas, y cómo encontraron comodidad y rentabilidad en esta dinámica.
Matías Insaurralde es un usuario activo de la red social Twitter y en estos días fue como un nexo entre trabajadores, el Ministerio de Trabajo y el de Salud, buscando visibilizar a las empresas nacionales que no acataban las disposiciones del Gobierno. En su caso, trabaja de forma remota hace cuatro años para una empresa inglesa de software. Lidera el equipo de Ingeniería, para América, en el que se abocan principalmente al área de seguridad informática.
Unas 80 personas también se desenpeñan allí, y la mayoría lo hace desde su casa. Para Insaurralde, la clave de este tipo de trabajo es una buena conexión a internet y encontrar un lugar donde sentirse cómodo y que permita la concentración. “Algunos prefieren los espacios de oficina compartida; personalmente prefiero estar en casa y aprovechar esta modalidad para pasar tiempo con mi familia”, asegura.
También viaja bastante, pero su horario no difiere mucho al de un oficinista: solo sale de noche y los fines de semana. Sin embargo, en el día a día existe una diferencia horaria con sus demás compañeros que se encuentran en Europa y Asia. Para que eso no se convierta en un límite, lo que buscan es que las tareas sean asíncronas y que ningún colaborador se sienta bloqueado por cuestiones pendientes de los demás. “Hay varias empresas que tienen una disciplina de trabajo remoto muy buena y mucha flexibilidad. Se fijan tareas semanales o mensuales y uno es libre de trabajar bajo su propio ritmo”, menciona.
Entonces, cuando Matías empieza su día, lo primero que hace es leer las conversaciones que ocurrieron antes y chequea su lista de tareas para ver si hay alguna que priorizar. En algún momento de la jornada laboral realizan una exposición en la que cada integrante comenta lo que estuvo haciendo o si tuvo algún obstáculo, por ejemplo.
Hay dos herramientas principales que Insaurralde utiliza con su equipo para que la comunicación no se corte. Una de ellas es Zoom, una plataforma para realizar videoconferencias, y la otra es Slack, que funciona como un chat, pero cuenta con diferentes funciones que facilitan la gestión de trabajos y proyectos colaborativos.
Matías cree que uno de los mayores beneficios de esta modalidad, viviendo en Paraguay, es que se evita el tráfico de la
ciudad y aprovecha mejor su tiempo para hobbies e investigar temas de su interés. “Además, me permite conectar con mucha gente en todo el mundo. Hice muchos amigos programando, hablando en conferencias en el extranjero y visitando a compañeros de trabajo”, afirma.
Como cualquier método, también tiene sus contras y, en palabras de Matías, el más importante es el desafío de mantener una vida social. “Como todos mis compañeros de trabajo están en otros países, no podemos organizar un after office o alguna actividad similar. Probablemente este es el factor más impactante para alguien que hace oficina”, sostiene.
A pesar de eso, las personas que trabajan de forma remota en nuestro país conformaron un grupo en la aplicación
Telegram (https://t.me/remoteworkpy), que sirve para compartir información útil y también un poco de contención.
La clave es la comunicación
Gabriela Galilea es fundadora de una empresa de base tecnológica en el Reino Unido y más de la mitad de su equipo se encuentra en Paraguay, por lo que desde un principio implementaron el trabajo remoto.
“Muchas veces la comunicación y la coordinación es tan deficiente en las empresas, que solo valoran que una persona haga oficina en un cierto horario”, opina y por eso hace énfasis en reforzar esos canales. Considera que trabajar bajo esta modalidad te obliga a ser claro comunicando objetivos, procesos a seguir y resultados esperados.
Gabriela también es una usuaria activa de Twitter e incluso ofreció realizar una conferencia en línea para compartir herramientas y tips sobre trabajo remoto. El mes pasado también realizó capacitaciones de manera online para paraguayos, sobre cómo abrir una empresa en el extranjero.
Según Galilea, trabajar así le da mayor margen para pensar y menos interrupciones. “Hay pocas reuniones y son más cortas. Casi todo se coordina por mail y eso hace que una pueda volver a revisar lo que se acordó con la gente, ya sean del equipo o clientes. De este modo es más difícil esquivar responsabilidades”, subraya.
La distancia también exige a las partes un mayor esfuerzo en esa comunicación escrita. “Pero el lado positivo es que los procedimientos son claros y generalmente todos saben lo que tienen que hacer y porqué. Por ende, hay menos control y más monitoreo”, refiere Gabriela.
Las herramientas que utiliza Gabriela con su equipo son: Zoom, para la reuniones; Whatsapp, para comunicarse; Slack y Trello, para coordinar tareas, y Google Docs, para compartir documentos y trabajar en línea. Considera que establecer estas pautas hace que el trabajo esté orientado a resultados, ya que se busca cumplir objetivos pero con la libertad de que cada quien maneje como le parezca su tiempo.
Con respecto a establecer una diferencia entre lo que es trabajo y cuestiones personales, a ella le ayuda mucho tener una rutina y un lugar dedicado exclusivamente a ello. “Tengo una oficina, y cuando me siento en el escritorio, me pongo en modo laboral. También me propongo terminar cierta cantidad de tareas en una fracción de tiempo determinada. Me motiva tachar cosas de mi lista de pendientes”, comenta.
Responsabilidad y compromiso
Según Mauricio Villamayor, diseñador gráfico, no hay mucho secreto ni claves mágicas para el trabajo remoto. Existen varias herramientas que se pueden utilizar para hacer seguimiento y técnicas para acostumbrarse, pero al final del día —prosigue—, la responsabilidad de uno es lo que determina la eficiencia.
Con esta modalidad, Mauricio diseña libros para empresas extranjeras desde hace dos años y medio: su trabajo abarca
la portada, los interiores y la maquetación del material final. El flujo de sus labores depende de la cantidad de proyectos que tenga, pero como también cuenta con un trabajo fijo en una oficina, tiene que organizar sus tiempos. A
veces, las horas se le van volando mientras busca referencias, investiga o intenta acomodar los espacios y las palabras.
Las herramientas que le ayudan a organizarse son Notion, Trello y Jira. Las que utiliza para mensajería directa son Slack y Webex, y para hacer videollamadas usa Hangouts, Webex o Skype. Conforme enumera Mauricio, hay tres
principales beneficios de esta dinámica laboral: la paga es mayor, los proyectos son más interesantes y complejos, y el trato con el cliente es mejor.
“Tengo la oportunidad de trabajar con clientes que saben lo que quieren, y además, respetan muchísimo tu opinión profesional. El nivel de discusión no es subjetivo, cosa que suele pasar mucho en diseño, y acá en Paraguay me ha sucedido bastante. Al final terminás haciendo lo que el cliente quiere a pesar de que le expliques técnicamente por qué está mal lo que solicita”, expresa.
Villamayor también trata de marcar un límite entre el trabajo y su vida personal: “No permito mi trabajo en otros espacios de mi hogar. No llevo mi notebook a la cocina o a la sala, más que nada para crear esos espacios y respetarlos”.
De seguir viviendo en el país, a Mauricio le gustaría continuar trabajando de forma remota; pero en el caso de mudarse, visibiliza la posibilidad de hacerlo de forma presencial.
Humanizar los procesos tecnológicos
Pamela Paredes es directora de arte y guionista para audiovisuales y también se desempeña como docente en la Carrera de Cine de la Universidad Columbia. Trabajó de forma freelance y remota durante mucho tiempo y ahora está experimentando el ejercicio de la docencia.
“Lo que tenemos que buscar es que esa comunicación o interacción sea flexible, no una cosa rígida en donde el alumno accede a la plataforma y no entiende lo que debe hacer, no se le explica”, sugiere Paredes, quien, como otros docentes de la universidad, tiene que utilizar una herramienta de aula virtual.
Añade que se deben encontrar los mecanismos efectivos para que la dinámica sea más coloquial y amena. “¿Cómo puedo establecer reciprocidad? Tampoco sirve que los alumnos entren, no entiendan la tarea y al final no la hagan”, reflexiona la audiovisualista.
Para Pamela, lo más valioso de trabajar desde su casa es tener todo un espacio para ella y sus cosas, organizarse de acuerdo con sus necesidades. “Hago mis tareas del hogar, y cuando me decido a activar, puedo concentrarme mucho más tiempo sin que nada me interrumpa. Seguro que si tenés hijos también disponés tus actividades en función a las de los demás. Pero la capacidad de concentración es mayor y más efectiva, en mi caso”, manifiesta.
“Es tanto el condicionamiento al tener que pasar cierto tiempo en la empresa que cuando hay tiempo libre, es muy preciado. ¿Cómo haces para que te rinda?”, observa Paredes. Continúa diciendo que a pesar de que al trabajar en tu casa tenés que invertir y contar con herramientas como internet, computadora, auriculares, entre otros —que, en teoría, una empresa te provee—, de igual forma el pago y la retribución son mayores.
Pamela problematiza el hecho de que muchas veces trabajando de esta manera hay que gestionarse como si fueras una empresa. “Siguiendo delineamientos, al final tenés que estructurarte, ponerte un valor mercantil por sobre el artístico, intelectual, etcétera”, cuestiona. Pero para romper con eso piensa que es importante también darle espacio al ocio.
“Y las ventajas de trabajar en una oficina es que te da una estructura y una seguridad que si no tenés solvencia económica, es muy difícil de conseguir. La oficina te da eso: un lugar, un insumo, un grupo de contención, que es también importante analizar en estos tiempos. Pesa mucho estar solo cuando estás acostumbrado a ese trabajo colaborativo, en equipo, en donde si te sentís mal, podés conversar con alguien. Creo que pesa desde el punto de
vista social, de tu relacionamiento con las personas”, afirma.
En su experiencia, la modalidad de trabajo depende mucho de cuáles son los fines a los que se apunta. Para ella, es solo un medio para realizar otras cosas, pero no descarta tener su propia empresa y que la dinámica sea también de forma remota.
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