Salud

Intestino y cerebro

La relación que tenés que comprender para proteger tu salud mental

El estrés y la ansiedad tienen efecto en nuestra salud física y esto ya está comprobado científicamente. Pero, ¿cómo se da esa relación entre el cerebro y el intestino? ¿Primero es la ansiedad y luego el síndrome de colon irritable? ¿Primero el estrés y luego la gastritis? Hablamos con profesionales de la salud sobre cómo lidiar con ese círculo que parece retroalimentarse.

Algunos escenarios serán familiares para vos, lector. Una madrugada te despierta un dolor agudo en el bajo vientre, no terminás de comprender de qué se trata porque todavía estás soñoliento, pero la sensación vuelve a hincar con mayor fuerza una segunda vez. Ya no espera y vos, tampoco; te impulsa la necesidad de llegar lo más rápido posible al baño.

O puede que ese no sea tu problema, sino que hace días no evacuás. Estás cada vez más hinchado y tus ropas te aprietan. Quizás tengas acidez cada vez que comés algo y ya no sepas qué probar porque parece que en estos días nada te cae bien.

Lo que sucede es que, tarde o temprano, las preocupaciones, el estrés, las tensiones y la espiral imparable de escenarios alternativos que imaginamos afectan nuestro sistema digestivo.

Mientras solo se trata de un dolor de cabeza recurrente o insomnio, todavía queremos convencernos de que no es “tan grave” como para acudir a consulta. Pero la frustración crece cuando ya no sabemos qué comer porque todo se procesa mal en nuestro cuerpo o nada de lo que antes sí podíamos ingerir parece caernos bien.

Rosanna Acosta, psicóloga clínica y psicoterapeuta cognitiva conductual, señala que cuando experimentamos ansiedad, el cuerpo activa un sistema de respuesta al estrés, lo que desencadena la liberación de cortisol. Si esto no se gestiona de manera correcta, termina por afectarnos y sufrimos los estragos en nuestro cuerpo, por ejemplo: cambios en los niveles de azúcar en sangre, alteraciones de la presión arterial y, sí, inflamación del intestino. Cuando toda esa tensión acumulada busca salir de alguna manera, es el indicador de que ya no podemos más con ello.

Hablar de las alteraciones que sufre el cuerpo no es simplemente una “moda” o “una tendencia”; es fruto de las investigaciones multidisciplinarias (neurociencia, psicología, psiquiatría, medicina general) que van comprendiendo cada vez un poquito mejor cómo funciona la maquinaria perfecta —aunque sumamente compleja— que es el cuerpo humano.

La psiquiatra y reconocida autora española Marian Rojas Estapé afirma que “el cuerpo influye en la mente y la mente influye en el cuerpo”. El cortisol es la hormona que segrega el organismo cuando entra en estado de alerta y es llamada comúnmente “la hormona del estrés”.

El cortisol y su efecto en el cuerpo

Somos un todo. Cuerpo, psiquis, emociones. Totalmente en conexión. La psiquiatra y reconocida autora española Marian Rojas Estapé afirma que “el cuerpo influye en la mente y la mente influye en el cuerpo”. El cortisol es la hormona que segrega el organismo cuando entra en estado de alerta y es llamada comúnmente “la hormona del estrés”, porque se activa en esos momentos.

El problema es que muchas veces vivimos intoxicados de pensamientos negativos, de preocupaciones que activan nuestros estados de alerta, y esta intoxicación de cortisol tiene un impacto directo en la salud. Ese estado de alerta modifica la manera en que nos relacionamos con el entorno, en que pensamos y actuamos. Es más, está comprobado que los cambios suceden a nivel molecular, celular y genético. El estilo de pensamiento, definitivamente, impacta en nuestro organismo.

Marian Rojas comparte lo siguiente de sus investigaciones: “Sostener en el tiempo una vida estresada deriva en casos clínicos de depresión y, muchas veces, se recurre como parte del tratamiento a una dieta antiinflamatoria, ya que esas situaciones específicas —de estrés mantenido por mucho tiempo— no responden a los antidepresivos, pero sí empiezan a sanar cuando la alimentación se modifica para tratar órganos inflamados”.

Lic. Rossana Acosta, psicóloga clínica y psicoterapeuta cognitiva conductual.

Por su parte, la licenciada Acosta explica: “La ansiedad es preocuparse por algo que aún no pasó, es un exceso de pensamientos a futuro”. Son las suposiciones que exploran los diversos escenarios ficticios que nos creamos para buscar soluciones a las situaciones que a lo mejor afrontaremos. ¿Cómo nos sentiríamos de pasar por eso?

Así lo ejemplifica de manera magistral la película Intensamente 2, cuando Ansiedad se agudiza en la Riley adolescente y su psiquis no deja de mostrarle escenarios ficticios posibles, sin respiro. La película no debe subestimarse por tratarse de una animación, porque el guión está supervisado por neurocientíficos, psiquiatras y psicólogos, y, justamente, es un instrumento didáctico para comprender cómo funciona nuestra mente.

“La ansiedad es preocuparse por algo que aún no pasó, es un exceso de pensamientos a futuro”

Lic. Rossana Acosta, psicóloga clínica y psicoterapeuta cognitiva conductual.

El intestino es el segundo cerebro

“El intestino es llamado el segundo cerebro porque tiene una conexión directa con el encéfalo a través de redes endocrinas, inmunitarias y neuronales. Allí se fabrica entre el 85 y el 90 % de las emociones, principalmente la serotonina”, detalla la nutricionista ortomolecular Zulma Ullón.

Como el cortisol tiene un efecto inflamatorio, entre otros, no es sorpresa que el síndrome de colon irritable sea uno de los problemas a la orden del día. Pero así como se pueden dar evacuaciones frecuentes, también ocurre lo contrario, cuando una persona vive sin evacuar, es decir, con estreñimiento crónico.

La nutrición especializada ortomolecular trata a cada paciente de forma personalizada, única, según sus necesidades y con nutrientes específicos. Esto se realiza, por ejemplo, con tecnología avanzada. Un escáner brinda un diagnóstico preciso sobre el estado de los órganos y nutrientes, y se pueden identificar inflamaciones.

“En nuestro organismo tenemos unas células llamadas enteroendocrinas, que producen hormonas que informan al cerebro si necesitamos comida, si estamos llenos o si debemos secretar bilis o jugo gástrico. Existen diferentes tipos y conectan nuestro intestino con el encéfalo, como también el sistema nervioso autónomo y el nervio vago. Es una doble vía donde mensajes de nuestra mente, es decir, pensamientos, se vuelven emociones que afectan al intestino. Los alimentos y nutrientes, a su vez, influyen en el cerebro”, detalla también el doctor Pablo Peña.

Con la ansiedad y el estrés, lo primero que descuidamos es nuestra alimentación. Dejamos de ser intencionales o preparar lo que comemos con tiempo, variando cada día. Nos saltamos comidas o engullimos lo que encontramos por el camino.

Zulma Ullón explica que es común que el intestino se inflame por esas razones: “El estrés y la ansiedad aumentan aún más con la selección de los alimentos ultraprocesados, comida rápida, envasada, empaquetada con larga duración de fecha de vencimiento. En este tipo de alimentación, las personas comen para llenar la panza, pero no nutren las células, entonces el cuerpo entra en modo supervivencia y convive con la inflamación y muchos otros disturbios gastrointestinales”.

“El intestino es llamado el segundo cerebro porque tiene una conexión directa con el encéfalo a través de redes endocrinas, inmunitarias y neuronales. Allí se fabrica entre el 85 y el 90 % de las emociones, principalmente la serotonina”

Lic. Zulma Ullón, nutricionista ortomolecular.

Microbiota: la clave de la conexión

Ahora que sabemos que el intestino es el órgano encargado no solo de distribuir los nutrientes, sino también de procesar los pensamientos y sentir nuestras emociones, cobra un nuevo sentido de importancia, de urgencia, elegir los alimentos que realmente nos nutran. Es decir, que sean de calidad y variedad. En los últimos años, el público fue cobrando conciencia de la importancia del intestino debido al pequeño reino que alberga: la microbiota. Muchos especialistas la denominan “el nuevo órgano”.

La microbiota es lo que antes se conocía como flora intestinal. En 1904, Ilie Méchnikov descubrió microbios que vivían en nuestros intestinos y les puso ese nombre porque se creía que provenían del reino de las flores. Desde el 2000 se actualiza a la nomenclatura actual, que proviene de la unión de micro (pequeño) y biota (vida).

“La revolución de su estudio y conocimiento en los últimos 24 años es fundamental. La microbiota está compuesta por seres microscópicos que no solo viven con nosotros o nos enferman, como las bacterias, los virus, hongos y parásitos; sino que también interfieren con los metabolitos que producen en nuestro sistema inmune, cerebro y sistema endocrinometabólico, es decir, son fundamentales para nuestra salud”, resalta el doctor Pablo Peña, que también es autor del libro Microbiota: el nuevo órgano.

Dr. Pablo Peña, que también es autor del libro Microbiota: el nuevo órgano.

¿Cómo podemos cuidar de nuestra microbiota? Lo principal es un estilo de vida saludable, ese es el camino, y se logra con una nutrición variada y colorida, consumiendo diferentes tipos de comidas y distintos ingredientes a diario. “Evitar la monotonía alimentaria, que es comer todos los días lo mismo, algo que tanto hacemos en Paraguay y por eso andamos tan enfermos”, alerta el doctor Peña.

Agrega que el ejercicio físico es fundamental para un equilibrio inmunológico y de la microbiota, así como “la gestión del estrés. Vivimos en un convulsionado siglo XXI donde, así como nos bañamos, debemos llevar el cerebro a un estado de reposo, además de, obviamente, dormir ocho horas para descansar, evitar los hábitos tóxicos, el tabaco y el alcohol, que generan cambios en el ecosistema; consumir agua de la mejor calidad, sin microplásticos ni cloro, que contiene la que bebemos directamente de la canilla”.

«La microbiota está compuesta por seres microscópicos que no solo viven con nosotros o nos enferman, como las bacterias, los virus, hongos y parásitos; sino que también interfieren con los metabolitos que producen en nuestro sistema inmune, cerebro y sistema endocrinometabólico, es decir, son fundamentales para nuestra salud”

Dr. Pablo Peña, que también es autor del libro Microbiota: el nuevo órgano.

La mejor alimentación para nuestra salud mental

La dieta o alimentación que más se adecua a las necesidades de la microbiota, según estudios, es la mediterránea de los países de la cuenca, que desde la década del 70 se estudia y hay numerosas investigaciones que respaldan esta afirmación. En 2013, fue declarada Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por la Unesco.

La base son verduras, frutas, semillas, frutos secos variados, cereales integrales, alimentos fermentados y aceite de oliva. Luego, consumir (pero no a diario) legumbres, huevo, carnes blancas, carnes rojas, lácteos, yogures y queso. Quedan en último nivel de prioridad los dulces y ultraprocesados.

Alerta

¿Cómo podemos saber si algo no va bien con nuestra salud intestinal? “Los principales síntomas son los gases, la hinchazón abdominal, el estreñimiento o las diarreas, el dolor de estómago y la apetencia por un solo grupo de alimentos, por ejemplo, los dulces”, explica la nutricionista ortomolecular Zulma Ullón.

Si una persona ya tuvo problemas del intestino o sabe que es propensa a la diarrea debido al estrés, ¿qué cosas deberían ser primordiales? “Descubrir, entre sus alimentos, cuál repite de más, cuál está comiendo todos los días y no debería. También, evaluar si consume la suficiente cantidad de fibra porque, según la OMS, debemos ingerir 25 a 30 gramos como mínimo, pero la mayoría de los paraguayos no llegamos a 10. Eso es grave”, dice el doctor Peña.

Además, resalta la necesidad de “aprender a gestionar las emociones y el estrés con diferentes profesionales, como psicólogos y psiquiatras que conozcan estas técnicas y con mindfulness, por ejemplo. Practicar ejercicio. Buscar agua de la mejor calidad. Suplementos como probióticos, vitaminas A y D, e incluir FOS, una fibra prebiótica, o resveratrol, un flavobiótico que ayuda a equilibrar las bacterias. Y por allí va el camino”.

Un estilo de vida saludable es una vida feliz. “Lo más valioso que tenemos es nuestro cuerpo, nuestra única máquina, nada más vale que él. Así que, a parar más, a tener tiempos de descanso, a aprender a gestionar emociones y buscar ser feliz. Eso lo enseña Tal Ben-Shahar en la Universidad de Harvard, es decir, científicamente se puede aprender a ser feliz”, comparte el médico como reflexión final.

La vida actual es mucho más inflamatoria que la de antes. Con el ritmo acelerado, los alimentos cada vez menos orgánicos y la tendencia a concentrarnos en el futuro más que en el presente, debemos estar mejor preparados para gestionar el estrés y la ansiedad correctamente. Sobre todo, a alimentarnos para fortalecer nuestro organismo para que la relación cerebro-intestino sea la mejor y disfrutemos de una buena vida.

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