Historias de resiliencia
El tránsito de una enfermedad considerada terminal nunca es fácil y sobrevivir a ella siempre afecta en lo más profundo del ser. Lo que siempre queda, es la esperanza.
Por Laura Ruiz Díaz. Producción: Sandra Flecha. Fotografía: José Alderete.
Esperanza, fe y amor son las palabras clave que engloban los procesos de recuperación. Son repetidas una y otras vez por las mujeres luchadoras y resilientes que entrevistamos. Y es que, en el proceso de reconstrucción, son estos valores los que cobran una importancia crucial.
Las principales muertes por cáncer entre las mujeres de Latinoamérica son el de mama y el cervicouterino. Según datos de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), dependiente de la Organización Mundial de la Salud (OMS), solo en el 2020 se diagnosticaron 210.000 nuevos casos y casi 68.000 fallecimientos. El ente estima que este ritmo va en aumento y podría ser un 70 % más grave en 2030.
Pero hay esperanza: la OPS asegura que el tratamiento del cáncer de mama puede ser eficaz, especialmente si se detecta a tiempo. Generalmente implica pasar por cirugía, radiación y medicamentos. La efectividad, según los especialistas, depende del sometimiento completo de los pacientes al curso completo del proceso. Es decir, con un diagnóstico temprano y un tratamiento médico, ambas enfermedades son curables.
Vivir al máximo
El primer testimonio es de Liliana Margarita Gómez, Marga para las amigas. El corazón de Marga es grande como una casa; ¡qué va!, como toda la ciudad; esto se puede afirmar sin dudar al ver las miles de acciones que ella realiza por los demás, día a día.
Es una persona muy trabajadora; hace dos años, cuando recibió el diagnóstico, tenía dos trabajos. Por un lado, su propio emprendimiento en pleno crecimiento, una boutique, y, por otro, asistía como consultora de medio tiempo a otras empresas. El trabajo no terminaba en esos espacios: al volver, tenía a su cargo el cuidado de sus dos hijos, Mati (10) y Santi (13), además del mayor, “que ya es grande, pero igual quebranta”.
“No sé si yo me creía doctora o qué, pero constantemente encontraba una justificación, casi siempre decía que era algo hormonal”.
Liliana Margarita Gómez.
En el vaivén de sus días, sintió una pequeña molestia en el seno, pero siempre hallaba una excusa para minimizar: “No sé si yo me creía doctora o qué, pero constantemente encontraba una justificación, casi siempre decía que era algo hormonal”. Sentía cambios en su cuerpo: jaquecas, pérdida de cabello, adormecimiento por falta de circulación en extremidades, calambres y llagas por bajas defensas, que atribuía al estrés.
Al conjunto de síntomas, le acompañó un cambio en el bulto mamario: crecía. Ya había consultado con el médico, pero esto le alarmó y nuevamente fue a hacerse ver. El doctor decidió hacer una biopsia de inmediato.
El resultado llegó una semana después: era un carcinoma. “Sentí miedo, creía que me iba a morir, me preocupaban mis hijos, mi cabeza era una ensalada”, recordó. Se trataba de un cuadro agresivo, no era hormonal. El cáncer triple negativo crece rápidamente; en el momento de la detección ya es probable que se haya propagado.
“Experimenté varias emociones, no sabía qué pensar. Mi cabeza era un constante ‘por qué me pasa esto a mí’”.
Liliana Margarita Gómez.
Para este tipo de cáncer, el único tratamiento es quimioterapia y radioterapia. “Lo peor que me pasó, y no quiero volver a pasar, son las primeras quimioterapias. Sufrí mucho”, relató. En la primera fue cuando más sensible estuvo: “Experimenté varias emociones, no sabía qué pensar. Mi cabeza era un constante ‘por qué me pasa esto a mí’”.
“Mi fortaleza fueron mis hijos”, afirma: “No podía tirar la toalla, debía continuar; y si el Señor me daba fuerzas para hacerlo, quería que mi vida sirviera de testimonio. Y así fue”. Ella se escudaba en sus chicos y en el trabajo; se enfocaba en el crecimiento para evitar saturarse de información.
“En los peores días tenía mi quimio, y apenas pasaba el malestar, iba a Umahia (su tienda), a trabajar, así tenía la cabeza ocupada”, contó. Marga levantó su empresa al mismo tiempo que luchaba contra el cáncer. Apenas salía de allí, iba al encuentro de sus hijos.
“Hoy disfruto más de las pequeñas cosas que antes no apreciaba. Me puse a pensar que puede ser mi último día y quiero vivir al máximo”.
Liliana Margarita Gómez.
Hoy dice que aún no está libre del cáncer. Por el tipo de carcinoma, tendrá que seguir haciéndose estudios. Por ahora, debe realizarse controles rutinarios cada tres meses, a futuro cada seis y luego de forma anual.
Esta dura prueba fue para ella un aprendizaje. “A mí me ayudó a cambiar mi rutina y mi manera de vivir”, afirmó. Agregó que muchas veces nos preocupamos por cosas que no tienen trascendencia: “Hoy disfruto más de las pequeñas cosas que antes no apreciaba. Me puse a pensar que puede ser mi último día y quiero vivir al máximo”.
A partir de conocer la realidad de vida de las personas con cáncer en Paraguay, ella empezó a solidarizarse con varios gestos. Actualmente siempre va a los albergues y tiene una relación muy cercana con los niños.
“Si a alguien le llegan a hacer un diagnóstico así, que no se desanime. Va a ser un gran cambio en su vida, pero que no se rinda. La enfermedad te transforma por completo, pero también es una oportunidad para buscar vivir a pleno”, concluyó.
La fe, el motor de la esperanza
Dora Coronel vive en Ypacaraí; tiene más de 80 años pero una voz joven y un estado de ánimo inquebrantable. Hace chistes y se ríe continuamente con su sobrina, Etelvina. Es que la risa y el sentido del humor son lo único que la entretiene, dice. Hace más de 20 años, cuando tenía 54, le diagnosticaron cáncer de mama y pasó por varias operaciones. “Una mañana me toqué el pecho y encontré un nudo. Le conté a mi sobrina y me dijo: ‘Tía, ese ahora mismo tenés que hacer ver’”, recordó. Le hicieron los estudios y resultó que tenía un tumor maligno avanzado.
“Había huelga, recuerdo, pero igual me atendieron enseguida. Del Hospital Nacional pasé al Instituto del Cáncer y ahí comenzó mi tratamiento”, rememoró. Según la OPS, el cáncer de mama se presenta con mayor frecuencia como una masa indolora en la zona, y fue el caso de Dora. Tal como relató, es importante que quienes encuentren algún tipo de bulto extraño en los senos, consulten con un profesional de salud lo antes posible, cause o no dolor.
“Una mañana me toqué el pecho y encontré un nudo. Le conté a mi sobrina y me dijo: ‘Tía, ese ahora mismo tenés que hacer ver’”.
Dora Coronel.
Dora buscó refugio en la espiritualidad. “Tenía mucho miedo, casi me deprimí luego. Inmediatamente fui a la sanación con las monjas (retiro espiritual) en Areguá”. Al salir, el miedo amainó, y la esperanza y su fe la mantuvieron firme.
La primera mastectomía —cirugía para extirpar un seno— ocurrió después de tres sesiones de quimioterapia, que se hacían cada 22 días. Cinco años después, la enfermedad volvió: “El médico me dijo que el tumor tenía el tamaño de la punta de una birome recién, y que con otra operación podía evitar la quimio”. Decidió operarse.
“Estuve tranquila después de ir a la sanación, para mí entrar a cirugía era como si fuera nada”, confesó. Inclusive hacía chistes sobre el tema. “¿Le puedo contar lo que le dije?”, le preguntó a su sobrina entre risas. Ante la respuesta afirmativa, comentó con voz risueña: “Solamente mi marido va a llorar mucho, porque él mante lo que disfrutaba”. Dicen que la sobrina respondió: “Pero con tu humor, vos parece que no estás enferma”.
“El médico me dijo que el tumor tenía el tamaño de la punta de una birome recién, y que con otra operación podía evitar la quimio”.
Dora Coronel.
“Yo seguí con todos mis tratamientos y estudios y después ya estaba tranquila, ¡no sentí más nada!”, contó. Aun así, cada seis meses acudía a sus controles. “Ahora tengo 81 años y me siento demasiado bien, estoy divina”, dijo. Nos contó que hace de todo y come de todo; que vive una vida muy serena.
“Yo, ante la más mínima duda, me fui y pude ganar la batalla, gracias a que detecté a tiempo”, explicó y dejó un consejo para quienes transitan la enfermedad: “Háganse los estudios y sigan su tratamiento al pie de la letra; nunca pierdan la fuerza y la fe”.
Psicooncología: aprender a afrontar la enfermedad
Miedo, quiebre emocional y confusión son algunos de los sentimientos que los pacientes y sus familias enfrentan. Buscar ayuda especializada es sumamente necesario para afrontar la enfermedad mientras se pone foco en la esperanza.
El primer sábado de cada mes, la Asociación de Mujeres de Apoyo Contra el Cáncer de Mama (Amacma) facilita un espacio de intercambio y contención para las pacientes. En el grupo de autoayuda, ellas pueden compartir sus experiencias y alentarse mutuamente: es un espacio de empoderamiento femenino.
Además, desde Amacma también se proporciona un espacio de psicoterapia individual, los miércoles de 8.00 a 13.00, con la licenciada especialista en psicooncología Gladys Moreira. Para más información, contactar vía Facebook o al (0981) 773-399.
Por el derecho a la salud
Según Eduardo Sánchez, presidente del Centro de Ayuda a los Enfermos con Cáncer, en los hospitales públicos, ya sea por saturación o falta de recursos, muchos estudios no se consiguen en 15 días —el plazo establecido por los médicos como necesario—; a veces hay que esperar dos o tres meses. Lo mismo sucede con la quimioterapia. Para un paciente con cáncer, ese lapso puede ser decisivo en su recuperación.
“Nuestro objetivo principal es que cada paraguayo y paraguaya que deba padecer la enfermedad sea bien tratado, que las instituciones públicas encargadas provean de todos los recursos necesarios para la recuperación”.
Eduardo Sánchez, presidente del Centro de Ayuda a los Enfermos con Cáncer.
“Nuestro objetivo principal es que cada paraguayo y paraguaya que deba padecer la enfermedad sea bien tratado, que las instituciones públicas encargadas provean de todos los recursos necesarios para la recuperación”, explicó Eduardo. “Somos una de las pocas organizaciones que reclaman el derecho de las personas con cáncer”, agregó.
La falta de insumos es una realidad en nuestro país. Recientemente, la Asociación de Pacientes con Cáncer y Familiares (Apacfa) denunció el desabastecimiento de medicamentos oncológicos, reactivos para análisis clínicos y para la prueba inmunohistoquímica —que sirve para clasificar tumores— en el Instituto Nacional del Cáncer (Incán).
A este derecho lo protege la ley n.° 6266, que tiene por objeto “garantizar a toda persona el acceso oportuno y de calidad a una atención de salud digna e integral ante el cáncer”.
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