Crónica de un pintor trashumante
En enero de este año, el artista Juan de Dios Valdez Barbosa (35), oriundo de San Juan Bautista, comenzó un viaje extraordinario por el país. A bordo de un automóvil —acompañado de su esposa, sus dos hijos, material para trabajar y todo lo que necesitan para vivir durante la travesía— Juan planea pintar cientos de cuadros en la mayor cantidad posible de distritos de los 17 departamentos de nuestro país.
Texto y fotos de Fernando Franceschelli.
Juan camina bajo el sol y lleva consigo óleos, pinceles y un bastidor de tela en blanco; busca el mejor ángulo, la mejor luz, para capturar algún paisaje que llamó su atención al pasar. Con un pequeño sombrero que lo protege del tremendo sol y sus bártulos bajo el brazo, nos recuerda a la visión de aquel holandés pelirrojo, ese Vincent Van Gogh que perpetuó en nuestra memoria sus famosos girasoles o los interminables campos de trigo con cielos alucinantes del Arles de fines del siglo XIX, en el sur de Francia.
Este moderno Vincent no es pelirrojo, no viaja a pie ni solo. Tiene profuso pelo y barba increíblemente negros, viaja en un moderno automóvil y va acompañado de su esposa Romina (35) y sus hijos, Luana (10) y Leonardo (5). Sería injusto no mencionar también a otros dos pequeños pasajeros, Ben y Holly, dos cobayos blancos que los acompañan donde vayan.
Parte de una historia de amor
La pasión de Juan de Dios por el arte estuvo presente desde siempre; sin embargo, fue recién en 2005 cuando logró vivir de sus creaciones; cuando conoció a Romina en 2010, embelesado por el amor le prometió solo un par de cosas. La primera: tendrían hijos juntos; la segunda: viajarían para registrarlo todo con pinturas. Él, fiel a su promesa, la cumple a rajatabla.
Con ese antecedente y de alguna manera favorecido por la pandemia, se animó y comenzó a materializar este proyecto artístico personal y familiar, como él lo define. Así arrancó este extraordinario viaje por el país para pintarlo de punta a punta. El proyecto se llama Pintando Paraguay y tiene como objetivo recorrer los 17 departamentos para redescubrir su belleza en una monumental serie de pinturas de diversos formatos que realiza con pasión y un lenguaje estético atractivo y novedoso en nuestro medio.
Comenzó en enero de este año y después de algunos duros aprendizajes que se dieron sobre la marcha, todo cobró forma. Consiguieron un auto grande como para cargar a toda la familia, los cobayos, la carpa, una cocina, ropa, agua, alimentos y, por supuesto, los materiales para que Juan pintara, que ocupan exclusivamente la totalidad del enorme portaequipaje colocado encima del vehículo. En ese momento el artista no sabía manejar, pero con paciencia y gracias a su hermano aprendió y así salieron a la ruta. Desde San Juan, Misiones, abandonaron la comodidad y partieron. Hasta ahora llevan recorridos tres departamentos: Paraguarí, Cordillera y, por estos días, Guairá. El próximo tal vez sea Caazapá.
La experiencia en el camino
Al principio no sabían bien cómo se desarrollaría el viaje; sin embargo, una vez que comenzaron todo empezó a encajar como si de un enorme rompecabezas de sucesos afortunados se tratara. A donde llegaban la gente los recibía con alegría y curiosidad. Muchas personas se acercaban a ver trabajar a Juan en sus pinturas, otras a ofrecer lugar para que instalaran su carpa, a charlar e incluso a invitarlos a comer.
Gracias a la difusión de boca en boca, el viaje fue desarrollándose sin inconvenientes. También es importantísimo el rol de las redes sociales en la difusión de su proyecto y el contacto con gente que quiere ayudarlos, conocerlos o comprar su arte, destaca Juan.
La gente se acerca a conocer con curiosidad el trabajo del artista, y al ver que está con su familia, los reciben con confianza. El proyecto logró autofinanciarse mediante algunos sponsors que Juan consiguió gracias a su arte. Desde una empresa que le provee de materiales para pintar, pasando por un negocio de equipos solares que les dio el panel solar necesario para alimentar una computadora a cambio de publicidad, hasta un comprador que aseguró buena parte de la producción.
“Siempre somos bien recibidos”, afirma Juan y deja en claro que la experiencia es más que positiva. El auto funciona bien y los niños de la pareja están felices. Conocen el país, a la gente que se acerca a visitarlos y de paso aprenden. La pandemia ayudó con esto, ya que las clases virtuales del colegio de los pequeños favorecieron el emprendimiento.
“Este proyecto nos da paz”, resume Juan mientras señala en uno de sus mapas de papel cada uno de los lugares donde se detuvo a pintar.
Con miras al futuro
Hace unos días, la familia vio desde el auto y a lo lejos la hermosa copa de un árbol amarillo al que siguieron por varios minutos. Con su visión como guía, llegaron a un increíble lapacho amarillo florecido, que Juan de inmediato comenzó a pintar bajo la extrañada mirada de la ancianita que vivía en la precaria vivienda ubicada bajo su sombra. Esa anécdota resume a la perfección el criterio de estos aventureros para programar su recorrido.
Si bien no hay un plan muy definido por delante, aseguran que para poder recorrer los 17 departamentos del país al ritmo que se impusieron será necesario continuar por lo menos durante todo el 2022. Eso a él no le genera problemas, pues es lo que más le gusta hacer: sacar el caballete al aire libre y copiar del natural, más que trabajar en el taller. Lo mismo pasa con su esposa y los niños, que disfrutan inmensamente esta vida de aventura. Mientras haya un grupo de compradores de su arte que les permita continuar, Pintando Paraguay seguirá, afirma. A Juan le gustaría muchísimo montar una megaexposición al finalizar este viaje, colgar los cuadros que va guardando y tal vez también algunos de los que ya vendió.
Sin embargo, esta familia de modernos artistas gitanos no sigue un plan a ciegas. Más bien se adapta a lo que la ruta les va ofreciendo. Tal vez al finalizar el recorrido logren asentarse en una casita propia que les gustaría construir en San Juan o, por qué no, comenzar una nueva aventura. Esta vez en un recorrido por Latinoamérica, pintando país por país, la nieve o el mar, imagina Juan con mirada cómplice.
Lo que sí es seguro es que, por ahora, Juan de Dios disfrutará aún bajo el imponente sol paraguayo de estar horas y horas pintando frente a esa especie de insecto esquelético gigante de tres patas que es su caballete, mezclando una y otra vez en su paleta los colores exactos que necesite.
Así, el camino cargado de colores y aventuras se seguirá abriendo, para Juan y su familia y también para quien quiera y sepa valorarlo con valentía y para siempre.
Para más información sobre el artista, su obra y su viaje, visitar su perfil de Instagram (@juandedios_0803) o de Facebook (facebook.com/pinturasjuandedios).
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