Conciencia ambiental en el arte paraguayo
Es difícil encontrar un aspecto de la vida humana que el cine no haya explorado de alguna forma. En esta poderosa serie de cortos, realizados por Zet Studios, hallamos una cartografía de amenazas —la deforestación, los incendios, el despojo a los pueblos indígenas en Paraguay— que busca crear conciencia.
Por Laura Ruiz Díaz. Retratos: Fernando Franceschelli. Stills: gentileza de Zet Studios.
Una mamá tatú bolita y su pequeño viven su vida silvestre y normal. Duermen. En el siguiente corte, se encuentran con un bosque completamente arrasado. Así comienza el primer cortometraje de la serie No están solos, producida por el estudio de animación paraguayo Zet Studios.
Se trata de una serie con tres entregas, la primera ya disponible y otras dos a estrenarse muy pronto. La segunda tendrá como tema principal los incendios forestales y la tercera se enfocará en los derechos de los pueblos indígenas, especialmente en quienes aún permanecen sin contacto.
En esta nota conversamos con integrantes del equipo de Zet Studios para que nos cuenten sobre su obra; Matías Maciel, director de los dos primeros cortos, y Andrea Osorio, animadora y directora del tercero; pero además Miguel Lovera, de la oenegé Iniciativa Amotocodie, que nos informó sobre la situación que buscan reflejar.
Un homenaje gráfico
En el corto, la música es clave, ya que nos ubica en el espacio y en el tiempo, y maneja al dedillo nuestras emociones. Esta estuvo a cargo de Planetario Music Studio. El arte de las ilustraciones, por su parte, también es muy intencional. La inspiración fueron las imágenes del artista nivaclé Clemente Juliuz.
Cuando el director, Matías Maciel, las vio, no pudo evitar que las historias del dibujante —que solo utilizaba bolígrafo y papel— cobraran movimiento en su cabeza. Así nació la idea principal. Desde el principio tuvo la intención de colaborar con él, pero al enterarse de su fallecimiento en 2021, decidió rendirle homenaje. Y lo hizo: el tatú bolita era el animal favorito del artista nivaclé.
Además, según cuenta Matías, sucedieron otras cosas. “Yo siempre manejo por ruta 8, y ahí, a la altura de Maciel, pasás por un eucaliptal; son árboles no originarios de Paraguay. Dije: ‘Eso afecta a la tierra de alguna manera’”, se planteó y empezó a investigar sobre la reforestación con árboles no nativos y su efecto perjudicial.
Según nos comenta, fueron varias las razones que intervinieron en No están solos, “una asociación de hechos e investigaciones”. Se dijo: “Este material tiene que salir”, y así fue. El primer corto vio la luz en diciembre de 2022. “Siempre digo que cada uno puede hacer desde su lugar algo para estar mejor. Yo, como artista, como animador, ¿qué puedo aportar para sensibilizar acerca de la deforestación?”, se cuestiona y profundiza: “Es un problema que no estamos tomando en serio, porque salen datos, hay números que la gente no entiende”. Entonces Matías puso manos a la obra para sensibilizar y generar un cambio: “Si esto sigue así, no vamos a sobrevivir mucho tiempo más”.
Andrea Osorio es animadora y colaboró en el primer capítulo. Además, dirige el tercero y se ocupa de parte de la animación. “Quisimos tocar ese tema porque es importante dar a conocer que los pueblos indígenas tienen derechos, se deben respetar sus creencias y su territorio, y es algo que está completamente avasallado”, afirma.
Para escribir el guión de este tercer capítulo, Andrea se basó en un libro llamado Hablamos porque nos escuchan, donde hay siete testimonios de vida de indígenas ayoreos. Allí relatan cómo eran sus tribus, su trabajo, su modo de vida, de alimentación. El tercer corto busca relatar esas actividades. “Para mí fue muy triste porque podía sentir la violencia con la que se los trató, tanto a quienes se invadió como a los que sufrieron coacciones para salir del bosque”, relata Osorio.
“Sí o sí se habla del arrepentimiento, de que era mejor quedarse ahí, que querían volver pero eran chicos y no conocían el camino”, comenta Andrea. La protagonista es una niña: “Entre los relatos hay muchos de mujeres que narran con añoranza, que quisieran regresar, que si llegan a morir quieren volver otra vez a ese lugar”. Eso es lo que busca reflejar en la entrega que hace de cierre de esta serie.
Tres temas en una misma trama
El primer capítulo, ya disponible en la plataforma de streaming nacional Kili Video y también en YouTube, tiene como temática principal la deforestación. Los personajes son una mamá tatú bolita y su pequeño. Está en blanco y negro y lo hicieron con la técnica frame by frame, que son dibujos a mano que luego reciben movimiento.
El segundo capítulo tiene como tema los incendios forestales. Si la primera entrega era en blanco y negro, la segunda se tiñe de rojo, naranja y amarillo, los colores del fuego. Para ello, cuenta con las pinturas del artista indígena enlhet Lanto’oy Unruh. En cuanto a técnica, será en motion graphics, que son animaciones gráficas multimedia en movimiento. El protagonista es el yaguareté, pero aquí se verán varios animales.
Los indígenas ayoreos son protagonistas de la tercera entrega, como una especie de conclusión de la serie. Según Andrea, el tercer capítulo tendrá una duración de aproximadamente cuatro minutos. “La técnica es 2D, las expresiones son sencillas”, indica. “Es como un collage de imágenes, y también los protagonistas serán personas, lo que implica un desafío diferente en cuanto a ilustración. El estilo será simple, ya que es el capítulo más pesado y complejo”, aclara. De alguna forma es el que cierra los demás.
Datos duros
Iniciativa Amotocodie es una oenegé cuya orientación de trabajo se basa en la protección del Chaco y de quienes viven en sus bosques. Además, acompañan los procesos de los ayoreos en la defensa de su tierra, cultura y forma de vida. La coordinación de la misma está a cargo de Miguel Lovera. Nos contactamos con ellos para obtener datos concretos que nos permitieran ilustrar la situación gravísima que transita nuestro país.
“Los datos de deforestación nos hablan de un proceso que ha ido en aumento principalmente en el Chaco, en el territorio tradicional del pueblo Ayoreo, a un ritmo muy acelerado, bien por encima de las 250.000 hectáreas anuales”, observa.
Para el comercio, no es suficiente: “La visión que tienen tanto el Gobierno como el sector productivo para ese territorio, y mucho más para todo el Chaco en realidad, es que es una frontera que puede tolerar todavía muchísima más deforestación. A esta altura ya se deforestó casi el 50 % y se fragmentó básicamente el 80 %”. La realidad es preocupante: a este ritmo estaríamos llegando al fin de los bosques nativos, fuera de las áreas protegidas, en unos cinco o 10 años.
La situación se agravó a tal punto que resulta casi intolerable para el medioambiente. Hay especies, animales y vegetales, que dependen del clímax del bosque, o sea, de la continuidad de la selva; y claro, también los pueblos indígenas que lo habitan, que viven en aislamiento voluntario y cuyo territorio ancestral es el monte seco chaqueño.
Además, hay una relación directa entre el desmonte, la deforestación y los fenómenos actuales como las olas de calor, las inundaciones y las sequías. “La función del bosque es justamente regular los flujos térmicos e hídricos. La ausencia de ese sistema hace que la atmósfera reaccione de forma absolutamente impredecible”, sostiene Miguel. “El Chaco es crucial para la regulación de nuestro clima aquí en cercanía”, detalla.
¿Por qué se tala tanto, entonces? ¿Quiénes son los responsables de esto? “El desmonte en el Chaco, en una proporción de más del 90 %, se debe a la ganadería, a la incrementación de estancias para la cría y el engorde de ganado vacuno”, informa Miguel. Muy poca superficie se dedica a la agricultura o a otras actividades, y ni qué decir a la urbanización o la infraestructura. “En los últimos 25 años casi se triplicaron las áreas de pastura”, indica.
Los incendios forestales son un tema que abarca la serie No están solos. Y detrás de eso hay una relación muy cercana con la tala: los responsables. “En realidad, el mayor número de focos rurales de fuego no se debe a la quema de basura, sino lisa y llanamente a una práctica de manejo de las pasturas y de la vegetación que pretende renovar su potencial productivo cada vez que este decae”, refiere Lovera.
Otra cosa que se hace con una quema de terreno es eliminar “yuyos”. El campo está ocupado por especies vivas, ecosistemas que tratan de recobrar su composición y superficie, así que hay crecimiento de lo que llamamos vulgarmente maleza. “En realidad son plantas que buscan su espacio vital, su rebrote es inoportuno en el terreno de la ganadería. Todos esos componentes de los bosques que fueron eliminados con el desmonte siguen ahí en menor proporción porque no se llegó a extinguirlos”, explica.
“El desmonte en el Chaco, en una proporción de más del 90 %, se debe a la ganadería, a la incrementación de estancias para la cría y el engorde de ganado vacuno”.
Miguel Lovera, de Iniciativa Amotocodie.
Claro que existen incidentes por quema de basura doméstica o accidentes por tirar cigarrillos encendidos en el pasto seco. Pero es la menor cantidad de los casos. “De todas maneras, son problemas que no hay que desconocer”, aclara Lovera.
Todas estas intervenciones limitan cada vez más el territorio de los pueblos indígenas en el Chaco, especialmente de los ayoreos, tanto de quienes aún viven sin contacto como de quienes están sedentarizados. “Son el producto de unos encuentros muy violentos impuestos sobre ellos, que vivían libres en sus comunidades y fueron reducidos a pequeñas porciones de tierra, incluso fuera de su territorio tradicional”, afirma.
“Nosotros nos referimos a eso como limpieza étnica, y creemos que todos esos daños deben ser resarcidos, hay que devolverles territorio de calidad, que necesitan para desarrollar su cultura, y en la cantidad necesaria”, señala. Es urgente reconocer los derechos territoriales de los pueblos indígenas garantizados por la Constitución vigente, garantía que debe proporcionar el Estado paraguayo, además de políticas públicas para su desarrollo saludable.
El Chaco en números
Cada día, el Chaco paraguayo pierde alrededor de 800 hectáreas de terreno boscoso, lo cual representa una de las tasas de deforestación más aceleradas del planeta. Según el informe denominado Nuestros bosques, presentado en 2020 por el Instituto Forestal Nacional (Infona), 756.967 hectáreas fueron arrasadas en el país en el periodo circunscripto entre el 2017 y la fecha de publicación.
Por lo menos 15 pueblos indígenas chaqueños están amenazados, entre ellos los únicos grupos aislados fuera de la Amazonía: los ayoreos en aislamiento voluntario.
La deforestación pone en riesgo alrededor de 4000 especies de plantas, 150 de mamíferos, 120 de reptiles, 500 de aves y 100 de anfibios, es decir, uno de los ecosistemas más ricos del continente.
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