Experimentar un teatro distinto en Paraguay no es nada fácil, pero David Amado —curioso e irreverente— no puede evitar hacerlo con todo lo que tiene a su alcance. Entre la verdad y la mentira, habita los puntos de tensión que le provee la actividad teatral.
“Tengo una obsesión por la observación, miro siempre fulminantemente mi entorno y quiero hacer una obra con todo lo que veo”, dice David Amado. Él es un artista emergente: actor, director y creador. Acaba de ganar el premio Edda de los Rios como revelación del teatro nacional 2019.
El reconocimiento en realidad es una excusa para seguir explorando el teatro que le gusta experimentar: el biodrama, allí donde la realidad y la ficción convergen y generan un punto de tensión entre intérpretes y espectadores. Este género fue desarrollado por Vivi Tellas, con quien tuvo la oportunidad de hacer un taller en su visita a Paraguay y con la que siguió conversando cuando asistió a dos de sus obras en Buenos Aires.
Amado siempre está tramando algo, ya sea alguna pieza teatral en el río con su proyecto teatral experimental La Posdramática, una intervención pública en la Catedral de Asunción o una obra en una peluquería con sus compañeras y compañeros de En Borrador Emergente.
Su búsqueda de un lenguaje personal es inherente a la generación a la que pertenece, atravesada por una memoria fragmentada, huérfana de un Estado que cubra sus necesidades; que se comunica por redes sociales y está todo el tiempo influenciada por cientos de estímulos.
En esa indagación por entender, desarmar y armar qué es el teatro, considera que es un arte social: lo comprobó trabajando con las familias protagonistas de sus obras. Con Es sobre nosotros (también), el acercamiento implicó mucho más tacto y cuidado, ya que involucraba un proceso de reparación con familias víctimas de terrorismo de Estado en época de dictadura. El caso de En mi casa todos somos Michael Jackson fue distinto, pues los miembros los recibieron en su hogar, en el Mercado 4, se rieron juntos y disfrutaron de las curiosidades de esta familia obsesionada con el cantante.
El conejillo de Indias para iniciar el biodrama desde La Posdramática en el 2019 fue Ahmad Amado, una pieza teatral en el río: “Fue la primera vez que pusimos en cartelera una obra en la que hablábamos sobre nuestros miedos expresos literalmente, nuestras religiones opuestas y sexualidad. Nos enamoramos del río. Disfrutamos mucho de experimentar un juego teatral en el agua y nos emocionamos tratando de contar mediante nuestro relato la urgencia de visibilizar la diversidad”.
Contame sobre tus inicios en el teatro
Siempre lo supe. Desde niño, cuando actuaba en el garaje, hacía obras sobre los nativos y obligaba a mis hermanos menores a actuar, bailar conmigo, hacer rituales y pegarnos por el cuerpo para que mis padres y una vecina nos aplaudan.
Me formé en la Escuela Teatro Irún. Hice una pausa en el medio para estudiar Arquitectura, pero finalmente mi cuerpo y mi todo me suplicaron que regresara. En la Facultad cree la compañía Teatro Bruto y me pasaba fuera de clase ensayando mientras mis compañeros de promoción dibujaban planos.
La escuela Irún fue clave para mí, porque se caracteriza por su énfasis en la formación de artistas creadores, que actúan, crean, investigan, escriben, dirigen y, por sobre todo, experimentan.
¿Hay teatro en todo lo que hacemos?
Creo que el teatro cumple esa herramienta de representar la vida y últimamente esta parece que busca representar la ficción; esa tensión y extraña relación entre ambas partes para mí genera un continente sumamente potable para experimentar con lo que me interesa decir.
¿Hay un límite ahí, entre la realidad y la ficción?
Es difuso y eso lo hace extremadamente atractivo para mí. Hay una tensión entre espectadores e intérpretes
cuando este límite se difumina aún más. Parece como si los que van a una función saliesen con algo muy delicado y frágil, porque percibieron la vida misma, el relato privado, las emociones expresas como tiradas al viento.
También en la realidad hay mucha mentira, nos gusta maquillar, exagerar y tergiversar las historias. Nos encanta volverlas más atractivas, eso también pasa en una obra, y me gusta cuando ocurre. Me aburre un poco cuando aparece la frase “la verdad en el teatro”. Me gusta que exista, pero también me fascina que aparezca la mentira, como estas respuestas, que estoy adornando un poco para sonar más interesante.
¿Cuál es la responsabilidad de llevar al teatro historias biográficas que sucedieron/suceden en nuestro país?
Es algo en lo que nos estamos entrenando con mis compañeras en La Posdramática. No es nada fácil. Desde el vamos, cuando contactamos con las personas protagonistas de las historias, nos presentamos y dos minutos después tenemos que explicarles que queremos hacer una obra sobre sus vidas, en la cual hablaremos con nombre y apellido de los involucrados, mostraremos fotos, archivos familiares y recuerdos íntimos en un escenario. Tuve experiencias interesantes en estos procesos, trabajé con una actriz que entró en crisis ante la duda sobre el pasado de su abuelo estronista, y también con un niño de seis años desesperado por contar todos los detalles íntimos de su familia. No es un camino fácil, además de la lucha por encontrar lo relevante y pertinente en la historia de los intérpretes. Porque no es que cualquier cosa interesa contar, sino lo que realmente dice algo y enriquece el discurso de la obra.
Algunos dicen que, por más personal que sea, a lo que se encuentre en la vida del protagonista debe dársele un
tratamiento universal para que sea un puente de identificación con el espectador. Yo no estoy de acuerdo con este concepto. Pienso que hay una tendencia heredada del capitalismo de que eso que compete solo a un individuo no es de mucho valor. Justamente, lo que me gusta es reflejar la unicidad de la humanidad del personaje que está exponiendo su vida; buscar que el público se identifique con los personajes de mi obra no me interesa; mientras
más distanciamiento, mejor; mientras más análisis y pensamiento crítico, más atractivo para mí.
Con respecto a la obra Es sobre nosotros (también), ¿cuál es el compromiso de intentar reconstruir una historia que nunca fue contada desde ese lugar?
Nuestra intención con la obra es hacer un análisis más político de la problemática. Nunca quise que se aborde
el tema de la dictadura desde el lugar de la construcción de la memoria por parte de la generación posterior a la que la vivió. Quise hablar de cómo nos atraviesa el relato fragmentado e intencionalmente olvidado por un Estado homicida que nunca pidió disculpas.
El objetivo no es —una vez más como ya se hizo incontables veces— dramatizar la tortura y el sufrimiento de las víctimas. A fi n de reparar la memoria, me lo sugirió Alberto Conejero: “Hay que traer de vuelta esa luz que apagaron”. Al hacerlo nosotros, los huérfanos de relato, la generación que vino después, mediante una concepción teatral, declaramos expresamente que necesitamos construir memoria, mediante la decisión consciente de aplacar los mecanismos del olvido impulsados por el propio Estado y Gobierno actual
.¿Qué implica hacer teatro alternativo y autogestivo en nuestro país?
Es un desafío gigante, que nos lleva a veces hasta el punto de preguntarnos por qué no nos dedicamos a la contabilidad, a la enfermería o incursionamos en la juventud colorada (risas). Pero al fi nal del día la respuesta es clara: este es mi camino de exploración, y desde acá deseo y decido aportar al mundo. Con el Estado ausente —que deja que se despedacen edifi cios patrimoniales de la cultura, permite que se cierren espacios de formación teatral como El Estudio de Agustín Núñez y muchísimas otras omisiones— la cosa se pone más difícil. Paradójicamente, esto a veces se vuelve ventajoso a la hora de dotarnos de material creativo, pero no dejan de ser urgentes las reivindicaciones.
¿Cómo les afectó la cuarentena en cuanto a presentaciones y procesos creativos?
Hablar de esto implicaría un largo debate teórico y conceptual. Tal vez el hecho de que el teatro se haya visto en tanto tambaleo ante la imposibilidad del evento como tal aumentó mucho más la complejidad de responder a la pregunta: ¿Qué es el teatro? La Posdramática tiene entre sus intereses principales indagar eso mismo, entonces siento que la crisis sanitaria catapultó aún más la urgencia de responder desde nuestro trabajo los grandes cuestionamientos, que tienen que ver con lo que el arte en la posmodernidad ha venido haciendo, cuyas inquietudes siguen vigentes.
Tal vez el mayor de todos los desafíos es la inactividad de nuestra economía. El teatro es mi profesión, y si es que antes ya era una lucha constante valorizarlo, hoy eso está más fuerte que nunca. Yo envié más de 11 carpetas con proyectos a entidades que disponían de fondos de emergencia y no recibimos nada. La búsqueda por un teatro mío, irreverente y personal, trae consigo otros obstáculos: no encajar, que no te entiendan y que las instituciones —y a veces los mismos colegas, que están acostumbrados a lo tradicional— no se jueguen por nuevos abordajes.
¿Qué significan para vos estos reconocimientos que recibieron por parte de los Premios Edda?
Creo que es demasiado importante el reconocimiento a la labor teatral. Yo estoy empezando recién mi carrera y una plataforma así me ayuda un montón a exigirme para elevar la vara de mi prolijidad e ingenio creativo. Es un poco gracioso y genial al mismo tiempo recibir un premio así, me divierte pensar el juego de la estructura mediática dentro de nuestro diminuto entorno teatral. Me resulta llamativo analizar las implicancias de estos reconocimientos y, por qué no, inspirarme en ellos para crear cosas nuevas. Tal vez haga algo performático como aquella intervención política a principios de los 2000 que realizó el grupo Nhi-Mu con otra gente, en la que pusieron una alfombra roja desde la punta de la Escalinata de Antequera hasta Casa Paraná, y voy a caminar por cuatro cuadras por ella, con lentes de sol y mis premios Edda. Llego a la punta y me destartalo de la risa.
Presentación online
La pieza teatral Es sobre nosotros (también) fue reconocida por los Premios Edda como Mejor Obra Social y, gracias a ese destaque, se grabó en el Teatro Municipal para su reproducción online. Los primeros días de setiembre se estrenó el registro audiovisual de la obra, con algunas modificaciones debido al contexto. Podrá verse por medio de Red UTS a G. 36.000.
Con la compañía En Borrador Emergente también están trabajando en la presentación de un proyecto online que saldrá próximamente.
La Posdramática
El proyecto experimental La Posdramática surge en 2017 con David Amado y Florencia Bonzi, para luego invitar a otras creadoras como Lía Benítez. Nace con la intención de desarrollar un teatro distinto, que implemente otras tendencias escénicas y desarrolle diferentes expresiones como dramaturgia visual, performance text, etcétera, basadas también en la teoría alemana del teatro posdramático.
Proyecto documental
David Amado participará de la Expo Pop Up-Tech, organizada por Tedic, con un proyecto documental sobre la relación entre género e internet. La pieza se titula Un auto abandonado en Garibaldi y trata sobre la vida de James Morel, un chico transgénero no binario. Está disponible para verse en la galería online de Tedic.
Sin Comentarios