El disfrute del arte
Durante su último paso por Paraguay nos dejó un par de shows inolvidables y una conversación sobre el juego de hacer música, el negocio del arte y la motivación de Zoe Gotusso para exponerse al mundo.
Por Patricia Luján Arévalos. Fotografía: Mía Ferrari y Guti González. Agradecimientos: Miki Napout.
Corría el mes de febrero de este año cuando conversamos con Zoe Gotusso, en vísperas de su tercera visita a Paraguay como acto inicial del show de Fito Páez en el anfiteatro de San Bernardino. Realmente, esta configuración tiene mucho sentido, ya que su primera exposición a la fama vino de parte de un cover de Fue amor, un tema de Fito que interpretó como parte del dúo Salvapantallas en 2016 y subió a YouTube para darse a conocer. Decir que tuvo éxito es quedarme corta.
Y fue una conversación con todas las letras, porque si algo sabemos de Zoe es que con su carisma cálido baja todas las barreras. No se conformó con la posición pasiva de responder a nuestras preguntas e hizo las propias, lo que puso a ambas interlocutoras en el mismo nivel de exposición.
La artista de 26 años (cumple 27 en solo unos días, el 22 de mayo para ser más precisos) arrancó en la música como un juego casi infantil (se acuerda de sí misma tocando la guitarra sola, en su habitación, a los 14) y hasta ahora trata de aferrarse un poco a aquellas primeras experiencias de creación, explorando el mundo guitarra en mano y con una voz tan dulce que desarma al primer saludo.
Zoe tiene ahora otras motivaciones que la ayudan a mantenerse a flote en el “no-ocio”, como describe al negocio de hacer música, y mucho guarda relación con su interacción con el público. Recuerda que en una prueba de sonido, una niña se metió de colada para declarar su admiración. “Me decía que la había inspirado a cantar, que estaba tomando clases. Le dije: ‘Quedate conmigo todo el día’. Y ella se quedó y eso me da… Yo no puedo creer”, contó, un poco perdida en el recuerdo.
Justo aquella vez, Zoe estaba teniendo un mal día. Malísimo, subraya. “Esta niña vino… Ni siquiera había empezado el concierto y ella estaba extasiada de amor”, comentó sonriendo con esa satisfacción que tiene la gente con la suerte de hacer lo que ama. “Por eso lo hago”, aseguró y agregó: “Me llena. Me gusta la gente. Me encanta la soledad, pero me gusta la gente: hablar con el verdulero, con el oficinista, con el público. Si venís a mi concierto te vas a dar cuenta de que eso sucede”.
Se confesó charlatana, algo que acá, en Pausa, amamos: “Me gusta hablar, como la filosofía, el intercambio, la expansión. Porque si no, ¿para qué estamos todos juntos en un mundo? Me considero compañera de las personas”. “Eso me da vida”, recalcó.
Sabemos que el arte llegó a tu vida desde muy pequeña. Y ahora que lo adoptaste como profesión, ¿te parece que cambió de alguna manera tu relación con la música?
Claro, sí, cambia todo el tiempo. Hay algo que se conserva, es mi juego con el arte. Encuentro ahí lo inexplicable. Es un lugar donde salen a flote cosas mías buenas y malas, como la intuición, los miedos y un montón de ideas. Eso está intacto, solo fluctúa.
A veces siento menos miedo, pero más hambre y ánimo. Lo que va cambiando es la percepción sobre lo que hay alrededor de la música: los conciertos, los artistas, los discos, los estudios y cómo se hace.
También hay una idealización. El arte es tan hermoso y la música es tan hermosa, y a veces hay cosas que están alrededor que no lo son tanto. Las giras son muy lindas, pero también es un trabajo que tiene su precio y eso me ha cambiado un poco la jugada. No es que ensucie al arte, pero un poco sí porque cuando uno mete el negocio sobre el ocio… ¡El ocio es lo más puro del mundo! Hacer algo porque tiene valor por sí mismo. Yo pinto acuarelas porque solo lo disfruto, no reditúa nada.
Ya hay intereses a lo largo de ese ocio; se convierte en el no-ocio, que es el negocio. ¡Me puse refilósofa! [Risas] Pero es un poco así y me ha cambiado esa percepción. Ahora ya no es solo arte. Vivo de eso; me vinculo, mis amigos, mi trabajo, mi reconocimiento es por ser música. Y no tiene nada que ver con la chica que cantaba y tocaba la guitarra sola a los 14 años en el cuarto. Ahora, de repente, es otra cosa.
Y esa otra cosa igual me encanta, la disfruto. Si es un juego, me está divirtiendo mucho, con todas las cosas que tiene. Sí, claro que ha cambiado [mi relación con la música]. Me gusta. Si tuviese que elegir de nuevo, haría todo igual y siempre trataría de mejorar.
Creo que sabés que tenés una fanbase muy grande en Paraguay. ¿Cómo vivís esta relación con los seguidores fuera de tu país?
¿Decís vos? Yo no quiero desmerecerlos, pero me parece que apenas empiezo. Sí me pasa que me sorprendo con que me reciban. Lo mencioné en notas anteriores: esta sería mi tercera visita. Siento que estoy cultivando en Paraguay, sembrando. De alguna manera curioseo y les digo, con esta nota y con mis visitas, que quiero conocerlos y llevar mi música allá.
Siento que están porque cuando voy a festivales se saben las canciones. Soy consciente de esa fanbase porque no he ido muchas veces a Paraguay y están ahí, gracias a la globalización de las cosas —que es un arma de doble filo—. Es muy lindo que la música llegue, y hace que yo llegue allá; que sanen con ella, que la usen de la manera que sea y que les haga bien. ¡Es hermoso! Por eso voy y les hago el retruco. Ustedes me escuchan, voy. Me reciben, voy de nuevo. Es como un vínculo eterno de amor.
Justamente, el streaming también ayuda a que estas fronteras se difuminen un poco. ¿Te identificás como una artista argentina o más bien latinoamericana? ¿Creés que existe una identidad regional en la música, hoy en el siglo XXI?
Claro que soy cordobesa y argentina, pero creo que soy una cantante latinoamericana porque siento que me merezco conocer el mundo (y que el mundo es hermoso). Mi manera de hacerlo es llevar mi música. Yo soy claramente de Latinoamérica porque me conmueve el folclore de ustedes, el candombe uruguayo, me gusta nuestro rock nacional, la bossa nova y la música regional mexicana.
Una vez toqué (y es muy atípico) en París para personas de París, no era para un público mío, entonces fue la primera vez que tuve que explicar mis canciones en inglés, en otro idioma, o presentarme en francés. Y después las letras no se entendían, pero el ritmo sí. Había temas argentinos, de bossa nova que había escrito yo y el idioma no importó, sino el ritmo y cómo lo portaba yo. ¡Y a la gente le llegaba igual! Fue increíble.
No importa lo que uno hace, lo único que importa es cómo uno lo hace. Y en ese cómo lo hace, siento que no hay nadie que va a hacer mejor la música latinoamericana que los latinoamericanos. Y a mí, si me preguntás, me gusta levantar esa bandera porque me siento de este continente. Me fascina, lo hago con orgullo.
Así que sí. Siento que hay identidades.
No quiero dejar de mencionar la música urbana, que también nos pone mucho el ojo, son colegas y están en un momento de mucho auge. El otro día veía los Grammys y hay artistas latinoamericanos en el mundo entero. Y de eso hay que ser consciente.
Yo no soy urbana, pero son mis colegas y también está pasando algo muy fértil en la música contemporánea latina. Está bueno tenerlo presente no solo por los artistas, sino por vos, por los que estamos atrás, por los que laburamos, porque es toda una escena que se conforma con el público también. Es lindo, es un gran momento.
Hablando de cómo te gusta conocer el mundo a través de la música, ¿qué recibís vos como artista, como mujer, como persona, de cada show que das fuera de tu país?
Me da la vida. Me encanta la soledad, la música sola, conmigo en mi cuarto. Así empecé. Pero en el momento que uno vence el miedo, la comparte y se expone en un escenario… es terrible, me da miedo y nervios. Superé eso y ahora lo disfruto, aunque lo vuelvo a tener a veces. Pero ese es el precio que pago para que después devenga en esto que te digo: la vida misma.
Tus líricas, creo yo, te separan un poco del resto, son muy especiales. ¿Cómo desarrollás ese proceso de composición?
No sé, porque las vomito un poco. No tengo una manera de hacerlo, hace mucho no compongo. Lo último que compuse hace un año fue este disco que va a salir en mayo, que de a poco estoy mostrando y van sonando canciones.
Me sale una necesidad, como cuando a la noche tenés un antojo de chocolate y te levantás y abrís la heladera y, si no encontrás chocolate, vas a buscar un helado. Me pasa eso con la música. Obviamente después te puedo decir que hay una parte que es esfuerzo, convicción y afrontar miedos, pero cuando es la composición… no sé de dónde sale. Supongo que ese es el trabajo de los artistas: tener el don de, en un mundo abstracto, tomar una emoción y convertirla en algo que deja de ser abstracto.
Trato de ser yo, pero ni siquiera es que me digo “soy yo”. No. ¡Es que no me queda otra! Lo concibo como que estoy hablando con vos y hablo un montón y me entrego, y a veces me digo “no digas tanto de vos”. No lo puedo evitar, me sale de los poros, eso me pasa. Es un buen problema.
Pero, ¿te puedo preguntar algo? ¿Qué les encontrás? ¿Por qué fue tu pregunta?
Simplemente porque me parece que tus líricas son, al mismo tiempo, sencillas en lo que transmiten, pero complejas en la composición.
Creo que es una amalgama de muchos elementos que no sé cómo hacer para sintetizar. Me gustó mucho lo que dijiste, creo que me siento simple y compleja porque me considero insoportablemente exigente y curiosa, entonces soy muy melómana. Escucho mucho, conozco, asisto a conciertos de voces nuevas, hasta metal, porque me gusta. Y quizás me voy al tercer tema, pero escucho y todo el que haga, voy a respetar.
No me gusta el hate. Podemos hacer una crítica constructiva, pero cualquier persona que haga, yo la voy a bancar.
Creo que eso me da complejidad porque la persona que estudia y que ve mucho tiene información. Para mí no hay nada más lindo que hacer poco. No “poco” como para desvalorizar, sino como la simpleza de las cosas, es lo más lindo que hay.
Es rarísimo que me autocite, pero hay una canción de amor que dice: “Me encantaría ver la luna con vos”. La luna es universal y es la frase más de amor que puedo decir.
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