“La agonía puede matar o sustentar la vida”, escribió Charles Bukowski en su poema Abraza la oscuridad. Jorge Coronel, periodista y escritor, habitó aquella disyuntiva. Finalmente dejó que su lado más oscuro lo guíe hacia la creación artística y literaria, para canalizar sus emociones en su primer poemario.
“Mientras todo se ponía cuesta arriba / cuando el mundo entero ardía en agonía / algo adentro, bien profundo, nos nacía. Entre tanta paranoia y fin del mundo / en el mar de una psicosis colectiva / vos llegabas, francamente y son-
reías”. Estos son los primeros versos que despuntó Jorge, allá a principios de marzo del 2020. El título de este poema también fue el que le dio nombre al poemario: Coronamores, amores que nacen, mueren y matan en cuarentena.
Como muchos, Jorge se enfrentó a sus demonios en esta pandemia. Ansiedades, tristezas y angustias salieron a flote. “La etapa más oscura de mi vida”, menciona el escritor. Hubo que buscar maneras de transitar la crisis: clases de yoga, técnicas de meditación mindfulness, terapia psicológica y escritura.
Hojear Coronamores es como leer el Instagram de algún joven romántico y existencialista. Como parte de esta generación, Jorge no escapa del lenguaje en código de redes sociales. Al contrario, en vez de rehuirlo, lo
incorpora y hace de su libro un diario contemporáneo y cuarentenístico, que además cuenta con una playlist para darle ritmo a los versos.
Coronel atravesó la oscuridad con la poesía como compañera, y para agosto ya tenía un libro armado. Estaba todo previsto para el lanzamiento del material, hasta que su madre, Martina, se enfermó y tuvieron que cambiar de planes. En setiembre fue ella quien insistió en no postergar más la presentación y, desde el hospital, siguió todo el proceso por medio de las plataformas digitales. “Tres días después, falleció. Los versos de despedida, cierres de ciclo y gratitud tomaron más fuerza y significado que nunca”, expresa Jorge.
Es así como Coronamores escarba más allá de la pandemia, indagando en todo eso que no se puede detener: el ciclo de la vida y las emociones que subyacen. Así también, transita el necesario camino del autoconocimiento y la introspección para avanzar como humanidad. En palabras de Jorge, la enseñanza de la filosofía oriental, a la que recurrió en estos tiempos, nos muestra a través de la flor de loto que “sin lodo, no hay loto”. “Siempre se puede florecer, aun en medio del barro”, añade.
Si no escribías ese poemario, ¿en qué otra actividad pensás que ibas a canalizar tus emociones? ¿Por qué?
-Cuando entendí que la escritura era mi mejor terapia, empecé a tomarla como tal, a través de textos varios:
reflexiones, breves ficciones que quisieron ser novelas y poemas. Me reencontré con el adolescente que fui y que
canalizaba sus desamores y frustraciones de vida a través de la poesía. Comprendí que es mi forma de ser más genuina.
Tal vez la genética también tenga algo que ver: mi bisabuelo paterno, Jorge Salomón Jure, fue un inmigrante sirio que se dedicó al comercio y a la poesía. Y mi madre, aunque nunca publicó nada, escribió toda su vida.
En tu biografía mencionás que uno de los sueños que te faltaba cumplir era publicar libros. ¿Fue la pandemia la responsable de esta publicación? ¿Todos los poemas fueron escritos en esta cuarentena o hay algunos que son de otras épocas?
-Siempre hubo proyectos, pero la vorágine de los medios me impedía concretarlos. Cuando trabajás 12 horas diarias, el poco tiempo que resta lo usás para “vivir”. El hecho de haberme quedado sin empleo, más el encierro pandémico, sin dudas, hizo que algo brotara creativamente. De los 32 poemas, 10 corresponden a temporadas anteriores, pero se conectaron desde el desasosiego del espíritu de la obra.
¿Por qué decidiste hablar en ese lenguaje millennial, con los códigos y símbolos particulares de esta generación?
-Fue espontáneo. Siempre me pareció un interesante ejercicio incluir los códigos y símbolos de los nuevos
tiempos a los sentimientos más eternos de los que ya tanto se habló. Recuerdo que, en 2008, en pleno auge del
Orkut, mi perfil en esa extinta red social decía algo como: “Perfiles del Orkut / parecen fantasmas / que vuelan y
nadan / por la misma nada”.
¿Cómo se conectan la música y la poesía para vos? ¿Cómo fue la idea de la playlist? Hay algunos poemas en Coronamores que incluso parecen canciones.
-Soy un melómano por naturaleza. No concibo la lectura, la escritura, el trabajo o lo que sea sin canciones. Mientras
editaba el poemario —ya terminado— buscaba acompañar la lectura con alguna canción que transmitiera el mismo espíritu de cada poema. Y fue un ejercicio divertido: buscar qué tema —sin importar de qué banda o artista— era el que fluía naturalmente con los versos. Así nació lo del bonustrack y la playlist. En esos meses Spotify lanzó el código para compartir y lo sentí como un plus. De niño, entre mis aventuras creativas, además de escribir versos o pequeñas historias, algo que también me apasionaba era crear canciones y acompañarlas con la guitarra. Si bien no me considero músico, pues nunca tuve la pasión ni la dedicación, siento que ellas alcanzan el estado más puro y alto al que puede aspirar una letra.
¿Qué poetas solés leer o te inspiran?
-Soy un gran admirador de la poesía oscura, maldita, pero también de la más luminosa, popular y hasta espiritual. Con el correr de los años fui descubriendo y analizando la obra de Fernando Pessoa, Mario Benedetti, Jorge Luis Borges, Charles Bukowski, Pablo Neruda, Rumi, Lao Tse y tantos más… también soy fan de la carrera poética de Augusto Roa Bastos, si bien esa no es su faceta más conocida. Cada vez que puedo, intento leer a nuevos autores y autoras contemporáneos, como la genial Elvira Sastre.
¿Cómo te imaginás el futuro del arte y la cultura en los tiempos venideros?
-Me siento muy optimista. Este tiempo nos encuentra a todos más vulnerables, y más allá de lo creativo, la audiencia también lo recibe de esa manera. El paraguayo, hoy, está listo para escuchar y disfrutar de bandas nacionales; se encuentra atento a las historias de la literatura y del buen cine… Hay géneros que, lastimosamente, seguirán más lastimados conforme pase la pandemia, manifestaciones como la danza, el teatro y la música en vivo. Pero creo que hay un caudal creativo gigante, y en todas las áreas, lo cual va a ayudar para darle pelea a la crisis.
Cuando avancé en la publicación del poemario, de la mano de Arandurã Editorial, temí que por la crisis y por ese mito de que en Paraguay se lee poca poesía se vendieran muy pocos ejemplares. ¡Hoy la primera edición se está agotando y ya planeamos reeditarlo, con un poema extra!
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