Cultura

Shodo: el arte de preservar la palabra escrita

¿Cuándo fue la última vez que escribiste a mano?

En el trajín del día a día y con más dispositivos tecnológicos a disposición, no sería raro que olvide uno escribir a mano durante semanas o meses, aunque sea una nota para nosotros o alguien más. En esta conversación con el maestro Maeda Kamari en su visita a Paraguay, reflexionamos sobre una habilidad que damos por sentada.

Por Jazmín Gómez Fleitas (jazmingomezfleitas@gmail.com). Fotografía: Fernando Franceschelli.

La caligrafía en la cultura japonesa tiene una importancia vital, empezando por su nombre mismo, shodo, que significa “el camino de la escritura”. Una metáfora sobre el crecimiento mismo de la persona, que se ve reflejado a lo largo de su vida.

En Japón, además de las clases de escritura, el shodo está presente en la materia de Arte. Incluso hay niños que tienen maestros particulares que los ayudan a perfeccionarlo. No es solo una habilidad práctica o estética, pues además del trazo y la técnica, también cuentan el mensaje a transmitir y la intención. Vuelcan el alma en ello.

El maestro shodo Maeda Kamari empezó a los cinco años a estudiar caligrafía, y si algo inspiraría sus futuras decisiones, sería que sus abuelos no sabían leer y escribir, por lo cual deseaban que su nieto no tuviera que vivir las mismas dificultades que ellos atravesaron. A partir de allí, Kamari despertaría una profunda vocación social.

Antes de dedicarse al shodo y fundar su propia escuela de caligrafía, Maeda trabajó en una empresa de telecomunicaciones. Su sueño era ser maestro, pero en enero de 1995 un terremoto muy grande devastó una ciudad de Japón.

“En ese entonces todavía no estaba disponible para toda la población el teléfono móvil. Pensé que la forma inmediata de comunicarse en situaciones de desastres naturales sería justamente a través de ese medio. Lastimosamente, a partir de esa fecha, el 17 de enero, ya no puedo escuchar las voces de mis seres queridos. Por eso empecé a trabajar allí, para facilitar la comunicación, la ayuda entre las personas”, relata.

Su camino de regreso a sus sueños lo encontró cuando, en 2011, volvió a ocurrir otro terremoto, pero en esta ocasión el servicio se pudo restablecer inmediatamente, porque en 2010 Japón ya tenía cobertura total: “Durante ese periodo recorrí varios sitios de refugio y empecé a pensar de qué manera podía aportar más desde otro lugar”.

La caligrafía como parte de la identidad

La decisión tomada por Maeda pronto se vio confirmada cuando en setiembre de 2013 Japón quedó seleccionado como sede de los Juegos Olímpicos 2020, los cuales se realizaron recién en 2021 a raíz de la pandemia. Pero él explica que esto lo impulsó a pensar en que volver a la docencia podría ayudar a la identidad de los jóvenes japoneses y al legado para las generaciones venideras.

Fue así que, en 2014, habilitó su instituto de enseñanza, que actualmente cuenta con cinco sedes y un aproximado de 700 estudiantes. Además, a lo largo de los años realizó diversas campañas culturales. Una de las más recordadas fue la de Toyota en 2017.

A su instituto también llegan extranjeros, quienes durante su visita a Japón desean sumergirse en la cultura. De hecho, esta oportunidad es tan popular que se debe reservar con meses de anticipación en la parte de experiencias culturales de Airbnb.

¿Qué temas le interpelan para hablar en sus obras? En el shodo el mensaje tiene igual importancia que la técnica y la estética; es un todo equilibrado que deriva profundamente del ser de una persona. Además, también se usa como meditación.

“Una persona podría interesarse en Japón desde muchas aristas, como el manga o los videojuegos, y lo que estoy tratando de cultivar es que también tengan curiosidad a través de este arte. Considero que comprender la cultura de un país, ayuda a perder la hostilidad o el temor hacia ello”, detalla el maestro.

Un trazo es único en ese momento

El maestro Kamari toma como tema principal para sus obras los caracteres que animen o fortalezcan el espíritu de las personas que lo miran: “Me sentiría muy afortunado, sería una alegría grande para mí que las personas que ven mi escritura sientan que ha sido un día bueno para ellas y que se esfuercen para vivir aún más, disfrutar aún más”.

¿Qué lo impulsa a mantener su pasión por la escritura? “Tener interés, ser curioso. El camino del shodo no tiene fin. Cada pieza que escribimos es un trabajo único. Lo vengo haciendo hace 50 años, pero esto que escribo ahora es solo para este momento y no será igual a ningún otro en mi vida. Justamente mi motivación es: si en adelante escribo las mismas letras y hago los mismos trazos, que nunca vuelva a salir igual. Según la motivación y el crecimiento, va a ir cambiando, y esos cambios se van a notar”.

Los elementos de la escritura

Hay una variedad de herramientas en la caligrafía japonesa, pero a las más importantes se les llama “los cuatro tesoros del estudio”: el pincel o fude, que es de bambú con cerdas provenientes de pelo animal; la tinta o sumi, que viene en formato de barra y está hecha de hollín de pino y pegamento también de origen animal; una piedra de entintar o suzuri, que se utiliza con agua para moler la barra de tinta, similar a cuando se pinta con acuarela; y el papel para caligrafía o washi, hecho de fibras de morera, más resistente que el normal, de pulpa de madera.

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