Crear con mirada crítica
El Festival Nacional de Teatro Juvenil es fruto de una larga tradición artística y cultural que encuentra su origen más de tres décadas atrás. Este año, un nuevo equipo de jóvenes puso manos a la obra e hizo malabarismos (literales y metafóricos) para llevar a cabo este evento.
Por Laura Ruiz Díaz. Fotografías: Fernando Franceschelli y gentileza del Núcleo de Acción Cultural.
“Nadie educa a nadie —nadie se educa a sí mismo—, los hombres se educan entre sí con la mediación del mundo”.
Paulo Freire.
La creación colectiva, la investigación, la educación, el debate y la diversidad cultural encuentran un nicho en el Festival Nacional de Teatro Juvenil, que este año vuelve con fuerzas renovadas y los mismos ideales con los que se iniciara en 1989. Como dijo uno de sus fundadores en la edición inaugural: “Que lo disfruten todos, porque para todos es”.
La edición número 24 se realizará en la ciudad de Caacupé, del 13 al 15 de setiembre. Las funciones para todo público serán en la plaza Teniente Fariña, a las 18.00, en un escenario central. También habrá presentaciones de obras y debates en diferentes colegios de la localidad y en compañías de la zona, con la idea de acercar la expresión teatral a más jóvenes de la región y, además, fomentar un espacio de intercambio de ideas.
En esta nota, intentaremos dar un paseo por su historia, aunque quedamos con la convicción firme de que aún queda mucho que contar. La parada obligatoria es en el presente y los protagonistas, la nueva generación de jóvenes que se puso a los hombros la tarea de volver a crear un espacio que fue fundacional para el teatro popular.
Gestos que construyen historia
Corría el año 89 cuando se logró, en los albores de una democracia recién ganada, lo imposible: pensar en hacer arte en libertad. Una década antes, en Brasil, se empezaba a extender la teoría del Teatro del Oprimido, del dramaturgo, actor, director y pedagogo brasileño Augusto Boal, basado en el Teatro Épico de Bertolt Brecht, con intelectuales que buscaban un compromiso con las clases trabajadoras y un periodo de renovación, y la Pedagogía del Oprimido de Paulo Freire, que plantea una nueva forma de educación para la transformación y el cambio social, con énfasis en la igualdad.
Bajo esta influencia y embebidos de una nueva libertad, promotores culturales liderados por Blas Alcaraz, Rudi Torga y Victoria Figueredo, organizaron en varias ciudades del interior una convocatoria a jóvenes para participar con obras de creación colectiva en un festival nacional: el primero de su tipo. Allí promovían también la investigación y el debate.
Según una investigación realizada por la reconocida artista Tessa Rivarola, llamada Panorama de las artes en Paraguay, algunos de sus principales impulsores fueron, además de los nombres ya mencionados, Asunción Ortiz y todo el equipo de Misión de Amistad; los padres Cristóbal López y Rubio, ambos salesianos; a estos se les suma toda una nueva generación de artistas: María Julia Garcete, Mario Toñánez, Aida Risso, Hugo Robles, Félix Colmán, Blas Torres, Carlos Gaona, Willian Alcaraz, Cristian Cáceres (+), Katherine Cortez, Dani González, Marco Flecha, Édgar Vera, Sandra Flecha, Juan Sandoval, Alicia Acosta, Javier Allende y otros.
Con el tiempo, los grupos formaron una mirada más crítica de la realidad. Los asesinatos del periodista Santiago Leguizamón y del actor Javier Noguera en 1991 provocaron un posicionamiento por parte de los jóvenes organizadores. De a poco, se consolidó una postura política que iba más allá de un partido y abogaba por el fin de las injusticias.
Un año después se cumplieron cinco siglos de la llegada de los españoles a América y los jóvenes decidieron denominar al festival 500 años de resistencia. Marcaban así una mirada crítica mucho antes de que el movimiento decolonialista tuviera el auge de hoy. En ese interín, muchos se separaron. Pero lejos de desmotivarse, ellos afianzaron el compromiso.
Tiempo después se fundó el Núcleo Juvenil de Acción Cultural, que luego se convirtió en el Núcleo de Acción Cultural. Hoy es el espacio que modera, facilita y acompaña a las nuevas juventudes en su exploración del arte y de su propia mirada.
Teatro, participación y democracia
Un fragmento del discurso de apertura de la primera edición del festival en 1989 dice: “Hoy es un día de fiesta y compromiso en esta nueva era que Paraguay está viviendo, en esta época en la que ya no basta gritar, denunciar y oponerse, en este tiempo que es necesario construir positivamente, en este tiempo, digo, la juventud paraguaya va a dar un sustancial aporte a la construcción de la cultura popular”. El discurso sigue y habla de comunidad y crear más allá de la competencia.
Y sí que han construido en estos 34 años. Nilton Vázquez, miembro actual del núcleo, nos cuenta que, desde los inicios, tiene una visión participativa y democrática: “Pasa por el hecho del teatro popular, donde los mismos participantes, actores o actrices, también se van empoderando con la creación, que es colectiva”. Así, a través del teatro y de este ejercicio en comunidad, “reflejan su realidad y cómo la perciben, cómo la sienten y piensan”.
El artista nos comentó que desde ese espacio de organización se realizaron campamentos culturales, cursos y hasta capacitaciones en oficios, todo desde una mirada pedagógica enmarcada en la teoría de Freire, que ponía foco en la igualdad, la participación colectiva y, sobre todo, la diversidad. “El festival para mí fue una escuela: nunca antes había escuchado el concepto ‘diversidad cultural’, pero allí vos vivís, aprendés a convivir con distintas culturas, prácticas, costumbres, modos de pensar y sentir”, comenta.
Otro aspecto no menos importante es el de la autogestión. “Tanto el núcleo en su rol de acompañante como la juventud que está organizando el festival, aprendemos estrategias para mantener los espacios”, explica Nilton. Son los mismos jóvenes quienes crean los objetos que utilizan, consiguen la utilería y el vestuario: “Es una herramienta de aprendizaje muy importante para todos, que vivimos entre todos”.
Este año se presentarán decenas de grupos de teatro que a través del arte desarrollarán los distintos ejes temáticos. Estos son igualdad, cambio climático y derechos de los niños, niñas y adolescentes. Además, claro, de los ejes transversales que surgen de los ejercicios de debate. “A través de las herramientas del teatro, se abre un campo tanto de análisis como de acción. El objetivo finalmente es lograr un cambio, la transformación”, afirma Nilton.
En esta edición se tiene prevista la participación de grupos juveniles provenientes de Paraguarí, Villarrica, Arroyito, Asunción, Caazapá, Yaguarón, Caaguazú, San Bernardino, Caacupé, Itá, Itauguá y otros. La mayoría participó en talleres de formación teatral con miras a la creación de obras propias en las que se vea reflejada la realidad actual, con la valoración de la libertad de expresión y la participación como prácticas democráticas.
Los protagonistas de este año
La organización del festival está a cargo del Núcleo de Acción Cultural y el grupo Karkajadas de Caacupé. Ellos son Apolo Ghünter, Cristian Goiburú, Évelin Franco y Adriana González, jóvenes que están descubriendo el teatro acompañados del profe Arnaldo Mimo Villamayor.
Para Apolo, como organizador “es emocionante y genial poder participar del reinicio”. Enfatiza que lo que más le inspira es que “le hacemos llegar las puestas a todas las personas. Bueno, ¿no podés venir al teatro? Dale, nosotros te llevamos el teatro”. Y agrega: “A mí al menos el teatro me cambió la vida, me hizo crecer bastante y quiero que la gente pueda vivir eso y que nosotros transmitamos mensajes, experiencias y sentimientos”.
Para los trabajos, se dividen en grupos: transporte, programación, alimentación, hospedaje, seguridad y comunicación. Un verdadero ejemplo de organización. Los chicos se están preparando desde enero y al respecto Cristian cuenta que el festival tendrá una asistencia que superará las 200 personas: “Estamos moviéndonos. Tocamos puertas y hacemos algunos eventos también para juntar un poquito de dinero”.
Según Adri, el objetivo es volver a activar el festival e “inspirar a los jóvenes con nuestras obras”. Evelin agrega: “Nos gustaría difundir los mensajes, para tomar conciencia de las problemáticas planteadas. Nuestro tema tiene que ver con la contaminación, por ejemplo”.
Para la obra, llevan meses preparándose con el acompañamiento de la actriz y directora Sandra Kúku Flecha. En conjunto, aprenden nuevas técnicas de teatro, se ejercitan en el debate y, además, organizan el gran despliegue que tendrá lugar muy pronto.
“Queremos invitar a las personas a que compartan con nosotros, que nos apoyen porque va a ser una experiencia muy, muy bonita; vamos a divertirnos juntos jugando. Estamos aprendiendo muchísimas cosas y va a ser hermoso compartir eso y transmitirlo a la gente”, finaliza Apolo.
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