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Cowboy Bebop: Odiseas en el espacio

Un grupo de cazarrecompensas surca el espacio en busca de criminales para sobrevivir y, sin percatarse,
respuestas a un pasado que no pueden enfrentar. Ante la llegada de la adaptación de este clásico de la
animación japonesa, revisamos la obra original y reseñamos el recién estrenado show de Netflix.

Si le preguntan a un aficionado de la animación japonesa cuáles son los mejores animes de todos los tiempos o qué series debería uno ver para iniciarse en tan particular mundo, probablemente incluirá en ese listado a Cowboy Bebop. En el hipotético caso de que no, esto será, probablemente, porque —por alguna extraña razón— nunca la vio.

La emblemática serie de ciencia ficción de 1998, producida por el famoso estudio de animación Sunrise (responsable de Gundam Wing y Code Geass: Lelouch of the Rebellion) contó con un envidiable equipo creativo liderado por el director Shinichirō Watanabe (Samurai Champloo), la guionista Keiko Nobumoto (Wolf Rain) y la compositora Yōko Kanno (The Vision of Escaflowne), quienes junto al diseño de personajes de Toshihiro Kawamoto (diversas series de Gundam) y de máquinas de Kimitoshi Yamane (The Vision of Escaflowne), se encargaron de crear una animación con un atractivo universal envidiable y de una calidad narrativa y musical atemporal.

Situada en el año 2071, en un futuro que cruza exitosamente una estética casi cyberpunk con las características visuales de finales del siglo XX (ni muy futurista ni muy actual), sigue a un grupo de cazarrecompensas que viaja de planeta en planeta en busca de criminales que escapan de la Justicia con tanta energía como nuestros mismos protagonistas escapan de sus respectivos pasados y problemas.

Los 26 episodios de Cowboy Bebop, que son llamados “sesiones” y llevan títulos que aluden a nombres de canciones, rotan constantemente de género en género. Todos ellos tienen una base de ciencia ficción, pero algunos se inclinan más hacia el wéstern, cine negro (film noir), pulp o, incluso, terror, como el caso de Toys in the Attic, inspirado en la clásica Alien, de Ridley Scott. La constante es, también, la habilidad de la serie para navegar entre situaciones dramáticas y cómicas.

La variedad y accesibilidad de sus episodios, en su mayoría autoconclusivos, facilitó que fuera un éxito no solo en Japón, sino también en el resto del mundo. No hay necesidad de comprender costumbres japonesas o normas de anime para disfrutarla y, salvo ciertos capítulos, uno puede elegir cualquiera sin haber visto los anteriores.

Los buenos, los malos y el perro

En el futuro presentado por Cowboy Bebop los humanos han abandonado la Tierra, prácticamente, luego de un accidente relacionado con los portales usados para viajar rápidamente en el sistema solar. Ahora viven en colonias tanto en planetas como en sus lunas. Esta expansión y el avance tecnológico dan lugar a la aparición de diversos tipos de criminales, así como de cazarrecompensas (los cowboys) que buscan apresarlos para hacerse con grandes sumas de dinero.

La historia se centra así en los integrantes de la nave espacial Bebop (sí, como el estilo de jazz): Spike Spiegel, anteriormente miembro del mayor sindicato criminal de la galaxia; Jet Black, un expolicía espacial que simplemente no puede dejar sus viejos hábitos; Faye Valentine, una estafadora sin escrúpulos que no recuerda su pasado; Ed (Edward), una joven hacker a quien todo le parece un divertido juego, y Ein, un perro corgi que ganó superinteligencia en experimentos genéticos de los que fue sujeto. El disparatado grupo, que no siempre comparte una misma misión u objetivo, está unido por un patrón en común: ninguno puede, o quiere, enfrentar su pasado y detenerse el tiempo suficiente para plantearse dudas existenciales respecto a su vida y futuro.

Los personajes, de buenas a primeras, represen tan arquetipos básicos como el del héroe con un pasado complicado que amenaza con resurgir (Spike), el curtido exhombre de la ley al que le cuesta salir de sus patrones preestablecidos (Jet) y la femme fatale en la que no se puede confiar (Faye). Pero con el correr de los episodios demuestran ser mucho más, gracias a un guión que les permite crecer, mostrar más de sí mismos y convertirse en una especie de familia disfuncional. A esto sumamos un desfile de personajes secundarios que, si bien aparecen solamente en uno o dos episodios, están tan bien realizados que también dejan su marca.

La serie original contó, además, con una película, también animada, lanzada en el año 2001 y subtitulada Knockin’ on Heaven’s Door, que no continúa la historia (que queda perfectamente cerrada al final). Está cronológicamente inserta entre los últimos episodios y muestra una misión más con el equipo completo. Finalmente, sirve de excusa para tener un largo capítulo extra con mejores valores de producción.

Un clásico remezclado

Como con todo anime popular, la idea de una adaptación con actores reales lleva años flotando en la industria. En algún momento se hablaba de una película protagonizada por Keanu Reeves, pero todos los proyectos quedaban en la nada. Cuando finalmente Netflix anunció que estaban trabajando en su propio show, las reacciones negativas no se hicieron esperar: ¿Por qué tocar algo que ya funciona bien? ¿Qué puede aportar una serie live-action que no haya conseguido ya la versión animada?

Sería fácil minimizar esas reacciones al tildarlas de simples rabietas, pero lo cierto es que Hollywood no tiene el mejor historial en este tipo de adaptaciones. De ejemplo tenemos lo que hicieron con Dragon Ball en 2009 o Death Note en 2017. Incluso algo con características tan occidentales como Cowboy Bebop podía sufrir al ser adaptado.

Es importante entender que una adaptación no elimina la obra en que se basa, sino que es una oportunidad para introducir cambios en respuesta a las limitaciones del medio original o, simplemente, para actualizar la historia a estándares más contemporáneos. Igualmente, la tarea es extremadamente complicada.

Hubo atrasos en la producción, primeramente por un accidente sufrido por una de las estrellas principales y luego debido a la pandemia. La nueva versión está compuesta por 10 episodios y llegó a Netflix el 19 de noviembre con un elenco principal conformado por John Cho (Star Trek) como Spike, Mustafa Shakir (Luke Cage) como Jet Black y Daniella Pineda (The Originals) como Faye Valentine.

Quienes busquen en esta serie una adaptación 100 % fiel del anime se llevarán una merecida decepción. Calcar lo que ya funcionó no sería divertido ni interesante, por lo que los productores optaron por recrear el ambiente de la serie a través de una estética casi caricaturesca que no será del agrado de todos pero que le da una personalidad bastante particular al show.

La historia se mueve por un camino similar al original: podemos reconocer sucesos y personajes, pero mezclados o reorganizados (algunos aparecen antes; otros, después). Estas versiones de Spike, Jet y Faye son retratos más o menos fieles a los originales, pero su desarrollo, así como con el resto, fue modificado y, en muchos casos, expandido.

Estas modificaciones, lastimosamente, no siempre calzan bien con la trama y el producto final es simplemente inferior. Historias como las de Vicious y Julia, escuetas pero primordiales para el desarrollo de Spike en la serie original, interfieren constantemente a lo largo de la temporada y se convierten en una carga pesada y poco interesante.

A pesar de las buenas actuaciones, de entre las que destaca sobre todo Pineda como una Faye algo menos traicionera pero igualmente genial, y una excelente química entre el elenco principal, los agregados terminan restando demasiado en busca de sentar las bases para una posible segunda temporada. Muchas veces no se entiende si esta versión quiere diferenciarse lo suficiente o simplemente rendir homenaje a la original.

La serie de Netflix podría haber sido peor y, de continuar, tal vez se pueda pulir un poco más, pero eso todavía está en duda. Finalmente, no llega a ser lo suficientemente única o interesante para justificar su existencia.

Perfecta sinfonía

No se puede hablar de Cowboy Bebop sin dar su propio apartado a la música a cargo de la legendaria Yōko Kanno, quien formó el grupo Seatbelts para ejecutar las canciones y preparó una banda sonora principalmente compuesta por jazz y blues, una arriesgada apuesta para un anime, considerando que la norma era (y a veces sigue siendo) utilizar elementos más pop. Ya que la serie se inclina más por lo occidental que lo oriental, la decisión no pudo haber sido más acertada: la parte musical es un personaje más.

Tank!, el tema de apertura, tiene un ritmo movido y acelerado que invita a la acción que se hace presente en escenas de pelea y persecuciones a lo largo de los capítulos; mientras que The Real Folk Blues, el de cierre, va por el lado más dramático y melancólico, y sirve también como una pequeña mirada al pasado de Spike. Estas dos canciones representan esa dualidad tragicómica que impregna todos los episodios del show.

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