Columna

Mi relación con la rabia

Enojate, hermana

Las emociones no son buenas ni malas. Son eso: emociones. Expresarlas es una necesidad tan básica como comer o dormir. Sin embargo, la condena social que se ha instalado en torno a determinadas emociones es, quizás, de las construcciones culturales más antiguas escritas en el guión del género. Así como los hombres no lloran, las mujeres no se deben enojar.

Ejemplos al respecto sobran. Pero creo que uno de los más célebres de los últimos tiempos es el caso de Shakira. El tema lanzado en colaboración con Bizarrap batió todos los récords: a la fecha, las vistas en YouTube superan los 700 millones.

¿Es una señal de que empatizamos con la cantante colombiana y su rabia ante la dolorosa situación de traición ocasionada por su ex, Gerard Piqué? A primera vista, parecería que sí, pero si leemos las reacciones que ha causado a nivel general —entiéndase, en redes sociales— la cosa no es tan simple.

Pero antes recordemos el caso en cuestión. Según las noticias amarillistas, la separación más mediática de los últimos tiempos tuvo como detonante una traición. La relación de 12 años terminó después de que el exfutbolista catalán le metiera los cuernos en su propia casa, aprovechando los viajes de la artista para visitar a su padre que estaba enfermo. El chisme de redes dice que Shakira lo descubrió porque la supuesta amante, Clara Chía, comía su mermelada favorita en su ausencia.

No hace falta ni recurrir al chisme. Como la misma Shakira canta, el desamor y la rabia vienen ocasionados porque Piqué la dejó sola en un momento vulnerable: “Cuando te necesitaba diste tu peor versión”. Además de que “me dejaste de vecina a la suegra, con la prensa en la puerta y la deuda en Hacienda”.

El testimonio de Shakira, más todo lo que nos enteramos por la prensa, parecerían ser evidencia suficiente de que no hay muchos matices para decir que Piqué se portó de lo peor y que la artista colombiana está más que justificada en su rabia. Sin embargo, fue llamativo que así como se viralizó globalmente que “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”, también lo hizo la crítica más escuchada cuando una mujer decide mostrar su furia: “No es la forma”.

“No es la forma”, una expresión sobre la que se han consagrado los más célebres estereotipos en torno a la ira femenina, desde clásicos como la esposa quejosa, la suegra insoportable y la exnovia loca, hasta la villana perfecta de los últimos tiempos: la feminazi.

“No es la forma”, la frase mágica que anula toda responsabilidad de quien causó el agravio y deposita la culpa en quien tuvo la reacción. “No es la forma”, tres palabras que son suficientes para anular el derecho a expresarse ante las injusticias, sean estas (las expresiones y las injusticias) individuales o colectivas.

“No es la forma”, una expresión sobre la que se han consagrado los más célebres estereotipos en torno a la ira femenina, desde clásicos como la esposa quejosa, la suegra insoportable y la exnovia loca, hasta la villana perfecta de los últimos tiempos: la feminazi. Da igual que se trate de rayarle el auto a la expareja traidora o grafitear paredes como reacción iracunda ante un feminicidio; la respuesta será la misma. Por eso, no me digan que a Shakira no hace falta defenderla. Bueno, seguro que a ella no, pero en este caso lo personal es político y tiene que ver con una trama mayor.

En el caso de Shakira, el “no es la forma” se escuchó en todos sus matices. Hubo voces conservadoras que le reclamaron que por ser madre debió pensar en sus hijos, pero decidieron omitir que el que cometió adulterio fue el primero al que se le olvidaron sus deberes morales de padre, y ni qué decir esposo. Después tenemos a quienes están en un término medio, que si bien reconocen el mal actuar del exfutbolista, se sienten más ofendidos por la falta de pudor de Shakira de exponer al mundo las intimidades de su relación.

Finalmente, en el otro extremo, encontramos incluso voces feministas que cuestionan la falta de sororidad de la autora de Inevitable con la amante, como si claramente la otra mujer no hubiera pecado de poco sorora en primer lugar, al involucrarse con un hombre comprometido en una relación.

Quizás Shakira tuvo que cantar justamente que las mujeres ya no lloran porque, en realidad, si es de rabia, tampoco nos dejan llorar. Ni qué decir cuando hablamos de alguien que es madre, en sus 40 y con fama mundial. Sin importar cuánto una facture, este caso nos recuerda que todavía no hemos conquistado el derecho a enojarnos o, por lo menos, a expresarlo.

Admito que yo misma he tenido mis cuestionamientos hacia la canción. Al menos me pareció un poco monotemático ya dedicarle todo un disco a la cuestión. Pero también encontré en esta y otras músicas que nos invitan a corear nuestra rabia —sí, te hablo a vos, Paquita la del Barrio— una forma de catarsis colectiva. Es un momento de darnos permiso de identificarnos con nuestros dolores y rabias ocultas, y sacarlo todo bailando y cantando, como cuando ponen la de Shakira y Bizarrap.

Quizás, en el día a día, aún no nos permitan enojarnos y debamos mantener la compostura, pero, al menos por unos minutos, una canción nos deja sacar ese enojo hacia fuera. Y aunque la rabia sola no sea suficiente para cambiar las cosas, expresarla es, cuanto menos, el primer paso. Así que, por la razón que fuere, hoy te digo: enojate, hermana.

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