De heroínas envidiosas y princesas agnósticas
En el dinero y el amor tengo una postura similar: no creo en el destino ni en la ley de la atracción. Es decir, por un lado, no me convencen los esencialismos ni las historias de almas gemelas, pero tampoco me parece que encontrar el amor sea como entrenar para una maratón, para lo cual, si seguimos una serie de pasos y hacemos check en las casillas correctas, vamos a encontrar a la persona adecuada, a medida.
No. No creo en el destino ni que seamos responsables de todo. En filosofía, no estoy del lado del determinismo, pero tampoco del azar.
Tampoco es de mi agrado la visión mercantilista de las relaciones, lo de “pagá tanto y conocé este método para triunfar en el amor”. Mucho menos esa idea muy popularizada en estos tiempos de algoritmos y dating apps, de dar ranking y calificación a las personas según un listado de atributos como el físico, los ingresos y la formación. Como la otra vez escuché, “sos un 10 saliendo con un 7”. A este paso, dentro de poco vamos a poder canjear pareja con los puntos de las tarjetas de crédito.
Entonces, ¿en qué cree esta mujer escéptica? Creo fervientemente en las historias que nos contamos, que internalizamos y con las que vamos construyendo sentido de lo que nos pasa. Es decir, no creo en el destino ni en el libre albedrío, pero sí en que estas son dos narrativas con las que se construyen las historias de amor desde tiempos inmemoriales, y en ese sentido, son reales para quienes han elegido que esa sea la estructura del guión de su vida.
Esas narrativas no las inventamos solos. Son discursos que culturalmente se construyen y van evolucionando con el paso del tiempo, que responden a un momento específico y a un contexto.
Pero, claro, esas narrativas no las inventamos solos. Son discursos que culturalmente se construyen y van evolucionando con el paso del tiempo, que responden a un momento específico y a un contexto. En el amor, es lo que aprendimos de nuestros padres, de la sociedad en que vivimos, de los cuentos que leímos, las canciones que escuchamos y lo que nos mostraron las telenovelas y las películas.
Esas niñas que se criaron en un hogar donde les hicieron sentir que el amor es algo que se tenían que ganar —con buenas notas, siendo lindas y educadas— es muy probable que de adultas vayan por la vida sobreexigiéndose más que nadie y compitiendo con todo el mundo (y sobre todo con otras mujeres). Las que piensan que la pareja es el punto uno en la lista de objetivos que cumplir.
Por otra parte, si fueron niñas que sufrieron un abandono importante de una figura paterna (a raíz de un divorcio, por ejemplo), puede que la historia con la que hayan crecido es que el amor es algo que no merecen. Quizás de grandes irán detrás de gente que no les corresponda o no esté emocionalmente disponible. De este modo, cumplirán la profecía autoproclamada. ¿Por karma? ¿Por destino? No, porque esa narrativa interna las llevará a buscar a alguien que refleje ese discurso internalizado.
De eso trata Envidiosa, la nueva comedia romántica que es furor en Netflix. En español y con acento porteño, la serie nos cuenta la historia de Vicky, una mujer que está por llegar a los 40 y entra en crisis porque termina con su novio de 10 años, con el que aspiraba al matrimonio. Y para empeorar las cosas, al poco tiempo él rehace su vida y se casa con una mujer mucho más joven.
La protagonista, interpretada por Griselda Siciliani, nos va contando cómo sobrelleva su caótica vida amorosa después de la ruptura, a través de sus sesiones con su psicóloga. Hasta ahí suena todo bien cliché, ¿no? Pero ese es solo el comienzo.
Con muchísimo humor, como es el sello de la guionista Carolina Aguirre, la historia no es sobre cómo la heroína histérica, envidiosa e imperfecta encuentra el amor después del amor —si bien esto es parte de la trama—, sino que es una radiografía de los mandatos a los que se enfrentan las mujeres millennial cis-heterosexuales: desde chupar la panza para entrar en un vestido que no es de la talla correcta hasta aceptar migajas de un galán narcisista porque cumple con los estándares de lo que se busca en un príncipe azul posmoderno. Son las dos caras de la misma moneda.
Como bien le hace ver su psicóloga, cuando Vicky habla de relaciones no piensa en el amor, en cómo se siente, qué le hace bien, sino que se obsesiona con perseguir metas, con ver las cosas en términos de éxito y fracaso, ganar o perder, y a lo primero lo considera sinónimo de casarse “bien”, tener hijos y vivir en un country.
Lo que va desarrollando la historia es que tampoco basta con conocer a la persona indicada si no estamos listas para verla y valorarla.
Eso es lo que la vuelve envidiosa: que, finalmente, no se trata de ganar, sino de ser elegida.
Para Vicky, el amor se encuentra, literalmente, a la vuelta de la esquina. Desde el primer capítulo queda claro que es Matías, el vecino, dueño de la rotisería del barrio, que está ahí para escucharla, contenerla y hacerla reír. Pero como para ella él no refleja su idea de lo que significa ganar en el amor, la veremos darlo por sentado y friendzonearlo, mientras no escatima esfuerzos para tratar de forzar una relación con su jefe, un hombre que representa el claro ejemplo de que ahí no es.
Eso es lo que la vuelve envidiosa: que, finalmente, no se trata de ganar, sino de ser elegida. Se trata de sanar heridas de infancia que tienen que ver con un padre que abandona, una madre que no habla del conflicto y una niña que creció buscando esa figura masculina que la salvara.
Envidiosa se estrenó la misma semana que Nobody Wants This (Nadie quiere esto). En esta otra serie, protagonizada por Kristen Bell y Adam Brody, seguimos la historia de Joanne, una mujer agnóstica (también en sus 40) que conoce a Noah, un rabino de quien se enamora. Intentan iniciar una atípica relación en la que van navegando los obstáculos que se les presentan a medida que la historia avanza. Aquí, en vez de terapia, escuchamos hablar de apego y vínculos tóxicos a través de las sesiones de un podcast sobre sexo y relaciones que la protagonista conduce junto con su hermana, y que le da el título a la serie.
Con ellas, se celebra el retorno glorioso de las comedias románticas, pero, sobre todo, un cambio en las narrativas que nos contamos sobre el amor.
Las similitudes no quedan solo en que ambas son series divertidas e inteligentes, que son producidas por Netflix y que se volvieron un éxito global. Con ellas, se celebra el retorno glorioso de las comedias románticas, pero, sobre todo, un cambio en las narrativas que nos contamos sobre el amor.
Envidiosa nos propone que cambiemos el cuento de hadas por el de princesas imperfectas y empoderadas que se ponen en el centro, que en vez de buscar un príncipe que las salve, son ellas las guerreras que enfrentan a los dragones de los mandatos sociales. Nobody Wants This, por otro lado, nos muestra la historia de un amor sano y compañero, donde los conflictos se resuelven hablando y el amor no es un destino que se cumple, sino una serie de decisiones que se toman de a dos.
Como fan de las comedias románticas en necesidad de nuevas historias, celebro a las guionistas Caro Aguirre y Erin Foster, que nos permiten narrativas renovadas sobre el amor moderno.
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