Londres
Una vez me dijiste que las relaciones se terminan a los siete años”. Esto me comentó una amiga con la que tenemos una relación de más de una década, por lo que siempre me recuerda que nuestra amistad ya rompió la maldición.
Los ciclos de siete años como periodos de cambio son algo que abordó Pitágoras en la filosofía, Piaget en la psicología, y también religiones como el judaísmo y el hinduismo. Lo de la comezón del séptimo año se popularizó sobre todo con la icónica escena de Marilyn con el vestido blanco que revoloteaba alrededor de sus piernas.
Esto, por supuesto, no lo inventé yo. Los ciclos de siete años como periodos de cambio son algo que abordó Pitágoras en la filosofía, Piaget en la psicología, y también religiones como el judaísmo y el hinduismo.
Por supuesto, lo de la comezón del séptimo año se popularizó sobre todo con la icónica escena de Marilyn con el vestido blanco que revoloteaba alrededor de sus piernas.
Con el término del 2024, un ciclo de siete años muy importante en mi vida llega a su fin. Y no había dimensionado que eran siete hasta que mi amiga me recordó aquel comentario que le había hecho sin pensarlo tiempo atrás.
En 2017, para ser precisa, acababa de cumplir 30, trabajaba como editora en una revista y empecé el año aplicando a una beca, en principio, para una maestría de un año en Inglaterra. Gané la beca y, luego de la maestría, me animé a dar un paso más con un doctorado en la misma universidad. El plan inicial era terminarlo en tres años. En medio de eso, me tocó una pandemia, incontables crisis financieras y románticas, ir y volver, y tener mi vida y mi equipaje divididos entre dos continentes.
Ahora, mientras escribo estas líneas, celebro mi regreso de Londres, mi despedida de esta ciudad que fue mi hogar principal durante este ciclo, y puedo decir que soy la primera integrante de mi familia en culminar un PhD.
Hace un mes fue la defensa de la tesis. Allá la llaman “el viva”, porque es una defensa a viva voce. La primera pregunta de las dos panelistas que componían la mesa examinadora fue lo que me llevó a escribir una tesis sobre el tema que elegí: moda y cultura. Recién entonces me puse a pensar en la persona que era siete años atrás.
Les dije que antes de la academia fui periodista de revistas, por lo que siempre pensé que la moda era un espacio sumamente político y soñaba con abordarla desde ese lugar, que quizás no me podía permitir como trabajadora de medios. Luego, me preguntaron sobre mi crianza. Y allí les conté de mi infancia. De mi papá, un gran intelectual sin credenciales académicas, y de mi mamá, licenciada en Filosofía; de cómo ambos se conocieron cuando hacían teatro en tiempos de dictadura y cómo nos criaron a mí y a mi hermana con un pensamiento libre.
Y lo que ya no les conté fue que mi papá me prestaba su máquina de escribir cuando apenas empezaba el primer grado, que mi mamá me leía El mundo de Sofía como un cuento para dormir. Que si no hubiese sido por ellos, nunca me hubiera imaginado que las mujeres podemos buscar algo más que casarnos y tener hijos. Que me permití soñar con ser una mujer intelectual y fabulosa gracias a ellos. Que defender la tesis de doctorado en Cultura, Medios e Industrias Creativas significaba la consagración de ese sueño.
Ahora se cierra un ciclo de siete años, pero es mucho más que eso. Es el logro de sueños colectivos que me anteceden. Es el final de una etapa hermosa, difícil, caótica y de mucha incertidumbre.
Sí, ahora se cierra un ciclo de siete años, pero es mucho más que eso. Es el logro de sueños colectivos que me anteceden. Es el final de una etapa hermosa, difícil, caótica y de mucha incertidumbre. Es decirle adiós a una ciudad, pero también a la persona que fui y que se transformó en ese proceso. Pero, además, es el comienzo de una nueva etapa. Y nunca estuve más entusiasmada por esa página en blanco donde ahora me toca escribir un nuevo capítulo.
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