Accesorios de alto diseño que nacen de la basura
Placas electrónicas de tevés, motores de licuadora y gabinetes de computadoras descartadas son la fuente de materiales no tan nobles, pero de inusual apariencia estética con los que mujeres de Bañado Sur diseñan y crean joyería de extraordinaria belleza.
Texto y fotos de Fernando Franceschelli.
Próximas al vertedero más grande del país, de montañas de lo que consideramos basura, y con la minuciosidad de la araña que teje, mujeres de Bañado Sur rescatan, limpian y procesan la materia prima con la que arman collares, aros y pulseras. A juzgar por el resultado, no tienen nada que envidiar a las joyas de conocidos diseñadores.
La historia comenzó a partir de una experiencia previa en la que mujeres del bañado habían llevado adelante un proyecto con el que proveyeron de materiales reciclados a varios diseñadores nacionales. Se trató de una experiencia reveladora, explica Soraya Bello, directora de Mil Solidarios, la ONG de la que surgió este proyecto. De aquella experiencia nació la idea de procesar esos mismos materiales, pero esta vez con el valor agregado del diseño y el proceso completo de manufactura. En 2018, estudiantes de la universidad Esade de Barcelona vinieron a trabajar como voluntarios al país. Como especialistas en la elaboración de planes de negocios, y como sabían de aquella experiencia previa con las diseñadoras, pusieron manos a la obra.
El plan de negocios que crearon planteaba la elaboración de bisutería confeccionada con materiales reciclados e incluía principalmente la capacitación de las mujeres. También contemplaba la creación de un espacio adecuado de trabajo, el detalle de las herramientas necesarias para hacerlo, el desarrollo de los procesos de obtención de materiales y, por supuesto, la creación del diseño previo a la manufactura. Con ese plan, en 2019 el proyecto se presentó a la Agencia de Cooperación Española, con apoyo de la oenegé MZC (Mujeres en Zonas de Conflicto). En 2020, aprobada la financiación, la propuesta finalmente arrancó con un grupo de 15 mujeres. Así nació Cateura, la marca de accesorios que ayuda a transformar el estigma de la pobreza.
Las artesanas
Sabina Cañete tiene 62 años. A pesar de las arrugas de una piel expuesta un millón de veces al sol, su postura es la de una joven de 20 y sus brazos tienen la musculatura tan marcada como la de la mejor fisicoculturista. Ella es recicladora desde hace más de dos décadas, trabaja en el vertedero municipal y también recorre la ciudad, donde recoge todo lo que pueda acopiar y vender. Sabe muy bien de qué se trata reciclar.
En algún momento se acercó a la asociación Mujeres Unidas y desde que el proyecto de la joyería arrancó, no paró. Una de las especialidades de Sabina es la realización de cadenas de alambre de cobre, utilizado entre otros componentes para confeccionar colgantes. Se siente muy feliz de hacer estas piezas, sobre todo ahora, que fue elegida para representar a la marca y a sus compañeras en un intercambio de experiencias con mujeres recicladoras en Perú. ¡Será la primera vez que ella saldrá del país y, además, aclara con una sonrisa de oreja a oreja, elegida por sus propias compañeras!
El proceso creativo es dirigido por Abel Morel, de 29 años, que se dedica al diseño de tocados y tiaras. Desde el inicio del proyecto, invitado por Soraya, con las mujeres fue seleccionando y evaluando cada uno de los materiales, como cables con aislantes de colores, alambres, placas metálicas, trozos de cuero y transistores de equipos electrónicos para determinar si era posible usarlos de manera segura, perdurable y estética.
Desde los bocetos en papel hasta la materialización, a partir del principio, todos aprendieron sobre la marcha el uso de esta materia prima, muy distinta a la que usualmente Abel compra y acostumbra aplicar en sus diseños. Él destaca de esta propuesta la satisfacción de haber aprendido con ellas, además de ayudar a lograr algo exitoso.
Otra de las mujeres que producen desde el principio es Nimia Portillo. Hace años que se dedica a la decoración de eventos. Con globos, telas y mucha imaginación, junto a su marido lograron sacar adelante a sus cuatro hijos. Sin embargo, debido a las restricciones producto de la pandemia, esa actividad se detuvo completamente y se vio obligada a buscar otra fuente de ingresos. Tal vez por eso es que estuvo desde el principio en el proyecto, que comenzó casi simultáneamente a la cuarentena y se vio limitado por ella.
De alguna manera, las joyas de materiales reciclados la salvaron. Esta mujer de 51 años utiliza solamente adjetivos aumentativos para describir lo que siente con este trabajo al que, al igual que las demás mujeres, dedica dos días a la semana a partir de las 14.00. “Orgullosísima” y “contentísima” son las palabras que más resuenan en su relato. Asegura que es preciosísimo lo que hacen, porque es hermoso que entre todas se ayuden para tener su propio dinero y remata: “Todo se puede, el trabajo no es deshonra”.
Génesis Benítez es la más joven y tímida del grupo. Con 23 años, acaba de culminar la carrera de Ingeniería Comercial en la universidad y eso, en parte, es gracias a su trabajo en la creación de estos accesorios. Borda hilos de cobre para hacer flores minuciosamente y aclara que simplemente se acercó a la asociación para probar. Al igual que sus compañeras, se siente más que orgullosa de lo que entre todas hacen, mientras afirma que ya vendió muchas piezas a un precio justo. Su mensaje, dice con gran sonrisa, es que “se puede, con esfuerzo, alcanzar lo que uno sueña”.
De los desechos al más fino diseño
Desde que todo comenzó, se lanzaron seis colecciones: Génesis, Oasis, Fuego, Letizia (en honor a la reina de España, quien vino a visitarlas), Madre Tierra en este 2022 y el pasado dos de setiembre llegó Atrevidas.
Durante esos lanzamientos, las piezas se exhiben y venden, aunque quienes estén interesados en comprar alguna pueden contactar con estas mujeres a través de la cuenta de Instagram @cateurapy o al teléfono (0981) 917-612. Los precios de las joyas son acordados con cada artesana, en función a las horas de trabajo que requirió o el tipo de material que se usó. Al descontar los costos de packaging y otros elementos, el 40 % de las ganancias va a la asociación y el 60 % se distribuye a cada artesana.
Definitivamente Cateura representa una forma de renacimiento, tanto para los objetos descartados por la ciudad —que las manos de estas poderosas mujeres emprendedoras rescataron— como para ellas mismas.
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