El cuento de la criada está aquí
En un contexto marcado por el ascenso del conservadurismo y la concentración de poder en las grandes corporaciones tecnológicas, la distopía de Margaret Atwood resuena con más fuerza que nunca. Analizamos cómo los atuendos de figuras públicas como Melania e Ivanka Trump durante la inauguración presidencial de 2025 no solo reflejan jerarquías sociales y políticas, sino que también revelan el retorno de una femineidad tradicional que recuerda la opresiva sociedad de Gilead.
En la República de Gilead, un régimen teocrático y totalitario ha reemplazado al Gobierno de Estados Unidos. En esta sociedad, las mujeres han perdido todos sus derechos y son clasificadas en distintas castas según su función: las Esposas, que están casadas con los hombres poderosos; las Marthas, que realizan tareas domésticas, y las Criadas, cuya única función es la reproducción, debido a una crisis de fertilidad global.
Esta es la consigna detrás de El cuento de la criada (The Handmaid’s Tale en inglés). La escritora canadiense Margaret Atwood publicó esta novela distópica en 1985. La historia cobró renovada popularidad y llegó a una nueva generación en 2017, cuando en medio del auge del movimiento feminista #MeToo en Estados Unidos, la plataforma Hulu estrenó una adaptación del libro en formato serie, y contrató a la mismísima Atwood como consultora.
La protagonista de la historia es Offred, Of Fred, en inglés, lo cual significa “de Fred”. Las Criadas no tienen denominación propia más que el pronombre y el nombre del hombre al cual se les asigna. Su único propósito es concebir un hijo para el Comandante y su esposa infértil (Serena Joy, en la serie). Desde su perspectiva, descubrimos la brutalidad del régimen, la vigilancia constante, el miedo y la lucha interna por la esperanza y la resistencia. La novela aborda temas como el control del cuerpo de la mujer, la opresión, la pérdida de identidad y la resistencia en tiempos de represión.

Con la llegada de la serie, además de que los temas abordados cobran relevancia en el contexto de lo que se considera la tercera oleada feminista, se traduce el universo visual de la novela al lenguaje de la cultura pop, ya que en El cuento de la criada la ropa es un símbolo clave de la jerarquía en la República de Gilead. Cada grupo de mujeres viste un color específico que refleja su función en la sociedad. Esta es una forma de control y segregación que asegura que se mantengan en su rol sin posibilidad de cambio o expresión personal.
En ese sentido, las Criadas usan túnicas largas y rojas, con una cofia blanca y una especie de visera o bonete con alas laterales, que les restringe la visión y evita el contacto visual con los demás. Este tono representa la fertilidad y su rol de reproductoras dentro de Gilead, pero también alude al sacrificio y la opresión que sufren. Sus vestidos son modestos, sin adornos, y refuerzan su papel como meros instrumentos del sistema. Como reapropiación política del vestuario, el atuendo de las Criadas es uno que se ve a menudo en marchas feministas alrededor del mundo como las del 8M, para significar la resistencia y la lucha de las mujeres frente al poder.
Por otra parte, las Esposas visten de azul; mejor dicho, verde azulado, lo que simboliza su estatus elevado y su aparente pureza. Su vestimenta suele ser elegante y recatada, con telas finas y detalles refinados, en reflejo de su posición privilegiada como parejas de los Comandantes. Sin embargo, a pesar de su estatus, están relegadas al hogar y no tienen poder real dentro del sistema.

Cuatro décadas después
Hoy, la realidad parece superar a la ficción. Los analistas políticos advierten del ascenso de la ultraderecha a nivel global. En 2023, el economista greco-australiano Yanis Varoufakis desarrolló el concepto de tecnofeudalismo para describir la transición del capitalismo tradicional a un sistema en el que las grandes corporaciones tecnológicas ejercen un control casi feudal sobre la economía y la sociedad.
En el libro Technofeudalism: What Killed Capitalism?, Varoufakis argumenta que el capitalismo ya no funciona como antes y que, en su lugar, los CEO de las big tech (grandes empresas tecnológicas que poseen una elevada red de operaciones, según la Inesem Business School) actúan como «señores feudales» que extraen valor de usuarios, empresas y gobiernos, sin necesidad de competir en un mercado tradicional. En el tecnofeudalismo, Google, Amazon, Meta, Microsoft y Amazon no solo dominan los mercados, sino que también controlan los datos, la infraestructura digital y las plataformas donde se desarrolla gran parte de la actividad económica y social.
El 20 de enero de 2025, el medio digital The Cut —parte de The New York Times— publicaba, tras la inauguración presidencial de Donald Trump en Estados Unidos: “La broligarquía está aquí”. Broligarquía es una fusión de bro, jerga en inglés para referirse a un grupo de hombres con actitudes de camaradería y privilegio, y oligarquía.

El artículo hace referencia al protagonismo que tuvieron en este evento figuras de las élites ultraadineradas de Silicon Valley. Entre ellas Mark Zuckerberg (Meta), Elon Musk (X, SpaceX, Tesla y OpenAI), el fundador de Amazon Jeff Bezos y el consejero delegado de Google Sundar Pichai, que flanquearon a Trump en el estrado durante su toma de posesión. Es decir, en lugar de utilizar discretamente su riqueza para influir en la política tras bambalinas, los “hermanos” ricos de la tecnología tienen ahora literalmente un asiento en la mesa con el presidente de Estados Unidos.
Pero además, la crítica de moda nos viene anunciando ya desde hace unos años que el conservadurismo está en ascenso. Por ejemplo, con el furor por el “lujo silencioso”, una tendencia que se enfoca en la elegancia discreta, la alta calidad y la exclusividad sin ostentación ni elementos extravagantes. Sumado a esto, es aún más llamativo el fenómeno de las trad wives (abreviatura del inglés traditional wife o esposa tradicional, en español), un estilo de vida en el que las mujeres adoptan roles domésticos como amas de casa, cuidadoras del hogar y encargadas de criar a los hijos, mientras sus esposos son los proveedores principales.
Este concepto se ha popularizado en redes sociales, especialmente entre comunidades conservadoras, que promueven un regreso a los valores familiares tradicionales. Estéticamente, rescata y romantiza la imagen de la ama de casa de los años 50, pero combina esta filosofía con una presencia activa en redes sociales, donde comparten contenido sobre cocina, moda vintage, crianza, etcétera.

La inauguración presidencial de Trump, desde una lectura cultural y de la moda, no solo nos demostró la consagración del tecnofeudalismo o de la broligarquía, sino también un marcado ascenso del conservadurismo, con el saludo nazi de Elon Musk como la cereza de la torta de algo que se está anunciando en todos los niveles. Mucho se analizó el look de la primera dama, Melania Trump, quien lució un conjunto azul marino diseñado por Adam Lippes y complementó su atuendo con un sombrero de ala ancha del mismo color, diseñado por Eric Javits. Este accesorio se convirtió en tema aparte de debate con artículos completos de análisis que se dedicaron a su significado. Pero más allá de la elegancia o el buen gusto o no del atuendo, llama la atención esa decisión de una femineidad que oculta su mirada y que cambia su estilo por uno más clásico y tradicional.
Aún más llamativo que el look de la primera dama fueron las elecciones de estilo de la hija del presidente, Ivanka Trump. En la ceremonia de juramentación, optó por un conjunto de falda y chaqueta en tono verde bosque, complementado con un sombrero a juego. Para lectores de la novela de Atwood y seguidores de la serie, esta elección no pasó desapercibida. Por esa razón, medios como la cuenta de Instagram de vigilancia de moda Diet Prada posaron la pregunta: ¿Es coincidencia o un anuncio de lo que se viene que el elegante traje de Ivanka sea tan parecido —¡prácticamente una réplica!— al de las Esposas de El cuento de la criada?
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