Un viaje a las entrañas de nuestro territorio
En el extremo norte del país, a pocos kilómetros de la frontera con Brasil y bajo tierra, se encuentran verdaderas joyas que para quienes gustan de la adrenalina y las ciencias naturales son ideales para visitar. Atrevete a acompañarnos en este viaje a las profundidades de nuestro territorio para descubrir estas maravillas que nunca vieron la luz del Sol y, sin embargo, albergan formas fascinantes y vida prácticamente desconocida.
Texto y fotos de Fernando Franceschelli.
La idea de descender a las entrañas de la Tierra produce temor. Nos remite a una imagen de silencio y oscuridad. También de humedad y peligro.
Desde siempre se ha concebido el acto de bajar a lo profundo como algo tenebroso. No es gratuito que la imagen del infierno bíblico se haya representado a lo largo de la historia como una caída a los subsuelos de la superficie como, por ejemplo, enla obra La caída de los condenados, del pintor barroco Peter Paul Rubens, o la leyenda americana de Salamanca, que cuenta que es en las entrañas de la Tierra, entre brujas y espantos, donde el Supay (el demonio) enseña sus artes oscuras o pone a prueba a los incautos que llegan allí a través de misteriosas aberturas de la superficie.
Superada la aprehensión inicial propia de quien aprecia la luz y el aire libre, vivir la experiencia de coquetear con la espeleología resulta sorprendentemente atractiva. Se trata de las cavernas en cercanías de Vallemí, a unos 600 kilómetros de la capital, en el distrito de San Lázaro, extremo norte del departamento de Concepción, a donde llegar es relativamente sencillo a pesar de la distancia, por rutas asfaltadas todo el trayecto.
Desde la confluencia del río Apa con el inmenso río Paraguay, muy cerca del lugar, o las suaves serranías que caracterizan la zona, los paisajes impresionan por su belleza.
La adrenalina fluye
En principio los guías nos preparan: explican un poco lo que veremos bajo tierra mientras nos colocan cascos con linternas apropiadas. Ver de cerca una pequeña fisura en la roca por donde, se supone, deberemos pasar apretadamente, inquieta. Se hace imprescindible llevar calzado cerrado para caminar por superficies resbalosas, ropa que se pueda ensuciar y que además nos proteja de raspones. Así, todo se va conjugando para generar cierta ansiedad. Bania Cuevas (34), una de las guías que nos acompañan e instruyen, ingresa por la pequeña grieta a la Santa Caverna y va desapareciendo mientras desciende lentamente a este mundo misterioso; por supuesto, la seguimos.
Después del periodo de acostumbramiento a la falta de luz en el primer tramo de la exploración, comenzamos a maravillarnos por el entorno, que parece más propio de una película de ciencia ficción que de un paisaje paraguayo.
Las paredes se ven gastadas, blancas y tan lisas como artificiales, mientras atravesamos pasajes estrechos y bajos que obligan a avanzar sentados o a gatas. Después de agacharse, arrastrarse, caminar, trepar, pasar por un espeluznante y pequeñísimo pasadizo y salir a cámaras amplias como grandes casas, empezamos a ver formas alucinantes.
Se trata de estalactitas, formaciones de roca calcárea con forma de conos irregulares que apuntan abajo y que se forman en el techo de las cavernas por la filtración de agua con carbonato de calcio disuelto. También hay estalagmitas, similares a las anteriores pero que crecen desde el suelo hacia arriba por la acumulación de dicho material.
A veces, estalactitas y estalagmitas se juntan y crean columnas que irán engrosando a través de los siglos y del agua. Estas bien podrían parecer seres vivientes llegados de otro planeta, y en estas cavernas alcanzan diferentes tamaños y diámetros. Las formas que adquieren son caprichosas y alucinantes; incluso a veces desafían la gravedad.
En la Santa Caverna, llamada así por la presencia de una pequeña estalagmita que alguien encontró que es similar a un pequeño santo, se ven formaciones con la típica forma de cono, pero también observamos otras que parecen cortinas onduladas o que bien podrían pasar por las alas recogidas de algún ser volador.
De los “techos” cuelgan una suerte de “panzas” irregulares de material que a veces tienen pequeñas puntas. En ellas es posible ver las gotas de agua que durante milenios arrastran el material con que se forman estas esculturas naturales.
Aquí es posible observar un hermoso juego: sin otra fuente de luz, al apoyar la linterna sobre la pared se observa la calcita, un mineral traslúcido que hace que se ilumine buena parte de la superficie rocosa. Un espectáculo que deja boquiabiertos a todos.
Un poco de geología
En esta zona son muchísimas las cavernas que se formaron por las características geológicas particulares del lugar y se supone que hay muchas otras aún no descubiertas.
Se trata de un lugar con abundantes yacimientos de calcita, un mineral que en contacto con el agua forma carbonato de calcio, el cual se va disolviendo y al discurrir por ciertas superficies o grietas, arrastrado por el agua, va conformando nuevas formas en estos espacios confinados bajo tierra. Esto sucede en parte dada la falta de agentes que alteren el proceso en estos espacios silenciosos.
La abundancia de minerales en el lugar es largamente conocida. De hecho, la INC (Industria Nacional del Cemento) se instaló allí desde 1969, justamente por la enorme disponibilidad de material necesario para la fabricación de un adhesivo.
Paralelamente, por miles de años la geografía del lugar cambió. En algún momento, estas cavidades naturales estuvieron inundadas, y el agua, que como la vida misma siempre busca su camino, fue drenando y buscando la manera de seguir su destino a través de sumideros que también pueden verse en el lugar. En ese camino la erosión que el agua produjo conformó recintos de superficies y magnitudes diversas.
Dentro de estos espacios —a los que dicho sea de paso no es posible acceder sin contactar previamente con un guía— donde nunca ingresó la luz suceden fenómenos verdaderamente asombrosos. Por ejemplo, en la Caverna 54, llamada así por que se encuentra en el lote número 54 según los registros, hay un buen número de animales e insectos adaptados a vivir sin nada de luz. El número de murciélagos que se reproducen dentro es muy alto y también encontramos pequeños grillos albinos, caracoles y ranas de diversos tamaños que han sabido sacarle provecho a esta vida en la oscuridad.
Este proceso de formación, según nos explica Guillermo Martínez (35), otro guía que nos acompaña en esta aventura, se dio en la más absoluta oscuridad, sin la intervención humana y con una lentitud difícil de entender para quienes vivimos atados al reloj. Según los estudiosos, para que una estalactita de las características de las que aquí describimos crezca un centímetro, es necesario que pasen unos 100 o 150 años de constante goteo del agua que transporta carbonato de calcio. Es un proceso casi tan lento como el de la misma conformación de nuestro planeta, lo que convierte a estos fenómenos en verdaderos testigos de procesos de la geología valiosísimos para la ciencia.
Otra formación increíble en el lugar, que a diferencia de las dos anteriores está al aire libre, es la del Kamba Hópo, que es sencillamente una concavidad en la sierra que se encuentra casi al mismo nivel del río Paraguay. Allí se accede solo por agua o haciendo rapel por una pared de unos 33 metros, que desciende hasta el piso del alero. En este lugar es posible ver la erosión hídrica que, según la altura del agua, inunda o no el recinto y alisa la piedra de maneras sutiles, para luego dejar sobre sí una estructura pétrea que amedrenta de solo pensar que está sostenida solo por sus paredes.
Es también notable que muchas aves e insectos aprovechan la protección que ofrece el alero para anidar allí. Es curioso pensar en las palabras de nuestros guías, cuando explican que estas magníficas formaciones se desarrollaron a lo largo de millones de años, sin intervención humana, aunque hoy, dada la inconsciencia de algunos visitantes, se observan inscripciones absurdas en las paredes y también derribos o destrucción de formaciones, hechas para llevar un “recuerdo” o simplemente por dañar el sitio.
Este sistema de cavernas en el norte es un lugar con un enorme potencial turístico que bien podría atraer a miles de visitantes con las obvias consecuencias positivas para una zona que en general está bastante olvidada. Sin embargo, la falta de una política pública de desarrollo no ayuda a que el lugar prospere aceleradamente gracias al turismo.
Tal vez, en un futuro no tan lejano y a una velocidad no tan lenta como la del goteo que produce estalactitas y estalagmitas en nuestro territorio, este extremo norte del país encuentre su camino y se desarrolle como todos soñamos que suceda.
Una experiencia memorable
Para ingresar a las cavernas es necesario contar con guías registrados; de lo contrario no es posible acceder a los paseos. Por ejemplo, se puede contactar con Guillermo Martínez al (0971) 856-680 o con Bania Cuevas al (0981) 195-176, y en los perfiles de Instagram @vallemitour y @bania_cuevas, respectivamente.
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